viernes, 29 de marzo de 2013

#Imagina de Harry PARTE 15


Te vistes bastante sencilla y echas en una mochila algunas cosas para ese día. Le dices a Julia que probablemente esa noche no vayas a dormir a casa, y ella te mira raro.

-¿Qué pasa? –frunces el ceño.
-Nada, nada…
-Suéltalo.
-Pues… Me da igual que vaya a ser tu primera vez, ¡usad protección! –te mira, y la ves verdaderamente preocupada.
-¿Pero qué…? ¡No, no, no! ¿Por qué eres tan mal pensada? No vamos a hacer nada.
-Ya, bueno, ya me contarás mañana –se rasca la barbilla-. Por favor, prométeme que me vas a hacer caso.
-¡Pero que no vamos a hacer nada! –exclamas.
-Bueno, pues en caso de que surgiera… prométeme que vais a usar protección –dice, y tú dudas-. ¡Promételo!
-¡Vale! Te lo prometo, ¿contenta? –bufas.
-Sólo quiero que tengas cuidado –te da un abrazo.
-Chica, ni que me fuera a la guerra –ríes, y ella ríe contigo.
-Anda, pásatelo bien –Julia sonríe.

Tu conversación con tu amiga te ha hecho pensar en que quizás eso sea realmente una posibilidad, así que subes a tu cuarto a cambiarte la ropa interior. Te quitas un conjunto color carne que llevabas y te pones uno que te regalaron hace tiempo y que aún no habías estrenado de encaje negro. La ropa si te la dejas como antes: unos shorts y una camisa de cuadros remangada.

-¡Me voy!
-Adiós, ¡y disfruta! –oyes que te dice tu amiga antes de que cierres la puerta.

Caminas tranquilamente hasta la casa de Harry, tocas al portero, y él está abajo a los dos minutos. Notas como si tu corazón dejara de latir cuando lo ves aparecer por la puerta. Lleva unos pantalones negros, una camiseta blanca y una americana también negra.

-Guau, Styles, estás…
-¿Guapísimo? ¿Increíblemente guapo? ¿Cegadoramente guapo? –ríe.
-Tan modesto como siempre –tú también ríes.
-Tú también estás muy guapa, bombón.

Entonces se da cuenta de tu mochila.

-¿Qué… qué llevas ahí? Brrr, no quiero ni pensar qué clase de instrumentos de tortura puede haber ahí dentro.
-¡Eres un exagerado! –le das un golpe en el hombro.
-Es simplemente que siento curiosidad por lo que sea que me vayas a hacer hacer –te pasa un brazo por los hombros.
-Bésame –sonríes.
-Tus deseos son órdenes –posa sus labios delicadamente sobre los tuyos.

Te pegas contra él durante un momento, pero luego te separas.

-¡Tenemos mucho que hacer, no podemos entretenernos! –ríes levemente.
-¿A dónde vamos a ir primero? –Harry ladea la cabeza.
-Al parque –sonríes de oreja a oreja.
-¿Al parque? –frunce el ceño.
-Styles, me apetece divertirme, y hoy es el día en que no te puedes negar a hacer las estupideces que yo quiera –le das un besito.
-Ah, pero… ¿tú sabes divertirte? –bromea.
-¡Mira que eres tonto! –le das una colleja- Pues ahora lo vas a comprobar.

Lo tomas de la mano y tiras de él por las calles de la ciudad, corriendo y riendo, cruzándoos con gente que os mira raro, pero sin que eso os importe demasiado.

-¡Bombón, me vas a matar de un infarto, yo ya no estoy para estos trotes! –dice Harry, apoyando las manos en sus rodillas y respirando con dificultad cuando finalmente llegáis al parque.
-Se me olvidaba que estoy con un viejo –ríes.

Entonces, ambos os quedáis callados. “Estoy”. ¿Estás con él? ¿Qué hay realmente entre vosotros? Harry también se ha dado cuenta de eso, y te mira con los ojos muy abiertos.

-Bueno, esto, a ver… -intentas decir algo.
-Estamos, ¿verdad? –parece estar asimilándolo.
-Pues… supongo –apartas la mirada-. ¿Cómo se le llama a lo que nosotros hacemos?
-¿Ser novios? –los dos os estremecéis; al menos a ti nunca te ha gustado mucho esa palabra, parece tan… seria, y Harry se da cuenta de ello- Estar juntos, simplemente, ¿no?

Asientes con la cabeza.

-Pues me gusta estar contigo –te acaricia suavemente una mejilla con su mano, y te besa.
-Y a mí estar contigo –sonríes en sus labios-. Bueno, ¡vamos a jugar!

Tiras de él hasta la zona donde están todos los columpios, en la que ya hay algunos niños jugando. Señalas un tobogán de caracol cubierto, de esos que da vueltas sobre sí mismo.

-Estarás de coña, ¿no? –Harry te mira con el ceño fruncido.
-Para nada, Styles. A ver si ahora vas a ser tú el que no sabe divertirse…
-Bueno, esta no es mi típica forma de diversión, la verdad.
-Ya es hora de cambiar un poco –ríes y lo llevas hasta el tobogán.

Subís por unas barras minúsculas –para niños, claro-, y llegáis hasta una especie de caseta en la cual está la entrada al tobogán. Tenéis que estar agachados, pues la cabeza os choca con el techo.

-Esto es muy estúpido –refunfuña Harry.
-Recuerda que no puedes negarte –sonríes ampliamente.
-No sé si quieres hacerlo porque te apetece o sólo para dejarme en ridículo.
-Un poco de todo –ríes y le besas.
-En fin, si al menos recibo esto a cambio… -él también ríe levemente.

Te das cuenta de que hay un niño de unos cuatro años detrás de vosotros esperando a que os tiréis por al tobogán o a que lo dejéis pasar.

-Pasa tú –le haces un hueco-. Es bastante probable que este se quede atrancado, y no queremos formar un atasco –dices, fingiendo que es un secreto, pero en voz lo suficientemente alta como para que Harry pueda escucharlo.
-Lo he oído –dice Styles.
-Ups –te encoges de hombros alegremente.

El niño se tira, y un par de minutos después, vosotros os metéis en el tobogán para hacer lo mismo.

-¿De cabeza o sentado? –preguntas.
-Preferiría no tragar tierra al caer, así que… sentado –ya se ha resignado-. Pero nos tiramos juntos.
-¿Cómo juntos?
-Parece mentira que yo sea el niño con la infancia traumática pero tú no sepas cómo se tiran dos personas a la vez por un tobogán –niega con la cabeza.

Entonces te coge por la cintura y te sienta entre sus piernas. Rodea tu vientre con sus brazos y te pega a él. Tú sonríes ante ese contacto, cuerpo con cuerpo, aunque él no puede verlo. Colocas tus manos sobre las suyas, y notas que Harry te da un besito en el cuello.

