Londres,
con aproximadamente nueve millones de habitantes, es la vigésimo segunda ciudad
más poblada del mundo, y la más poblada de Europa occidental. Por Londres pasan
sobre unos quince millones de turistas al año, sin contar la gran cantidad de
gente que se desplaza desde ciudades cercanas a la capital porque su trabajo
está allí. En fin, supongo que os vais haciendo una idea de lo bullicioso que
es Londres. Allí, eres como un pequeño insecto que corre el riesgo de ser
aplastado por otros cientos de insectos que luchan por abrirse paso entre las
ajetreadas calles. Por supuesto, perderse del grupo es tan fácil como
parpadear; de hecho, con un simple parpadeo, es posible que tus compañeros de
gesta ya hayan desaparecido. No es que las calles sean una avalancha de gente,
pero –y estamos hablando de la zona turística- entre los coches, los autobuses,
las decenas de grupos de turistas de todo el mundo, y los ciudadanos de a pie,
se forma una especie de caos al que cuesta familiarizarse.
Nosotros
íbamos en un grupo que afortunadamente todavía permanecía de una pieza, en
dirección al Museo Británico. Ya faltaba poco para llegar, y estábamos bastante
cansados porque el profesor de historia había decidido que era mejor ir andando
que coger el metro. Bueno, al menos me consolé pensando en que era una forma de
hacer ejercicio y con suerte volvería a casa con algunos kilos menos.
Caminábamos
por la avenida Bedford cuando Steph, que llevaba todo el trayecto hablando con
Harry, decidió venirse a mi lado. Niall se apartó un poco, e instantáneamente
los chicos lo arrastraron con ellos. He de admitir que me resultó bastante
significativo que, aunque yo no abrí la boca a menos que él me preguntase,
Niall estuvo toda esa parte del recorrido a mi lado, como si sencillamente
disfrutase de mi compañía. Absurdo.
-Es
mono, ¿verdad? –me preguntó Steph.
-¿Niall?
–nuestras voces eran susurros.
-No,
tonta. Bueno, también. Pero me refería a Harry –le señaló disimuladamente con
el dedo.
-Ya
me dijiste que te estabas enamorando locamente de él.
-¿Yo
dije eso? –mi amiga alzó inconscientemente primero una ceja y luego la otra, lo
que me produjo un ataque de risa-. Ja, ja –bufó Stephanie.
Cuando
la risa convertida en tos remitió, me enjugué las lágrimas y respiré hondo
varias veces para recuperar el ritmo normal.
-Sí
tú –conseguí contestar.
-Tiene
sentido –esbozó una sonrisa y quitó la tapa al objetivo de su cámara-. ¿Nos
hacemos una foto?
-Sabes
mi política anti-foto –no tenía
ninguna gana de afrontar la imagen que los demás veían de mí cada vez que me
miraban, ya tenía bastante con verla en el espejo cuando tenía que peinarme.
-¿Ni
siquiera en el viaje? –puso cara suplicante, pero yo negué con la cabeza.
Giramos
a la derecha para cambiar de calle, y Stephanie intentó convencerme para que
usáramos su cámara, aunque yo seguí en mis trece.
No
sé si os habrá pasado alguna vez, pero a mí me ocurre que cuando estoy haciendo
turismo en una ciudad, muchas veces me olvido de que es eso lo que estoy
haciendo, y cuando voy por la calle me pongo a pensar en mis cosas en lugar de
mirarlo todo. Cuando llego a monumentos, claro, sí presto atención, pero me
molesta porque una ciudad no son sólo sus lugares más turísticos, sino que más
bien es todo lo demás. Pero, inevitablemente, eso me pasó en mi viaje a
Londres. Tomamos la calle Great Russell y de repente teníamos el Museo
Británico ante nuestros ojos, y yo casi ni me había dado cuenta de cómo
habíamos llegado hasta allí.
No
os aburriré con la visita “auto” guiada que el señor Jackson nos ofreció de su
adorado museo, porque en cualquier caso llegó un punto en que dejé de escuchar
lo que decía sobre una máscara suramericana encontrada en el templo del nosequé. No os confundáis, algunas de
las cosas que había allí dentro me parecieron sorprendentes, si bien por otro
lado me pregunté qué habría en los museos griegos y egipcios, porque todas sus
reliquias importantes parecían estar ahí –y quizás no quede bien que una
británica lo diga, pero había cosas que no deberían estar allí sino en sus
países de origen-. Sea como sea, fue una visita interesante pero demasiado
larga para mi gusto.
El
profesor de historia nos dejó un rato libre mientras él admiraba con
detenimiento exasperante una de las exposiciones, y los chicos, Steph y yo
fuimos a la tienda de recuerdos.
