domingo, 27 de abril de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 4.

I

Derek anda sigilosamente por el pasillo en dirección a las escaleras que llevan de la planta 2 a la 3. Se pasa la mano por el pelo, intentando arreglarlo un poco, porque aunque normalmente lo lleve revuelto, en esos momentos está verdaderamente despeinado. 

El joven se sobresalta y deja de andar cuando se encuentra a una chica justo delante de él, que venía también pensando en sus cosas y no se había dado cuenta de la presencia de Derek.

-¿Naty? –pregunta él, sorprendido de verla allí a esas horas; debe ser al menos la una de la madrugada.
-Hola, mi querido hermano –acompaña sus palabras con un saludo con la mano.
-¿Qué haces aquí? –su ceño se frunce.

Natasha mira a su hermano de la cabeza a los pies y esboza una tenue sonrisa.

-¿No me digas que tú y la pelirroja…? –levanta las cejas repetidas veces.
-¿Qué? ¡Ah! –Derek comprende por fin a lo que Natasha se está refiriendo- No, aún no –enfatiza el aún.
-Entonces es sólo Pamela, ¿no? 

Derek asiente con la cabeza e instantáneamente se queda pensativo.

-¡Eh! ¿Cómo sabes tú eso?
-Derek, una hermana sabe esas cosas –le guiña un ojo, divertida.
-Bah. Todavía no me has dicho qué haces en mitad del pasillo a estas horas.
-Pues voy a lo mismo de lo que tú vienes–alza la barbilla.

“Es verdad, la habitación de Owen está en la segunda planta”, piensa Derek. Inmediatamente empiezan a pasar por su mente cosas parecidas a las que él acaba de hacer con Pamela y le recorre un escalofrío.

-Puaj –hace una mueca de desagrado-. Tú… haciendo esas cosas… -se estremece.
-Igual que lo que tú haces –Natasha se encoge de hombros con tranquilidad.
-Pero sólo de imaginarlo –sacude la cabeza.
-Buenas noches hermanito –se pone de puntillas y le da un beso en la mejilla.
-Te diría “que tengas dulces sueños” pero supongo que no dormirás mucho –Derek exhala un suspiro de resignación.
-¡Capullo! –Naty, que ya ha empezado a andar y está de espaldas a su hermano, alza sin mirar el dedo corazón.

Derek niega con la cabeza y al ver la piel descubierta de la muñeca de su hermana, recuerda esas marcas que ha visto antes. Sabe que Owen no es el mejor tipo del mundo, pero no le cree capaz de hacer eso. ¿O sí?


II

Ayleen abre los ojos, sobresaltada por el ruido del despertador. ¿Dónde está? ¿Por qué suena la alarma si es sábado? De un golpe poco cariñoso desconecta el reloj y frotándose los ojos se incorpora en la cama. ¿Y su mesita de noche?

Entonces empieza a ubicarse, y a ser consciente de que no está en su casa. Ayer sus padres la llevaron a una residencia en Chicago, porque es allí donde va a estudiar. La alarma suena porque el horario del desayuno en fin de semana es de nueve a diez y media y no puede perdérselo. Se siente repentinamente sola, sin nadie a quien dar los buenos días, ni nadie que se los dé a ella. 

Se levanta, todavía medio dormida, y hace la cama sin ponerle demasiadas ganas. De todos modos, algo bueno tendrá que tener que sus padres no estén por allí, y es que no pueden regañarle por tener la habitación desordenada. Ayleen saca de su armario un pantalón corto de deporte gris, y una camiseta de tirantas blanca. Se calza unas zapatillas de deporte, dispuesta ante todo a estar cómoda. 

Mientras recoge su pelo en una trenza, recuerda a Connor, aquel simpático chico que ayer se hizo su amigo, y en sus pensamientos se cruza fugazmente la imagen de Derek apoyado en el marco de su puerta, con esa mirada de saber y controlar todo lo que pasa a su alrededor. 

Ayleen se está lavando la cara cuando llaman a su puerta. Se seca rápidamente con la toalla que descansa al lado del lavabo y va hasta ella, vaticinando por algún motivo que será Derek. Carraspea y abre. 

Error. Es Connor. Ayleen sonríe ampliamente y no puede evitar fijarse en los brazos del joven, que quedan descubiertos por una camiseta de tirantes. 

-¡Buenos días! –parece contento. 

Ayleen recuerda sus pensamientos de antes, y se siente mejor al darse cuenta de que sí que tiene alguien que le dé los buenos días. Alguien, en definitiva, que se preocupa por ella.

-Hola –la chica coge del escritorio la tarjeta que hace las veces de llave de su habitación-. ¿Vamos a desayunar?

Connor asiente con la cabeza. 

-¿Cómo has dormido? –se interesa él mientras bajan las escaleras de la primera planta.
-Bastante bien –Ayleen le mira-. ¿Y tú?
-Bueno, yo ya estoy acostumbrado a este sitio, así que bien también –vuelve a regalarle una sonrisa encantadora. 

Son las diez menos veinte, de modo que cuando llegan al comedor todavía no hay mucha gente desayunando, pues la mayoría espera hasta el último minuto para poder aprovechar un poco más las horas de sueño. Ayleen recorre el lugar con la mirada. 

-¿Dónde está Hugo? –se acuerda de aquel chico tan agradable al que conoció ayer, al que no ve por ninguna parte.
-Tiene entrenamiento –contesta Connor, cogiendo dos bandejas.
-¿Un sábado por la mañana? 

Él asiente con la cabeza.

-Y por la tarde. Que no estudie una carrera no quiere decir que no tenga nada que hacer –le tiende a Ayleen sus cubiertos y ella los coge.
-Bueno, aun así…

En ese preciso instante, Ayleen escucha una voz que le resulta conocida. Gira la cara para mirar quién viene y aguanta la respiración al ver a Derek, acompañado del mismo grupo con el que fue anoche a cenar. La chica morena y él parecen tener mucha confianza. ¿Estarán juntos? Ah, no, imposible. Recuerda que la vio peleando con Owen, el chico que se acercó a hablar con la propia Ayleen en la cafetería, y se notaba que era una pelea de pareja. Ayleen mira firmemente hacia delante, sabiendo que el grupo se pondrá en la cola justo detrás de ellos.


III

Derek sonríe al ver a Ayleen, la chica pelirroja, en la cola para coger las cosas del desayuno. El recuerdo del escote de ayer queda sustituido por la visión de sus piernas. Estos pantalones cortos no alzan su trasero como los vaqueros del día anterior, pero una cosa compensa la otra. Ayleen se da cuenta de que él la está mirando, se sonroja ligeramente y se pone a hablar con su acompañante, que, cómo no, es Connor Ackland. 

Derek siente un codazo en sus costillas, y ve que es su hermana la que, con mirada perspicaz, se lo ha propinado.

-No es pelirroja –susurra justo antes de colocarse detrás de ella, esperando también a servirse.

Su hermano pone los ojos en blanco. No sabe cómo, pero Natasha siempre se da cuenta de todo. Claro que, por otra parte, su mirada descarada a la muchacha tampoco daba lugar a dudas.

-¡Hola! –dice Natasha en dirección a Ayleen y Connor, tras haber cogido su bandeja. 