-¿Listo? –lo miras.
-Supongo –sonríe.

Y os dejáis deslizar por el tobogán. Es más largo de lo que creías, y esa sensación se acrecienta al ser un recorrido en círculos. El estómago se te encoge un poco, y Harry te agarra con fuerza. Los dos reís mientras bajáis.

Cuando llegáis al final, un par de niños os miran raro, como preguntándose qué pintáis vosotros dos en un tobogán. Se empiezan a reír, y tú ríes también cuando Harry se levanta rápidamente del tobogán y se sacude la ropa.

-Pues ya está, ya nos hemos tirado, ¿qué más? –camina rápidamente para alejarse del parque.
-¡Oh, vamos, Styles! ¿Te ha dado vergüenza que unos críos se rían de ti? –corres hasta su lado, intentando no reír.
-No me gustan los niños pequeños… Son malos –se cruza de brazos.

Ya sí que no lo puedes evitar, y sueltas una carcajada.

-Pues acabas de parecer uno de ellos. A ver, ¿por qué son malos? –le acaricias la nuca.
-No tienen compasión, ni entre ellos ni con los demás…
-¿Un trauma infantil? –te pones algo más seria.
-Supongo… Los niños no eran demasiado buenos conmigo. En un orfanato nadie es bueno con nadie, imagino.
-Bueno, pues ya verás como lo que vamos a hacer ahora te va a gustar –sonríes.
-No sé yo qué decirte… -ladea una sonrisa, y le salen esos hoyuelos que tanto te gustan.

No puedes contenerte, y le besas.

-¿Y esa efusividad, bombón? –pone su típica voz seductora.
-¿Es que ya no puedo besarte, o qué?
-Pero si me encanta que lo hagas –te da varios besitos seguidos.

Seguís caminando hasta que llegáis a una de las calles más concurridas de la ciudad. Cuando Harry se da cuenta de ello, te mira con los ojos entrecerrados.

-¿Y esto? No me gusta nada de nada…
-Sólo… En fin, esto… ¿A ti te gusta cantar? –parpadeas varias veces con expresión inocente.
-Canto en la ducha, pero tampoco creo que lo haga demasiado bien –admite.
-Dime una canción que te guste.
-Pues… no sé… ¿“Troublemaker”? ¿Sabes cuál es?
-Sí, sí, la de Olly Murs con Flo-rida, ¿no? “Why does it feel so good but hurt so bad” –cantas en voz baja un trocito.
-Esa. ¿Por qué lo pregun…? –entonces parece darse cuenta de lo que quieres que haga.
-Ah, ¡no! ¡No, no, no! ¡No pienso hacerlo!
-Sí que lo vas a hacer. Tienes que hacerlo, ¿recuerdas? –sonríes.
-¿Tienes algún interés especial en que te odie?
-Pues la verdad es que no, ¿por?
-Porque si al final del día no te odio, será un milagro.
-¿Ves? Si es que eres un exagerado –te quitas la mochila y de ella sacas una boina.

Harry mira la prenda con expresión indescifrable.

-¿Y para qué quiero eso?
-Para ponerlo cerca de ti, y que la gente te deje dinero por tu maravillosa actuación –ríes levemente.
-Dios mío, ¿por qué tuve que dejar esos zapatos sin guardar? –mira al cielo teatralmente.
-Para tener una excusa para pasar un día conmigo –sonríes y le pones la boina en la cabeza-. ¡Vamos, a cantar!

Le das una palmada en el culo, en dirección a un banco de madera que hay en la acera de la calle.

-La tienes que cantar enterita –le gritas desde donde estás.

Harry resopla, aunque sabes que en realidad se está divirtiendo. Pone la boina en el suelo, al lado del banco, bocarriba, para que la gente pueda echar monedas dentro.

-“You had me hooked again from the minute you sat down. the way you bite your lip got my head spinnin’ around” –empieza a cantar, y a la vez, tú comienzas a reír.

La gente que pasa se queda mirando a Harry con curiosidad, otros se paran y lo observan, y algunos pasan de largo con vergüenza ajena. Sin embargo, la verdad es que el chico canta mucho mejor de lo que esperabas que lo hiciera. No desafina, ni nada por el estilo, y tiene una voz grave y potente. Se nota que en realidad no le importa mucho hacer el tonto delante de la gente, pues se pone a hacer un baile bastante pésimo para acompañar la canción.

A pesar de ello, alguna gente le deja monedas en la boina.

-“Why does it feel so good but hurt so bad, oh oh oh, my mind keeps saying run as fast as you can”.

Sigue cantando, y cada vez más gente se para a escucharlo y a dejarle dinero. Ves incluso que alguien coloca un billete en la boina. Tú sigues divirtiéndote y riéndote, y de vez en cuando él te mira, y sonríe sin dejar de cantar. Una chica se une al grupo de personas que lo están escuchando, y te das cuenta de que lo mira insinuante. Sin embargo, él ni siquiera se da cuenta de su presencia, pues sus ojos o enfocan la pared del edificio que tiene enfrente, o se clavan en los tuyos. Te sientes bien al saber que ese chico tan guapo y al que todas miran es tuyo.

Cuando termina de cantar, la gente aplaude con entusiasmo, y le piden que cante otra, pero él niega con la cabeza, y, sonriente, da las gracias a todos, pero dice que se tiene que ir. Coge la boina, se acerca a ti, y la gente acaba por dispersarse.

-Vaya, vaya, así que también eres cantante, Styles –sonríes.
-No lo soy, no sé cantar…
-A mí no me ha parecido eso… Ni a la gente tampoco –señalas el dinero de la boina.
-A ver, hagamos un recuento. Hay… ¡¡veinte libras!! –exclama.

Tú abres mucho los ojos, también sorprendida. Guardáis el dinero y la boina en la mochila.

-Bueno, esto cambia mis planes… Tenemos que ir a gastarnos este dinero.
-Muy cierto. ¿Dónde, mi señora?
-Oh, vamos, ¡no eres mi esclavo! Sólo tienes que hacer… todo lo que te pida –sonríes.
-¿Y no es lo mismo? –Harry ríe.
-No exactamente. Pero ahora que lo dices… -te subes en la espalda del chico, y él te agarra por las piernas- ¡Al McDonald’s, mi caballo! ¡Arre, arre! –mueves las piernas como los caballeros en las películas.

Harry ríe, y comienza a correr contigo a cuestas. Ahora sí que os miran raro.

-¿Para qué vamos al McDonald’s? –pregunta, sin dejar de moverse.
-¡Mi caballo ha hablado! ¡Es un milagro! –bromeas- Vamos a comer helado.
-¿En el McDonald’s?
-Vaya un caballo más preguntón, eh –te quejas.
-Lo siento, lady Bombón.

