Mentiría
si dijera que desde el primer día ya tratábamos a los chicos como si fueran
amigos de toda la vida, especialmente en lo que a mí respecta. Steph les
trataba con un toque de confianza al que el resto de nuestra clase aún no había
accedido –y sé que la envidiaban por ello-, y yo… bueno, yo les miraba con
agrado, y más de una vez recibía alguna sonrisa por su parte –y sé que la clase
me odiaba-. Hagamos un pequeño paréntesis aquí. ¿Qué ocurre cuando la chica
guapa y carismática sale con el chico más popular del instituto? Las demás la
envidian, es cierto, pero se resignan a ello porque es como un equilibrio de la
naturaleza, así es como tiene que ser, no hay más. Pero, ¿qué ocurre cuando la
chica menos sociable, la más rara, la que no es guapa, sale con el chico más
popular del instituto? En primer lugar, estamos ante una película, casi seguro,
porque esas cosas no pasan en la vida real. Pero si realmente sucediera, todas
las demás chicas odiarían a la susodicha. ¿Por qué? Sencillamente, porque está
recibiendo algo que no merece, algo que debería ser propiedad de muchas otras
antes que de ella. La odian porque no entienden cómo es posible que el chico
sea tan tonto de estar con ella.
Reconozco
que mi caso no era tan extremo, pero cuando llegan cinco chicos nuevos a una
clase y todo el mundo quiere acercarse a ellos y conocerles, los primeros
afortunados o afortunadas siempre son objeto de miradas iracundas y airadas por
parte del resto. Como iba diciendo, Steph se traía con ellos bromas y risas.
Como las personas que no hablan mucho suelen ser las que más observan, yo me
fijé en su comportamiento durante los días posteriores a la quedada en la
biblioteca. Pues bien, mi amiga me había dicho que le había gustado Harry, pero
yo no vi ni un solo indicio de ello, al menos no por el momento. Seguramente
vosotros también notéis cuando a vuestros mejores amigos les atrae otra
persona, porque eso son cosas que…. eso, se notan.
En
cuanto a Niall, a veces me hablaba durante los almuerzos. Intercambiábamos
frases cortas y bastante superficiales, pero, qué queréis que os diga, para mí
era suficiente. No es que estuviera perdidamente enamorada de él, no penséis
eso. Pero me gustaba, y sentía un ligero cosquilleo en el estómago cuando se
dirigía a mí.
Un
par de semanas después de la llegada de los chicos, Steph tuvo que faltar a
clase un día para ir a algún médico, no recuerdo si era el dentista o el
dermatólogo. Yo no pensaba que fuera a “tener” a los chicos para mí sola porque
llegados a esa fecha ellos ya se relacionaban con las demás personas de la
clase, pero aún comían con nosotras –ese día conmigo- y esperaba con infantil nerviosismo ese momento. Me había
acostumbrado a mis breves conversaciones con Niall, pero la idea de tener cinco
caras mirándome no es que me gustase demasiado. Sobre todo porque empiezo a
pensar cómo se verá mi cara desde fuera, qué impresión tendrán mis palabras
para los demás, y me agobio.
En
fin, pues me encontraba guardando los libros de la primera clase en mi taquilla
para coger los de la segunda, y no me preguntéis por qué pero empecé a tararear
una canción al comprobar que no había nadie cerca.
-Estás
cantando.
La
voz de Niall sonó tan cerca de mí y me resultó tan inesperada que dejé caer los
libros de golpe en la taquilla, produciendo un pequeño estrépito.
-Tarareando
–corregí, sin volverme, y la escena me recordó a la de la biblioteca.
-Había
música saliendo de tus labios. ¿Estamos de acuerdo en eso?
Asentí
lentamente con la cabeza y me di la vuelta. Niall no estaba tan cerca, después
de todo. Había al menos dos pasos de distancia entre nosotros. Aceptable para
una persona como yo que tenía fobia a las conversaciones a solas.
-¿Qué
le ha pasado hoy a Steph? –preguntó él.
Mi
gozo en un pozo. Ah, y yo que pensaba que se había acercado a mí porque por
algún misterioso motivo le interesaba estar un ratito conmigo.
-Ha
tenido que ir al médico –respondí, quizás en un tono no demasiado agradable.
-Espero
que no sea grave.
-No,
no lo es.
Hice
ademán de cerrar mi taquilla para marcharme, repentinamente enfadada, cuando
Niall me puso una mano sobre la muñeca, como si pretendiera sujetarla para
impedir que me moviera. Sin embargo, no llevó el movimiento a término, y acabó
como una suave caricia a lo largo del dorso de mi mano que me erizó la piel.
-No
vengo por eso –dijo, como si hubiera adivinado el por qué de mi reacción; no
soy tan opaca, después de todo.
-Niall
–fue la primera vez que lo llamé por su nombre, y me resultó extraño oírlo
salir de mis labios- creo que tenemos clase.
Miró
el reloj.
-Dentro
de cuatro minutos exactos.
-No
me gusta llegar tarde.
-Sólo
quería recordarte… pedirte de nuevo el libro.
