viernes, 31 de mayo de 2013

ESPERARÉ BAJO EL MUÉRDAGO; capítulo siete.

[Pulsad en el título de la canción que pongo abajo para que os lleve al vídeo de YouTube en el que podéis escucharla mientras leéis]

22 de diciembre; por la noche.

Papá me ha presentado a más gente de la que mi cerebro puede asimilar, así que ya únicamente me limito a sonreír cuando me explica quién es alguien a quien tengo enfrente y que me mira con cierta condescendencia, como si les diera lástima por tener que estar allí, con mi padre y su actual familia. Ya no me molesto en intentar recordar sus nombres, y, sinceramente, no sé si es porque no soy capaz de memorizar ni uno más o porque mis pensamientos se escapan en otra dirección cada vez que me descuido. Esa otra dirección tiene un nombre que empieza por “Z” y acaba por “ayn”.

¿Por qué me ha dicho eso? ¿Cómo voy a gustarle yo? Aparte de que sólo he pasado con él unas horas… me cuesta creer que yo pueda gustarle a alguien. La experiencia me demuestra que no es así, tuve novio durante siete meses –Marcos, se llamaba-, y supongo que si eso ocurrió es porque le gustaba. Y bueno… también está Jaime.

Me llevo la mano al puente de la nariz y resoplo.

-¿Estás bien? –me pregunta papá; en inglés para no ser maleducado con la  mujer que tenemos delante y con la que parecía haber entrado en una animada conversación, quizás sobre mí.

Ahí encuentro mi momento para escabullirme.

-La verdad es que no me siento muy bien… Creo que voy a subir un momento al baño a lavarme la cara a ver si me despejo –le digo.
-Claro –papá me sonríe cariñosamente-. Si luego sigues sintiéndote mal, dímelo, ¿sí?

Asiento con la cabeza y me despido de él y de la mujer, que siguen hablando. Camino por entre la gente, todos con copas o aperitivos en la mano y charlando alegremente, golpeando inconscientemente el suelo con el pie al ritmo de la música, e incluso alguna pareja más joven se atreve a bailar un poco aprovechando algún claro del jardín. En alguna parte, un globo explota, lo que me hace ir más rápido hacia el interior de la casa, donde no haya nadie.

La fiesta sorpresa de bienvenida ha sido un detalle, pero, como ya le dije a Zayn… no me gustan las sorpresas. No soy muy de estar entre la gente haciendo de anfitriona, agradeciendo a todos el haber venido y preguntándoles si todo está en orden. Básicamente porque siento que la gente me mira raro. Me entra un súbito ataque de nostalgia, pienso que si estuviera en España mis amigos estarían conmigo, habrían hecho cualquier broma que quizás al principio me hubiera molestado, pero habría acabado riendo con ellos y pasándomelo bien. Ahora simplemente me siento como una pequeña hormiga perdida del grupo en una calle repleta de personas mucho más grandes que yo, donde todos mis esfuerzos se centran en esquivar las pisadas de la multitud. Mamá siempre dice que debería intentar relacionarme más con gente nueva, y yo siempre le digo que mis amigos son lo suficientemente buenos como para no necesitar tener más. Pero en este momento, esa excusa no me vale.

Bueno, ahora saldré e intentaré relacionarme con alguien. A fin de cuentas, han venido aquí por mí, pienso.

Entro en la casa y subo al cuarto de baño. Sí, lavarme la cara me vendrá bien. Necesito despejarme. Dejar de pensar en Zayn. Y sobre todo, no pensar en Jaime. ¿Soy una mala persona por no haberle dado una respuesta? ¿O estoy haciendo lo correcto? Ese beso me gustó mucho, y de hecho mi amigo es una de las personas a las que más quiero en este mundo. Precisamente por eso, no debo precipitarme. Y menos cuando lo que me ha dicho Zayn en el taxi me ha terminado de confundir. Bastante tengo con mis sensaciones cada vez que lo tengo cerca, como para ahora esto…

Suspiro y entro en el baño. Agradezco el silencio de la casa. Abro el grifo y me echo agua por la cara, como si fuera una poción mágica que fuera a aclarar mis ideas. Dudo que lo sea, pero quizás me ayude a evitar el incipiente dolor de cabeza que siento.

Condenado Zayn… ¿Por qué tiene que ser tan encantador –al menos cuando quiere-? ¿Por qué tiene que ser tan guapo?

-¿Pensando en mí? –escucho una voz familiar detrás de mí; él, claro.

Ah, se me olvidaba… ¿por qué tiene que ser tan prepotente?

-Sin duda –digo en tono irónico mientras me seco la cara con una toalla.
-Lo suponía –sonríe.
-Tú y yo tenemos que hablar –suelto.
-¿Sobre?
-Ah, no sé, tú sabrás. Antes has dicho cosas…
-Cuando se dice algo, suelen ser cosas –ríe por lo bajo.
-Ja, ja, ja. Eres tan gracioso –enfatizo el tan.
-Forma parte de mi encanto –da un suave golpe de cabeza para apartarse el flequillo de la frente.
-Quiero hablar sobre lo que has dicho en el taxi –especifico.
-Hablemos –se sienta en el suelo del pasillo, como hizo ayer cuando llegué a la casa, y yo hago lo mismo.
-¿No tienes novia?
-No.
-¿Seguro?
-Totalmente.
-¿Me lo juras?
-Jurado.
-Vale.

Tomo aire para seguir, pero él me interrumpe.

-Aclarado eso, creo que ya no hace falta explicar nada más, ¿no? –me da la sensación de que intenta ocultar su nerviosismo.
-Pero…
-Pero eso era lo único que daba lugar a dudas. Las cosas que se dicen, se dicen porque son verdad, si no lo fueran, se rectificarían. Ya está, así es siempre. Con lo cual, no creo que haya que darle más vueltas a nada.

No quiere hablar de lo que ha dicho. Es eso. ¿Será que lo ha dicho sin querer? Está dando a entender que lo ha dicho porque es así, si no fuera verdad, rectificaría. Entonces… ¿se supone que le gusto? Sin embargo, no quiero poner tensa la situación, puesto que no parece que a él le apetezca comentarlo. Lo dejo correr, pero no pienso olvidarlo. En realidad, sé que me pasaré un buen rato dándole vueltas a lo mismo.

Miro a Zayn, y veo en sus ojos algo parecido al agradecimiento. Ambos tenemos en mente la misma frase que ha salido de sus labios hace un rato, pero ninguno nos atrevemos a pronunciarla.

-¿Te gusta Alison? –pregunto.
-No en ese sentido. Es simplemente una buena amiga, como todas las del grupo, a la que quiero mucho. Pero no de la forma en que ella cree –no vacila, no piensa antes de contestar; no miente.
-Si ella cree que la quieres de esa forma, es porque tú permites que lo crea.
-No quiero hacerle daño. Está pasando por un mal momento.