Tú sueltas una carcajada.

-Vamos a comer McFlurry –dices-. Es el helado más rico del mundo mundial.
-Nunca he probado uno…
-¿He dicho “vamos”? ¡Perdón, quería decir “voy”! Tú, como buen corcel, vas a comerte una manzana –ríes-. Podemos pedirte un “Happy Meal” de esos que vienen con la manzana a trocitos.
-Vaya una ama más mala… -bufa.
-Está bien, te dejaré que comas helado…

Tú vas encima de él hasta que llegáis al McDonald’s. Os coméis los helados, y como aún os quedan quince libras, os vais a una tienda de fotografía y os compráis una cámara de esas de usar y tirar.

Durante toda la mañana os hacéis las fotos más absurdas posibles –sobre todo Harry-, al que le haces imitar la estatua de un parque, posar con unas gafas de corazones de una tienda, etc., pero tu foto preferida de todas las que os hacéis ese día es una que haces tú misma en la que salís los dos, él dándote un beso en la mejilla y tú mirándole de reojo, sonriente.

Para almorzar os compráis dos trozos de pizza y dos Coca-Colas, y os los coméis sentados en el césped de un parque de paseo. Os pasáis un par de horas allí, hablando de cualquier cosa, metiéndoos el uno con el otro, besándoos.

-Ya sé qué vas a hacer ahora –dices de repente.

Harry se ha tumbado en el césped, y tú te has tumbado también, de manera que tu cabeza queda apoyada en su costado.

-Ay, Dios mío… ¿qué?
-Cuando pase gente por el camino, vas a fingir que te caes, a ver qué hacen –lo miras.
-Al final me voy a hacer daño.
-No, porque pones las manos, listo –le sacas la lengua.
-Está bien…

Y hace exactamente lo que le has pedido. Cada vez que va a pasar alguien, él finge que va corriendo, se tropieza, y se cae justo delante de la gente. Algunos le ignoran, otros se llevan un susto, y un par de ancianas se paran a su lado, lo miran un momento y, al ver que no se mueve, se van.

Tú no dejas de reír en todo el rato, pero él tampoco; sólo le pone serio cuando tiene que hacer como que se ha caído. Una de las veces que se tira al suelo, tres chicas se agachan a su lado, a ver si está bien.

-Tranquilas, tranquilas, ya me lo llevo… Pobrecito, le pasa siempre, ya se ha vuelto a escapar del hospital –lo agarras por las axilas y lo levantas.

Las chicas te miran, asustadas, y se van rápidamente.

-¿Por qué has hecho eso? Ahora creen que soy un desequilibrado –bufa.
-Mejor –ríes.
-¿Te molesta que las chicas se acerquen a mí? –sonríe con picardía.
-No –respondes apresuradamente.
-Ya, claro –sigue sonriendo-. Eres una celosa.
-No lo soy –frunces el ceño.

Harry te abraza por la cintura y te besa.

-Sí que lo eres. No te preocupes, me tienes para ti solita –te vuelve a besar.

Tú te apartas y recoges tu mochila del suelo.

-Vámonos –dices.
-¿A dónde?
-A tu casa –sonríes.
-¿Ya no voy a tener que hacer más el ridículo? –parece aliviado.
-En efecto.
-¿Y qué vamos a hacer? –te pasa el brazo por los hombros.
-Ya se verá.

Ni siquiera tú sabes qué vais a hacer. ¿Hablar? ¿Ver una película? ¿Hacer lo que Julia te ha insinuado que iba a pasar entre vosotros? Las manos te empiezan a temblar. Estás lo suficientemente segura de que estás enamorada de Harry, pero no sabes si él siente lo mismo. A lo mejor te estás precipitando… Sin embargo, algo te dice que es bastante probable que, si tú quieres, él quiera hacerlo también. Y, ¿quieres? La respuesta está bastante clara, y es que sí, que querrías al menos intentarlo. Pero tienes un problema. Y es que no tienes ni idea de qué hay que hacer para hacer el amor.



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miércoles, 27 de marzo de 2013

#Imagina de Harry PARTE 14


Te quitas la ropa, y abres un poquito la puerta para dársela a Harry. Él la coge sin asomarse ni mirar, y notas que te pone en la mano algo de tela.

-Póntelo –te dice.
-Pero…
-Bombón, no quiero verte nada que tú no quieras que te vea hasta el momento que quieras que te lo vea

Ríes levemente.

-Eso parecía un trabalenguas, Styles.

Escuchas también su risa y mientras miras lo que te ha dado para que te pongas. Es una sudadera de la talla L color granate que te queda bastante grande, casi parece un vestido. Sales del cuarto de baño una vez vestida, y te sientas en la cama de Harry; él estará metiendo las cosas en la secadora.

Te gusta llevar su sudadera. Es muy calentita, y huele a él. Te abrazas las rodillas con los brazos, y esperas.

-Vaya, estás incluso más guapa así que con el uniforme –comenta Harry entrando en la habitación.
-No lo creo –dices, sonrojándote un poco.
-¿Por qué no crees que me gustes más con una sudadera que con una falda corta? –se sienta a tu lado.
-No, no creo que sea guapa –apartas la mirada.
-¡¿QUÉ?!
-Pues eso…
-¿Tú te has mirado al espejo alguna vez? Pregunto, eh –dice, sorprendido.
-Pues claro.
-No da esa sensación… Tú eres preciosa, bombón –te besa dulcemente.
-Si tú lo dices…
-¡Lo digo porque es la verdad! –ladea la cabeza- ¿Quieres ver una peli?
-¿Ahora?
-No, mañana –dice irónicamente-. ¡Claro!
-Vale –sonríes-. ¿Cuáles tienes?
-Emm, pues… En realidad, las que quieras –hace una mueca-. Las veo de Internet.
-Ah, ya entiendo. Genial –te encoges de hombros.
-¿G… genial? –se sorprende.
-Styles, no me gusta hacer cosas ilegales como robar piezas de motos, pero yo también me descargo películas y cosas así, ¿sabes? –ríes.
-Tienes razón –ríe también-. ¿Y cuál te apetece ver?
-Mmm… no sé, me da igual, la verdad. Veo todo tipo de películas.
-¿“Hotel Transilvania”? Hace tiempo que quiero verla –te da un despreocupado beso en el hombro, por encima de la sudadera.
-¿Pero esa no era de dibujos? 
-Sí, pensaba que…
-¡Me encantan las pelis de dibujos! Suelen ser las que más me gustan –sonríes-. Aunque no imaginaba que a ti también te podían gustar…
-Pues ya ves, así soy yo –sonríe también.

Harry te coge de la mano y tira de ti hasta el salón, donde tiene un ordenador portátil en una mesita delante de un sofá. Y esa es vuestra tarde: palomitas, una película, y tu cabeza apoyada en su hombro mientras su mano se desliza suavemente por tu espalda.

