miércoles, 31 de julio de 2013

#Imagina de Liam PARTE 8

Celia se revolvió inquieta en su cama. En ese momento pensaba que no debería haberle besado, y menos siendo viernes. Ahora quedaban dos largos días hasta que pudiera verlo y saber cómo se lo había tomado. También tenía su número, claro, pero no creía que llamarle fuera a arreglar la posible metedura de pata. Y él no tenía el teléfono de ella, ni sabía dónde vivía. Suspiró, consciente de que no parecía haber una manera posible de saber si había hecho mal besándole. Sin embargo, en su fuero interno creía que había estado bien. Muy bien, de hecho. Ni siquiera había llegado a durar dos segundos, pero casi podía sentir todavía sus esponjosos labios rozando los de ella.
Necesitaba contárselo a alguien. Pensó en Eli, pero cuando se enterara iba a montarse una película y acabaría organizando una boda. Era mejor Leire, pues le daría su opinión sincera y más templada. Así de paso le podría preguntar por qué no había ido a la pequeña reunión de esa tarde.
Sacó su teléfono, buscó el número de su amiga y llamó.

-¿Celia? ¿Qué pasa? -preguntó con voz somnolienta.
-¿Te he despertado? -hizo una mueca, mirando el reloj: ya eran las doce de la noche.
-Sí, pero no importa. ¿Ocurre algo?
-¿Por qué no has podido venir a la reunión? -preguntó Celia.
-Tenía cita en el dentista.
-¿Seguro? 
-Lo siento, no voy a dejar de participar en la feria del libro para que tú estés a solas con el profesor -rió levemente.
-De todos modos, es mejor que no nos volvamos a quedar solos -suspiró.
-¿Y eso?
-Le he besado -soltó Celia.
-¡¿QUE QUÉ?! -exclamó su amiga.
-Pues que le he besado.
-Ya... ya lo he escuchado. ¿Pero cómo...?

Celia le explicó un poco lo que había pasado esa tarde.

-Un profesor no invita a una alumna cualquiera a cenar, eso está claro -dijo Leire.
-Es que no lo entiendes. No era mi profesor en ese momento. No me trataba como a una alumna -intentó explicar ella.
-Sigue siendo tu profesor, te trate como te trate.
-¿No te parece bien?
-¿El qué?
-Que me guste.
-¿Te gusta él o te gusta el morbo de estar tonteando con un profesor?
-Intentaré no ofenderme por lo que acabas de decir.
-Tal vez no eres consciente de ello, pero podría ser una posibilidad.
-Supongo que si te he llamado ha sido para tener tu sinceridad.
-Es toda tuya.
-Ya -Celia tomó aire-. ¿Crees que he hecho mal?
-Depende.
-¿De qué? 
-De las consecuencias que tenga ese beso.

No pudieron sacar muchas conclusiones más. Hasta que no supieran cómo había reaccionado Liam, no había mucho más en lo que pensar, así que Celia se fue a dormir con las mismas inquietudes.
El sábado Celia se dedicó a hacer deberes e intentar estudiar, aunque le costó concentrarse.

-¿Te pasa algo? -le preguntó su madre durante la cena.
-No, no es nada -dijo ella algo ausente.

Al día siguiente, el domingo, sus amigas quedaron para ir a tomar café, pero a ella no le apetecía ir, y menos precisamente a esa cafetería. Tenía la sensación de que lo había estropeado todo. Bueno, "todo" lo que tuvieran Payne y ella.
"O vienes o te sacamos de tu casa a rastras", le dijo Eli en un whatsapp.
Y como a las cuatro y media no estaba en la cafetería, cinco minutos después alguien tocó a la puerta.
-Voy yo -dijo a su madre, suponiendo que serían sus amigas.
En efecto, abrió la puerta y allí estaban.

-Vas a venir a tomar café -Eli se cruzó de brazos.
-Pero es que no me apetece -protestó.
-Nos da igual. Vienes y punto -Leire la tomó de la muñeca y tiró de ella hacia fuera-. La secuestramos un rato, os la devolveremos sana y salva -gritó hacia el interior de la casa.

Sin poder decir o hacer nada más, la sacaron del edificio y la arrastraron hasta la cafetería. Patricia y Claudia, sus otras dos amigas, las esperaban allí, guardando el sitio. También habían pedido, y había cinco cafés descansando delante de cinco sillas alrededor de la mesa redonda que habían escogido, al lado de un ventanal.

-Con leche para la señorita –dijo Patri sonriente al ver a Celia.
-Gracias –murmuró ésta, dando un sorbo a su café.
-Chiquilla, ni que estuviéramos en un funeral –reprochó Claudia.
-Pues casi –comentó Leire.
-¿Por?
-¿Se lo cuentas tú o se lo cuento yo?
-Tú –dijo Celia a su amiga.
-Ha besado a su profesor de inglés –soltó Leire.
-¡¿Qué?!
-¡¿Pero cómo…?!
-¡Qué calladito te lo tenías! –Eli habló por encima de las voces de sus amigas, sacándole una sonrisa a Celia.
-¿Y él qué ha hecho? –preguntó Claudia.
-No se sabe. Esta señorita –le dio un codazo suave- se fue casi corriendo y él no pudo decirle nada.
-O no quiso –apuntó la afectada.
-Celi, estaría demasiado sorprendido como para saber qué decir –terció Patricia.