Lo miro, inquisitiva.

-Sus padres se están separando.
-Yo también pasé por eso, y créeme, se supera –pongo los ojos en blanco.
-Ya. Pero en su caso, su padre le fue infiel a su madre…

Voy a contestar, pero Zayn me interrumpe.

-Fue Alison la que lo pilló en la cama con otra.

Vaya. Eso sí que no me lo esperaba.

-Impactante, ¿eh? –me mira, y yo asiento con la cabeza- Nos necesita a su lado.
-Pero engañándola sólo le vas a hacer más daño…
-Yo no la engaño. Pero no soy capaz de mirarla a los ojos y decirle “no me interesas en ese sentido, no te quiero” cuando sé lo mucho que está sufriendo.
-Lo entiendo…

No sé por qué todo este asunto de Alison me provoca una inquietud especial. ¿Qué más me debería dar a mí que Zayn la quiera o no?

-¿No te está gustando la fiesta? –me pregunta él, sacándome de mis pensamientos.
-No es eso… ya te dije que no me gustaban las sorpresas.
-Ya. Quizás debía haberle dicho a tu padre que la cancelara, pero parecía tan ilusionado…
-¿Tú lo sabías? –alzo las cejas.
-¡Claro! ¿Por qué piensas que nos fuimos fuera toda la tarde? Las cosas no se preparan solas –sonríe.

Así que era eso. Lo de conocer a sus amigos era sólo una excusa para hacer la fiesta. En realidad no tenía ningún interés en hacer que me lo pasara bien. Era un mero trámite. Me entran unas súbitas ganas de llorar, y bajo la vista.

-¿Qué pasa? –se da cuenta de que algo no va bien.
-Nada –miento.

Entonces me levanto del suelo y echo a andar rápidamente escaleras abajo. Escucho que Zayn me llama, pero no me vuelvo para mirarle. Soy una estúpida por pensar que de verdad puedo gustarle a alguien. Salgo al jardín y el sonido de la música y las voces de la gente inunda mi cabeza. Así está un poco mejor, evita que piense. Sé que estoy comportándome como una inmadura, no tiene sentido que actúe así, que me sienta mal por eso. Pero pensaba que Zayn pretendía que estuviera a gusto allí, pensaba que a esos chicos y chicas les había caído bien, no que simplemente fueran un pretexto sin más. Mamá dice que soy muy impulsiva y me lo tomo todo muy a pecho, y ahora tengo que darle la razón. La verdad es que casi siempre la tiene.

Veo que hay gente que ya ha empezado a bailar al lado de los dos grandes altavoces negros que hacen sonar la música y me acerco; cuanto más cerca esté de la música, menos escucharé mis pensamientos. No sé quién habrá elegido las canciones, pero en este momento suena una lenta, “Be your everything de Boys Like Girls, y las parejas aprovechan para unirse a los pocos que había bailando antes, abrazarse y moverse al ritmo de la música.

Cruzo por la improvisada pista de baile y me apoyo en el tronco de un roble mientras observo bailar a la gente. Quiero volver a España.

-¿Te apetece bailar? –escucho la voz de Zayn a mi lado.

No me giro para mirarle, simplemente niego con la cabeza.

-¿Se puede saber qué he dicho mal?
-Las cosas nunca se dicen mal. Todo se dice bien; otro asunto es que le guste o no a quien las escucha.
-¿Y qué no te ha gustado de lo que he dicho?

Muevo un poco mi cara hasta que nuestros ojos se encuentran. Qué mirada más intensa; qué ojos tan preciosos. Brillan aun en la oscuridad.

-Nada.
-No habrías salido corriendo si eso fuera cierto.
-Zayn, déjalo estar, ¿sí? –aparto la vista, pero él coge mi mentón con sus dedos y me obliga a mirarle; me estremezco ante el contacto de su piel.
-No, no lo dejo estar.

Resoplo.

-Ya no hace falta que finjas interés por mí. No es necesario. Ya se ha hecho la fiesta, ya me has quitado del medio esta tarde y ya ha sido una sorpresa. Simplemente estabas haciendo lo que mi padre, tu jefe, te había dicho que hicieras y ya est…

Antes de que pueda continuar, Zayn me coge de una muñeca y tira un poco de mí, apoyándome en la parte trasera del roble, de forma que el árbol está entre nosotros y el resto del mundo. Posa una mano en el tronco, a la altura de mi cara, y sin que yo sea consciente de lo que está pasando, posa sus cálidos labios sobre los míos. En un primer momento no reacciono, pero luego respondo a esa boca que busca con avidez la mía, y no sólo él me besa, sino que yo le beso también. Sus labios suaves se deslizan sobre los míos como con prisa pero a la vez con ternura, y la mano que antes sujetaba mi muñeca ahora sube por mi brazo lentamente hasta llegar a mi cuello. Acaricia mi piel con delicadeza, pasa por mi mejilla y me recoge el pelo detrás de la oreja, todo sin separar nuestros labios. Siento como si estuviera sufriendo miles de pequeñas descargas eléctricas que me recorren todo el cuerpo y que hacen que mi respiración sea entrecortada, y el latido de mi corazón vaya a un ritmo mayor que el natural. Separa sus labios de los míos y los lleva a mi oído, haciendo que lo rocen a propósito. Me recorre un escalofrío.


-Y ahora… ¿bailamos, my darling



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lunes, 27 de mayo de 2013

ESPERARÉ BAJO EL MUÉRDAGO; capítulo seis.


22 de diciembre.

Intento no parecer asombrada mientras se besan, aunque no creo que lo esté consiguiendo. La verdad es que no me esperaba que Zayn tuviera novia, aunque no sé de qué me sorprendo, si lo raro sería que no tuviera.

Cuando la chica por fin se separa de él, puedo verla bien. Tiene unos grandes ojos celestes –muy típicamente ingleses-, la piel blanquita y una larga y lisa melena castaña. No creo que sea del todo guapa –me parece que tiene la boca demasiado pequeña-, pero tiene muy buen cuerpo y hay algo atractivo en ella. Sonríe abiertamente a Zayn, y él le corresponde con una sonrisa que parece algo forzada. Aunque quizás eso es sólo lo que me parece a mí.

-Te he dicho muchas veces que no me gusta que hagas eso –protesta él.
-¡Vamos, Zayn! Sé que quieres esto tanto como yo, no sé por qué te empeñas en negarlo –le revuelve el pelo con confianza.

Entonces la chica parece reparar en mí.

-¿Quién es tu amiga? –pregunta alegremente, aunque detecto cierta hostilidad oculta en su voz; sorprendentemente, yo siento la necesidad de formular esa misma pregunta.
-Ahora os la presento a todos –su gesto se relaja un poco cuando la chica se separa de él y se coloca a su lado para caminar hacia el resto de sus amigos.