_

Al día siguiente, y como siempre, te quedas en la biblioteca después de clase para hacer los deberes. Estás tranquilamente resolviendo un problema de disoluciones de química, que para tu sorpresa es bastante sencillo, cuando alguien se sienta en la silla que hay enfrente de la tuya.

-Buenos días –dice.

Levantas la mirada de la libreta de química y te encuentras con los ojos de Harry.

-Sería ya “buenas tardes”–observas que en su mano vuelve a haber una fregona.
-Se suele decir “buenos días a ti también” –ríe.

Tú le sacas la lengua.

-¿Otra vez tú por aquí? –preguntas.
-Bueno, tenía ganas de verte –sonríe.
-Y mis deberes tienen ganas de que los haga –sonríes tú también.
-Pero tú no tienes ganas de hacerlos –susurra.
-No, tienes razón –ríes, y unos chicos de la mesa de al lado os llaman la atención-. ¡Perdón, perdón! –te disculpas.
-Qué educada eres cuando quieres.
-También puedo ser educada contigo.
-Ah, ¿sí?
-Mmm, no, la verdad es que no –ambos reís-. Sabes que como te pillen aquí te echan, ¿no?
-Ya. Correré ese riesgo.
-¿Y es que ya no trabajas en el restaurante?
-Sí, pero es sólo los fines de semana… y menos mal –pone los ojos en blanco. En fin, sé que tienes cosas que hacer. Simplemente estaré por aquí, fregando el suelo y haciéndote una visita de vez en cuando–sonríe y se levanta.
-Como quieras –sonríes también.
- Es una pena que no tenga un uniforme como el tuyo, así podría fingir que soy un alumno y no tendría que limpiar –suspira.
-Tú sabrás lo que estás dispuesto a hacer si es que realmente tienes tantas ganas de verme.
-Mírame, fregando estoy. Y dejo los suelos como los chorros del oro, que lo sepas –sonríe, orgulloso.
-Maravilloso –aplaudes sin hacer ruido.
-Gracias –él hace una leve reverencia.

Y así se pasa la semana.

Por la mañana vas al instituto, luego te quedas en la biblioteca con Harry por allí, fregando, fingiendo que friega, o simplemente sentado enfrente de ti mirándote hacer deberes. A veces, cuando acabas, os vais a alguna cafetería a merendar, o a comer helado.

Finalmente, llega el viernes. Ese día Harry no puede quedarse contigo en la biblioteca porque tiene que trabajar en el restaurante, así que cuando terminas de hacer los deberes y estudiar un poco, te pasas por allí.

Justo cuando entras, Harry está recogiendo las cosas de una mesa vacía y, al verte, silba. Tú sonríes ampliamente, y te acercas a él para besarle.

-Hola –dice, sonriente también.
-Venía a recordarte que mañana voy a cobrar el premio de mi apuesta –te apartas un mechón de pelo que se te ha escapado de la cola y ha acabado en tu cara.
-Ah, es verdad –te mira con ojos brillantes-. ¿Has decidido ya qué voy a tener que hacer?
-Pues… sí, he pensado varias cosas –ladeas una sonrisa.

Una de esas cosas es la que se te ocurrió en la casa de Harry después de que el tipo del bar fuera a hablar con él. No tiene por qué aceptarlo, pero vas a proponérselo. Todo cambiaría bastante para él, podría dejar de hacer las cosas ilegales que hace.

-¿Por ejemplo? –te saca de tus pensamientos.
-No te lo voy a decir –ríes.
-Jo, ¡pero yo quiero saberlo!
-Mañana lo sabrás –le guiñas el ojo.
-Está bien…
-Me voy ya, que tienes que trabajar.
-Te diría “te recojo a las” y una hora, pero no sé ni a qué hora quieres quedar ni dónde vives…
-Yo te recojo a las diez –sonríes.
-Vaya, no he conseguido que me des tu dirección –hace una mueca.
-Ya te la daré –le das un beso en la mejilla-. Hasta mañana.
-No me hagas hacer cosas demasiado raras… Hasta mañana, bombón –te da una palmada en el trasero, y tú te vas de allí riendo.

Más quisiera él no tener que hacer cosas raras… El día siguiente va a deparar muchas sorpresas, pero no sólo para él, sino también para ti, sorpresas que realmente no esperas.


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martes, 26 de marzo de 2013

#Imagina de Harry PARTE 13


Estás sentada en la cama de Harry con las piernas cruzadas. Te asaltan las dudas. No sabes muy bien cómo va esto. Sí has estado con chicos anteriormente, pero nunca habías llegado a sentir lo que sientes con Harry, ni tampoco habías llegado tan lejos a como lo has hecho con él. Puede sonar estúpido, pero para ti, el simple hecho de quitarte la camiseta, ya es llegar lejos. 


Escuchas a Harry hablar con el tipo del bar, aunque no sabes qué se están diciendo, pues ahora hablan en voz relativamente baja. 


Te tocas inconscientemente un pecho, pensando que ahí ha estado la mano de Harry hace unos minutos, y te parece algo bastante... extraño. Aunque no te ha desagradado su contacto; al contrario, te ha producido sensaciones hasta el momento desconocidas.


-Vaya, bombón, has retomado la cosa sin mí, ¿eh? -Harry abre la puerta del dormitorio; por lo visto el tipo ya se ha ido.
-¿Qué? -ladeas la cabeza y entonces te das cuenta de que tú mano sigue en tu pecho- ¿Me ves con cara de... eso?
-Mmm... -niega con la cabeza- ¿Por qué te da tanta vergüenza hablar de sexo? -se sienta a tu lado en la cama.
-¡No me da vergüenza hablar de sexo! 
-Pues no da esa sensación... 
-En fin, tu amiguito se ha ido ya, ¿no? -cambias de tema.
-No me llevo bien con él -suspira-. Mi único amiguito está aquí abajo, bombón. Éste nunca me falla -se señala los pantalones.
-Eres un cerdo -le das un leve golpe en el pecho.
-¡Era sólo una broma!
-Seguro -ironizas.
-Sí -sonríe.
-¿Qué te puede pasar si te pillan? La policía, digo -preguntas.


Harry se tumba en la cama y tú haces lo mismo, a su lado.


-¿Haciendo qué?
-Lo sabes perfectamente. Robando del desguace -te suena mal decirlo, pero tienes que hacerlo; es la verdad.
-Pues no lo sé. Creo que me tienen ya fichado por alguna que otra cosilla... Una multa, seguro. Y luego... bueno, si simplemente me pillan robando, imagino que nada más, pero si me cogen vendiendo las piezas, supongo que me meterán en la cárcel unos meses -te mira.


Tú suspiras con tristeza.