Derek arquea las cejas, tremendamente extrañado de que su hermana salude tan efusivamente a ese chico –especialmente después de lo ocurrido el año anterior-, pero rápidamente se da cuenta de que con quien Naty quiere hablar es con Ayleen.

Ackland da un respingo, y la pelirroja se da la vuelta. 

-Hola –sonríe ella.

Derek piensa que tiene una sonrisa bonita, natural, que junto con la trenza podría decirse que le da un toque aniñado. Además de que debe tener sólo dieciocho años. Al volverse, Derek intenta no fijarse otra vez en su escote, pues no cree que lo mejor sea empezar el día alterado, pero no puede evitarlo. En realidad, no tiene demasiado pecho. Bastante menos que Pamela, de hecho, pero no importa, porque en conjunto sigue pareciéndole muy atrayente. 

-Soy Natasha –su hermana le da dos besos a la joven pelirroja, que ha mirado a Derek de reojo. 
-Ayleen –sigue sonriendo. 

Connor pone con cara de pocos amigos una taza en la bandeja de Ayleen, y le dice que es su turno de escoger qué quiere para desayunar. 

-Luego hablamos –dice Natasha, haciéndole un gesto con la mano incitándola a que coja su comida.

Cuando la pareja se marcha en busca de una mesa donde sentarse, Derek mira a su hermana, que está cogiendo tranquilamente su desayuno.

-¿Qué ha sido eso? –le pregunta.
-¿No puedo querer hacer nuevos amigos? –ella ni siquiera le mira.
-¿Con Connor Ackland? –interviene Owen.

Natasha alza la vista hasta los ojos de su novio. 

-¡Con la chica! –exclama, exasperada- Y si quisiera intentar ser amiga de él, tampoco debería importaros.
-¡¿Después de lo que pasó el año pasado?! Claro que me importaría –Owen tiene la respiración agitada.
-Si os vais a poner a pelear a ver quién es el macho alfa de la residencia, hacedlo fuera que quiero coger mi desayuno –Axel se mete entre los tres jóvenes, que, resoplando, terminan de prepararse el desayuno y se dirigen a una mesa libre.

En realidad, a Derek le daría igual que Natasha fuera amiga de Ackland, pero le extrañaría mucho. Sin embargo, es a Owen al que parece molestarle de verdad. Es demasiado celoso.

Mientras comen, el ambiente vuelve a ser pacífico, si bien Derek habla menos que de costumbre, y no sólo porque esté preocupado por su hermana y su novio, sino porque desde su mesa puede ver perfectamente a Ayleen, que charla animadamente con Connor. De vez en cuando ríen, lo que molesta soberanamente al joven moreno.

-Me parece que te lo van a poner difícil –le dice Spike en tono jocoso al oído.
-¿Difícil? –Derek se pasa una mano por la barbilla- Quizás. Pero ya sabes que me gustan los retos.


IV

Natasha entra en su habitación para lavarse los dientes. No le gusta en absoluto el comportamiento que Owen tiene últimamente. Está posesivo, violento, poco amable. Suspira y se enjuaga la pasta de dientes de la boca. Su novio nunca ha sido especialmente cariñoso y delicado, pero antes tenía algo cautivador que está perdiendo. Y sin embargo ella le quiere igualmente.

Sale de su habitación para bajar con los demás a ver qué nuevos llegan y precisamente en ese momento la chica que su hermano dice que es pelirroja está saliendo del cuarto de al lado. Se quedan un momento mirándose, y luego se sonríen.

-¿Esta es tu habitación? –Natasha señala la tarjeta que Ayleen tiene en la mano.
-Sí, ¿esa es la tuya? 

La morena asiente con la cabeza, sin dejar de sonreír. Su hermano tiene buen gusto, sin duda. Ayleen es tal vez un poco baja, pero está bien.

-Parece que somos vecinas –comenta Natasha, cerrando su puerta-. ¿Qué vas a hacer ahora?
-Conn… -se interrumpe, pensando que quizás ella no le conozca; si Ayleen supiera…-, el chico con el que estaba en el desayuno, me ha dicho que sería una buena idea que intentara encontrar un trabajo para ganar algún dinero. Así que vamos a ir a ver si veo algo. ¿Por?
-Ah, bueno, por si te apetecía venir un poco con nosotros –hace un gesto quitándole importancia con la mano.
-Pues es que…
-No pasa nada –Natasha sonríe una vez más-. Esta tarde la pasaremos en la piscina, si te apetece venir, allí estaremos. 
-Quizá vaya, gracias –responde Ayleen.

Las chicas bajan juntas las escaleras y se despiden, pues cada una va a un sitio diferente. No obstante, está segura de que esa tarde irá a la piscina. Seguro que Derek se pone la mar de contento. 

[¿Qué os ha parecido? ¿Qué creéis que pasó con Connor, Derek y Natasha para que Owen haya dicho eso mientras esperaban para desayunar? Podéis ponerme lo que pensáis, es más, lo agradezco, en un comentario en el blog, una mención por twitter o ambas cosas. Muchas gracias por leer, y por favor si lo hacéis, comentad, es muy importante para mí.]

jueves, 24 de abril de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 3.

I

En cuanto la puerta se abre, Derek sonríe ampliamente. Más ampliamente de lo que esperaba, en realidad. La muchacha le ha abierto con una bonita sonrisa en sus labios carnosos, y el último botón sin abrochar de su blusa permite ver gran parte de la piel de su escote. Es aún más deseable de cerca. En cuanto le mira, el pecho de ella empieza a subir y bajar más rápido de lo que lo estaba haciendo un momento antes, y Derek se pasa la lengua por el labio inferior, consciente de lo que ha provocado en la chica. Él se apoya en el quicio de la puerta con naturalidad.

-Bonito pelo –Derek señala su pelo mojado.
-¿Y tú eres? –ella ignora su observación.
-Me sorprende que no lo sepas –Derek se hace el sorprendido-. Nos hemos visto antes, en la piscina. Y estoy seguro de que tu amiguito te lo ha dicho.
-Lo que a mí me sorprende es que antes ni siquiera nos hayas dicho hola y ahora vengas a saludarme a mi habitación.

Derek frunce los labios para ocultar una sonrisa. Como él había previsto, la chica de pelo rojizo tiene intención de hacerse la dura. Sabe que de todos modos necesitará menos de un mes. 

-Me llamo Derek –le tiende la mano, y tras dudar unos segundos ella se la estrecha.
-Ayleen. 

El pelo de la chica ha empezado a mojar su blusa, lo que la está haciendo transparente por los hombros y permite entrever las tirantas de su sujetador. Derek aparta la mirada y lucha por concentrarse. 

-No es un nombre muy común –apunta él.
-Nadie ha dicho que yo sea una chica común –Ayleen se encoge de hombros con fingida confianza en sí misma.
-Cierto –Derek deja que una sonrisa aflore en sus labios.
-¿Vas tocando a todas las puertas de los nuevos o has venido por algo en especial? –la joven alza las cejas. 

Derek ríe, sorprendido por la sagacidad de la muchacha. Vaya, no sólo es atractiva sino perspicaz. Le gustan las chicas así, es mucho más entretenido conquistarlas. 

-Tu pelo rojo me ha llamado la atención –él se encoge de hombros.