Los chicos y chicas saludan con la mano cuando nos acercamos a ellos. Ahora Zayn parece mucho más relajado, si bien la chica de la boca pequeña sigue a su lado.

-Así que ésta es la señorita en cuestión –dice uno de los chicos, sonriéndome.
-Sí, ella es de quien os hablé, la media-hermana de Violet –sonríe, pero no me mira… me pregunto si se habrá avergonzado por el beso con la chica.
-¿Y dices que es española? –vuelve a intervenir el mismo joven.
-Sí.
-¿Bailas flamenco? –me pregunta; tiene una forma muy graciosa de pronunciar la palabra flamenco.

Río levemente.

-No...
-Vaya… -parece decepcionado.
-¡Lou, no todos los españoles bailan flamenco o tocan la guitarra! –le reprende una chica de pelo castaño y ondulado; es bastante guapa.
-Pero a lo mejor ella sí lo hacía, El –responde él encogiéndose de hombros, tras lo cual pasa un brazo por la cintura de la muchacha y le da un beso en la frente.
-Bueno, Louis, deja ya de acosarla –le dice otro chico, éste de pelo rizado.
-Tranquilo, no me molesta –respondo con una sonrisa; parecen majos.
-Louis puede llegar a ser muy irritante –comenta la chica que parece su novia.
-En fin, mejor os voy presentando –Zayn dice mi nombre, y luego me va diciendo el de todos sus amigos-. Harry, Louis, Eleanor, Claire, Niall, Kim, Zoe, Liam, Becky, y –hace una pequeña pausa cuando llega a la chica que le ha besado- Alison.

Me saludan con una sonrisa amistosa, y como sé que en Inglaterra la gente no se da dos besos, simplemente sonrío también.

-Encantada –digo.
-Así que vive en tu casa… -creo que es Zoe la que se lo dice a Zayn.
-Bueno, más bien yo vivo en su casa –contesta él.
-Ah, claro.

Alison se acerca a Zoe y se ponen a cuchichear entre ellas. Creo que no les caigo especialmente bien, e intuyo por qué. Sin embargo, al resto no parezco desagradarles, pues me empiezan a hablar todos a la vez.

-¿De qué parte de España eres?
-¿Cómo es que has venido a pasar aquí la Navidad?
-¿A que es imposible convivir con Zayn?
-¿Cuántos años tienes?

Es lo que logro entender entre tanta gente hablando, así que hago una mueca e intento alzar mi voz por encima de la de todos ellos.

-Por favor, ¡por favor! –pido; todos me miran- Lo siento, pero no os entiendo si habláis todos a la vez y tan rápido. Mi nivel de inglés tiene unos límites…

Parecen avergonzados.

-Vaya, disculpa, tienes razón –me dice Liam.
-¡Es que es tan emocionante tener una nueva chica en el grupo! –exclama Becky.

Sonrío ante la efusividad de la chica, y el hecho de que me considere una nueva chica en el grupo me hace sentir bien, siento que me han aceptado, y me agrada la idea.

-A ver, preguntadle de uno en uno y así os irá respondiendo poco a poco –propone Zayn.
-Claro, ¡como tú ya sabes cosas de ella…! –protesta Becky.

Qué simpática, esa muchacha me ha caído bien. Tiene pinta de ser de las más jóvenes del grupo, quizás tenga uno o dos años menos que yo.

-Tampoco sé tanto… Más bien ella sabe cosas de mí –sonríe con picardía, y pienso que se refiere a cuando le he visto desnudo.

Como de costumbre, me ruborizo levemente, aunque al ver la expresión interrogativa de Alison esbozo una sonrisa que intuyo que es triunfal. ¿Pero qué me pasa? ¿Qué tengo en contra de la novia de Zayn? Decido no pensar en eso y cambiar de tema antes de que alguien pregunte a qué se ha referido su amigo.

-Alguien me ha preguntado antes cuántos años tengo. Pues tengo diecisiete, aunque en tres meses cumplo dieciocho. ¿Vosotros?

Sonrío, y veo que Zayn me mira casi con orgullo. Creo adivinar lo que está pasando por su mente. Estoy siendo simpática. Y él sabe que en parte es gracias a lo que me dijo ayer, eso de que tenía que intentar disfrutar y hacer amigos durante mi estancia en Londres.

Al darse cuenta de que le he pillado observándome, nuestras miradas se cruzan durante un momento, pero luego Zayn baja la vista. Entretanto, creo que Alison ha visto esa comunicación de miradas, por lo que resopla y le vuelve a decir algo a Zoe al oído.

-Yo veintiuno –Louis es el primero en responder a mi pregunta.
-Diecinueve –dice Harry.
-Veinte–contesta Eleanor.

Y así sucesivamente. Liam, Niall y Zayn tienen veinte años también -¡ahora me entero de la edad de Zayn!-, Claire tiene veintiuno, Kim, dieciocho, Zoe y Alison diecinueve, y Becky tiene dieciséis –un año menos que yo, como suponía-.

Me sorprende que siendo un grupo con tanta diferencia de edad, parezcan tan amigos. Aunque me asombra más aún que Zayn tenga veinte años. No es que no los aparente, pero… pensaba que sería de mi edad.

-Bueno, ¿vamos andando para que vea Hyde Park? Podéis seguir con el interrogatorio mientras tanto –comenta Zayn, bromeando.
-¡Sí! –Becky se acerca a mí y me sonríe abiertamente- Ya verás, tenemos un montón de ardillas muy monas –suelta una risilla.
-Genial –yo también sonrío-. Me encantan esos animales.

Comenzamos a caminar, y todos me van haciendo preguntas para conocerme mejor. Intento ser lo más simpática que puedo y no pensar mucho en el hecho de que Alison no deja de cogerle la mano a Zayn y demás muestras de cariño –que me molestan bastante más de lo que creo que deberían-, y yo también les pregunto cosas a ellos.

Estamos andando por la orilla de un lago en el que se ven reflejados los colores anaranjados del atardecer, cuando Kim dice mi nombre y señala a alguna parte del suelo.

-¡Mira! ¡Ardillas!

Todos nos acercamos a un par de ardillas que permanecen muy quietas sobre el verde césped.

-¿Se pueden tocar? –pregunto.
-A lo mejor te muerden… -Niall frunce el ceño.
-¡O a lo mejor les caes bien y no lo hacen! – bromea Louis.

Río levemente.

-Yo las toco siempre, y ninguna me ha mordido –comenta Becky.
-Pues yo nunca he tocado una… -digo.
-Ni yo –admite Zayn.
-¿Ah, no? –todos nos miran sorprendidos.
-Pues es vuestra oportunidad –Claire señala a los animalitos.
-¡Venga! –exclama Louis riendo al ver que no nos movemos; qué chico más alegre.