-¿Qué pasa? ¿Te incomoda hablar de esto? No deberías haberte enterado, quizás, pero por otro lado... Debes saber quién es el hombre al que besas, ¿no?


Pues sí, parece un hombre a pesar de sus sólo diecinueve años, teniendo que buscarse una forma de mantenerse y vivir.


-No me incomoda. Me apena -murmuras.
-Sí, bueno, la historia del niñito huérfano también me la debería haber ahorrado. Pero no tengo otra forma de hacer las cosas -se incorpora-. En fin, tengo que ser tu esclavo, ¿no?

-¿Qué? –preguntas, sin comprender.
-He perdido la apuesta -sonríe.
-Lo cual no parece apenarte demasiado -observas.
-Tal vez me apetezca hacer todo lo que me digas durante un día -te guiña un ojo.
-Puede que no te guste lo que te pida -dices, incorporándote también.
-Dudo que algo que venga de ti no me vaya a gustar, bombón -te abraza por la cintura para pegarte a él.
-Nunca se sabe -te encoges de hombros.
-Vale, pues empieza.
-No, no, no, no. Yo quiero mis veinticuatro horas completas, que me las he ganado -ríes levemente.
-¿Entonces?
-Hay que esperarse hasta el fin de semana, cuando no tenga que dormir ni ir al instituto.
-¿No piensas dormir, bombón? -pregunta Harry en tono travieso.
-No te hagas ilusiones, Styles.
-Ya veremos lo que pasa... -sonríe ampliamente.
-Ya lo veremos.


Te levantas de la cama y caminas hasta el baño.


-¿A dónde vas? -pregunta él.
-A comerme un bocadillo, ¡no te digo! Pues si entro al baño, será para usarlo -pones los ojos en blanco.
-Vale, vale, tú como si estuvieras en tu casa -escuchas su voz a la vez que cierras la puerta.


Te sientas encima de la tapa del váter. ¿Dónde te estás metiendo? ¡Harry ha hablado incluso de la cárcel! Pero todo cambia cuando hablas con él, cuando discutís de broma, cuando te toca. Por eso necesitas un segundo para pensar si realmente lo que estás haciendo es lo mejor. Te asusta un poco toda esa vida de Harry, pero contigo cambia tanto... 

Tu mirada se ilumina de repente. Ya sabes algo que le vas a pedir a Harry ese fin de semana, cuando tenga que hacer lo que le pidas. Sonríes. Tal vez no acepte, pero con ese pensamiento ya te ves capaz de seguir a su lado, al menos mientras él quiera. 


Tiras de la cisterna aunque ni siquiera has levantado la tapa del váter, pues se supone que cuando alguien entra al baño, es para hacer algo que conlleva eso, tirar de la cadena, no para pasarse un rato pensando. 


Abres el grifo del lavabo para echarte algo de agua en la cara cuando se escucha un crujido como de un hierro, y empieza a salir agua hacia arriba.


-Mierda -murmuras, y abres la puerta del baño-. ¡Styles, ven!
-¡Coño! -exclama Harry cuando ve el agua saliendo de esa forma del grifo- ¿Pero qué has hecho?

-¡Yo qué sé, ha empezado a salir sola! –dices.
-Claro, el grifo ha cobrado vida –intenta taparlo con las manos, pero no lo consigue.
-¡Y yo qué sé!

Le das una toalla para que la ponga en la salida del agua, pero tampoco le sirve demasiado. El suelo está cada vez más mojado, y vuestra ropa parece recién sacada de la lavadora. No puedes evitar darte cuenta de los marcados abdominales de Harry debido a la camiseta empapada. Sonríes y te muerdes el labio. Él se da cuenta, y se queda parado.

-¿Mi casa está inundándose y no haces nada por evitarlo? –reprocha, aunque sabes que está bromeando.
-Es que hay algo mucho más interesante ahora mismo… -te encoges de hombros.
-¿El qu…? –se interrumpe al ver cómo desplazas tu mirada por su torso- Ajá, ya entiendo.

Sonríes inocentemente.

-Pues tu camiseta está igual, bombón –alza las cejas.

Te miras el cuerpo y ves perfectamente tu piel y tu sujetador de encaje a través de la camisa del uniforme. Sorprendentemente, no te sonrojas.

-Bueno.
-¿Bueno? ¿Pero tú quién eres? ¡SOCORRO, ME LA HAN CAMBIADO! –ríe.
-¿Qué pasa? –te cruzas de brazos.
-No te pegan estas cosas –comenta.
-A lo mejor es que no me conoces lo suficiente –le guiñas un ojo.

Entonces pones la mano en un lado del grifo, para que el agua salga en dirección a Harry y le dé en la cara.

-¿Pero qué…? –con los ojos cerrados, te busca a tientas con las manos para que dejes de mojarle.

Tú ríes, y él te atrapa por la cintura, de manera que el agua vuelve a salir hacia arriba. Comienza a hacerte cosquillas, y te retuerces sobre ti misma, intentando que te suelte.

-¡Styles, para! –dices, riendo.
-No parece que quieras que pare –mueve sus dedos por todo tu vientre para hacerte reír.
-¡Pues sí quiero!

Con todo el movimiento, caéis al suelo mojado, Harry encima de ti, sin dejar de hacerte cosquillas e intentando no apoyarse en ti con todo su peso. Giras por el suelo, pero no consigues zafarte de él. Te incorporas, aunque él tira de ti para que caigas de nuevo al suelo. Tumbada bocarriba, con la respiración entrecortada y el agua todavía cayendo sobre vosotros, descansas un momento.

-¿Ya no vas a luchar más? –Harry te besa en el cuello.
-Eres agotador –dices, sonriente.
-Lo sé –continúa con el rostro hundido en tu pelo mojado, besando tu piel-. Pero te encanto, bombón.
-Eso no te lo voy a decir –sonríes, y acaricias su espalda por encima de la tela empapada.
-Yo sé que sí –te da un beso en la mejilla, y luego otro en los labios.

En ese momento, Harry mira hacia la derecha y ve una pequeña llave metálica de paso del agua.

-¡Pues claro! –la gira y el agua deja de salir del grifo roto.
-Eso no te arregla el grifo –comentas.
-Claro que no, lo vas a arreglar tú –sonríe.
-¿Yo? Já, la llevas clara.
-¡Tú lo has roto! –protesta.
-Pues llama a un fontanero que te lo arregle –alzas una ceja.
-Prefiero que lo hagas tú –acaricia tu costado.
-Yo no.
-¡¿Es que no te das cuenta de que es simplemente una excusa para que vengas a verme también mañana?! –exclama, exasperado.

Tú sonríes de oreja a oreja.

