Te
vistes bastante sencilla y echas en una mochila algunas cosas para ese día. Le
dices a Julia que probablemente esa noche no vayas a dormir a casa, y ella te
mira raro.
-¿Qué
pasa? –frunces el ceño.
-Nada,
nada…
-Suéltalo.
-Pues…
Me da igual que vaya a ser tu primera vez, ¡usad protección! –te mira, y la ves
verdaderamente preocupada.
-¿Pero
qué…? ¡No, no, no! ¿Por qué eres tan mal pensada? No vamos a hacer nada.
-Ya,
bueno, ya me contarás mañana –se rasca la barbilla-. Por favor, prométeme que
me vas a hacer caso.
-¡Pero
que no vamos a hacer nada! –exclamas.
-Bueno,
pues en caso de que surgiera… prométeme que vais a usar protección –dice, y tú dudas-.
¡Promételo!
-¡Vale!
Te lo prometo, ¿contenta? –bufas.
-Sólo
quiero que tengas cuidado –te da un abrazo.
-Chica,
ni que me fuera a la guerra –ríes, y ella ríe contigo.
-Anda,
pásatelo bien –Julia sonríe.
Tu
conversación con tu amiga te ha hecho pensar en que quizás eso sea realmente
una posibilidad, así que subes a tu cuarto a cambiarte la ropa interior. Te
quitas un conjunto color carne que llevabas y te pones uno que te regalaron
hace tiempo y que aún no habías estrenado de encaje negro. La ropa si te la
dejas como antes: unos shorts y una camisa de cuadros remangada.
-¡Me
voy!
-Adiós,
¡y disfruta! –oyes que te dice tu amiga antes de que cierres la puerta.
Caminas
tranquilamente hasta la casa de Harry, tocas al portero, y él está abajo a los
dos minutos. Notas como si tu corazón dejara de latir cuando lo ves aparecer
por la puerta. Lleva unos pantalones negros, una camiseta blanca y una
americana también negra.
-Guau,
Styles, estás…
-¿Guapísimo?
¿Increíblemente guapo? ¿Cegadoramente guapo? –ríe.
-Tan
modesto como siempre –tú también ríes.
-Tú
también estás muy guapa, bombón.
Entonces
se da cuenta de tu mochila.
-¿Qué… qué llevas ahí? Brrr, no quiero ni pensar qué clase de
instrumentos de tortura puede haber ahí dentro.
-¡Eres
un exagerado! –le das un golpe en el hombro.
-Es
simplemente que siento curiosidad por lo que sea que me vayas a hacer hacer –te
pasa un brazo por los hombros.
-Bésame
–sonríes.
-Tus
deseos son órdenes –posa sus labios delicadamente sobre los tuyos.
Te
pegas contra él durante un momento, pero luego te separas.
-¡Tenemos
mucho que hacer, no podemos entretenernos! –ríes levemente.
-¿A
dónde vamos a ir primero? –Harry ladea la cabeza.
-Al
parque –sonríes de oreja a oreja.
-¿Al
parque? –frunce el ceño.
-Styles,
me apetece divertirme, y hoy es el día en que no te puedes negar a hacer las
estupideces que yo quiera –le das un besito.
-Ah,
pero… ¿tú sabes divertirte? –bromea.
-¡Mira
que eres tonto! –le das una colleja- Pues ahora lo vas a comprobar.
Lo
tomas de la mano y tiras de él por las calles de la ciudad, corriendo y riendo,
cruzándoos con gente que os mira raro, pero sin que eso os importe demasiado.
-¡Bombón,
me vas a matar de un infarto, yo ya no estoy para estos trotes! –dice Harry,
apoyando las manos en sus rodillas y respirando con dificultad cuando
finalmente llegáis al parque.
-Se
me olvidaba que estoy con un viejo –ríes.
Entonces,
ambos os quedáis callados. “Estoy”. ¿Estás con él? ¿Qué hay realmente entre
vosotros? Harry también se ha dado cuenta de eso, y te mira con los ojos muy
abiertos.
-Bueno,
esto, a ver… -intentas decir algo.
-Estamos,
¿verdad? –parece estar asimilándolo.
-Pues…
supongo –apartas la mirada-. ¿Cómo se le llama a lo que nosotros hacemos?
-¿Ser
novios? –los dos os estremecéis; al menos a ti nunca te ha gustado mucho esa
palabra, parece tan… seria, y Harry se da cuenta de ello- Estar juntos,
simplemente, ¿no?
Asientes
con la cabeza.
-Pues
me gusta estar contigo –te acaricia suavemente una mejilla con su mano, y te
besa.