Ayleen desvía un momento la mirada a su pelo, pero rápidamente vuelve a mirarle a él. Derek se fija en sus ojos verdosos. No son especialmente grandes, pero son bonitos. 

-No es rojo.
-¿De qué color es, entonces?
-Marrón rojizo –Ayleen alza ligeramente la barbilla.
-Oh, disculpe usted –sonríe-. ¿Bajas a cenar?
-Lo siento, ya he quedado –se apresura a contestar ella. 

Derek se finge indiferente, pero tenía la esperanza de que ese estúpido se hubiera limitado a enseñarle la residencia. Está seguro de que es con él con el que ha quedado para cenar. 

-Tú te lo pierdes –mete las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros-. Ya nos veremos por aquí, pelirroja. 

Y antes de que Ayleen pueda decir nada más, Derek se da la vuelta y se pierde en el pasillo. 



II

Natasha baja tranquilamente por las escaleras para ir al comedor. Al final ha preferido no intentar conocer a los nuevos, no estaba de humor para las relaciones sociales, y un rato en el gimnasio le ha ayudado a olvidar lo que ha pasado antes. La joven se mira la muñeca, donde se adivinan las marcas moradas a pesar de que se ha puesto varios brazaletes para ocultarlas. No quiere ni imaginar lo que pasará si su hermano se entera. 

Precisamente escucha unos pasos en las escaleras justo detrás de ella que le son inconfundibles. 

-Hola, Derek –dice sin girarse.
-Hola, hermanita –poniéndose a su altura, le da un sonoro beso en la mejilla.
-¿Y esa felicidad? –mira de reojo a su hermano y lo ve con una gran sonrisa en los labios.
-Bueno… 
-No te hagas el interesante conmigo –entrecierra los ojos y le mira; sin duda se trata de una chica.
-He conocido a una chica muy simpática –dice finalmente.

Bingo.

-Ya me estaba extrañando verte bajar por estas escaleras. 

La habitación de Derek está en la planta tres, en el otro ala de la residencia, por lo que cuando no coge el ascensor siempre toma las escaleras de la otra parte. Natasha aprovecha que su hermano está riendo para agolpar todavía más las pulseras en la parte amoratada de su muñeca.

-¿Y quién es ella? 
-Una pelirroja –Derek se frota las manos-. ¿Y sabes qué? Se ha hecho amiga de Connor Ackland.

Natasha se atraganta con el aire que acababa de tomar y empieza a toser. Su hermano le da palmadas en la espalda, pero ella lo aparta de un manotazo, con cara de pocos amigos. 

-Esa información no era necesaria –bufa ella.
-Vamos Naty, tampoco es para tanto –aunque la quiere, le encanta meterse con su hermana.

Entonces Derek se fija en la mano que Natasha ha usado para apartarle de sí. Sus pulseras han resbalado por el antebrazo, dejando al descubierto su muñeca. La piel bronceada de su hermana, al igual que la suya, hace difícil verlo, pero Derek se da cuenta de que tiene un morado en la muñeca.

-¿Y esto? –toma el brazo de su hermana y lo observa.
-¡Eh! –Natasha, incómoda, tira de su brazo, pero su hermano es mucho más fuerte que ella y no consigue soltarse.
-¿Cómo te lo has hecho? –inquiere.
-He estado toda la tarde con unas pulseras y no me había dado cuenta de lo mucho que apretaban –miente ella.
-Natasha, unas pulseras no hacen esto –la mira a los ojos, muy serio, parado en el rellano de la escalera.
-Derek, tú no eres una chica y no entiendes de estas cosas –su hermana esquiva la mirada de él. 

De repente, Natasha nota unas manos rodeando su cintura y alguien deposita un beso en su cuello.

-¿Qué hacéis aquí? –Owen, que parece haber aparecido de la nada, mira fugazmente el brazo de su novia.
-Owen tú… -Derek mira al chico con cara de pocos amigos.
-¿Venís a cenar o qué? –Spike, acompañado por Axel, está al pie de la escalera, mirando a sus amigos.
-Claro –Natasha se suelta ahora sin dificultad de su hermano y baja las escaleras-. Vamos, hermanito. Tu nueva amiga estará en el comedor y seguro que puedes mirarle el trasero sin que se dé cuenta –bromea, para hacerle olvidar sus sospechas.

Derek niega con la cabeza y baja también las escaleras. Quizás este no sea el momento pero Natasha no se va a librar de una conversación seria con él. Y es posible que Owen tampoco. 


III

Ayleen está inquieta. No ha podido dejar de mirar alrededor desde que han entrado al comedor, y Connor le ha preguntado ya tres veces si le pasa algo. “Pelirroja” la ha llamado Derek. ¿Pero qué se cree? No es que a Ayleen no le guste el color de su pelo, pero no le gusta que la llamen así porque no lo es. Es castaño, pero con un tono rojizo, tal y como le ha dicho a él. Para colmo de males, casi todo el mundo piensa que su pelo es tintado. Quizás por eso no le guste que hablen de su color. Ya podría ella ser rubia, como su hermana Hannah. Vuelve a mirar por toda la sala, pero no ve a Derek. Mejor. Entonces, ¿por qué no deja de mirar por si aparece? En fin, es un chico atractivo, pero claramente es un presuntuoso. Los tíos creídos y que luego resultan encantadores sólo existen en las películas. 

-Ayleen, ¿estás ahí? –Connor le da un toque en el brazo.
-¿Qué? Sí, ¿qué? –sobresaltada, mira al chico rubio.
-Decía que este es Hugo –señala a un muchacho alto que está detrás de él en la cola para coger la comida-. Hugo, ella es Ayleen.
-Encantado –Hugo la estruja en un abrazo.
-Igualmente –dice ella cuando recupera la respiración. 
-¿Qué vas a estudiar? –le pregunta Hugo mientras cada uno coge un trozo de pan y lo pone en su bandeja.
-Medicina –responde Ayleen, que casi había olvidado que estaba allí para estudiar-. ¿Y tú?
-Nada –Hugo sonríe felizmente-. Estoy aquí porque juego en el equipo de baloncesto juvenil de Chicago. No te creas que es una tontería, tenemos un entrenador profesional.
-¿No es un poco arriesgado que tu vida dependa sólo de eso? –Ayleen mira los platos, a cada cual con peor pinta que el anterior.
-Puede ser, pero es lo que me gusta y lo único que quiero hacer.

Hugo selecciona una especie de filete con quién sabe qué es lo que lleva de acompañamiento, y Ayleen se decanta por la ensalada. Tampoco tiene mucha hambre.

Una vez que lo han seleccionado todo, se van a una de las pocas mesas que quedan libres. 

-Mañana vendrán los que faltan –se disculpa Connor- y podrás conocer al resto de nuestros amigos.
-Genial –Ayleen sonríe.
-¿Agua? –Hugo los mira con la jarra en la mano.

Los dos jóvenes asienten a la vez con la cabeza. La cena transcurre bastante bien, Ayleen empieza a conocer un poco más a Connor y Hugo parece un chico verdaderamente simpático. Precisamente cuando terminan de cenar y están tirando el contenido de las bandejas en las grandes papeleras cerca de la salida, alguien carraspea al lado de Ayleen, y al girarse para ver quién ha sido, ve pasar a Derek, tres chicos y una chica, que se ponen en la cola para coger su comida. Derek la pilla mirándole, y sonríe a la vez que Ayleen se sonroja. 