-En ese caso… quizás te ayude a arreglarlo. Aunque puede acabar peor de lo que ya está…
-Correré el riesgo –él también sonríe, y te besa.
-Pero de fregar el suelo te encargas tú, que ya eres un experto con el suelo de mi instituto –ríes, y te levantas.
-Primero mejor me pongo algo de ropa seca, aunque sé que te gusto más así –pone esa mirada suya de arrogante-. Si quieres, puedo meter tu ropa también en la secadora, no tardará demasiado –guiña un ojo.
-Ya te gustaría –ríes.
-En fin, como quieras, resfríate, así no podrás salir de tu casa en una semana… –sale del baño.
-¡Vale, espera! –gritas, para que te oiga.
-¿Sí? –asoma la cabeza por la puerta.
-Seca también mi ropa… -pides.
-Ajá… -hace un gesto con la mano para que termines la frase.
-¡Por favor!
-Mucho mejor así –sonríe.

Apartas la cabeza de Harry de la puerta y la cierras, para quitarte el uniforme, lo cual es bastante absurdo porque luego vas a tener que salir, pero prefieres quitártelo sin que te observe. Suspiras. Al final siempre consigue lo que se propone. 



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domingo, 24 de marzo de 2013

#Imagina de Harry PARTE 12


Lo que queda de tarde la pasas haciendo deberes, pues debías haberlos hecho en la biblioteca, pero Harry te ha entretenido. Te das cuenta de que no paras de sonreír como una boba, con lo cual Julia se va a dar cuenta en cualquier momento de lo que te pasa. Pero… ¿qué es lo que te pasa?

-Tú te has enamorado –justo en ese instante, tu amiga entra a tu cuarto y se sienta en tu cama.
-¿Qué? –escondes la sonrisa que tenías en tus labios un segundo antes.
-No me vengas con tonterías, guapa, que te conozco lo suficiente como para darme cuenta de que te has enamorado. ¿Quién es el afortunado? –tira de tu muñeca para que, de la silla, caigas a la cama, y os quedáis un momento tumbadas bocarriba en silencio.

¿Estás enamorada? Puede que en realidad sí. Sabes que Harry te gusta mucho, muchísimo, pero no sabes si eso que sientes cuando te besa es estar enamorada.

-La verdad es que no lo sé –apoyas tus manos en tu vientre.
-¿No sabes quién es el afortunado? –pregunta Julia con incredulidad.
-No, no sé si estoy enamorada –suspiras.
-¿Sientes un cosquilleo en el estómago cuando le ves? ¿Te pone de los nervios, pero a la vez consigue sacar tu mejor sonrisa? ¿Te recorren escalofríos cuando te besa? ¿Tienes ganas de verle todo el tiempo? –va a seguir, pero la paras.
-¡Vale, vale! Ya lo pillo –bufas-. ¿Qué pasa si la respuesta a todas las preguntas es “sí”?
-Pasa que te has enamorado –tu amiga se encoge de hombros.
-Vaya…
-Y deduzco que no es de Mike, ¿verdad?

Ríes levemente.

-No, no es de Mike. Es de otro chico, no creo que le conozcas… Se llama Harry –te sonrojas.
-Mmm, Harry… Me gustaría conocerle.
-Pareces mi madre –protestas.
-Es sólo para ver cómo es y eso… ¿Es buen chico?

“Ay, madre, ¿qué le digo ahora?”

-Te caerá bien –esquivas responder a su pregunta.
-Ajá… Así que anda metido en rollos oscuros, ¿eh? –Julia ríe.
-¡No seas exagerada! –le das un puñetazo en el hombro.
-Sólo ten cuidado, ¿sí? No quiero que te hagan daño… -dice, ahora seria.
-Lo tendré.
-Y no vayas a descuidar los estudios –te alecciona.
-¡Sí, mami! Estudiando estaba, hasta que has llegado a interrumpirme –reprochas.
-Vale, me estás echando. En fin, me alegro de haber conseguido que me lo contaras –dice, levantándose de la cama.
-Y yo de que me hayas hecho contártelo –ríes.
-Hasta luego, fea –sale de tu cuarto.
-Adiós, estúpida –dices en voz alta, para que te oiga.

Ambas reís.

Al día siguiente, la mañana en el instituto se te hace aún más eterna. Sin embargo, tienes en tu mente el pensamiento de que en unas pocas horas vas a volver a ver a Harry, y eso te consuela. Te quedas terminando los deberes en la biblioteca del instituto, ya que no sabes a qué hora va a acabar tu cita con Harry, y sabes que Julia tiene razón y no debes descuidar las cosas de clase.

Así que te vas directamente del instituto a su casa. Puesto que no sabes dónde está la calle, buscas la dirección en Internet, hasta que por fin llegas a la Calle Holy Faith y encuentras el número 13. Son exactamente las cinco y media cuando tocas en el portero del 5ºA. La zona está bastante bien, con jardines alrededor, y el edificio parece moderno. Por algún motivo, esperabas encontrarte algo parecido al lugar donde está aquel horrible bar al que lleva las piezas de motos.

Harry abre la sin preguntar quién es, y tú entras al edificio. Subes hasta el quinto piso y dos segundos después de que hayas tocado al timbre, él ya te ha abierto la puerta.

-Lo tuyo es la más pura puntualidad británica –dice, mirando el reloj.
-No quería darte más tiempo del que habíamos para que ordenaras la casa acordado –te encoges de hombros.

Entonces Harry te mira por primera vez, y se queda embobado.

-¿Styles? –preguntas, divertida.
-Eh, nada, es que… No comprendo esa manía tuya de querer matarme, bombón –se muerde el labio inferior.
-¿Qué manía? –entras a la casa.
-Pues eso de que últimamente vayas con el uniforme del instituto…
-¿Con últimamente te refieres a ayer y hoy? –ríes levemente.
-Sí –ladea la cabeza.
-¿Qué le pasa a mi uniforme? –entrecierras los ojos.
-Nada, que es muy…
-Muy ¿qué?
-Sexy.
-¿Sexy? –rompes a reír; jamás te ha dicho que seas sexy.
-Pues sí –te coge por la cintura y te pega a él-. Esa faldita corta –acaricia tu pierna; su voz se ha vuelto seductora-, la camisa por fuera –sube la mano por tu cintura-, la corbata floja, con el último botón de la camisa desabrochado… -lleva la mano por tu costado hasta que baja un dedo por tu escote.

El corazón te late tan deprisa que crees que se te va a salir del pecho, y, sin saber qué hacer, te apartas un poco de Harry.

-Styles, no pretendas entretenerme, no vas a conseguir evitar que gane la apuesta –dices con voz entrecortada, intentando recobrarte.

Harry sonríe, consciente de lo nerviosa que te ha puesto, pero no dice nada.

-Está bien, bombón, puedes mirar lo que quieras donde quieras, no vas a encontrar ni una sola cosa fuera de su sitio –abre los brazos, invitándote a mirar por la casa.