Me agacho al lado de las ardillas y noto que Zayn hace lo mismo. Nadie habla, para evitar asustarlas, y eso me hace ser plenamente consciente del contacto de mi brazo con el de Zayn, de mi rodilla con su rodilla. Lo miro brevemente y veo que él tiene clavados sus brillantes ojos marrones en mí. No sé por qué, pero un escalofrío me recorre la espalda, y se me hace difícil pensar teniéndole tan cerca. Me muerdo el labio y él sonríe sutilmente mordiéndose la punta de la lengua. Justo cuando estoy alargando la mano para tocar el cuerpecito de una de las ardillas, me doy cuenta de que Zayn ha elegido a la misma. Demasiado tarde. Su mano se posa sobre la mía durante un efímero instante, pero suficiente para que pueda sentir el calor de su piel sobre la mía, la suavidad de sus dedos, su tacto. Y me asusta que el latido del corazón se me dispare simplemente por eso. Me asusta más de lo que podría haber imaginado nunca, porque no tengo ni idea de qué me está haciendo sentir ese chico, pero sé que es algo que seguramente no debería sentir.

La ardilla huye en cuanto la tocamos –o más bien la toco yo, porque la mano de Zayn estaba encima de la mía-, y su compañera hace lo mismo. Sé que he notado su pelaje bajo mis dedos, pero no tengo ni idea de qué tacto tiene, pues mi mente se ha centrado única y exclusivamente en el chico que tengo a mi lado. Sin embargo, me levanto como si nada me hubiera afectado.

-¡Vaya! No tenía ni idea de que se sintiera así… Es como tocar a un gato –sonrío.
-Es verdad, se siente así –corrobora Zayn.

Lo miro de reojo. Él tampoco ha dicho la verdad. No ha podido tocarla. No tiene ni idea de cómo se siente, al igual que yo. Supongo que ese momento especial será nuestro pequeño secreto.

-Cierto, eso dije yo la primera vez que toqué una –confirma Eleanor.

Sonrío de nuevo. Bueno, al menos no he metido la pata.

-Entonces, ¿te gusta Hyde Park? –me pregunta Liam cuando empezamos a caminar de nuevo.
-La verdad es que sí. Es raro pensar que dentro de Londres puede haber un sitio tan tranquilo como éste, pero aquí estamos –ladeo una sonrisa.
-Sí. Yo siempre vengo aquí cuando me agobio de la gran ciudad –comenta Kim.

Pasamos el resto de la tarde paseando por el parque y comentando cosas. Empiezo a darme cuenta de cómo es cada uno, y empiezo a dudar de si Alison y Zayn serán novios o no. No van como Louis y Eleanor, sino que la chica de vez en cuando se acerca a Zayn, y me da la sensación de que él muchas veces la rechaza delicadamente. Cuando empieza a hacerse de noche, los chicos proponen despedirse ya, y que quedemos otro día.

-Me encantaría –sonrío, agradecida por lo simpáticos que han sido conmigo.
-Pues ya hablaremos con Zayn e intentaremos quedar pronto –me dice Liam.

Nos despedimos los unos de los otros, y Zayn y yo andamos hasta la Grand Entrance, por donde entramos antes.

-Vaya, te has portado de maravilla –reconoce.
-Como si fuera un perro, qué majo tú –ironizo.
-Y ya has vuelto a ser tú –ríe levemente, y no puedo evitar imitarlo.
-Nunca he dejado de ser yo.
-¿Entonces tienes dos caras? ¡Eres bipolar! –exclama.
-Creo que más bien soy polipolar.
-¿Tienes más de dos caras?
-Muchas más –sonrío enigmáticamente.
-Me gustaría descubrirlas –alza las cejas.
-Puede que lo hagas –me encojo de hombros.

Al atravesar los grandes arcos, veo el mismo taxi que nos trajo unas horas atrás, y nos subimos en él para ir de vuelta a casa.

-Les has caído bien –Zayn sonríe.
-¿A tus amigos?
-¡No, a los patos del lago! ¡Pues claro! –ríe.
-Vale, vale –protesto-. Ellos también me han caído bien a mí –ahora yo también sonrío.

Volvemos casi todo el trayecto en silencio; esta vez me dedico a mirar por la ventanilla toda la ciudad pasar a mi alrededor. Cuando ya queda poco para que lleguemos a la casa, la extraña relación que parece tener Zayn con Alison pasa por mi cabeza.

-No sabía que tuvieras novia –comento.

Él suspira, como si se esperara que dijera algo así.

-Y no tengo.
-¡Já!
-No, Alison no es mi novia.
-Ya, entiendo. Yo me voy besando en la boca con la gente por ahí también todos los días, ¿sabes? –digo con sarcasmo.
-¡¿Y yo qué sé por qué hace eso?! Se ha empeñado en que somos algo, y por más que le digo que no, ella siempre me hace lo mismo.
-Si no quisieras, no dejarías que pasara.

No sé por qué, todo este asunto me pone furiosa.

-¡¿Pero por qué te pones así conmigo?! –pregunta él.

La verdad es que no lo sé. O sí. Ag, qué lío. Entonces el taxi se para, y ambos nos bajamos.

-Ah, pues no sé. Si te pones a flirtear conmigo, será algo que a lo mejor me interesa saber, ¿no crees? –digo, ya desde fuera.
-¿Flirtear contigo?
-¿Entonces que era todo el rollo de los tatuajes, por ejemplo? No me seas ridículo, Zayn, y no niegues las obviedades.
-¿Y si lo hubiera hecho? ¿Y si por ejemplo tú me gustaras más que ella…? -se queda callado y fija la mirada en el frente.

Sigo la dirección de sus ojos con los míos, y veo a un gran grupo de gente en el jardín vestida bastante elegantemente y que nos mira.

-Mierda –murmura Zayn.
-¿Qué? –miro a toda esa gente sin saber qué hacen ahí.
-¡SORPRESA! –gritan todos a la vez.
-¿Qué es esto? –pregunto, desconcertada.
-Tu fiesta de bienvenida, cariño. Bienvenida a casa –mi padre sonríe mientras se acerca a mí.

Me coge por los hombros y me lleva entre la gente. Miro hacia atrás para ver si Zayn sigue ahí, pero ya no está. Tenemos una conversación a medias y no se me va a olvidar. Eso último que ha dicho... eso último no deja de repetirse en mi cabeza. 
"¿Y si por ejemplo tú me gustaras más que ella…?"


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domingo, 19 de mayo de 2013

ESPERARÉ BAJO EL MUÉRDAGO; capítulo cinco.


22 de diciembre.