La chica ladeó una sonrisa por el apelativo que había usado su amiga para llamarla; siempre lo empleaba cuando quería hacerla sentir bien.

-Venga, anímate, al menos podrás decir que besaste a Liam Payne –Eli le guiñó un ojo-. Serás la envidia de toda la clase.
-No quiero que nadie lo sepa –dijo ella-. Imagínate la que se montaría…
-Tiene razón –coincidió Leire.
-Por favor, chicas, no se lo digáis a nadie.
-No te preocupes.

Miró a sus amigas y todas le sonrieron con cariño. Se sintió bien de tenerlas a su lado.

Justo entonces el reloj de la cafetería dio las cinco, y la puerta del local se abrió, dejando paso a un tipo alto, de pelo castaño claro y vivos ojos marrones. Él se dio cuenta de la presencia de Celia antes de que ella fuera consciente de a quién estaba viendo.

Payne se acercó cautelosamente a la mesa de las chicas, y Celia tuvo que hacer un esfuerzo por dejar la taza de café en la mesa sin que resbalara por sus manos hasta hacerse añicos contra el suelo.

-Hola –dijo él; parecía un saludo dirigido hacia las cinco chicas, pero sólo miraba a una.

Leire le dio otro codazo a su amiga, pero éste más fuerte, haciéndola reaccionar.
-Ho… hola –murmuró Celia.
-¿Te apetece… hablar? –preguntó Payne.

Las otras muchachas se miraron entre sí y asintieron levemente con la cabeza.

-Vamos al baño –informó Eli, tras lo que todas se levantaron y se perdieron tras la puerta del aseo.
-Vaya una excusa más mala –bufó Celia, aunque ellas ya no podían escucharla.
-Lo hacen con buena intención, supongo.
-Claro –suspiró.

Una camarera se acercó y le preguntó al profesor qué quería tomar.

-Té, por favor –pidió él.
-El té de las cinco –dijo Celia cuando la mujer se hubo ido, al recordar la hora que era-. Qué inglés.
-Sólo para algunas cosas –sonrió.

Se produjo un breve silencio, en el que ambos parecían reflexionar sobre qué decir.

-No esperaba verte aquí –comentó ella.
-Ni yo a ti.

Sin embargo, la chica estaba convencida de que él también había pensado en ella al decidir ir a esa cafetería. No porque creyera que iba a verla ese día, sino porque las dos veces que se habían visto a solas habían comenzado ahí.

-Aún no has respondido a mi pregunta –dijo Payne.
-¿Qué pregunta? –se tocó el pelo, nerviosa.
-A la de si te apetece hablar.
-Ya estamos hablando, ¿no? –replicó la chica.
-Tienes razón. Seré más concreto: ¿te apetece hablar sobre lo que pasó ayer?

La camarera trajo el té de Liam, lo que le dio a Celia un minuto para pensar en qué contestarle.

-No sé si me apetece, pero supongo que hay que hacerlo –contestó al fin.
-Sí, yo también lo supongo.
-¿De qué quieres hablar exactamente?
-Bueno, no del trozo de pizza que dejamos en el plato –bromeó él, aunque también se le notaba algo nervioso.
-Dime.
-Sabes muy bien de qué.
-Dilo –pidió ella de nuevo.
-Del… beso.

Celia respiró hondo.

-¿No te gustó? –intentó parecer relajada.
-Precisamente ese es el problema…
-Bueno, yo… -empezó una disculpa, pero él le impidió continuar.
-Que me gustó.

La chica alzó las cejas, sorprendida ante esa respuesta, y algo descolocada. No lo esperaba.

-¿Y eso es un problema?
-Sí.
-¿Por qué?

Payne dio un largo trago a su té.

-Porque no debió haberme gustado.
-Pues no veo el por qué.
-Ya estuvo lo suficientemente mal que te llevara a cenar por ahí… -trató de explicarse.
-¿Porque eres mi profesor?
-Porque soy tu profesor –asintió.
-Eso es una excusa.
-¿Una excusa? Ojalá lo fuera –Payne resopló.
-Explica eso.
-Mira, eres una alumna, mi alumna. Y besar a una alumna está mal, pero que muy mal.
-Si crees que lo hago porque eres mi profesor, estás muy equivocado con respecto a la clase de persona que soy.
-No creo que lo hayas hecho por eso –se defendió él-. ¿Pero no entiendes que está mal?

Celia se cruzó de brazos y miró fijamente a esos ojos marrones que brillaban de forma tan intensa.

-Sólo hay una respuesta, y en realidad es bastante sencilla –dijo la joven.
-¿Qué?

-¿Merece la pena cometer el delito para recibir la recompensa? –preguntó ella- ¿Te gusto lo suficiente como para que no te importe lo que esté mal y lo que esté bien?