-Y
a mí estar contigo –sonríes en sus labios-. Bueno, ¡vamos a jugar!
Tiras
de él hasta la zona donde están todos los columpios, en la que ya hay algunos
niños jugando. Señalas un tobogán de caracol cubierto, de esos que da vueltas
sobre sí mismo.
-Estarás
de coña, ¿no? –Harry te mira con el ceño fruncido.
-Para
nada, Styles. A ver si ahora vas a ser tú el que no sabe divertirse…
-Bueno,
esta no es mi típica forma de diversión, la verdad.
-Ya
es hora de cambiar un poco –ríes y lo llevas hasta el tobogán.
Subís
por unas barras minúsculas –para niños, claro-, y llegáis hasta una especie de
caseta en la cual está la entrada al tobogán. Tenéis que estar agachados, pues
la cabeza os choca con el techo.
-Esto
es muy estúpido –refunfuña Harry.
-Recuerda
que no puedes negarte –sonríes ampliamente.
-No
sé si quieres hacerlo porque te apetece o sólo para dejarme en ridículo.
-Un
poco de todo –ríes y le besas.
-En
fin, si al menos recibo esto a cambio… -él también ríe levemente.
Te
das cuenta de que hay un niño de unos cuatro años detrás de vosotros esperando
a que os tiréis por al tobogán o a que lo dejéis pasar.
-Pasa
tú –le haces un hueco-. Es bastante probable que este se quede atrancado, y no
queremos formar un atasco –dices, fingiendo que es un secreto, pero en voz lo
suficientemente alta como para que Harry pueda escucharlo.
-Lo
he oído –dice Styles.
-Ups
–te encoges de hombros alegremente.
El
niño se tira, y un par de minutos después, vosotros os metéis en el tobogán
para hacer lo mismo.
-¿De
cabeza o sentado? –preguntas.
-Preferiría
no tragar tierra al caer, así que… sentado –ya se ha resignado-. Pero nos
tiramos juntos.
-¿Cómo
juntos?
-Parece
mentira que yo sea el niño con la infancia traumática pero tú no sepas cómo se
tiran dos personas a la vez por un tobogán –niega con la cabeza.
Entonces
te coge por la cintura y te sienta entre sus piernas. Rodea tu vientre con sus
brazos y te pega a él. Tú sonríes ante ese contacto, cuerpo con cuerpo, aunque
él no puede verlo. Colocas tus manos sobre las suyas, y notas que Harry te da
un besito en el cuello.
-¿Listo?
–lo miras.
-Supongo
–sonríe.
Y
os dejáis deslizar por el tobogán. Es más largo de lo que creías, y esa
sensación se acrecienta al ser un recorrido en círculos. El estómago se te
encoge un poco, y Harry te agarra con fuerza. Los dos reís mientras bajáis.
Cuando
llegáis al final, un par de niños os miran raro, como preguntándose qué pintáis
vosotros dos en un tobogán. Se empiezan a reír, y tú ríes también cuando Harry se
levanta rápidamente del tobogán y se sacude la ropa.
-Pues
ya está, ya nos hemos tirado, ¿qué más? –camina rápidamente para alejarse del
parque.
-¡Oh,
vamos, Styles! ¿Te ha dado vergüenza que unos críos se rían de ti? –corres hasta
su lado, intentando no reír.
-No
me gustan los niños pequeños… Son malos –se cruza de brazos.
Ya
sí que no lo puedes evitar, y sueltas una carcajada.
-Pues
acabas de parecer uno de ellos. A ver, ¿por qué son malos? –le acaricias la
nuca.
-No
tienen compasión, ni entre ellos ni con los demás…
-¿Un
trauma infantil? –te pones algo más seria.
-Supongo…
Los niños no eran demasiado buenos conmigo. En un orfanato nadie es bueno con
nadie, imagino.
-Bueno,
pues ya verás como lo que vamos a hacer ahora te va a gustar –sonríes.
-No
sé yo qué decirte… -ladea una sonrisa, y le salen esos hoyuelos que tanto te
gustan.
No
puedes contenerte, y le besas.
-¿Y
esa efusividad, bombón? –pone su típica voz seductora.
-¿Es
que ya no puedo besarte, o qué?
-Pero
si me encanta que lo hagas –te da varios besitos seguidos.
Seguís
caminando hasta que llegáis a una de las calles más concurridas de la ciudad.
Cuando Harry se da cuenta de ello, te mira con los ojos entrecerrados.