Es un sitio más agradable de lo que esperabas. No tiene demasiados muebles ni cosas de decoración, pero no le falta de nada, y las amplias ventanas le aportan una luz que hacen la casa bastante acogedora.

-Veamos… ¿dónde está la cocina? –preguntas.

Harry te señala en una dirección.

-Vas a ir directamente a lo que siempre está más desordenado, ¿eh? –comenta, riendo.
-Pues sí –sonríes.

Caminas hasta la cocina, con Harry siguiéndote por detrás, muy cerca de ti. Echas un primer vistazo y no parece haber nada por medio: no hay platos sucios en el fregadero, ni cosas encima de la mesa, ni basura fuera de su sitio.

-Mmm, dejarlo así te ha tenido que costar bastante –dices.
-¿Por quién me tomas? Mi casa está siempre ordenada –se cruza de brazos-. O casi siempre.

Repites el mismo proceso con el baño, el salón, y finalmente llegas a su dormitorio. Hay una cama bastante grande en el centro de la habitación que, sin que sepas muy bien por qué, te hace estremecer.

-Sé que tienes que haberte olvidado de ordenar algo –escrutas la habitación con la mirada.
-Busca todo lo que quieras –responde con autosuficiencia.

Te agachas para mirar debajo de la cama.

-Uy, uy, uy, Styles…
-¿Qué?
-Muy mal –sacas un par de zapatillas de deporte.
-¡Mierda! –se da con la palma de la mano en la frente.
-¿Cuánto tiempo llevarán debajo de la cama para que ni siquiera te acordaras de que estaban ahí…? –ríes.
-Probablemente mucho –frunce el ceño.
-Bueno… me parece que he ganado –te muerdes el labio y caminas hacia Harry.
-Eso es discutible…

Le pones un dedo en los labios.

-No, no lo es. Esto estaba fuera de su sitio, has perdido la apuesta –ríes-. Ahora vas a tener que hacer todo lo que yo quiera durante un día.

Harry atrapa tus labios con los suyos.

-Te recuerdo que, si ganabas la apuesta, también te dejaba que me besaras todo lo que quisieras –dice, en tu boca.
-Voy a empezar a creerme que has puesto esos zapatos ahí a propósito… -ladeas la cabeza.
-Quizás… -dice en tono misterioso.

Dejas caer las zapatillas al suelo, y él te vuelve a besar, ahora de una forma más apasionada. Lleva sus labios por todo tu cuello, incluso baja hasta tu escote, y no eres capaz de hacer que pare; tampoco quieres. Adquirís un ritmo frenético, en el que prácticamente sólo eres consciente de los labios de Harry por cada milímetro de tu piel, de tus manos quitándole la camiseta y las suyas desabrochando los botones de tu camisa. Caéis en la cama, tú debajo de él, una vez que te ha desabrochado la camisa y que su torso está desnudo, y enredas tus dedos en sus rizos. Te mira un instante, y luego, apartando la tela de la camisa, sube sus manos por tu vientre hasta que llega a tus pechos, aún cubiertos por el sujetador. Los acaricia suavemente, sin que dejéis de besaros; tú estás demasiado excitada como para sonrojarte siquiera por el hecho de que jamás alguien te haya hecho eso antes. Harry lleva sus manos al broche de tu sujetador, cuando tocan a la puerta.

TOC, TOC, TOC.

Tres golpes secos y dados con bastante fuerza. Harry va a hacer caso omiso de ellos, pero entonces una voz que ya has escuchado antes, dice desde fuera:

-¡STYLES! ¡A lo mejor te importan una mierda los nuevos encargos, pero los quiero en el bar mañana o te puedes ir olvidando de seguir siendo mi proveedor! Y no sé cómo vas a pagar tu pisito sin el dinero, así que ya sabes. ¡O me abres la puta puerta para que te los dé o te buscas la vida!
-Joder –bufa.
-Es ese tío, ¿no? El del bar –preguntas en voz bajita.
-Sí… Quédate aquí, ¿sí? No salgas –casi te suplica, mientras se pone la camiseta.

Tú asientes con la cabeza  y comienzas a abrochar los botones de tu camisa.

-¡QUE ABRAS LA PUTA PUERTA! –grita.
-Ahora vuelvo –te da un tierno beso en la frente y sale del dormitorio, cerrando la puerta tras de sí.

Suspiras. Esa es la realidad de Harry. Y estás dispuesta a aceptarla, pues va con él, y… sí, le quieres. Pero… ¿quién sabe si, aunque Julia te haya pedido que tengas cuidado, todo aquello no acabará haciéndote mucho, mucho daño?



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viernes, 22 de marzo de 2013

#Imagina de Harry PARTE 11


Harry y tú camináis despacio por la calle del instituto. Su mano busca la tuya y entrelazáis vuestros dedos. Aún notas como algo extraño su mano rodeando la tuya, pero a pesar de eso, es una sensación que te agrada.

-¿Qué quieres saber? -pregunta Harry de repente.

Lo miras. Parece que se ha puesto serio, algo que no suele ocurrir demasiado a menudo.

-Todo lo que me quieras contar -te encoges de hombros.
-No se me da demasiado bien hablar de mí mismo... -suspira.
-Ya, pero a veces responder a preguntas directas de los demás puede doler más que decir lo que tú quieras y como tú quieras.

Harry ladea la cabeza. 

-¿Ya has asumido que lo único que hay que contar de mi vida son cosas que duelen?-ladea una sonrisa.

Tú te sonrojas levemente, pues tiene razón.

-Tranquila, bombón, es la pura verdad. Pero prefiero que preguntes tú.
No tienes ni idea de qué preguntarle, así que dices lo primero que se te ocurre.
-¿No estudias absolutamente nada?

Suelta una carcajada.

-No le veo la gracia -dices.
-La tiene -sonrió-. Es curioso que lo primero que me preguntes sea eso...
-No se me ha ocurrido otra cosa -admites.
-Nunca dejes de ser sincera, es una de tus mejores cualidades -dice Harry, a quien toda la situación aparenta importar menos de lo que en realidad lo hace.
-De entre muchas -respondes guiñando un ojo, imitando lo que él te ha dicho antes.
-Sin duda -te mira-. Te voy a ser sincero. Me sorprende incluso que llegara a aprender a leer y a escribir y todas esas otras cosas que sé. No me recuerdo a mí mismo atendiendo en clase nunca, aunque por lo visto, lo hice alguna que otra vez. Jamás he estudiado, supongo que simplemente porque tomaba el no hacer nada como protesta contra mis padres, contra el mundo. Así que en cuanto llegué a la edad mínima, dejé de estudiar.