Me paso toda la mañana ordenando mi maleta: guardando la ropa en armarios y cajones, colocando algunas de mis cosas en el baño, poniendo algunos libros que me he traído en repisas… Al menos, acompaño la tarea con música, y se hace menos pesada. Intento no cantar muy alto para que no se me oiga fuera, y en un momento determinado me parece escuchar que tocan a la puerta y después alguien trajina en el piso de abajo. Seguramente sea el técnico que tenía que venir a reparar la conexión wi-fi. Cuando escucho que la puerta se cierra otra vez, intento conectar mi teléfono a Internet y… ¡funciona! Empiezan a llegarme whatsapps de todo el mundo, pero el primero que leo es uno de Jaime.

“Ayer no diste señales de vida… ¿Todo bien? Se te echa de menos, fea”.

Sonrío y le respondo.

“Lo siento, no funcionaba el wi-fi… Sí, bueno, no va tan mal como esperaba. Yo también os echo mucho de menos”.

Respondo al resto de mensajes, que todos vienen a ser más o menos de lo mismo, y voy a llamar a mi madre cuando tocan a la puerta. Dejo el móvil en la cama y abro. Me encuentro con que quien ha tocado era Violet, que viene acompañada de un pequeño gatito al que lleva en los brazos.

-¡Hola! –me dice alegremente.
-Buenos días –sonrío y me agacho para ponerme a su altura.
-¿Te he presentado ya a Whiskers? –me pregunta con su infantil vocecilla.
-Pues la verdad es que no –niego también con la cabeza.

La pequeña realiza las presentaciones como si de dos personas se tratase, y me asegura que le he caído bien al gatito.

-Así que estás aquí, pequeñaja –Violet se vuelve al escuchar la voz de Zayn a sus espaldas.
-Les estaba presentando –se excusa, señalándonos a Whiskers y a mí.

Me pongo de pie y miro a Zayn, que me saluda con una bonita sonrisa.

-Ya te he dicho mil veces que si te vas a ir, me avises, que si no me asusto –le riñe él.
-Perdón, no lo volveré a hacer –se disculpa la niña, aunque estoy segura de que ambos saben que eso pasará de nuevo.
-Estaba jugando con sus muñecas en la mesa mientras yo preparaba el almuerzo, y de repente ha desaparecido –me explica Zayn.
-Ah, vaya… -entonces me doy cuenta de lo que ha dicho- ¿El almuerzo?

Miro el reloj; son las una menos cuarto.

-¡Claro! Y ya es tarde… -responde él, riendo- Lo que pasa es que tu padre me ha pedido que no lo prepare a las doce como de costumbre, para que te vayas acostumbrando a los horarios poco a poco.
-Dudo que me llegue a acostumbrar a esto –suspiro.
-Vamos, ¡no es para tanto! –ríe de nuevo.

Violet carraspea para que volvamos a dirigirle la atención a ella, a lo que Zayn me mira con complicidad y coge a la pequeña por la cintura.

-¿Vamos ya a comer, pequeñaja?
-¡Sí! –responde ella, contenta.
-¿Vienes? –Zayn me mira.
-Ah, sí, claro –sonrío y bajo a almorzar con Violet y con él.

22 de diciembre; por la tarde.

-Voy a llevar a Violet a clases de baile –dice Zayn desde el otro lado de la puerta-. En media hora estoy aquí, así que arréglate para entonces.
-Vale –le contesto.

Estoy tumbada en la cama de mi cuarto, leyendo y releyendo el último whatsapp que me ha enviado Jaime.

“No hemos tenido tiempo de hablar de lo que pasó la noche antes de que te fueras y… no sé, me gustaría que lo hiciéramos… Me gustaría saber qué significó para ti y eso…”

No tengo ni idea de qué contestarle. La verdad es que no he tenido tiempo de pararme a pensarlo. Bueno, miento. Tuve más de dos horas de viaje en avión para hacerlo, así que quizás es que no me haya atrevido a pensarlo. Pero el caso es que no tengo muy claros mis sentimientos hacia mi amigo. No quiero confundir amistad con amor y hacerle daño. Quiero tener las cosas claras antes de darle una respuesta.

Suspiro y apago el móvil. Soy consciente de que le aparecerá que lo he leído y no le he contestado, pero ahora mismo no puedo pararme a recapacitar, tengo que estar lista para cuando Zayn llegue.

Me levanto y miro el interior del armario, dubitativa. Tampoco es que sea tan difícil coger algo y simplemente ponérmelo, pero en ese momento nada de lo que veo me convence. Rebusco por entre la ropa y suspiro. Al final me decido por unos vaqueros, un jersey de lana beige que me llega por las rodillas y unas botas del mismo color. Saco del cajón una bufanda escarlata y un gorrito a conjunto, y me miro al espejo de pie que hay en la pared. Bueno, tampoco estoy tan mal. Y frío no creo que vaya a pasar, aunque en Londres en diciembre dicen que el tiempo es gélido.

No soy de las que se suela maquillar, pero me pongo rímel en los ojos para darles un aspecto algo más grande. Cojo mi móvil y un billete de veinte libras y guardo ambas cosas en el bolsillo de mis vaqueros.

Zayn debe estar aquí en unos diez minutos, y se me ocurre que podría llamar a mi madre, pero a estas horas aún estará trabajando, así que descarto la idea. Salgo de mi cuarto y bajo tranquilamente por las grandes escaleras. Es una casa enorme de la cual aún no he visto casi nada, sólo mi cuarto, el baño, la cocina y el salón, aunque tampoco es que haya tenido demasiado tiempo. Camino por uno de los pasillos y entro en una habitación al azar. Descubro que es una biblioteca, con las paredes cubiertas por estanterías llenas de toda clase de libros, y un par de mesas con sus sillas en el centro de la sala. Veo que una de las estanterías del fondo está dedicada exclusivamente a todos los números de las revistas que dirige Marga, y pienso que debe de ser muy exitosa para que mi padre y su nueva familia tengan tanto dinero.

Salgo de la biblioteca y me encuentro a Zayn sentado en el primer escalón de la gran escalera. Al verme aparecer, sonríe.

-Ya pensaba que te habías ido sin mí.
-Pues ya me dirás a dónde…
-Cierto.

Se levanta y señala la puerta.

-¿Nos vamos?

Asiento con la cabeza. Le observo mientras camina delante de mí. Se ha puesto unos pantalones azules, una camiseta blanca y una chaqueta vaquera que le quedan realmente bien.

-¿No vas a pasar frío? –pregunto, al salir de la casa y notar el aire fresco en la cara.
-No, aquí estamos acostumbrados a estas temperaturas –se encoge de hombros.
-Ah.

Un taxi nos espera fuera, y Zayn me sostiene gentilmente la puerta del coche para que pase. Cuando entra, no dice nada al taxista, pero éste se pone en marcha. Me llama la atención ver que es la misma persona que me recogió del aeropuerto, o eso me parece.