-Vamos –pide a Connor y Hugo, y los tres salen del comedor.

El móvil de Hugo empieza a sonar y el chico se excusa, apartándose un poco para poder hablar.

-Creo que me voy a ir a dormir –Ayleen se siente realmente cansada, pues ha sido un día con muchas emociones. 
-Yo también estoy cansado –Connor sonríe.
-Gracias.
-¿Por qué? 
-Por haber hecho que mi primer día aquí sea bonito –Ayleen mira al suelo, sin saber muy bien qué decir.
-No las des.
-Buenas noches –la chica se pone de puntillas para darle un beso en la mejilla a Connor. 

Él le regala otra preciosa sonrisa.

-Hasta mañana.

Ayleen se despide de Hugo con la mano y se marcha a su habitación. Connor es encantador. Se ha tomado la molestia de preocuparse por ella y le ha presentado a su mejor amigo. Encima es muy guapo. Tal vez no sea tan físicamente atractivo como Derek, pero… Ag. Ayleen se da con la palma de la mano en la frente, incapaz de lograr sacar al joven de pelo negro de su cabeza. Y encima seguro que sólo quiere a las tías para acostarse con ellas. En cuanto se pone el pijama, Ayleen se tira a la cama y se queda dormida en un santiamén. Al menos en sus sueños no aparece el chico de mirada autosuficiente. 


IV

Derek no ha podido dejar de pensar en ese botón desabrochado de la blusa de la chica pelirroja. Siente un escalofrío y, decidido a saciar sus instintos, toca en la habitación 224. Inmediatamente, una bonita joven que luce el pelo rubio cortado en una melena abre la puerta. 

-Hola, Pam.

La chica lo recibe con un corto camisón de encaje rosa. Derek traga saliva.

-Hola –sonríe de oreja a oreja.
-No te he visto en el comedor –dice él.
-No me apetecía comer. Estaba durmiendo, de hecho –Pamela se cruza de brazos, pero no parece en absoluto enfadada.
-¿Te he molestado? –Derek sabe que no lo ha hecho, pero aun así lo pregunta.
-Derek, cariño, tú nunca molestas –ella tira de su camiseta para atraerlo hacia sí y cierra la puerta con el pie.
-¿Entonces no te…? 
-Cállate, imbécil –e inmediatamente después, le besa.
-Como quieras –responde Derek, y le devuelve el beso.
-Nada de quedarte a dormir aquí –Pamela le pone un dedo en el pecho, advirtiéndole.
-Sabes que no soy de los que se quedan a dormir.
-Es por si te da por pensar que soy tu novia, o algo –le quita la camiseta.
-Pam, tengo muy claro lo que somos –Derek tira de su camisón hasta dejarla en ropa interior.
-Bien, porque no quiero contigo nada más que esto –ella desabrocha su pantalón.
-Con esto me basta. 

Entre besos, se tumban en la cama, y Derek se olvida por un rato de la chica pelirroja.



[Ya vamos por el tercer capítulo. ¿Qué os ha parecido? ¿Qué pensáis de lo que ha hecho Derek? ¿Qué pasará? Por favor, dejadme vuestros comentarios aquí en el blog o mencionadme en twitter, y si es ambas cosas, mucho mejor. Sólo quiero daros las gracias por el apoyo que me estáis dando y recordaros que cualquier tipo de difusión me ayuda mucho, la novela lleva poco y la gente aún se puede enganchar. Gracias otra vez por leer]

domingo, 20 de abril de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 2.

I

Ayleen y sus padres terminan de ordenar todo el equipaje en la habitación. Con el armario lleno de ropa y las repisas plagadas de libros, es momento de despedirse. Ellos tienen que volver a Aurora, su ciudad, que está lo suficientemente lejos de Chicago como para que Ayleen tuviera que buscar un lugar en que vivir allí en la ciudad. Entre lágrimas, se dicen adiós. Sus padres se marchan y ella se queda en la habitación, sintiéndola vacía, triste, sola. Está segura de que la vida que va a comenzar ahora, de universitaria, será increíble. Todos dicen que es la mejor época de la vida y ella está convencida de que será así. Pero echará de menos a sus padres, sobre todo al principio. 

Se sienta en la silla de su nuevo escritorio, dejando que las lágrimas de desconsuelo corran por sus mejillas. Cuando su respiración empieza a ser normal de nuevo y consigue dejar de llorar, va a lavarse la cara. Ese lavabo es algo más bajo que el de su casa, y le resulta ligeramente incómodo. 

“No importa”, se dice para sí, “lo pasarás bien”. 

Entonces recuerda a Connor, ese agradable chico que iba a enseñarle la residencia. Le vendrá bien tener algo que hacer y empezar a conocer gente, de modo que tras echarse máscara en las pestañas para disimular la hinchazón de sus ojos sale de la habitación. Sigue desorientada pero al menos sabe encontrar el ascensor.

Ayleen se fija en que los chicos de la habitación de los sillones ya no están allí, y no sabe por qué pero se siente alivida. Se acerca al mostrador de recepción y allí encuentra a Connor, charlando animadamente con Phil, el conserje. El joven le dice algo al adulto y se acerca a Ayleen con jovialidad. Ayleen no sabría decir si es verdaderamente tan guapo como se lo parece a ella, pero sin duda su sonrisa le favorece mucho. 

-¿Ya se han ido tus padres? –pregunta él.
-Sí –Ayleen nota que sus hombros están decaídos e intenta ponerse recta, para evitar que se note su pesar.
-No te preocupes, aquí estarás bien –se pasa una mano por la barbilla-. Antes de que se me olvide, mi habitación es la 211. Por si necesitas algo. 
-Vale –ella también sonríe tímidamente-. Espera un momento.

Ayleen se acerca a Phil y le entrega el papel, en que informa de que la habitación no parece tener desperfectos. Vuelve junto a Connor y se da cuenta de que el joven la mira de arriba a abajo mientras camina hacia él. Ayleen no dice nada, sino que oculta una risa divertida. 

-Ya estoy –respira hondo y mira directamente a los ojos azules de Connor. 
-Ven, te enseñaré dónde está el comedor.

Los dos caminan juntos hacia donde el joven se dirige.

-¿Cuántos años tienes? –pregunta Ayleen, girando un poco la cara para poder mirarle.
-Diecinueve –toman el ala derecha de un pasillo-. Tú supongo que dieciocho, ¿no?
-En realidad diecisiete –la muchacha juega con una de sus pulseras, dándole vueltas en su muñeca-. Cumplo dieciocho en diciembre.
-Vaya, eres de las pequeñas de tu generación –comenta Connor.

Al llegar al gran comedor, Connor le explica el horario de comidas y dónde está cada cosa. Ahora mismo está vacío, pero en pocas horas se llenará de comida y estudiantes para la cena. Después la lleva a la cafetería, las salas de estudio, las pistas deportivas y la piscina. 

-¿La gente realmente se baña? –pregunta Ayleen, sentándose en una de las tumbonas. 

Connor se sienta en la tumbona de al lado, de manera que quedan de frente. El sol reluce en el cielo y se refleja en la piel del chico. Ayleen no se había dado cuenta, pero ahora ve que tiene unas pocas pecas en la nariz. No le hacen menos atractivo, al contrario, le dan un toque juvenil que le favorece.