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lunes, 29 de julio de 2013

#Imagina de Liam PARTE 7

Ni siquiera pensó que tal vez las ocho de la tarde fuera demasiado temprano para cenar, Celia sólo podía ser consciente de que Payne caminaba a su lado, ambos en dirección a algún restaurante.

-Seguro que a la comida española no le haces ascos, como al café -comentó ella mientras caminaban.

El joven la miró y luego sonrió.

-Tienes razón, de la comida no me quejo.
-Lo suponía.
-Además, tampoco deberías sentirte directamente ofendida por mi rechazo al café, no es precisamente una bebida típica española -razonó él.

Celia pensó durante un momento en sus palabras y luego negó con la cabeza.

-¿Adónde dices que vamos? -preguntó.
-No sabes aceptar que a veces no tienes razón -él rió levemente.
-¿Por?
-Has cambiado de tema -alzó las cejas.
-Es que ese hilo de conversación ya estaba agotado -se defendió ella.
-Igual que cuando se dice "tomar prestado" en lugar de "robar" -comparó Payne.
-No es lo mismo.

El joven soltó una carcajada, pero no replicó. En lugar de eso, tomó a Celia de la mano para dirigirla al interior de un local que había por donde ellos estaban pasando. Al atravesar las puertas, la chica miró a sus manos entrelazadas y luego a los ojos de Liam. Este pareció darse cuenta por primera vez del posible significado del contacto y apartó su mano con suavidad.

-Una… ¿pizzería? –rió.
-Sí. Así seguro que te gusta la comida –él mostró una de sus sonrisas encantadoras.
-Qué estereotipadas nos tienes a las adolescentes –Celia alzó las cejas.
-Dudo que a ti se te pueda seguir considerando adolescente –comentó el joven mientras se sentaban en una mesa para dos.
-¿Por?
-¿Tienes diecisiete o dieciocho?
-Ya pueden meterme en la cárcel, Payne –bromeó ella.
-Pues con dieciocho yo no te seguiría llamando adolescente.
-Yo me seguiría llamando Celia, tienes razón –ladeó una sonrisa.

Él rió.

-Más bien eres una mujer.

Aquello la hizo sentirse muy bien. No es que quisiera ser mayor, no tenía ningún interés en que pasara el tiempo, en tener más preocupaciones y responsabilidades, pero que Payne la reconociera como una mujer le daba una posibilidad más con él. Si la hubiera visto como una niña, estaba claro que no podría haberle interesado.

-¿Saben ya qué van a beber? –un camarero se acercó a preguntarles, interrumpiendo los pensamientos de la chica.
-Coca-Cola –dijo ella.
-Otra para mí.
-Muy bien, ahora mismo se lo traigo –el hombre tomó nota y se alejó de la mesa.

Liam apoyó un codo en la mesa y su barbilla en esa mano, y miró a Celia.

-Una mujer que se pide Coca-Cola –comentó en tono jocoso.
-Un hombre que lleva a una mujer a cenar a una pizzería –contraatacó ella.
-Vale, tú ganas. La próxima vez te llevaré a un restaurante gourmet.
-O en ese restaurante sirven también té o es que tienes muchas ganas de verme –clavó sus ojos en los del joven.
-¿Por qué lo dices?
-Antes, en la cafetería, has dicho que la próxima vez los dos beberíamos té, y ahora…
-Ya, ya lo pillo –ladeó la cabeza-. Quizás sí que tenga ganas de verte.

Una descarga eléctrica recorrió la columna vertebral de Celia.

-Y tú también te has pedido Coca-Cola.
-Vuelves a tener razón –Payne sonrió.
-Suelo tenerla.

Él puso los ojos en blanco, pero seguía sonriendo. Entonces el camarero les trajo sus bebidas y les preguntó si estaban listos para pedir.

-Pues la verdad es que… -comenzó Liam con su casi perfecto acento español.
-Sí, ya estamos –lo interrumpió ella-. Queremos una “cuatro estaciones” para compartir, gracias.

Cuando el camarero lo hubo apuntado y se fue, el profesor miró a la chica con el ceño fruncido.

-¿Qué? –preguntó ella, como si no supiera por qué la miraba así- ¿Cuántas veces has estado tú en esta pizzería?
-Ninguna, pero…
-Ah, pues yo he estado un montón, así que deja que la experta hable –alzó una ceja.

Payne suspiró, dándose por vencido.

-Eres imposible –dijo.
-Impossibleeeee, impossibleeeee, impossibleeeee –empezó a cantar Celia, lo que provocó la risa de su acompañante.
-Tell them all I know now, shout it from the roof tops –para sorpresa de ella, el joven continuó por donde Celia lo había dejado.
-Vaya, pues cantas bien y todo –dijo.
-Gracias –él hizo una imitación de reverencia-. Cuando vivía en Inglaterra dudé entre si presentarme a Factor-X o hacerme profesor de literatura, y aquí estoy -bromeó.
-Vaya, ahora podrías ser mundialmente conocido y dar conciertos y todo –dijo la muchacha, en broma.
-Pues mírame, me encuentro dándole clase a unos cuantos adolescentes en una pequeña ciudad española.
-Esto es mucho mejor, por supuesto.
-Sin duda.