-¿A dónde vamos?
-No sería interesante si te lo dijera… -ladea la cabeza.
-Pues a mí no me gustan las sorpresas –bufo.
-¡¿Por qué?! –se asombra- ¡Pero si las sorpresas son lo mejor que hay en el mundo!
-Para mí no. Estoy harta de que pasen las cosas sin enterarme de que están ocurriendo. Primero mis padres se divorcian de repente, luego resulta que mi padre se casa y yo no tenía ni idea de eso hasta unos días antes de la boda, ahora he tenido que venir aquí sabiéndolo casi sin antelación… Me gustaría poder planificar un poco más las cosas que pasan en mi vida –suelto.

Me resulta extraño haberme sincerado de esa forma con Zayn, y nada más terminar, me arrepiento de habérselo dicho. Casi no le conozco, y no debería contarle mis sentimientos.

-Bueno, pero… también hay sorpresas buenas –sonríe-. Y quién sabe si no vas a acabar agradeciendo haber venido estas vacaciones aquí.
-Lo dudo.
-¡Abre los ojos! ¡Estás en Londres! ¡Vas a vivir casi un mes en una mansión! Tienes una oportunidad que mucha gente querría tener –me mira-. Además, compartes casa con uno de los hombres más deseados de la ciudad –sonríe entre divertido y prepotente.

Pongo los ojos en blanco y contengo una sonrisa.

-No sabía que mi padre estuviera tan solicitado… -alzo las cejas.
-Me refería a mí –se cruza de brazos.
-¿A ti? ¡Pero si en mi casa sólo hay un hombre! Y ese es mi padre, claro.

Zayn suspira, no sé si fingiéndose molesto o disgustado de verdad.

-Qué simpática –ironiza.
-Qué modesto –digo con el mismo tono.
-¿Ya se te ha olvidado lo de tratar bien a la gente y eso?
-Los prepotentes no merecen mi respeto –digo, haciéndome la altiva.
-No finjas, sé que en realidad es por mis tatuajes –ladea una sonrisa y yo no puedo evitar reír.
-¿Por tus tatuajes? ¿Qué tengo yo en contra de tus tatuajes?
-¡Ajá! –sonríe ahora abiertamente.
-¿Ajá, qué? –frunzo el ceño.
-Que acabas de admitir que te gustan mis tatuajes –dice, triunfal.
-¡Yo no he dicho eso! –protesto.
-Vale, has dicho que no tienes nada en contra de ellos, luego… te gustan. Te parecen sexys. ¡Admítelo!

Sin quererlo, me sonrojo. ¡Maldito rubor! Pero no, no pienso admitir que sí, que sus tatuajes son bastante atractivos, no voy a darle la razón aunque la tenga. Ni aunque el color de mi rostro ya me haya delatado.

-¿Ves? Lo que yo decía –me guiña un ojo.
-Yo no he admitido que tus tatuajes sean sexys.
-Tu cara lo dice todo –se encoge de hombros, riendo.
-Las apariencias engañan.
-Cierto, tú intentas fingir que no te parezco atractivo cuando en realidad sí que te lo parezco –sonríe mordiéndose la lengua, y yo me pongo aún más colorada.
-¡Dios mío, dame paciencia… porque como me des fuerza le pego! –digo mirando al cielo.
-¿Qué has dicho? –arruga la nariz.
-¿Qué? –ladeo la cabeza.
-Acabas de decir algo en español… Seguro que era reconociendo que…
-No, no era eso –le interrumpo, y justo entonces el taxi se para-. Le estaba pidiendo a Dios que llegáramos ya a dónde sea que vayamos, y ¡mira! Me ha escuchado.
-Ya, claro –contesta, sarcástico.

Yo sonrío. Es gracioso que no pueda entenderme cuando digo cosas en español. Aunque lo que he dicho en el coche me ha salido solo. Supongo que por mucho que me guste el inglés, de forma natural me sale hablar en español.

Zayn sale del coche y me invita a que yo también lo haga.

-¿Pero no le pagamos? –pregunto, mirando al taxista.

El taxista sonríe, y Zayn me lo explica.

-No es un taxi cualquiera, my darling. Él trabaja para tu padre (y Marga, claro). Le pagan un sueldo mensual, y él nos lleva a donde necesitemos. Es como una especie de chófer pero que en vez de un coche normal tiene un taxi. Es raro, sí, pero es que en algunas partes de Londres los coches particulares tienen que pagar un impuesto especial por circular, y los taxis no –sonríe.
-Así que mi padre también busca lo más barato… Eso es algo que aún conserva de cuando vivía con nosotras y no éramos ricos, supongo –suspiro.
-Bueno, las fortunas no se hacen de derrochar el dinero.

Se encoge sólo de un hombro, y yo rompo a reír.

-¿Qué pasa?
-Nada, es que… -sigo riendo- Es que has hecho un gesto muy gracioso.
-Prefiero no saber cuál –ríe levemente-. Bueno, pues aquí estamos.

Hace un gesto con su brazo abarcando todo nuestro alrededor, y por primera vez me fijo en dónde estamos. Nos encontramos justo enfrente de unos grandes arcos sostenidos por una serie de blancas columnas jónicas que dan entrada a lo que parece un extenso parque.

-¿Esto es…?
-Hyde Park, sí –sonríe.
-Vaya.
-¿Qué?

Veo con el rabillo del ojo -pues yo estoy ensimismada observando el paisaje que tengo ante mí- que Zayn me mira.

-No sé, esto es… imponente.
-Ya te dije que quizás no era tan malo eso de venir a Londres. Hay cosas preciosas en esta ciudad.
-Ya lo creo –respondo, aún asombrada.
-Pues espera a verlo por dentro, porque esto es sólo la entrada… Aunque se le llama la Grand Entrance, y tiene su propia belleza. Es tan grande porque se construyó para que por ella pasaran carruajes, creo que en el siglo XIX –me explica.
-¿Así que sabes historia? –le miro.
-Bueno, si voy a hacerte de guía turístico, tendré que informarme de algo para contarte.
-Nadie ha dicho que vayamos a hacer turismo –no creo que se haya molestado en aprender cosas sobre Londres para decírmelas a mí.
-Ya que salimos, es una buena oportunidad para que veas algunas cosas de la ciudad –sonríe.

Sin decirme nada, Zayn empieza a caminar, y yo le sigo. Atravesamos los grandes arcos y nos desviamos un poco a la derecha. Me doy cuenta de que estamos andando en dirección a un grupo de chicos y chicas jóvenes, más o menos de nuestra edad.

-¿Ésos son tus amigos? –pregunto, ahora un poco nerviosa.
-Sí –responde-. Tú trátales como a Violet y ya está. O si no, imagínatelos desnudos… Conmigo ya no tendrás que esforzarte, ya te has encargado de echar un ojo esta mañana –ríe, y yo me sonrojo.
-No fue a posta –me quejo.
-Yo también me espiaría, tranquila, entiendo que soy irresistible.
-Imbécil –bufo.