-Antes de que empiecen las clases, sí. Y luego hay algunos que siguen aprovechando los fines de semana –comenta él, tapándose el sol con una mano.
-Pues no sabía que había piscina. Ni siquiera he traído bikini –la muchacha mira al agua, que brilla como invitándola a refrescarse.
-No te preocupes, hay muchas tiendas por aquí, y seguro que puedes comprar uno.

El sonido de unos pasos hacen a Ayleen sobresaltarse. Ve cómo la expresión en la cara de Connor cambia, volviéndose hosca, y se gira para mirar quién ha podido provocar desagrado en un chico que parece permanentemente contento. 

Por un momento, deja de respirar. Ante ella camina un joven –que cree que ha visto antes mirándola en la sala de los cristales- descalzo y con una toalla en la mano. No es eso, sin embargo, lo que hace que sus labios se separen en una expresión de asombro. El joven sólo va vestido con un bañador azul oscuro, casi negro, que le llega por encima de la rodilla. Su torso bronceado está completamente desnudo, permitiendo ver sus bien formados músculos. Algunos mechones de pelo negro revuelto le caen en la frente, aunque no hace nada por apartarlos. Ignorando la presencia de Ayleen y Connor, el chico va hacia una de las duchas de la piscina y la abre. 

El agua empieza a correr por su piel, pero él no tarda en cerrar el grifo. Va hasta la piscina con el cuerpo recubierto de gotitas brillantes, y se sacude el pelo revolviéndolo con una mano, mojando toda la zona a su alrededor. Los músculos de sus brazos y espalda se contraen cuando se prepara para tirarse al agua. 

Ayleen, que había sido incapaz de dejar de mirar, logra apartar la vista cuando él se sumerge, y se vuelve hacia Connor, que contempla la escena con el ceño fruncido. De fondo se escucha el rítmico chapoteo del joven nadando.

Connor se pone en pie, y Ayleen le imita. 

-¿Qué pasa? –pregunta ella, aunque no está muy segura de tener derecho a preguntar.
-Nada –contesta él, seco-. Pero mejor vámonos.

La chica accede, aunque no le habría molestado en absoluto quedarse allí fuera, y no sólo por el buen tiempo.

-¿Quién es? 

Ayleen intenta ocupar con algo el silencio que se ha formado ente ambos; en parte se siente culpable por haber mirado tan descaradamente al joven que parece molestar tanto a su nuevo y único amigo allí.

-Derek Harris –responde Connor. 


II

Owen va de aquí para allá por la residencia, aburrido. En cuanto Derek empieza a intentar hacerse con una chica, desaparece de la faz de la Tierra, y los demás no tardan en dispersarse. Está claro que es el que mantiene la cohesión en el grupo, aunque Owen jamás lo admitiría. 

Owen va hasta la habitación de su novia y toca a la puerta, pero no recibe respuesta. Exhalando un resoplido de enfado, se dirige a la cafetería. Ya hay alguna gente allí, casi todos caras conocidas que ya estuvieron allí como mínimo el año pasado. Sin embargo, le sorprende ver, sentada sola en una mesa y mirando con resignación un batido de chocolate a la muchacha de pelo rojizo que han visto entrar antes. 

Sin dudarlo, se pide una cerveza y en cuanto se la dan, va hasta la joven solitaria. Ella le mira alzando las cejas cuando Owen coge una silla y se sienta, enfrente de la chica.

-Eres nueva, ¿no? –echa un brazo por detrás del respaldo, acomodándose en su asiento. 
-Ajá –le mira con recelo, no le ha gustado demasiado la forma de acercarse que ha tenido-. ¿Y tú eres?
-Owen –tiende una mano que la muchacha no estrecha-. Nos hemos visto antes, cuando has pasado enfrente de los sillones. 
-Lo sé –da un sorbo a su batido.
-¿Cómo te llamas?
-Ayleen –contesta ella.

Ayleen no sabe por qué, pero no se siente a gusto con ese chico allí. No le gusta cómo la mira, como si fuera superior a ella. En realidad, parece que se creyera superior al mundo. 

-¿Y qué haces aquí sola, Ayleen? –Owen se bebe la mitad de su cerveza de un único trago. 
-Estoy esperando a un amigo –responde Ayleen escuetamente.

Por un momento, Owen se pregunta si ese amigo no será Derek, pero rápidamente se da cuenta de que no puede haberlo conseguido ya. Además, ninguna chica llama amigo a Derek. O lo odian, o lo aman, no existe término medio. Owen mira alrededor. ¿Qué diría Derek si lo viera allí con la chica de pelo rojizo? No sólo porque Owen esté saliendo con su hermana, sino también porque Ayleen es el objetivo de su amigo. Los demás no interfieren cuando uno de ellos se fija en alguna chica. De todos modos, la muchacha no parece demasiado amistosa. Atractiva, pero desagradable. Da igual, en realidad, porque la personalidad importa poco en ciertos aspectos. 

-¡Ayleen!

Owen ve que los ojos de la chica se iluminan y se da la vuelta para ver a quién pertenece esa voz. Ah, sí, el tío que la acompañaba antes, cuando iba con sus padres a su habitación. Así que ese es su amigo… 

-Hola, Connor –saluda ella, dejando que el alivio se imprima en su voz. 
-En fin, yo ya me iba –Owen coge su botellín de cerveza y se levanta, despidiéndose de Ayleen con una sonrisa desconcertante.
-¿Te estaba molestando?
-No creo que esa fuera su intención. 
-Phil me ha pedido que le enseñe la residencia a un par de nuevos que acaban de llegar –Connor mira a Ayleen con verdadero pesar-, así que no sé cuándo acabaré. Pero, si quieres, para la hora de la cena paso a recogerte a tu habitación y vamos juntos.
-Está bien –ella sonríe, aunque está algo decepcionada porque pensaba que podría pasar un rato para conocer más a su nuevo amigo.
-Lo siento –Connor junta las manos a la altura de su pecho en señal de disculpa.
-No pasa nada –Ayleen se levanta tras acabarse el batido-. Tengo cosas que ordenar todavía.
-¡Hasta luego! –él se despide con la mano y sale de la cafetería a paso rápido.

Ayleen va tranquilamente hasta su habitación. Queda todavía una hora y media para la cena, y la conversación con ese tal Owen le ha hecho sentir extraña. No parecía un chico que sinceramente quisiera ser su amigo. Al llegar al pasillo del ascensor, Ayleen ve precisamente a ese tipo hablando, o más bien discutiendo, con una joven de bonito pelo negro. Tiene toda la pinta de que son pareja. 

Toma el ascensor algo preocupada por la chica de pelo negro, pero seguramente fuera alguna típica discusión entre novios, y pronto se olvida de ello. Aunque no olvida cómo la miraba Owen a pesar de que, por lo visto, ya está comprometido con otra chica. 

Ayleen tarda un rato en encontrar la ropa que busca en su nuevo armario, pero finalmente consigue sus vaqueros negros y la blusa beige que estaba buscando. No pretende arreglarse demasiado, pero le gusta verse guapa. Como tiene tiempo, se mete en la ducha y se lava el pelo, con su reproductor de música sonando de fondo en modo aleatorio. Se viste mientras escucha Summertime Sadness, y mientras se abrocha los botones de la blusa tocan a su puerta. Debe ser Connor. Todavía falta media hora para la cena, pero habrá querido llegar con tiempo.