Ambos rompieron a reír.

-Así que en realidad eres profesor de literatura…
-Sí, eso es lo que estudié.
-¿Y cómo es que ahora estás aquí? –preguntó ella.
-Bueno, cuando acabé la carrera me ofrecieron una beca para venirme a España. El trabajo en Reino Unido tampoco es que sobre, y menos para gente con mis estudios –explicó.
-¿Y eso fue…?
-Hace dos años.
-¿Llevas dos años en España? –sus cejas se levantaron levemente.
-Sí, ¿tan malo te parece mi español? –ladeó una sonrisa.
-No, no, es muy bueno. ¡Lo hablas perfectamente!
-Gracias –hizo un gesto con la mano para quitarle importancia-. Ahora trabajo donde me llaman, como sustituto. Aunque es posible que el año que viene me den una plaza fija.
-¿Dónde? –intentó parecer menos interesada de lo que en realidad estaba.
-Aún no lo sé. No me gusta hacer planes para el futuro, porque nunca sé dónde voy a estar cuando la sustitución se acaba.

Celia no sabía si había notado cierto tono de disculpa en su voz.

-Y… ¿cuánto va a durar más o menos la baja de mi antiguo profesor de inglés?
-No lo sé con seguridad… Al menos un par de meses.

La chica asintió.

Poco después les trajeron la pizza, y mientras comían se dedicaron a hablar de todo un poco. ¿Cuál es tu color favorito?; ¿Tienes mascotas?; ¿Hace mucho frío en Inglaterra en invierno?; ¿Cómo es posible que te guste el café?...

Con cada nueva frase, Celia sentía que el profesor se escondía un poco más y aparecía un joven cualquiera en su lugar. Bueno, uno cualquiera no. El que le gustaba a ella, claro. Payne.

-No puedo más –protestó ella.
-Cómete ese trozo –le instó.
-¡No puedo! Voy a explotar… Cómetelo tú por mí –casi suplicó.
-Es tú trozo, tú te lo comes, no me valen excusas.
-Cuando reviente y llene la pizzería de sangre, vas a ser tú el que quite las manchas –se cruzó de brazos.
-Qué dulce –ironizó él.
-Que te comas la pizza.
-No voy a hacerlo –también cruzó los brazos.
-Pues se queda ahí.
-Muy bien.

El trozo descansaba intacto en la bandeja mientras un poco después los dos salían de la pizzería.

-Eres una cabezota –dijo Payne.
-Tú lo eres tanto o más que yo –contestó Celia.

Sin embargo, no pudieron evitar que una sonrisa asomara a sus rostros. En ese momento, la chica notó algo vibrar en su bolsillo. Sacó el móvil y vio que tenía un mensaje de su madre diciendo que se fuera ya a casa, que era tarde.

-Bffff –protestó ella.
-¿Qué pasa? –la miró.
-Mi madre. Dice que me vaya ya.
-Bueno, ya son las once…
-Como no le haga caso, no va a parar de hacerme preguntas.
-No es muy aconsejable que le digas que has salido con tu profesor de inglés, ¿no? –esbozó una sonrisa.
-Más bien no –admitió la muchacha.
-Entonces vete antes de que te metas en un lío.
-Ya –suspiró.
-Te acompaño a casa.
-¡No! Mejor no.
-Vaya, ¿por qué?

La chica dudó un instante. ¿Y si sus padres estaban sentados en el balcón? Solían hacerlo para tomar el fresco, y así de paso veían con quién volvía a casa su hija. Eso le pareció demasiado patético como para decírselo a Liam.

-Ya se sabe lo que pasa en los portales cuando los chicos acompañan a las chicas a su casa… -adoptó una voz atrevida.

Él negó con la cabeza y rió.

-¿De verdad que no quieres?
-¿Que pase lo que siempre pasa o que me acompañes? –sonrió.
-Mmmm… ambas cosas.
-Te sacaré de dudas –se encogió de hombros.
-¿Cóm…?

Sin pensárselo demasiado, se puso de puntillas y unió sus labios con los de él durante tan sólo un segundo. Aun así, su respiración ya se había vuelto irregular, y sentía el estómago contraído. Tal vez se hubiera pasado de la raya, y a pesar de ello sentía unas ganas inmensas de volver a besar sus extremadamente suaves labios. Sin embargo, sabía que era mejor no tentar a la suerte. Así que, sin mirarle a la cara, se dio la vuelta y echó a andar a paso rápido en dirección a su casa.


Liam no la siguió. Quizás estaba demasiado sorprendido o… quizás Celia sí que se hubiera pasado de la raya.


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sábado, 27 de julio de 2013

#Imagina de Liam PARTE 6

Los dedos de Celia repiqueteaban en la mesa con intranquilidad. Había quedado con Leire en la cafetería a las seis menos cuarto para contarle un poco cómo se sentía, pero eran las seis menos cinco y la chica seguía sin aparecer.