-¿Y
esto? No me gusta nada de nada…
-Sólo…
En fin, esto… ¿A ti te gusta cantar? –parpadeas varias veces con expresión
inocente.
-Canto
en la ducha, pero tampoco creo que lo haga demasiado bien –admite.
-Dime
una canción que te guste.
-Pues…
no sé… ¿“Troublemaker”? ¿Sabes cuál es?
-Sí,
sí, la de Olly Murs con Flo-rida, ¿no? “Why
does it feel so good but hurt so bad” –cantas en voz baja un trocito.
-Esa.
¿Por qué lo pregun…? –entonces parece darse cuenta de lo que quieres que haga.
-Ah,
¡no! ¡No, no, no! ¡No pienso hacerlo!
-Sí
que lo vas a hacer. Tienes que hacerlo, ¿recuerdas? –sonríes.
-¿Tienes
algún interés especial en que te odie?
-Pues
la verdad es que no, ¿por?
-Porque
si al final del día no te odio, será un milagro.
-¿Ves?
Si es que eres un exagerado –te quitas la mochila y de ella sacas una boina.
Harry
mira la prenda con expresión indescifrable.
-¿Y
para qué quiero eso?
-Para
ponerlo cerca de ti, y que la gente te deje dinero por tu maravillosa actuación
–ríes levemente.
-Dios
mío, ¿por qué tuve que dejar esos zapatos sin guardar? –mira al cielo
teatralmente.
-Para
tener una excusa para pasar un día conmigo –sonríes y le pones la boina en la
cabeza-. ¡Vamos, a cantar!
Le
das una palmada en el culo, en dirección a un banco de madera que hay en la
acera de la calle.
-La
tienes que cantar enterita –le gritas desde donde estás.
Harry
resopla, aunque sabes que en realidad se está divirtiendo. Pone la boina en el
suelo, al lado del banco, bocarriba, para que la gente pueda echar monedas
dentro.
-“You had me hooked again from the minute
you sat down. the way you bite your lip got my head spinnin’ around” –empieza a
cantar, y a la vez, tú comienzas a reír.
La
gente que pasa se queda mirando a Harry con curiosidad, otros se paran y lo
observan, y algunos pasan de largo con vergüenza ajena. Sin embargo, la verdad
es que el chico canta mucho mejor de lo que esperabas que lo hiciera. No desafina,
ni nada por el estilo, y tiene una voz grave y potente. Se nota que en realidad
no le importa mucho hacer el tonto delante de la gente, pues se pone a hacer un
baile bastante pésimo para acompañar la canción.
A
pesar de ello, alguna gente le deja monedas en la boina.
-“Why does it feel so good but hurt so bad,
oh oh oh, my mind keeps saying run as fast as you can”.
Sigue
cantando, y cada vez más gente se para a escucharlo y a dejarle dinero. Ves
incluso que alguien coloca un billete en la boina. Tú sigues divirtiéndote y
riéndote, y de vez en cuando él te mira, y sonríe sin dejar de cantar. Una
chica se une al grupo de personas que lo están escuchando, y te das cuenta de
que lo mira insinuante. Sin embargo, él ni siquiera se da cuenta de su
presencia, pues sus ojos o enfocan la pared del edificio que tiene enfrente, o
se clavan en los tuyos. Te sientes bien al saber que ese chico tan guapo y al
que todas miran es tuyo.
Cuando
termina de cantar, la gente aplaude con entusiasmo, y le piden que cante otra,
pero él niega con la cabeza, y, sonriente, da las gracias a todos, pero dice
que se tiene que ir. Coge la boina, se acerca a ti, y la gente acaba por
dispersarse.
-Vaya,
vaya, así que también eres cantante, Styles –sonríes.
-No
lo soy, no sé cantar…
-A
mí no me ha parecido eso… Ni a la gente tampoco –señalas el dinero de la boina.
-A
ver, hagamos un recuento. Hay… ¡¡veinte libras!! –exclama.
Tú
abres mucho los ojos, también sorprendida. Guardáis el dinero y la boina en la
mochila.
-Bueno,
esto cambia mis planes… Tenemos que ir a gastarnos este dinero.
-Muy
cierto. ¿Dónde, mi señora?
-Oh,
vamos, ¡no eres mi esclavo! Sólo tienes que hacer… todo lo que te pida –sonríes.
-¿Y
no es lo mismo? –Harry ríe.
-No
exactamente. Pero ahora que lo dices… -te subes en la espalda del chico, y él
te agarra por las piernas- ¡Al McDonald’s, mi caballo! ¡Arre, arre! –mueves las
piernas como los caballeros en las películas.