Guardé
silencio, aunque sabía perfectamente de qué libro estaba hablando.
-El niño con el pijama de rayas –aclaró.
-Ah
–esbocé algo que probablemente se vio como una sonrisa irónica.
-¿Qué
pasa?
-Que
me resulta extraño que hayas venido a buscarme en lugar de decírmelo en el
almuerzo –contesté, y Niall se mordió el labio.
-Ya.
-¿Todo
bien?
-Sí
–me contestó él.
No
sabía qué hacer. Os lo aseguro. Soy pésima sacando tema de conversación; si mi
vida dependiera de que supiera llevar una conversación agradable durante diez minutos,
no sobreviviría. Además, como le acababa de decir a Niall, no tenía mucho
sentido lo que acababa de hacer, y estaba desconcertada. Pero aún peor, lo
cierto era que tenía el libro guardado en mi taquilla desde el día siguiente a
la tarde en la biblioteca, esperando a que Niall viniera a pedírmelo. Pero
ahora no sabía si debía dárselo o si iba a parecer una obsesa si lo hacía.
Con
un suspiro de resignación, me giré y cogí una bolsa de plástico azul en la que
había puesto el libro. Se la tendí a Niall.
-¿Qué
es…? –miró en el interior- Oh, vaya. Gracias.
-Yo
también sé actuar de forma rara –sonreí.
Él
me correspondió a la sonrisa, aunque no sabía exactamente por qué. No tenía muy
claro qué estaba pasando, y como siempre que estoy confusa, sale mi lado más
irónico y más sincero.
-Me
ha gustado oírte can… hacer música –me miró con un destello de complicidad.
-No
sé por qué lo he hecho –admití.
-Porque
a ti también te gusta –se encogió de hombros.
-Bah,
de todos modos no sirve de nada.
-Sí
que sirve.
-Quizás
para vosotros, cinco chicos que seguro que tienen mucho talento y que son
atractivos, la viva imagen de un grupo que podría abrirse paso en el mundo de
la canción. Pero lamentablemente, para una chica mediocre, poco agraciada y con
sobrepeso, no hay hueco.
No
pude contener las palabras. Desearía que se hubieran quedado dentro de mi
mente, como habían estado siempre, como me recordaba cada vez que había dejado
mi imaginación volar en aquellos tiempos en los que aún cantaba. Después había
dejado de hacerlo, y tal vez de forma subconsciente había sido para dejar de
tener que repetirme a mí misma que era absurdo. Con lo que había dicho de mí
misma, en ese momento ni me di cuenta de que había admitido que ellos eran
guapos, y creedme, en mi vida le había dicho a ningún chico que fuera guapo.
En
lugar de salir corriendo o echarse a reír como pensé que haría, Niall me miró
como si hubiera visto a un Tiranosaurio Rex devorando tiernas florecillas
silvestres.
-No
eres nada de eso –musitó él.
-Gracias
–me limité a decir, pero sabía que mentía por compasión.
-Precisamente
había venido porque… -giró la bolsa de plástico entre sus manos- Los chicos y
yo vamos a ensayar esta tarde. Un amigo del padre de Liam tiene un estudio
aquí, y nos lo va a prestar un rato, nada serio. Y hemos pensado que te podría
gustar venir. Que a lo mejor así te animabas.
Podría
decir que sopesé lo que me acababa de decir, pero la verdad era que todavía seguía
dándole vueltas a lo que yo misma había dicho, a mi confesión sobre mi nula
autoestima delante del chico que me estaba empezando a gustar. Dios, lo que
menos quería era dar pena, y estaba segura de que ahora Niall me veía como una
pobre chica afectada por el peso de la sociedad que lloraba por las noches y se
hacía cortes en las muñecas. Y mi situación no era tan extrema.
-No
sé –dije, sistemáticamente.
-Será
sólo un rato –pidió él, lo cual me resultó tremendamente extraño.
-¿Y
Steph?
-Puede
venir también, si quiere.
-Mmmm…
-No
te vamos a hacer cantar. Prometido.
-Es
que no sé qué sentido tien…
-Pasar
un rato. Hacer algo diferente.
-Entonces
quizás.
-Escucha.
De no hacer algo a hacerlo de forma profesional hay muchas fases intermedias.
Alguna gente hace encaje de bolillo. Nosotros cantamos. Es un hobbie. Y no
tendría nada de malo que para ti también lo fuera. Lo hacemos para nosotros
mismos, para pasarlo bien. Es que no entiendo por qué te niegas a ello.
-Porque
yo no sé cantar.
-Eso
es lo que tú piensas.
Puse
los ojos en blanco y Niall rió levemente.
-En
el almuerzo concretamos lugar y hora, que ya han pasado los cuatro minutos, y
tú eres más bien una chica puntual –me sonrió con calidez, provocándome a mí
también una sonrisa.
-Está
bien –accedí finalmente.
-Nos
lo pasaremos bien –me aseguró, y me miró por primera vez de una forma de la que
no lo había visto mirarme desde que llegó a mi instituto dos semanas atrás.
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