Justo entonces recibió un Whatsapp de ella.

“No puedo ir, lo siento, ya hablamos”

Frunció el ceño con preocupación, pero ni siquiera le dio tiempo a contestarle preguntándole si todo iba bien; Payne atravesó la puerta de la cafetería en ese mismo instante. Sonreía, como siempre, pero al ver la expresión de Celia sus labios se unieron formando una fina línea.

-¿Va todo bien? -preguntó al acercarse.
-Sí, sí -mintió ella; la verdad era que no sabía si lo que iba mal era que le había pasado algo a su amiga o que, desde una perspectiva egoísta, le preocupaba no saber enfrentarse a una tarde a solas con Liam Payne; no se había preparado para eso.
-Pide algo para beber... si quieres -dijo Celia.
-Mejor esperamos a Leire, ¿no?
-Pues es que... -dudó- Leire acaba de decirme que no va a poder venir.
-¿Y eso? -se sorprendió.
-No lo sé. Así que pide algo si te apetece, yo por ahora no tomaré nada.

Payne arrugó la nariz en un gesto que le hacía parecer aún más joven, pero al fin aceptó. Colocó su té en la mesa pocos minutos después, y apoyó los codos en el filo de esta.

-Empezamos nosotros, ¿no? -aguardó hasta recibir un asentimiento por parte de Celia- ¿Cuántos libros diferentes podemos traer?
-Entre ciento cincuenta y doscientos, o eso solemos traer todos los años -explicó ella.
-Vaya, esos son muchos libros -Payne abrió los ojos algo más que de costumbre.
-Creía que tenías cientos de títulos de la literatura inglesa que querías que leyéramos -bromeó ella.
-Y los tengo. Pero no sé si tú comprarías "Jane Eyre" sólo porque a mí me parece una lectura interesante...
-Tienes una obsesión con las hermanas Brontë -los dos libros de los que habían hablado eran de ellas.
-Tengo muchas obsesiones que ni te imaginas -dijo con voz... ¿pícara?
-¿Por ejemplo?
-Le tengo fobia a las cucharas -comentó con total normalidad.

-¡¿A las cucharas?! -Celia no logró contener la risa- Será a las "cucarachas", ¿no?
-No, no, a las "cucharas" -sonrió.
-¿Y eso es... normal? -estaba verdaderamente sorprendida.
-No lo creo -rió.
-Entonces, ¿cómo comes sopa? 
-Con tenedor -respondió con tranquilidad.

Celia no sabía si se estaba riendo de ella o lo decía en serio.

-Bueno, vamos a los libros -dijo ella-. Podríamos poner un puesto de clásicos, pero si el objetivo es que la gente los compre y los lea, la mayoría deberían ser más... actuales.
-Estoy de acuerdo.

Dedicaron una hora y media a decidir qué clase de libros querían, y estuvieron pensando en algunos títulos. En algunas ocasiones Celia habría deseado contar con la opinión de Leire, pero por otra parte se sentía contenta de estar compartiendo una tarde con Payne.
-No sé si tienes que irte a casa a alguna hora en especial... -comentó él.
Sin embargo, no daba la sensación de que fuera un intento de despedirse, sino más bien parecía que ese hecho le apenaba. Tal vez era que no quería que ella se buscara algún problema con sus padres.

-Tranquilo, es viernes. Pero si quieres que me vaya... -alzó una ceja.
-¡No! -exclamó Payne- Quiero decir que no... no es eso, es sólo que...
-No importa -la chica sonrió-. Voy a pedirme un café, ¿quieres uno?

El joven hizo una mueca de desagrado.

-¿Estás de broma? Puaj.
-Vamos, pruébalo -pidió ella.
-Pero...
-¿Porfa? -empleó su tono más angelical.

Payne suspiró.

-Vale -aceptó.
-Ya verás como no está tan malo.

La chica se levantó y fue a la barra a pedir dos cafés. Poco a poco iba sintiendo que Payne iba olvidando cada vez más que era su profesor y se comportaba simplemente como un amigo. Aunque desgraciadamente eso no era suficiente para ella.
Regresó a la mesa y le tendió a Payne su café.
-Ya verás qué rico -le habló como si fuera un niño pequeño.
Él le lanzó una mirada de rencor claramente en broma.

-La próxima vez tú beberás té -dijo.
-Así que habrá una próxima vez –comentó Celia sin pensar.

Payne pareció incómodo por primera vez.

-Yo... humm... -intentó explicarse, pero no sabía cómo.
-Es más sencillo que todo eso. 
-Ah, ¿sí? -un destello de alivio cruzó sus ojos.
-Claro. Si cuando salgamos de aquí a ti y a mí nos apetece que haya una próxima vez, la habrá -concluyó Celia.
-Mmm, sí.

La muchacha no sabía si estaba diciendo que sí a que era una proposición lógica o que le apetecía volver a quedar.

-Venga, pruébalo –señaló al café.

Él lo cogió como si se tratara de algo tóxico, lo que provocó a Celia una carcajada.