Con el pelo mojado y una sonrisa inexplicable en los labios, Ayleen abre la puerta. Para su sorpresa, no es Connor el que aparece en su campo de visión, sino un joven de pelo negro y revuelto y piel morena, el que antes estaba en la piscina. Uno de los que la había mirado desde la habitación de los cristales. Derek Harris. 

[Aquí tenéis el segundo capítulo. Quiero dar las gracias a todas las que habéis comentado, y pedir de nuevo que lo hagáis en este capítulo, sobre todo a las que aún no me hayan hecho saber que leen. Espero que os esté gustando este principio. ¿Qué creéis que pasará con Derek? ¿Y qué papel tendrá Connor? Podéis ponerme lo que pensáis en los comentarios. Gracias otra vez por leer y comentar.]

viernes, 18 de abril de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 1.

I

Derek y sus amigos están sentados en los sillones oscuros enfrente de la recepción. En lugar de paredes, la pequeña habitación está separada del resto por unas cristaleras que permiten ver quién circula por la puerta de entrada de la residencia. Para no perderse nada, han dejado la puerta, también de cristal, abierta, y así pueden escuchar las conversaciones de aquellos que se acercan a la recepción para recibir la llave de su nueva habitación. El curso está a punto de comenzar, y los estudiantes ya han empezado a llegar para asentarse en la que será su nueva vivienda durante al menos un año. 

-Como no vengan mejores tías que las del año pasado me pego un tiro –Spike, con los pies apoyados en una mesa de café del centro de la habitación, hace una mueca.
-Es imposible que sea peor, eso seguro –su amigo Owen abre y cierra distraídamente el imán de su cartera.
-Tú cuidadito –Derek lanza una mirada de advertencia a Owen.
-Relájate, sabes que tu hermana está en buenas manos –el interpelado pone los ojos en blanco-. Pero alegrarse un poco la vista nunca viene mal. 

Derek gruñe, expresando su descontento, pero lo deja estar; no tiene indicios de que Owen haya tratado mal a su hermana alguna vez. 

-Mirad.

El cuarto de los chicos, Axel, es el más callado y observador. Lleva un año menos que los demás en la residencia, pero es sin duda el que ha conseguido que salieran ilesos de casi todos los problemas en los que se habían metido. Axel señala con la cabeza en dirección a la puerta del edificio, que los jóvenes ven a través del cristal. Por la puerta está cruzando una chica que debe tener dieciocho años. Su pelo, castaño rojizo, le cae en ondas hasta más de la mitad de la espalda, donde sus caderas dibujan sinuosas curvas hasta llegar a su trasero, que se alza por unos vaqueros ajustados. Derek se pasa la lengua por los labios, humedeciéndolos. A primera vista es sin duda una chica deseable. 

La muchacha acarrea una maleta enorme, y detrás de ella hay un hombre y una mujer que deben ser sus padres, con las manos cargadas de cajas, paquetes y bolsas. Así que viene para quedarse. 

Spike silba y Owen se frota literalmente las manos. Derek vuelve a mirarle con reprobación y el novio de su hermana se cruza de brazos, molesto. 

-Creo que no vas a tener que pegarte un tiro –apunta Axel en referencia al comentario anterior de Spike.
-Un mes –dice de repente Derek.

Sus amigos lo miran, sin comprender exactamente a qué se refiere.

-Como mucho tardo un mes en conseguirla –hace un gesto con la barbilla hacia la chica, que ahora espera en recepción a ser atendida.
-Otras veces lo has hecho más rápido –se mofa Owen.
-Prefiero dejarme algo de margen con esta –se acomoda en el sillón, sabiendo que controla perfectamente la situación.
-Como quieras, pero después de un mes nos dejas paso –Spike se echa hacia delante como un depredador observando a su próxima presa.
-Dudo que eso sea necesario –Derek esboza una sonrisa de autosuficiencia.


II

Ayleen Miller camina insegura hasta la recepción de la residencia. No hay nadie atendiendo, así que tiene que esperar. No sabe muy bien por qué, pero se siente observada. Se gira para sonreír con nerviosismo a sus padres. Entonces un hombre calvo de unos cincuenta años se identifica como el conserje y le pide el documento de identidad a Ayleen. Introduce algunos datos en un ordenador que descansa en el mostrador y mira a la muchacha de forma tranquilizadora.

-¿Tu habitación era la…? –no termina la pregunta.
-Ciento dieci… 
-Amanda, deja que hable ella –susurra su padre, a lo que la mujer asiente.
-Ciento diecinueve –contesta Ayleen.
-Exacto, muy bien.

El conserje va a un armarito del que coge una tarjeta color celeste con el número 119 impreso en ella en letra grande. 

-Esta es la llave de tu habitación –se la entrega a Ayleen junto con unos papeles-. Y aquí tienes las normas, el horario de comidas y un formulario para que rellenes con los posibles desperfectos que pueda tener la habitación. También pone la clave de la conexión Wi-Fi. Si necesitas cualquier cosa, aquí estaré. Mi nombre es Phil.
-Gracias.

Ayleen camina, seguida por sus padres, algo desorientada hacia su habitación. Mira a las paredes en busca de alguna señal que le indique dónde hay un ascensor, porque con todos los paquetes las escaleras no parecen la mejor opción. Da una vuelta sobre sí misma una vez más cuando casi se choca con un joven que pasa por allí. Él la agarra de los brazos para que no pierda el equilibro y Ayleen siente que está a punto de romper a llorar, desmoralizada. 

-Hola –saluda él amistosamente-. Eres nueva, ¿no?

Ayleen  asiente con la cabeza. Al alzar los ojos para mirarle, se topa con una bonita sonrisa que decora el rostro de un joven de pelo rubio y ojos celestes. Es bastante guapo. 

-Y estás algo perdida, supongo.

Ayleen vuelve a asentir. 

-Por cierto, encantado –él saluda a los padres de la chica con la mano, y ladea un poco la cabeza para mirar a Ayleen-. Soy Connor. 
-Ayleen –le tiende la mano y él se la estrecha; el contacto cálido de sus dedos alrededor de los de ella le hace sentirse mejor.
-Soy uno de esos chicos que, como no tiene nada mejor que hacer y ya estuvo aquí el año pasado, enseña la residencia a los nuevos –su sonrisa se ensancha-. Puedo llevaros hasta tu habitación, y cuando tus padres se vayan te enseño cómo va esto. ¿Te parece bien?
-Sí, gracias –la chica está verdaderamente aliviada de haber encontrado a alguien amistoso y dispuesto a ayudarla.
-Venid –Connor hace un gesto con la mano para que le sigan. 

Les hace volver por donde habían venido, y al pasar por recepción Connor saluda alegremente a Phil, el conserje. Mientras tanto, Ayleen se da cuenta de una especie de habitación de descanso, cuyas paredes son de cristal, dentro de la que cuatro jóvenes con ropa oscura la miran al pasar. Ayleen aparta rápidamente la mirada, turbada, pero está segura de que ellos siguen observándola al caminar. 