-¿Vais
a comprar algo? –preguntó Zayn antes de que entraramos.
Todos
dijimos que no.
-¡Qué
más da! Seguro que hay figuritas o juguetes que dicen pruébame para los niños pequeños –Louis, que encabezaba la marcha,
se giró para mirarnos-. Y si a mí me dicen pruébame,
yo lo dejo todo y pruebo.
-Me
pregunto qué será de tus hijos el día que tengas –Liam negó con la cabeza.
-Seré
un padre mucho más didáctico porque me pasaré el día jugando con mis hijos –Louis
guiñó un ojo.
-Pobres
niños –suspiró Harry.
-Qué
dramáticos.
Entramos
en la tienda –que con sólo nosotros ya parecía llena- y echamos un vistazo a
las cosas que tenían. Louis encontró, para su felicidad, unas piezas de madera
que imitaban esculturas y estuvo jugando con ellas hasta que la dependienta le
dijo algo así como “se mira pero no se toca, madura ya”. Bueno, puede que lo de
madurar lo haya añadido yo.
-¿Qué
vamos a hacer esta noche? –peguntó de repente Zayn.
Saqué
el arrugado papel de la planificación, que llevaba en la mochila, y lo miré,
aunque ya sabía lo que ponía.
-“Cena
en el hotel y hora de dormir” –leí en voz alta.
-Es
decir, “cena en el hotel y fiesta” –intervino Louis.
-Tú
a jugar con los muñecos –le ordenó Harry.
-No
puedo, me han castigado sin juguetes –señaló a la dependienta y su cara se
tornó infantil.
-No
quiero ser aguafiestas, pero mañana hay que andar bastante… -miré las
actividades del día siguiente.
Steph
me lanzó una mirada elocuente y se colocó a mi lado.
-Lo
que quiere decir es que en lugar de salir por ahí, deberíamos quedarnos en el
hotel… pero no durmiendo, claro está –explicó.
-No,
yo…
Todos
debieron ver el codazo que me dio, y yo en ese momento sentí que me hubiera
partido una costilla. Como se me cortó la respiración, me callé.
-Claro,
podemos explorar el hotel –sugirió Louis.
-Sí,
como los boy scouts –Zayn puso los ojos en blanco.
-Lo
decía en serio –su amigo se hizo el ofendido.
-Yo
soy más de jugar a la botella.
Me
entraron unas ganas tremendas de darle ahora a Steph yo un codazo, o un
rodillazo, o un cabezazo, porque sabía que lo decía sólo para intentar
favorecer algo entre Niall y yo, pero me contuve porque habría quedado un poco
violento. No pude evitar, sin embargo, que de mi garganta surgiera un débil
sonido de protesta.
-¿No
te gusta jugar a la botella? –me preguntó Niall.
Negué
con la cabeza. Sólo había jugado un par de veces en toda mi vida, pero nunca
daba buenos resultados, porque cada vez que a alguien le tocaba darme un beso,
o decirme algo sugerente, o encerrarse conmigo en una habitación, buscaban una
excusa para decir que la tirada no había valido. A veces pensaba que habrían
preferido arrancarse una uña antes que hacer nada de eso conmigo. Así que no,
no me gustaba jugar a la botella.
-¿Tienes
miedo de tener que pasar cinco minutos con Niall en una habitación a oscuras? –Harry
alzó las cejas y esbozó una sonrisa pícara.
-¿O
de tener que darle un beso? –añadió Louis.
Yo
noté como empezaban a subírseme los colores a las mejillas, con el consiguiente
estrés que me producía que todos me estuvieran mirando y bromeando sobre mí.
Steph pareció darse cuenta, porque intentó arreglar el barullo que se había
empezado a formar.
-Pues
claro que no le da miedo –me defendió ella.
-Puede
hacerlo, entonces –propuso Louis.
-Yo
no he dicho… -rápidamente se dio cuenta de que eso había sido aún peor.
-Técnicamente,
lo has dicho –rebatió Zayn.
Miré
a Niall a la desesperada, pero él tampoco parecía saber qué decir. O quizás no
quería hacerles cambiar de opinión. Por supuesto, esta última opción ni siquiera
pasó por mi cabeza en ese momento.
-Que
lo haga, pues –pidió Louis.
-Pero…
-Vamos,
son sólo cinco minutos –Zayn había empezado a apoyarles.
-Así
tenemos una excusa para no tener que pasearnos por el hotel al estilo Indiana
Jones, como proponía el señor Tomlinson –argumentó incluso Liam.
-¿Y
nosotros mientras? –preguntó Steph, suspirando.
-Pegamos
el oído a la puerta para intentar escuchar si pasa algo –Harry sonrió.
-No
va a pasar nada –rebatí.