Harry
ríe, y comienza a correr contigo a cuestas. Ahora sí que os miran raro.
-¿Para
qué vamos al McDonald’s? –pregunta, sin dejar de moverse.
-¡Mi
caballo ha hablado! ¡Es un milagro! –bromeas- Vamos a comer helado.
-¿En
el McDonald’s?
-Vaya
un caballo más preguntón, eh –te quejas.
-Lo
siento, lady Bombón.
Tú
sueltas una carcajada.
-Vamos
a comer McFlurry –dices-. Es el helado más rico del mundo mundial.
-Nunca
he probado uno…
-¿He
dicho “vamos”? ¡Perdón, quería decir “voy”! Tú, como buen corcel, vas a comerte
una manzana –ríes-. Podemos pedirte un “Happy Meal” de esos que vienen con la
manzana a trocitos.
-Vaya
una ama más mala… -bufa.
-Está
bien, te dejaré que comas helado…
Tú
vas encima de él hasta que llegáis al McDonald’s. Os coméis los helados, y como
aún os quedan quince libras, os vais a una tienda de fotografía y os compráis
una cámara de esas de usar y tirar.
Durante
toda la mañana os hacéis las fotos más absurdas posibles –sobre todo Harry-, al
que le haces imitar la estatua de un parque, posar con unas gafas de corazones
de una tienda, etc., pero tu foto preferida de todas las que os hacéis ese día
es una que haces tú misma en la que salís los dos, él dándote un beso en la
mejilla y tú mirándole de reojo, sonriente.
Para
almorzar os compráis dos trozos de pizza y dos Coca-Colas, y os los coméis
sentados en el césped de un parque de paseo. Os pasáis un par de horas allí,
hablando de cualquier cosa, metiéndoos el uno con el otro, besándoos.
-Ya
sé qué vas a hacer ahora –dices de repente.
Harry
se ha tumbado en el césped, y tú te has tumbado también, de manera que tu
cabeza queda apoyada en su costado.
-Ay,
Dios mío… ¿qué?
-Cuando
pase gente por el camino, vas a fingir que te caes, a ver qué hacen –lo miras.
-Al
final me voy a hacer daño.
-No,
porque pones las manos, listo –le sacas la lengua.
-Está
bien…
Y
hace exactamente lo que le has pedido. Cada vez que va a pasar alguien, él
finge que va corriendo, se tropieza, y se cae justo delante de la gente.
Algunos le ignoran, otros se llevan un susto, y un par de ancianas se paran a
su lado, lo miran un momento y, al ver que no se mueve, se van.
Tú
no dejas de reír en todo el rato, pero él tampoco; sólo le pone serio cuando
tiene que hacer como que se ha caído. Una de las veces que se tira al suelo,
tres chicas se agachan a su lado, a ver si está bien.
-Tranquilas,
tranquilas, ya me lo llevo… Pobrecito, le pasa siempre, ya se ha vuelto a
escapar del hospital –lo agarras por las axilas y lo levantas.
Las
chicas te miran, asustadas, y se van rápidamente.
-¿Por
qué has hecho eso? Ahora creen que soy un desequilibrado –bufa.
-Mejor
–ríes.
-¿Te
molesta que las chicas se acerquen a mí? –sonríe con picardía.
-No
–respondes apresuradamente.
-Ya,
claro –sigue sonriendo-. Eres una celosa.
-No
lo soy –frunces el ceño.
Harry
te abraza por la cintura y te besa.
-Sí
que lo eres. No te preocupes, me tienes para ti solita –te vuelve a besar.
Tú
te apartas y recoges tu mochila del suelo.
-Vámonos
–dices.
-¿A
dónde?
-A
tu casa –sonríes.
-¿Ya
no voy a tener que hacer más el ridículo? –parece aliviado.
-En
efecto.
-¿Y
qué vamos a hacer? –te pasa el brazo por los hombros.
-Ya
se verá.
Ni
siquiera tú sabes qué vais a hacer. ¿Hablar? ¿Ver una película? ¿Hacer lo que
Julia te ha insinuado que iba a pasar entre vosotros? Las manos te empiezan a
temblar. Estás lo suficientemente segura de que estás enamorada de Harry, pero
no sabes si él siente lo mismo. A lo mejor te estás precipitando… Sin embargo,
algo te dice que es bastante probable que, si tú quieres, él quiera hacerlo
también. Y, ¿quieres? La respuesta está bastante clara, y es que sí, que
querrías al menos intentarlo. Pero tienes un problema. Y es que no tienes ni
idea de qué hay que hacer para hacer el amor.
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