Dos cosas te resultan bastante llamativas. La primera es que un chico al que conoces desde hace unos días te cuente cosas al parecer tan privadas. La segunda es la propia personalidad de Harry, y tu reacción hacia ella. Ese chico te gusta lo suficiente como para que no te importe si está en la universidad de Oxford como si no ha estudiado jamás. Seguramente tus padres no opinarán lo mismo, pero ahora mismo no te preocupas demasiado por eso; sólo te preocupan tus sentimientos.

-Y… ¿por qué protestabas contra tus padres?
-Porque nunca eran como yo quería que fueran.
-No entiendo a qué te refieres con lo de que “nunca eran como tú querías que fueran”.

Harry para de andar y te mira.

-Supongo que unos padres de acogida no podían ser jamás lo que yo quería que fueran… no podían ser mis padres de verdad, los biológicos.

Te llevas las manos a la boca, sin poder creerte lo que te acaba de decir. Harry sonríe, intentando quitarle importancia al asunto, pero ves que sus ojos se humedecen, así que comienza a andar de nuevo para que no le mires a la cara.

-Sí, bombón, soy un huerfanito. Bueno, en realidad no sé si mis padres biológicos están vivos o no. Llevo toda mi vida de una casa de acogida en otra. Siempre me cambiaban de casa por lo mal que me portaba. Aunque recuerdo que en una me fue bien. Era una pareja bastante cariñosa que desde el primer día me trataron bien, sin importarles mi historial con otros padres. Estaban organizando los papeles para adoptarme…

Se queda en silencio un momento, recordando. Tú aprietas su mano con fuerza y se la acaricias suavemente con el dedo pulgar. No le presionas para que hable; sabes que lo va a hacer.

-Murieron en un accidente de coche –dice finalmente.

Se pasa la mano que tiene libre por los ojos, limpiándose dos lágrimas que acababan de escapársele, intentando contenerse. Tú te muerdes el labio inferior, sin saber qué hacer, con ganas de llorar.

-Harry… -es la primera vez que lo llamas por su nombre, no “Styles”, y ambos sois conscientes de ello.
-¿Qué?
-A veces… a veces es bueno llorar, desahogarse. Dejar correr las emociones –te pones en frente de él y lo miras a los ojos.

Él se encoge de hombros, y tú le acaricias la mejilla. La notas húmeda. Lo abrazas, y Harry te estrecha con fuerza contra sí. Hunde el rostro en tu pelo, y notas que está llorando. Te sientes estúpida, pero tú también empiezas a llorar. ¿Por qué las peores cosas siempre les pasan todas a las mismas personas? ¿Es que no tienen derecho a ser felices? Ya comprendes por qué Harry actúa en un principio como lo hace. Oculta todo lo malo que le ha pasado, intenta pretender que no ha ocurrido. Ya sabes qué esconden sus ojos. Esconden dolor. El dolor de un niño que ha crecido buscando el amor de unos padres que no estaban ahí para él. Su respuesta a la vida fue actuar como ella lo había hecho con él.

Le das un suave besito en el cuello, y le acaricias la espalda con tus manos. Él vuelve a limpiarse los ojos, y se separa de ti.

-Cuando cumplí los dieciocho me volví totalmente independiente, y me busqué un par de trabajos para poder pagarme un sitio donde vivir. Uno de ellos un poco menos… legal que el otro –resume, aún con los ojos rojos, pero ya sin llorar-. Y esa es la penosa historia de mi vida.
-Yo…
-Es igual. ¡Basta ya de dramatismos! –dice, intentando cambiar de tema y animarse un poco.
-Y… ¿dónde vives? –preguntas.
-En un piso a un par de manzanas de aquí. No es que sea demasiado lujoso, pero está bastante bien. Aunque desordenado.
-No me podía esperar otra cosa –bromeas.
-¡Oye! Yo puedo ser ordenado… cuando quiero –ladea una sonrisa.
-Seguro… -dices en tono irónico.
-¿Quieres comprobarlo?
-Por supuesto –sonríes-. Pero, ¿cómo?
-Mañana por la tarde vienes a verñp. Va a estar perfecto (te dejo que mires hasta en los armarios y debajo de la cama), y sin una motita de polvo –se cruza de brazos.
-¿Y qué pasa si no está completamente ordenado? –alzas una ceja.
-¿Quieres volver a apostar conmigo? Te recuerdo que sueles perder… -ríe levemente.
-Sólo hemos apostado una vez –ladeas la cabeza-, y… ¿realmente perdí al tener que salir contigo?

Harry te atrapa por la cintura y te pega a él. Sonríe a escasos centímetros de tu rostro.

-Tienes razón, bombón. Aquel día ganamos los dos.

Te roba un beso, y luego sigue besándote por toda la cara. Tú arrugas la nariz y cierras los ojos, sonriente.

-Y para que veas que confío en ti más que tú en mí… Te voy a dar mi dirección –te mira a los ojos.
-Sabes que algún día te diré cosas sobre mí, pero está mejor así, con el misterio...
-Sí, a los tíos nos suelen atraer las chicas misteriosas… -se pasa la lengua por los labios- Pero tú ya me has atraído lo suficiente como para que me vaya a escapar porque dejes de ser un poquito tan misteriosa.

Le besas levemente, con una sonrisa de oreja a oreja por lo que te ha dicho.

-Todo llegará…
-Está bien –suspira teatralmente, pero luego se le ilumina la mirada.
-¿Qué pasa? –entrecierras los ojos.
-Si gano yo, es decir, si todo está perfecto y te demuestro que puedo ser ordenado… me dices tu nombre y tu dirección.
-¿Y si gano yo?
-Mmm… te dejo que me beses todo lo que tú quieras –sonríe angelicalmente.
-¡Eso no vale! ¡Eso también es premio para ti! –protestas.
-Bueeeeno, vaaaaale…
-Si gano yo, tendrás que hacer todo lo que yo te diga durante un día entero –sonríes.
-O sea, ¿ser tu esclavo?
-Más o menos…
-Acepto.
-¿Aceptas? –te sorprendes.
-Bombón, no vas a ganar –guiña un ojo.
-Eso ya lo veremos.
-Bueno, bueno, ¿me dejas un boli y un trozo de papel?

Te escabulles de su abrazo y abres tu mochila para darle lo que te ha pedido. Él escribe rápidamente algo, lo dobla y te lo da. Vas a abrirlo, pero cierra tu mano alrededor del papel.

-Luego lo abres –sonríe, dejando ver esos perfectos hoyuelos-. Hasta mañana.

Posa una mano en tu mejilla y te da un prolongado y dulce beso.

-Hasta mañana –dices, cuando él ya se ha dado la vuelta para irse.

Gira el rostro y simplemente te sonríe. Impaciente, abres la nota.


Calle Holy Faith, número 13, 5º A
Te veo a las cinco y media. ¡No faltes! Tengo una apuesta que ganar.
Y gracias por lo de esta tarde, preciosa.



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