Cuando estamos lo suficientemente cerca, puedo distinguir que hay cuatro chicos y cinco chicas. Sin embargo, una sexta joven –que no sé de dónde sale-, se cruza en nuestro camino, entrelaza sus manos en el cuello de Zayn, y le estampa un apasionado y prolongado beso en los labios ante mi atónita mirada. 


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miércoles, 15 de mayo de 2013

ESPERARÉ BAJO EL MUÉRDAGO; capítulo cuatro.


22 de diciembre.

Me despierto sin saber muy bien dónde estoy. Poco a poco, voy recordando que he viajado hasta Inglaterra y que ahora estoy en la casa de mi padre. Para estar en una cama que no es la mía, no he pasado tan mala noche. Quizás sea porque la cama era el doble de grande que la mía, y eso no está nada mal. Se me ocurre que debería llamar a mamá para contarle algunas cosas. Ayer hablé con ella sólo unos minutos, porque en España es una hora más que aquí, y sé que ella estaba cansada. Seguramente tuvo un duro día en el trabajo, mucha presión con el contrato que están cerrando ahora. Si me paro a pensarlo, mi madre está en una situación bastante peor que la mía. Se va a pasar las vacaciones trabajando y encima sola. Incluso el día de Navidad o Nochevieja. Definitivamente, debería llamarla. A las una, que en España serán las dos y tendrá descanso para el almuerzo, la llamaré.

Miro el reloj de la mesita de noche. Son las diez, ya va siendo hora de levantarse. Me quito el pijama y rebusco entre la maleta hasta que encuentro un calentito jersey gris que hace las veces de vestido y unos leggings que me cubren también de rodilla para abajo. Esta, como todas las casas Inglesas, tienen moqueta, así que no necesito ponerme zapatos, iré en calcetines a todas partes. Me pongo la ropa y dejo el pijama en la cama. Esa maleta necesita que la ordene urgentemente, pero primero quiero desayunar algo. Tengo un hambre…

Antes de bajar a la cocina, me dirijo hacia el baño que se encuentra en el pasillo para hacer pis y lavarme la cara. Abro la puerta del baño y…

-¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!! –grito.

Justo delante de mí está Zayn… ¡totalmente desnudo! Al verlo, me tapo la cara con las manos, pero la imagen de su moreno cuerpo al descubierto, perfectamente tonificado y mojado sigue en mi retina. Ayer, con la ropa puesta, no imaginé que fuera a estar tan bien. Pero es que… ¡guau! Mi respiración se vuelve entrecortada. Mi cara adquiere el color de un tomate al pensar en que acabo de ver su… bueno, su pequeño amigo.

No sé muy bien por qué no me voy del baño en lugar de quedarme allí con las manos tapándome la cara, y me extraña aún más escuchar una risa, su risa.

-Ya está, ya puedes mirar otra vez, me he puesto una toalla –dice.

Separo un poco dos de mis dedos para mirar a través de ellos. Sí, algo blanco le cubre desde la cintura hasta las rodillas. Me llevo las manos a los muslos, y me los froto, nerviosa.

-Lo… lo siento –no me atrevo a mirarlo a la cara.
-Bah, tranquila. Sé que ayer te picó la curiosidad cuando te pregunté si me habías imaginado desnudo… y no has podido resistir la tentación de venir a echar una ojeada –ríe de nuevo.
-¡Imbécil! ¡Pues claro que no! Creía que no había nadie aquí dentro…
-Ya, y el sonido de la ducha de hace dos minutos tampoco lo has oído, ¿no?
-¡No! Además, ¡¿qué haces tú duchándote en el cuarto de baño de mi casa?!
-Ahora sí es tu casa, pero ayer odiabas la idea de quedarte aquí…
-Vale, ¿qué haces duchándote en el cuarto de baño de la casa de mi padre?
-Vivo aquí, ¿recuerdas?
-Pero… -la verdad es que no pensaba que viviera allí.
-Si no, ¿cómo crees que puedo cuidar de Violet?
-Pues… no sé, teniendo un horario de trabajo y esas cosas…
-Se me costea quedarme aquí, y tu padre y Marga también lo prefieren. Todos contentos… menos tú.
-Yo no he dicho que tenga nada en contra de que te quedes aquí.
-¿Entonces?
-¡Joder, acabo de verte desnudo! –digo, fuera de mis casillas.
-Pues a partir de ahora, toca a la puerta antes de entrar al baño –responde alegremente.
-¿Y te da igual? –pregunto, desconcertada.
-¿El qué?
-¡Que la reina tenga ochenta y siete años, no te digo! Que te haya visto… sin ropa.
-Qué irónica, chica. Bueno, si lo prefieres, puedo exigirte verte yo a ti también… Sería lo justo –suelta una carcajada.
-¡Dios, qué capullo!

Sin poder evitarlo, me vuelvo a sonrojar.

-Es broma, es broma. No creo que hayas visto nada que no hubieras visto ya.

En realidad… En fin, no es que nunca haya visto las partes íntimas de un hombre, pero estoy mucho menos familiarizada con ver a tíos desnudos de lo que Zayn seguramente cree.

-Claro que no –bufo.
-Entonces, ¿cuál es el problema? A mí no me importa, a ti no te importa… Podremos superarlo –bromea.

Suspiro, y me atrevo por fin a mirarlo a la cara. ¡D-I-O-S! ¡¿Pero cómo…?! ¡¿Cómo puede ser tan guapo?! Tiene el pelo mojado, y el flequillo descansa en su frente. Además, pequeñas gotitas de agua resbalan por su piel, haciéndola brillar. Tiene una sonrisa divertida en los labios, todo esto le hace gracia. Llevo disimuladamente los ojos a su torso y, aparte de fijarme en sus músculos, me doy cuenta de que tiene bastantes tatuajes, tanto en el pecho como en los brazos. De hecho, el antebrazo derecho lo tiene totalmente cubierto por estos grabados. Eso tampoco lo vi ayer, cuando el jersey lo tapaba todo.

-Vaya, a ti te gustan bastante los tatuajes, ¿no? –apunto.
-¿No se nota? –alza las cejas.
-Claro que se nota, era simplemente un comentario. Y luego dices que la borde soy yo.
-Tienes razón, seré más simpático- pone una sonrisa exagerada-. Sí, me encantan los tatuajes, y todos los que llevo significan algo especial.
-Pues sí que tienes tú cosas especiales –digo.
-Sólo 34 –ladea una sonrisa.
-Ah, pocos –ironizo.
-Bueno, a las chicas os gustan más los tíos con tatuajes, ¿no? –me mira con descaro.
-No siempre –me encojo de hombros.
-Qué lástima –suspira.
-Sí, has reducido tus posibilidades en el mundo femenino. Ahora quedas descartado para las chicas a las que no les gusten los tatuajes… -ladeo la cabeza.
-Y a ti, ¿te gustan? –clava sus ojos en mí.