Por fin llegan a un pasillo que comienza con una escalera, y a su lado un ascensor. Los cuatro se suben y lo cierto es que caben bastante apretados. Ayleen siente la piel suave del brazo de Connor contra la suya, y mira al suelo, sin saber qué decir. Él pulsa el botón con el número 1.

-¿Y qué vas a estudiar? –pregunta Connor con tranquilidad.
-Medicina –contesta ella antes de que lo haga su madre-. ¿Tú qué estudias? 
-Derecho –él esboza otra vez esa bonita sonrisa-. Quiero ser abogado. 

La puerta del ascensor se abre y los cuatro salen como pueden. Connor les acompaña por el pasillo de la izquierda, hasta que llegan a una puerta señalada con un 119 en letras celestes. 

-Ya hemos llegado –el estudiante mira a la chica y a sus padres-. Espero que no haya ningún problema. Estaré abajo, en recepción, para enseñarte tu nueva casa cuando termines.
-Gracias –dice Ayleen una vez más.

El joven de pelo rubio y ojos azules se marcha, llevándose su encantadora sonrisa a otra parte. Al menos Ayleen sabe que hay alguien dispuesto a llevarse bien con ella. Suspirando, entra a su habitación.


III

Natasha apoya las manos en el lavabo, agachando la cabeza. Su bonito pelo negro cae lacio hacia delante, inerte. Le duele la muñeca. En un momento de valentía se atreve a mirar las señales moradas que están empezando a salir donde él la ha sujetado con fuerza. No volverá a pasar, se dice a sí misma. 

-No –alza los ojos hacia el espejo y se lo dice a su reflejo. 

Tiene mala cara. Los ojos hinchados y húmedos, aunque se felicita a sí misma porque no ha llegado a llorar. No volverá a pasar porque él no volverá a hacerlo. No se ha dado cuenta. Es un joven fuerte, que todavía no es capaz de controlar su fuerza. Sólo pretendía que ella se quedara con él un poco más. 

Natasha se incorpora y va hasta su cama. Se sienta en ella, confusa. No está muy segura de lo que ha pasado. ¿Por qué le da tanta importancia? No ha sido nada. Pero le duele, porque le quiere. Es una estúpida. El amor es de débiles. Inquieta, se levanta y vuelve al baño. Se lava la cara y se peina. Alisa su ropa y se mira de nuevo al espejo. Sí, ahora está mejor. Respirando hondo, coge la llave de su habitación y sale de ella. Hoy ha empezado a llegar gente nueva a la residencia y seguro que hay alguien interesante a quien conocer.  


[Aquí tenéis el primer capítulo de la novela. Confío en que os haya gustado y espero que de ser así, me lo digáis en un comentario en el blog o mención en twitter, a ser posible ambas cosas. Os pediría también que si os gusta la recomendáseis a vuestros amigos. Seguro que tenéis alguien a quien le guste leer y que podría engancharse a la novela. Si no os gusta, os pediría que me dijéseis por qué, las críticas sirven siempre para mejorar. Os pido por favor que si tenéis twitter deis RT a este tweet: (pincha aquí) para difundir lo máximo posible la sinopsis de la novela. Espero que le deis una oportunidad a esta novela, le estoy poniendo mucho esfuerzo e ilusión, y vuestro apoyo significa mucho para mí. Gracias por leer.]

jueves, 17 de abril de 2014

SINOPSIS NUEVA NOVELA: "TESTIGOS DE LA LUNA"

"Ayleen Miller se muda a una residencia de estudiantes en Chicago para empezar sus estudios en medicina. Allí no conoce a nadie, pero un chico con chaqueta de cuero y pelo permanentemente revuelto se interesa por ella. Al mismo tiempo, Ayleen se hace amiga de Connor, un joven rubio de sonrisa encantadora que no está muy seguro de lo que siente por la muchacha. Ayleen llega a Chicago convencida de que sus años de universitaria van a ser los mejores de su vida, pero no tiene ni una leve idea de lo que puede llegar a ocurrir en ese tiempo. No sabe que conocerá la cara más oscura del amor, que descubrirá la pasión, que llorará y que las dudas la asaltarán por la noche, cuando mirando al techo de su habitación se pregunte si no estará cometiendo un error. No es consciente del papel que el chico de la chaqueta de cuero jugará en su vida, ni de lo que el joven rubio representará para ella. No sabe que a veces los suspiros, las miradas furtivas, los besos robados en un coche, los sentimientos más fuertes jamás experimentados pueden aparecer y desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Ayleen Miller está a punto de vivir algo tan poderoso como el mayor de los huracanes, que pese a su belleza salvaje siempre dejan tras de sí la destrucción."



Ahí tenéis la sinopsis de mi nueva novela. No va a ser fanfiction, no tiene personajes famosos en ella, pero aun así espero que la leáis y os guste, porque el estilo es parecido a las demás que he escrito, y la temática también. Os agradecería mucho que me dierais una opinión de esta introducción, y acepto críticas y sugerencias. Como siempre, sólo os pido que le deis una oportunidad y probéis a empezar a leerla para decidir si os gusta. Gracias por vuestro tiempo.

Ana.   

martes, 15 de abril de 2014

EN UN INSTANTE - EPÍLOGO.

Seguramente os preguntaréis qué pasó con nosotros. No sólo con Niall y conmigo, sino también con Steph y Harry, con los chicos, con ese grupo que tenían la esperanza de que triunfase, con Amber, con mis padres, con todas nuestras vidas. 

Es increíble lo mucho que cambian las cosas. Las personalidades se desarrollan, los sueños cambian, las pasiones se enfrían. Nietzsche decía que la vida es cambio. Le creo. 

En realidad, pienso que soy la que más ha cambiado. No pienso de mí lo mismo que pensaba antes, la forma de mi cuerpo ha cambiado –y mejorado, la verdad- y he comprendido las cosas que aquel psicólogo, Robert Lawson, me dijo. 

Mi relación con mis padres mejoró mucho en poco tiempo, aunque nunca ha llegado a ser una relación sin ciertas discrepancias. Amber empezó a volverse normal, porque las personas cuando maduran comprenden que una vida no puede basarse en la mezquindad, o al menos creo que ella lo comprendió. En ocasiones me pregunto si se avergüenza de lo que me hizo, pero no creo que su madurez haya llegado a tanto. 

Sobre los chicos… Dejaron el grupo. Y no fue porque por mucho que lo intentasen, no tuvieran éxito, sino porque empezaron a tener otra clase de preocupaciones, descubrieron que preferían mantener la normalidad y privacidad de sus vidas y dedicarse a otras aficiones. Niall se hizo profesor de música. Ahora cada uno vive en una ciudad diferente, pero todos los años se juntan al menos dos veces para recordar los viejos tiempos. 

Steph y Harry estuvieron juntos un tiempo, y sé que fueron muy felices. Sin embargo, cuando acabó el instituto, cada uno tenía sus ambiciones y no fueron capaces de compatibilizarlas. ¿Recordáis lo que os dije de que Stephanie tenía el perfecto perfil de una artista? En efecto, ahora mismo está viajando por toda Europa, presentando sus exposiciones de pintura y escultura, disfrutando de la vida con el ímpetu del que siempre ha hecho gala. Nuestra relación también se ha enfriado, por supuesto, pero nos seguimos llamando y viendo de vez en cuando. El trabajo de artista es muy satisfactorio, pero al mismo tiempo muy duro. 