-No es gracioso –protestó Payne.
-Lo es, y mucho –sonrió.

El joven se llevó el líquido a los labios y dio un pequeño trago bajo la expectante mirada de Celia.

-¿A que no está tan malo?
-Ag –hizo una mueca de asco, aunque ella intuyó que estaba exagerando.
-Vaya un delicado –bufó.
-Está amargo.
-Tú sí que estás amargo.
-Gracias –ironizó él.

Entonces se dio cuenta de que ya no había ni rastro de ese profesor, ni tampoco de su alumna. Ahora no parecían viejos amigos hablando de temas impersonales. Parecían dos nuevos amigos, cada vez ampliando más y más su amistad. Ahora sólo necesitaba… necesitaba que aquello no se quedara en la famosa zona de amigos, si bien algo le hacía sentir que él tampoco deseaba eso.

-Creo que deberíamos dejarlo por hoy –comentó Payne.
-¿El qué?
-Lo de la feria del libro.
-Ah, sí. Además, estoy segura de que Leire quiere ayudarnos, así que… dejémosle algo de trabajo a ella –guiñó un ojo.

Él sonrió, y luego se quedó pensativo durante un momento. Parecía estar librando algún tipo de debate interior, pues finalmente respiró hondo y asintió con la cabeza, como diciéndose a sí mismo que la decisión tomada era la correcta.

-Habíamos dicho que hoy es viernes, ¿no? –preguntó, tratando de imprimirle cierto tono de despreocupación a su voz.
-Sí, ¿por?
-Y no tienes que volver a casa temprano o hacer deberes, ¿verdad? –ignoró la pregunta de ella.
-Verdad, pero…

Payne sonrió y se bebió su café de un trago, lo que dejó a Celia aún más confusa.

-¿Te apetecería ir a cenar por ahí? –soltó el joven.

La chica estaba tan sorprendida que no fue capaz de contestar.

-Conmigo, claro. Aunque si no quieres… -estaba malinterpretando el silencio de Celia.
-No, sí, o sea, que sí que quiero –respondió ella rápidamente.
-Bien –sonrió.
-Espero que no te importe que te vean por ahí con una alumna…
-No lo hará mientras a ti no te importe que te vean por ahí con un profesor.


Celia miró a sus ojos marrones y los vio tan cálidos, vivos y sinceros como siempre. Ya no sólo se sentía atraída físicamente hacia él. Su personalidad también estaba empezando a encantarle. No pensó que una relación profesor-alumna podría traer graves consecuencias para ambos. En ese momento sólo era consciente de que estaba a punto de tener algo parecido a una… cita con un joven de veinticuatro años llamado Liam Payne. 


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#Imagina de Liam PARTE 5

Celia jugueteaba con la cremallera de su escuche fingiéndose distraída, aunque de vez en cuando dedicaba alguna mirada furtiva a su profesor. En una de esas miradas sus ojos se encontraron, y la chica tuvo que luchar consigo misma para no bajar la vista. Él sonrió.

-Celia, ¿puedes corregir en la pizarra los ejercicios que mandé ayer? -preguntó.

-Eh, sí, claro -masculló, levantándose de su silla.

Recordó que ayer, cuando se encontraron camino de la biblioteca, le preguntó si los había hecho. Pensó complacida que eso significaba que se acordaba de la conversación.
Salió a corregir los ejercicios que había hecho la noche anterior, y sólo tenía un par de fallos. Payne la felicitó y encendió el radiocasette para hacer otro ejercicio de escucha.

-Cómo te mira -comentó Eli mientras él ponía el disco.

-¿Quién? 
-¡Él!-exclamó, si bien su voz era un susurro.
-Estáis paranoicas -resopló Celia.
-Si Leire lo dice...
-Leire también se equivoca.
-Sabes que en estas cosas no.
-Alguna vez tiene que ser la primera.
-Tú no dejas de mirarle cuando él no se da cuenta, pero es que él hace exactamente lo mismo -dijo Eli.
-No me... 
-Anda, ahora está mirando -dijo en voz bajita.

Celia volvió la cara y sus ojos se encontraron otra vez con los de Payne. Ahora apartó la mirada, sintiendo que iba a sonrojarse.

El resto de la hora pasó con relativa normalidad, aunque cuando la sirena sonó para que los estudiantes se fueran a la siguiente clase…

-Celia, ¿puedo hablar un momento contigo?

La chica se quedó paralizada al escuchar la voz de su profesor pronunciar su nombre. Quizás sólo fuera producto de su imaginación, pero sentía como si su nombre lo dijera de una forma algo diferente a como decía el de las demás. Una forma más ¿cercana?

-Claro –dijo casi sin aliento.

Eli la miró alzando una ceja con expresión de “te lo había dicho”, aunque sonrió alegremente otra vez y murmuró una excusa para irse sin su amiga. ¿Qué pretendía? ¿Dejarlos a solas? Pues lo había conseguido, porque los últimos que quedaban en la clase se fueron también.

Celia se dio la vuelta despacio, y caminó hasta la mesa del profesor, donde Payne la esperaba sentado en lo alto de la mesa, como el primer día. La recibió con una cálida sonrisa.