Me
sentía algo ofendida por que ellos debatieran sobre si Niall y yo íbamos a
pasar cinco minutos encerrados o no en una habitación, pero había llegado a ese
punto en que si no lo hacía, iba a parecer una cobarde, y Niall podía pensar
que le tenía miedo o algo así, y no quería que pensara eso de mí. Así que
acepté. Visto con perspectiva, está claro que los chicos simplemente estaban
intentando juntarnos.
-¿Ni
un besito? –Louis puso morritos.
-Vaya,
¿a quién quieren convencer para que te bese?
La
irritante voz de Amber me llegó desde detrás, y ni siquiera me giré para
mirarla.
-¿A
mi…? –empezó a decir, pero Niall la cortó.
-Amber
–me resultó extraño cómo dijo su nombre; fue como si la conociera muy bien, e
imprimió una mezcla de súplica y advertencia, algo no demasiado compatible.
-Ah
–me la imaginé poniendo los ojos en blanco-. En fin, el señor Jackson dice que
a la puerta todo el mundo. Nos vamos al hotel y me ha mandado como paloma
mensajera.
Supongo
que se fue, sin más, y yo sentí una profunda rabia recorrerme desde el estómago
hasta la garganta. Quizás esa rabia fue lo que no me hizo darme cuenta de lo insólito
de la interrupción de Niall a Amber, pero el caso es que no pensé en eso.
-Entonces,
¿no queréis nada? –nos preguntó Liam.
Volvimos
a negar con la cabeza y salimos de la tienda de recuerdos.
-Lo
siento –me susurró Steph mientras íbamos hacia la puerta.
-No
importa –me encogí de hombros, aunque en realidad pensaba que iba a ser algo
muy tenso, y estaba preocupada.
-No
pretendía… -volvió a excusarse.
-Lo
sé –dije, antes de que ella terminara.
De
vuelta al hotel, la felicidad que había sentido durante la ida al museo se
había desvanecido como si de un globo se tratase. La simple presencia de Amber
ya me había puesto de mal humor, y lo otro, ya lo he dicho, me preocupaba. Era
un reto estúpido surgido de una conversación estúpida, pero para mí tenía mucha
importancia.
Para
la cena en el hotel tuvimos buffet libre, y los chicos estuvieron metiéndose un
poco más conmigo. Ahora me molestó algo menos, pero en cualquier caso no cené
casi nada, y subí a la habitación mientras Steph aún seguía comiendo. Me duché –pelo
incluido- e intenté adecentarme un poco. Me recogí el pelo húmedo en una trenza
porque no sabía qué otra cosa hacer con él y abrí sintiéndome una ladrona la
bolsa de maquillaje de Steph (como la había sacado ella antes para peinarse, al
menos no tuve que rebuscar entre las cosas de su maleta). Dubitativa, saqué su
máscara de ojos y me miré en el espejo. Quizás la cara se vería un poco mejor.
Me la apliqué, intentando no echar mucho, y en efecto mis ojos parecieron un
poco más grandes. Cogí también su barra de maquillaje y me planteé echarme,
pero eso me pareció demasiado para mí, de modo que la volví a meter en su sitio
y coloqué el estuche donde estaba.
Tocaron
a la puerta y pensé que sería Steph, pues me estaba empezando a extrañar que
llevara tanto rato comiendo. Fui a abrir, y para nada me esperaba encontrarme
cara a cara con Niall.
-Hola
–me saludó él.
Hice
un gesto de saludo con la mano.
-¿Y
Steph? –pregunté.
-Abajo.
El señor Jackson está dando las instrucciones para mañana –me contestó él.
-Ah.
-No
tienes por qué hacerlo –soltó Niall de repente, y yo sabía perfectamente a qué
se refería.
-Quiero
hacerlo –dije, si bien no estaba muy segura de querer-. Soy antisocial, pero
puedo pasar cinco minutos a solas con una persona.
Eso
arrancó una bonita sonrisa a los labios de Niall.
-Ellos
no tardarán en venir –me aseguró-. Podemos ir empezando, si quieres.
-Está
bien –me encogí de hombros, repentinamente más tranquila.
-Son
las ocho y siete minutos –dijo, mirando su reloj-. A las ocho y doce te libero.
Yo
también sonreí, y me hice a un lado para que Niall pasara al dormitorio. Tras
eso, cerré la puerta y, respirando hondo, me volví hacia el chico de ojos
azules.
[Bueno, bueno, ¿qué creéis que pasará en esa habitación? Se aceptan apuestas ;-). Espero que este capítulo os haya gustado, y os pido por favor que, como siempre, comentéis o aquí o por menciones -o ambas cosas- y que marquéis la casilla con la opción que mas se ajusta a lo que pensáis del capítulo. Espero que os vaya gustando más, y muchas gracias por leer.]