No sé si os sorprenderá, pero yo estudié psicología. Pensé que debía haber muchos adolescentes por ahí que, con una sola conversación como la que yo tuve, consiguieran cambiar un poco su visión del mundo y aprender a ser felices. Así que a eso he dedicado mi vida.

Justo cuando estoy escribiendo esta frase Niall se acerca a mí por la espalda, sin que me dé cuenta. Soy consciente de su presencia cuando noto unos labios recorrer besando la línea de mi cuello. Giro la cara y sus labios rozan los míos, provocándome una sonrisa. 

-Te veo feliz –comenta Niall.
-Lo estoy –digo, minimizando el documento de Word en que estaba escribiendo. 
-Me gusta oírte decir eso –sus manos se posan en mis hombros, acariciándolos. 

Vuelvo a sonreír. Los ojos de Niall me miran con la misma intensidad que cuando teníamos dieciséis años, aunque ya han pasado unos cuantos. 

-¿Qué tal las clases? –le pregunto, levantándome de mi silla de escritorio.
-Pues un chico me ha dicho que quiere ser músico –me recoge un mechón de pelo detrás de la oreja, como siempre hace. 
-¿Y qué le has dicho? 
-Que puede serlo si lucha por ello –él me regala una de sus sonrisas.
-Vosotros podríais haberlo sido –le recuerdo, apoyando mis manos en su pecho y alzando los ojos para mirarle. 
-Lo prefiero así –sus labios rozan mi frente. 

Permanecemos un momento así, abrazados, yo recordando esos momentos de mi adolescencia cuando nos conocimos, él tal vez pensando en el presente, o en el futuro. 

-¿Qué te parece si vamos a cenar por ahí? –propone de repente.
-Me parece bien –me separo un poco de él. 
-Entonces voy a ducharme.

Niall se marcha al cuarto de baño para ducharse y yo me quedo guardando mi documento de Word y apagando el portátil. Voy hacia el dormitorio, donde la gran cama de matrimonio con las sábanas revueltas me recuerda lo que ha pasado en ella esa mañana, algo que jamás pensé que podría llegar a sucederme antes de conocer a Niall. Esbozando una sonrisa pícara, a pesar de saber que él no me puede ver, me dirijo al baño. Sin tocar, abro la puerta y me topo con Niall quitándose los pantalones. Su espalda desnuda está más musculada que cuando empezamos a salir, y sinceramente, así está incluso aún mejor. Deja los pantalones en lo alto del lavabo y se da la vuelta, pues ha escuchado la puerta abrirse. 

Sus ojos se iluminan al verme, y una sonrisa parecida a la de mi rostro aparece en el suyo. Me acerco hasta él y le beso, pasando una mano por sus bien formados abdominales. 

-Yo también necesito una ducha –digo en voz baja. 
-Sabía que hicimos bien comprando la ducha más grande –Niall me guiña un ojo-. Así hay hueco para los dos. 

Lo que viene después podéis imaginarlo. 

Al salir del baño, voy al armario y selecciono un vestido al azar. No es ajustado, nunca me han gustado los vestidos ajustados. De hecho tampoco me solían gustar los vestidos, pero como os he dicho antes, las cosas cambian. 

Niall se pone una chaqueta de traje y unos pantalones vaqueros. Con el pelo aún húmedo de la ducha, me ayuda a cerrar los botones traseros del vestido, depositando de vez en cuando algún beso en mi espalda. 

Salimos a la calle con calma, más bien paseando, cogidos de la mano.

-¿Te acuerdas de cuando nos conocimos? –pregunto después de unos minutos en cómodo silencio.
-¿De verdad crees que lo podría olvidar? 
-Hoy he estado pensando en ello –admito-. ¿Alguna vez pensaste que acabaríamos realmente juntos?
-Tenía la esperanza de que fuera así –Niall me mira con una sonrisa lánguida en los labios.
-¿Sabías que Stephanie y yo hicimos una apuesta sobre el viaje a Londres? 
-¿Ah, sí? –ahora su expresión es curiosa.

Asiento sonrojándome ligeramente. Hay cosas que nunca se pierden. No sé por qué nunca le había hablado a Niall de aquello. Creo que los dos preferíamos no comentar mucho el viaje a Londres, porque tuvo cosas muy importantes y decisivas pero otras poco agradables.

-Ella dijo que nos besaríamos. Y yo le dije que no pasaría.
-¿Por qué dijiste eso? 
-Porque pensaba que tú no me veías de esa forma –miro al suelo.
-¿Y qué apostasteis?
-Si ganaba yo, es decir, si no nos besábamos, Stephanie tenía que comprarse la prenda de ropa que yo quisiera y ponérsela un día para ir al instituto. Habría sido gracioso verla así –se me escapa una risa nostálgica.
-Pero ganó ella.
-Ganó ella –asiento con la cabeza-. Y yo tuve que comprarme un vestido. 
-¿Esa fue la apuesta?
-Sí. Puede parecer estúpido, pero yo odiaba los vestidos. 

Niall me mira de arriba abajo, parando los ojos un momento en mis rodillas descubiertas.

-Ahora nadie lo diría –bromea.
-Yo quería apostarme un millón de libras, porque estaba segura de que me haría rica, pero ella no quiso –recuerdo.
-Seguramente ella notó lo obvio que era que me gustabas.
-No lo era para mí –suspiro.

Él me pasa un brazo por encima de los hombros y me atrae hacia él. 

-Todavía no entiendo cómo pude gustarte –me acomodo al cuerpo de Niall.
-Igual que yo te gusté a ti.
-No es lo mismo –protesto-. Tú eras, y eres…

Me quedo callada, sin saber cómo expresar todo lo que sentí que era Niall cuando empecé a conocerle. Él sonríe, dándome un sonoro beso en la mejilla.

-Te quiero –me dice.
-Te quiero –le respondo.

Es increíble cómo puede cambiar tu vida en un instante. En un instante, Niall apareció en mi clase y puso mi mundo patas arriba. En un instante, todo estuvo a punto de romperse, pero fuimos capaces de volver a recuperarlo. En un instante, dos simples palabras, un “te” y un “quiero” unidos en una frase pueden hacer que tu corazón se acelere, aunque ya hayas escuchado esas palabras cientos de veces. En un instante, Niall apareció para quedarse. En este instante, yo no puedo sentirme más afortunada y dichosa de lo que me siento. 

FIN

[Aquí acaba. Espero que os haya gustado este epílogo y toda la novela en general. Quiero daros las gracias a todas las que habéis leído, en especial a las que se tomaban el tiempo de comentar y de animarme para que siguiera a pesar de que leía poca gente, no sabéis lo que significáis para mí. Gracias. Como siempre, esto no se acaba aquí, seguiré escribiendo, pero con otros personajes y otra historia diferente, que confío que leáis y os guste. Os pediría que me dejarais en un comentario lo que más os ha gustado de la novela y lo que menos (por ejemplo, vuestro capítulo favorito y el que menos os ha gustado, o el mejor y peor momento), porque de eso se puede aprender mucho. Una vez más, gracias. Os quiero. 
Ana]