-Era para hablar sobre lo de ayer –comenzó él.
-¿El café? –dijo lo primero que se le vino a la cabeza.

Payne rió levemente.

-En mi caso fue té. Pero no, me refería a lo de la feria del libro.
-Ah –intentó que no se notara su desencanto; estaba hablando con ella en calidad de profesor-. Pues dime.
-He pensado que quizás podríamos quedar esta tarde para ir empezando a decidir qué libros traer –comentó.
-Leire también –Celia alzó una ceja.
-¿Leire es la otra chica?
-Sí.
-Pues ella también, claro.
-Bueno.
-¿Te parece bien? –preguntó él.

La verdad es que no sabía cómo le parecía. No tenía muy claro si le asustaba volver a estar con él fuera del instituto, si le había decepcionado el hecho de que no fueran a ir solos, o si en su cerebro había una mezcla de todo un poco que le impedía pensar con claridad.

“No es nada de eso, es sólo que te gusta y no sabes cómo actuar cuando está cerca”, pudo casi escuchar la voz de Leire hablándole en su cabeza, porque eso sería lo que ella le habría dicho. Porque era la realidad.

-Sí, ¿por qué no?
-Quizás tienes que estudiar, tal vez no te apetece, a lo mejor ya has quedado… -empezó a enumerar él.

Eso sacó una sonrisa en el rostro de la muchacha.

-Era una pregunta retórica –dijo ésta.
-Lo sé –se pasó la lengua por el labio inferior en un gesto inconsciente que a ella la hizo estremecerse.
-¿Cuándo y dónde?
-¿A las cinco en la cafetería de ayer? –sonrió.
-Le preguntaré a Leire.
-¿Y cómo sabré yo su respuesta?

La solución parecía bastante sencilla, pero Celia no estaba segura de si debía proponerla. Aunque estaba claro que por mucho que él también la hubiera pensado, Payne no iba a ser el que lo dijera. Él era el profesor, y era más grave que fuera él quien cruzara la línea.

-Fácil –aparentó una seguridad que no sentía-. Dame tu número.

El joven se mostró por primera vez un poco sorprendido. ¿Sería por el atrevimiento o porque pensara que eso era excederse?

-Bien pensado –accedió finalmente.

Celia sacó su móvil y se dispuso a guardar el teléfono de su profesor de inglés.

-No deberías traer el teléfono al instituto –observó él, aunque no en tono de regañina.
-¿Por?
-Está prohibido –frunció el ceño.
-Ah, eso –se encogió de hombros-. Pregúntale a cualquiera que veas por los pasillos si lleva el móvil encima o no.
-Ya, pero…
-Te dirán que las normas están para incumplirlas –aseguró Celia-. ¿Y no es así, en cierto modo?
-Depende de qué normas.
-Depende de qué normas estés dispuesto a incumplir –añadió ella.

Le miró a los ojos, y supo que el profesor había entendido perfectamente a qué se refería la chica. Era una insinuación más.

-Para eso hay que considerar qué beneficios trae romper la norma –dijo Payne.
-A veces hay que cometer el delito antes de saber el resultado que dará –ladeó una sonrisa-. ¿Me dices tu número?

Él dictó las nueve cifras y la chica lo guardó.

-Ya te avisaré si Leire propusiera otra hora o lugar–dijo Celia-. ¿Algo más?

Payne pareció dudar, pero finalmente no dijo nada.


-Pues nos vemos esta tarde –le dirigió una última mirada y salió de la clase.


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jueves, 25 de julio de 2013

#Imagina de Liam PARTE 3

Como Celia había imaginado, todos sus compañeros del grupo de lectura –especialmente las chicas- se mostraron contentos al saber que el nuevo profesor de inglés iba a ayudarles a organizar la feria del libro, y aún más cuando la muchacha les comunicó la propuesta del señor Payne de que leyeran libros importantes de la literatura inglesa a cambio de una subida de nota en su asignatura.

Sin embargo, la chica no terminaba de estar conforme con todo aquello. Tal vez por lo que le había dicho Eli, o quizás por su propia imaginación, tenía la sensación –bastante egocéntrica, por cierto, y ella lo sabía- de que en parte, el profesor había hecho todo aquello por acercarse a ella. Puede que fuera absurdo, pero algo en su interior le decía que no lo era.

-Elísabet, sal a corregir el ejercicio cinco de la página 136 a la pizarra, por favor.

La chica le dio un codazo a Celia, lo que la hizo salir de sus pensamientos.

-Déjamelo, que no lo tengo –pidió su amiga.

Celia le pasó el cuadernillo con disimulo y Eli salió a hacer el ejercicio en la pizarra con su permanente sonrisa despreocupada en los labios. 

Ya habían tenido tres clases con el profesor Payne; tenía razón al decir que les iba a hacer ponerse las pilas. Tenía especial predilección por los ejercicios de escuchar conversaciones, los listenings, que eran para la mayoría lo más complicado. A veces hablaban tan rápido que era imposible entender lo que decían, incluso aunque estuvieras acostumbrado a escuchar música en inglés.

