jueves, 10 de marzo de 2016

El vaso medio vacío.

Parece que hoy día esté de moda la tristeza. Quizás siempre lo ha estado, y la única diferencia es que ahora es mucho más fácil compartir cómo nos sentimos. Pensamos que si hacemos saber al mundo de nuestro dolor, será más llevadero. No comprendemos que casi siempre son los demás quienes nos lo causan, y nosotros quienes tenemos que superarlo. Pensamos que por compartirlo en una red social, también compartiremos la carga que acarreamos. Y que nadie me malinterprete, hay cierta belleza en la tristeza. Hay algo artístico en la melancolía. Los poemas que más se recuerdan son los que hablan de dolor. Las canciones más escuchadas cantan sobre corazones rotos. Es como si no necesitáramos capturar la felicidad, pero nos dedicamos a inmortalizar la desdicha. Y parece que se ha puesto de moda. Nos ha dado por las frases melancólicas, por ensalzar la depresión, porque es lo que se lleva, porque así los demás te entienden, porque te sientes dentro de un colectivo, una generación que está tan vacía que sólo encuentra forma de expresarse a través de su tristeza. Parece que miremos donde miremos, hay algo diciéndonos "sufre, está bien", y no lo está, ni para nosotros que podemos elegirlo ni mucho menos para aquellas personas que están auténticamente mal. Y el mundo, la sociedad -que somos todos, tú y yo también-, en lugar de promover la felicidad, en lugar de luchar por el positivismo, se asienta en su comodidad de unos jóvenes demasiado ocupados alimentando inconscientemente su tristeza como para preocuparse por llenar ese vacío con algo menos oscuro. Deberíamos luchar por ser la generación activa, la innovadora, la revolucionaria. Pero nos hemos convertido en la generación que aplaudía el dolor.

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Motivos para sonreír.