Aparto la mirada, incapaz de mantenérsela a esos ojos marrones que me miran tan intensamente.

-Depende de si la persona que los lleva me gusta o no –murmuro.
-O sea, que no quedo del todo descartado, ¿no? –ríe.
-Con tanta preguntita… no sé yo.

Justo en ese momento pienso en Jaime, en el beso que me dio la noche antes de que me fuera… ¿Qué estoy haciendo en la misma habitación que otro chico que, por cierto, ¡está desnudo!? Bueno, sí, tiene una toalla por encima, y técnicamente no estoy en la misma habitación porque estoy justo en la puerta y él está en el baño, pero… no sé, no creo que esto esté bien, y menos con el carácter que está tomando la conversación y las intensas miradas de Zayn.

-Bueno yo… mejor me voy que querrás vestirte y eso. Ya vendré cuando salgas tú –digo.
-Podemos compartir el baño… -ríe con picardía.
-No gracias, prefiero esperar.
-En fin, lo que quieras.

Ya que voy a cerrar la puerta, escucho que Zayn me dice:

-Por cierto, me encanta tu pelo.

Me miro fugazmente en el espejo del baño y veo que estoy despeinada; me parezco bastante a Simba, el del Rey León. Pongo los ojos en blanco.

-Acabo de levantarme, ¿te crees que el pelo una se lo quita para dormir y luego se lo pone por la mañana?
-Era sólo una apreciación –sonríe angelicalmente.
-Ya, claro –salgo y cierro la puerta tras de mí-. ¡Sal rápido, no sea que Violet se despierte y se asuste al verme con estas pintas! –digo desde fuera.
-Ay que ver, cómo lo exageras todo –me contesta-. Mientras esperas, puedes ir pensando en si vas a venir esta tarde a conocer a mis amigos.

¡Es verdad! Ya se me había olvidado que me había propuesto salir un rato. Por un lado podría estar bien, pero por otro… no es que Zayn me caiga mal, pero me pone muy nerviosa con las cosas que dice a veces. Claro que la idea de quedarme sola en esa casa toda la tarde… Puede que muera de aburrimiento.

Un par de minutos más tarde, Zayn sale del baño ya vestido con un jersey marrón y unos pantalones vaqueros. Me sonríe.

-Mira, ahora parece que no tuviera ni un tatuaje… Con lo cual, te gusten o no te gusten los tatuajes… es posible que yo te llegue a gustar –me guiña un ojo y señala el baño-. Todo suyo, my darling.

Suelto una risilla y entro en el baño para arreglarme. Me vuelvo a mirar al espejo. La verdad es que llevo unos pelos…

Diez minutos después, estoy bajando las escaleras en dirección a la cocina. Justo al entrar en ella, me suena la barriga.

-Vaya, ¿tenemos hambre? –escucho que dice Zayn.
-¿Es que estás en todas partes o qué? –me sorprendo.
-No, sólo en las que estás tú –ladea de nuevo una sonrisa.
-Ah, qué tierno.
-Sí, me ha quedado bastante bien.

Ambos reímos, y me sorprendo bastante de que eso esté ocurriendo.

-En realidad es que, al ser por la mañana, lo lógico es ir al baño y desayunar, ¿no? Así que tampoco es tan raro que coincidamos –dice él.
-Tienes razón.

Zayn se lleva las manos a la cabeza, como asombrado.

-¿Qué has dicho?
-Que… que tienes razón –frunzo el ceño.
-¡No, no, espera! –saca su móvil del bolsillo del vaquero.
-¿Qué pasa?
-¡Tengo que grabar este momento histórico! –dice, riéndose-. ¡Me has dado la razón! Y ¿quién sabe cuándo se volverá a repetir esto?
-Tonto –bufo, pero luego se me escapa una sonrisa.

Entonces recuerdo algo…


18 de octubre.

-Se te ha caído…
-¿El qué? –miro al suelo.

Jaime me da con su dedo índice en la barbilla.

-¡Has picado! –ríe.
-Tonto –protesto.
-Lista –me contesta él con una sonrisa.

El resto de nuestros amigos ríen, y veo alguna que otra mirada cómplice. Un rato después, Lorena se acerca a mí y me susurra:

-Cuando el río suena, agua lleva…
-¿Qué dices? –arrugo la nariz, sin entender por qué me ha dicho ese refrán.
-Pues que cuando un tío una tía se dicen “tonto” y todo eso… es que hay algo entre ellos –me guiña un ojo.

Yo sonrío quitándole importancia. ¿De verdad hay algo entre nosotros? Bueno, ¿y si lo hubiera? La verdad es que no me desagrada la idea.

21 de diciembre… de nuevo.

-¿Hola? ¿Hoooooola? –Zayn me pasa la mano por los ojos para que reaccione.
-¿Eh? ¿Qué? –sacudo la cabeza para espabilarme; me había perdido en los recuerdos.
-Estabas como ida –alza las cejas.
-Estaba pensando –sonrío.
-Ah –no me pregunta nada más.

Zayn empieza a sacar cosas del frigorífico y los armarios y se pone a preparar desayuno como para dos.

-No hace falta que me prepares el desayuno –le digo.
-Trabajo aquí, ¿recuerdas? Tengo ciertas obligaciones –sonríe.
-Bueno, lo que quieras…
-¿Leche o café? –pregunta mientras trajina con las cosas.
-¿Chocolate? –sé que allí el Cola-Cao no existe, así que busco lo más parecido.
-Es exigente la señorita, eh –bromea.
-Te he dicho que me lo preparaba yo –contesto.
-Ni siquiera sabes dónde está cada cosa… No quiero que desaproveches la juventud preparando un desayuno –ríe por lo bajo.
-Estoy de acuerdo. 
-¿Chocolate caliente o templado?
-Caliente, por favor.
-Marchando –imita a un camarero.

Me apoyo en la mesa de la cocina mientras contemplo cómo prepara las cosas. Se nota que tiene muy buen cuerpo a pesar del jersey ancho; probablemente el hecho de que ya lo haya visto me ayuda a pensar eso.

-¿Has pensado ya en lo de esta tarde? –se detiene y me mira.
-Bueno…
-¿Sí o no?
-Sí –acepto finalmente.
-Genial –sonríe mordiéndose la lengua, como le he visto hacer ya alguna vez; qué gesto más encantador.

Vuelvo a pensar en lo que me dijo Lorena hace ya tiempo. Pero eso no tiene por qué ser verdad, ¿no? Quiero decir… no tiene nada que ver que yo le haya dicho tonto a Zayn con que me guste o algo así… ¿verdad? 



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