Ahora Eli estaba corrigiendo uno de esos ejercicios de rellenar huecos con la palabra que entiendes. Tenía dos palabras mal y cuatro bien. Celia sonrió, contenta de haber acertado el doble de las que había fallado, aunque en realidad el mérito se lo llevara la otra chica.

-Gracias –murmuró su amiga cuando se sentó de nuevo y le devolvió su cuaderno.

En los días que llevaban dando clase con él, la chica no había notado ninguna clase de indicio que revelara alguna especial predilección del profesor hacia ella; el trato que le daba era como el de cualquier otra compañera, excepto por alguna que otra mirada en su dirección, si bien eso podría entenderse como vigilar la clase. Pero esa tarde tenían reunión del grupo de lectura para empezar a organizar la feria del libro, que comenzaría en dos semanas, y a la reunión irían tanto el profesor de lengua como el de inglés. A lo mejor allí cambiaban las cosas…


A las seis de la tarde, Celia iba caminando en dirección a la biblioteca del instituto sin dejar de pensar en Liam Payne. Se le ocurrió que tal vez no era él quien se había sentido atraído por ella, sino al revés. Se dijo a sí misma que se estaba obsesionando con ese profesor, y eso no le iba a traer nada bueno.

Precisamente, justo cuando pasaba por delante de la sala de profesores… él salía de ella.

-Hablando del rey de Roma –masculló la chica, aunque Payne no pudo escucharla.

Al verla, el profesor se dirigió hasta ella, puesto que ambos iban a la biblioteca.

-Buenas tardes, Celia –saludó él amablemente.
-Buenas tardes –esbozó una sonrisa, aunque estaba algo confusa.

-¿Has hecho ya los ejercicios de inglés? -preguntó él, aunque estaba bromeando.

-Puede que sí... o tal vez no -Celia sonrió de nuevo; ahora se sentía más segura de sí misma que en el encuentro del día anterior.
-Tal vez debería sacarte mañana a la pizarra -reflexionó Payne.
-Sería una buena forma de comprobarlo -la chica se mostró de acuerdo.

Antes de que la conversación pudiera continuar, el profesor y la alumna llegaron a su destino, la puerta de la biblioteca. Él la dejó pasar primero, y Celia buscó a Leire con la mirada para sentarse a su lado. Su amiga la saludó con la mano, y mientras se dirigía hacia ella, Celia comprobó que ya habían llegado todos, con lo cual la reunión comenzó al instante.
-Bueno, chicos, este año contamos con el señor Payne, que amablemente nos ha ofrecido su ayuda -dijo el profesor de lengua.
Celia vio cómo todas las chicas lo miraban embobadas, todas menos Leire, claro. Ella tenía a su novio, con el que era muy feliz, y no permitía que el hecho morboso de tener a un profesor más guapo que la mayoría de los estudiantes la distrajera. Celia admiró su capacidad de no dejarse afectar por Liam Payne, el joven que parecía haber arrasado con el instituto, ella misma incluida, muy a su pesar.
-Me gustaría que hoy decidiéramos entre todos una temática para la feria del libro, y así poder ponernos a trabajar en ello -prosiguió el profesor-. ¿Alguna idea?
Como era de esperar, nadie dijo nada.
-Yo... Ejem -comenzó Payne-. Querría proponer que uno de los puestos fuera sobre literatura inglesa. Yo me encargaría de prepararlo, claro...
El profesor de Lengua le interrumpió.

-¡Magnífica idea! -exclamó- ¡Este año el tema de la feria será la literatura británica!

-No quería decir que...
-Aun así, ¡es una gran propuesta! -el hombre estaba exultante-¿Os parece bien, chicos? -miró a sus alumnos.


Todos se mostraron encantados, principalmente porque no tendrían que pasar horas pensando un tema. La parte más aburrida de organizar la feria era esa, y el profesor Payne ya se la había ahorrado sin ni siquiera haberlo hecho a propósito.
Lo siguiente que hicieron fue repartir el trabajo de cada uno. Aunque el tema fuera de literatura inglesa, también debía haber un puesto con libros de éxito del resto de países. Algunos se tenían que encargar de la decoración, otros de la música que acompañaría, otros harían carteles y prepararían actividades para los visitantes.
-Vosotras os encargaréis de elegir los libros, ¿sí? -miró a Leire y a Celia- Ya lo han hecho varios años y se les da muy bien -explicó al profesor de inglés-. A lo mejor tú podrías ayudarlas...
De repente, todas las chicas las miraron, y Celia vio por el rabillo del ojo cómo Leire alzaba una ceja.

-En realidad no creo que... -comenzó esta.

-Sí, estaré encantado de ayudaros -la interrumpió Payne.


Leire no dijo nada más, y siguieron adjudicando las diferentes tareas al resto de los alumnos. Acordaron que a la reunión de la semana siguiente ya llevarían una idea general sobre lo que iba a hacer cada uno, y empezarían a organizarlo todo en conjunto.