martes, 16 de septiembre de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 25.

I

Derek deja que se agote la llamada y vuelve a intentarlo en cuanto lo hace. Va conduciendo unos kilómetros por encima del límite de velocidad y ni siquiera sabe por qué, si no va en ninguna dirección concreta. Quizás sea para liberar su frustración.

Por fin contestan al teléfono.

-¿Derek? ¿Pasa algo? 

Él asiente inconscientemente con la cabeza, satisfecho de que su amigo no sepa todavía lo que le ha pasado a Natasha.

-No -contesta-. Spike, necesito que me digas dónde está viviendo Owen desde que nos echaron de la residencia.
-¿Qué te hace pensar que yo lo sé?
-Sé que lo sabes.

Derek está completamente seguro de que si Owen se lo ha dicho a alguien sólo ha podido ser a Spike.

-Mira Derek, no estaría bien que te dijera dónde vive para que fueras a pegarle, ¿no crees? -su voz suena ansiosa- Y además, ¿por qué esa urgencia?
-Quiero hablar con él -responde Derek con la máxima tranquilidad que puede-. De verdad. 
-¿Por qué siempre me tenéis que poner en estas situaciones? -se lamenta su amigo.
-Por favor. 

Sin duda, Derek hace bien al no suplicar nunca las cosas, porque cualquiera que escucha salir de sus labios las palabras "por" y "favor" juntas, comprende que necesita algo desesperadamente y le resulta imposible negárselo. Así que dos minutos más tarde ya ha desconectado el móvil y ha girado violentamente el coche para ir a cazar a su presa a su madriguera.


II

"El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento"

Ayleen lanza el móvil contra el desgastado sillón gris, que rebota y cae al suelo. La carcasa y la batería se separan de la pantalla, pero eso ya le importa bien poco.

Desesperada, rompe a llorar, y Axel le da unas palmaditas en la espalda que no la consuelan en absoluto.

-Estará bien -le dice él.
-No, no lo estará. ¡Owen se ha vuelto loco! En el mejor de los casos se llevará una paliza. Y si no, Owen podrá denunciarle. ¿Irá a la cárcel? 
-Verte así de nerviosa no ayuda a que Natasha se crea que su hermano ha ido a su piso a comer y ducharse -Axel señala disimuladamente al interior de la habitación.
-Pero...
-Mira, Derek sabe defenderse solo. Siempre hace estupideces pero siempre sale ileso de ellas. No te agobies.

Ayleen, con la respiración agitada, coge del suelo los restos de su móvil y baja con frustración por el ascensor. No tiene ni idea de adónde habrá ido a buscar a Owen -si es que es eso lo que ha ido a hacer-, y Axel no conoce la dirección de Owen mientras no está en la residencia. Se siente inútil y muy enfadada con Derek, pero la preocupación por alguien que te importa siempre es superior al enfado que te provoca que haya hecho alguna locura.

Casi sin ser consciente de adónde va, Ayleen se descubre a sí misma cara a cara con Connor. Su subconsciente es más inteligente que ella en ese momento y comprende que tiene que arreglar las cosas con él. Aunque por dentro sea un manojo de nervios al pensar en Derek.

-Hola -dice ella en voz casi inaudible.
-Hola -sus ojos azules la miran con tristeza.
-Connor, yo... -guarda silencio porque no sabe cómo seguir.
-No importa, Ayleen, en serio. Ahora mismo tu novio te necesita más que yo, así que vete con él.
-¡No somos novios! -exclama la joven, y se deja caer al lado de Connor en el asiento- No lo somos.
-Pero hay algo entre vosotros.
-Sí, eso parece.

Un hombre y una mujer de mediana edad pasan a su lado, elegantemente vestidos pero con el rostro desencajado. Ayleen suspira.

-Escucha, quería contártelo, de verdad que sí. Bueno, no quería porque tenía miedo de tu reacción, pero sabía que debía hacerlo -le mira, desesperada porque comprenda.
-O sea que te doy miedo.
-¡Por Dios, no! Por favor, no lo malinterpretes todo -Ayleen tira incesantemente del borde de su pantalón-. Tú no me das miedo. Me da miedo perderte.

La expresión de Connor se ablanda pero luego se torna melancólica, lo que lo hace todo incluso más difícil para Ayleen. El joven espera a que ella continúe hablando.

-Eres la persona que mejor me ha tratado desde que llegué a Chicago. No sé qué habría hecho sin ti, pero...
-Pero no es suficiente.
-Quizás no lo sea.

Connor suelta todo el aire de golpe, como si sus pulmones fueran un globo desinflándose.

-Lo que más me duele es que me mintieras. Ni siquiera estoy tan enamorado de ti.

Ayleen agacha la cabeza. Su amigo lo está pasando mal por su culpa, porque sabe que es culpable. 

-Lo siento –murmura.
-No lo sientas. Pero, la verdad, no lo esperaba de ti. Hace poco más de un mes que le conoces y ya… 

Su silencio elocuente no deja dudas de a qué se refiere. La chica pelirroja frunce el ceño, contrariada.

-¿Piensas que estaba en su piso porque nos habíamos acostado? –su voz suena como una acusación, aunque la insinuación de Connor no está tan lejos de lo que ha estado a punto de pasar entre Derek y ella.
-Bueno, eso es lo que hace Derek con las mujeres, por si no lo sabías.
-Disculpa, pero Derek ha cambiado –enfurecida, se levanta y mira a Connor con dureza.
-Ni siquiera sabes cómo era antes. ¿Cómo puedes saber que ha cambiado?
-¡Tú no sabes nada, Connor! –alza la voz.
-Lo que creo es que me lo has ocultado no para no perderme, sino para evitar que te aconsejara lo que tu subconsciente ya sabe: que es mejor alejarse de Derek. Pero ahora que lo sé, te lo diré igualmente. Él no va buscando una relación, sólo quiere a alguien con quien pasar un rato. Su interés en el sexo femenino es únicamente físico. 

Ayleen se da la vuelta y se marcha de allí sin contestar. Tampoco sabría qué decir, en realidad. Tal vez Connor tenga razón y no se lo haya dicho por eso. Pero se niega a creer que Derek sólo la vea como una chica más con la que acostarse, no cuando le ha enseñado esa parte tan secreta de él: su arte. 

Se obliga a calmarse en mitad de las escaleras, pero su cuerpo no es capaz de albergar tantas emociones, y acaba por romper a llorar como una niña de cinco años que no tiene a nadie que la consuele.


III

Derek se apoya en la pared en la que se encuentra la puerta de la casa de Owen. Según Natasha, logró escapar cuando el grupo de estudiantes fue a socorrerla al escuchar sus gritos, y Derek está seguro de que se ha escondido en su casa como una rata cobarde. Pero también sabe que no tardará mucho en salir de allí, porque si la policía fuera en su busca, sería en el primer sitio en que mirarían. Sólo espera que aún no se haya marchado, y está dispuesto a quedarse allí el tiempo que haga falta hasta que salga. Podría tocar a la puerta, claro, pero Derek duda que Owen abriese. 

Así que el joven de pelo revuelto y ojos atormentados se pasa casi tres cuartos de hora sintiéndose culpable por no haberle dicho la verdad a Ayleen. A esas alturas ya debe haberse dado cuenta de que no ha ido a la cafetería, y resiste la tentación de encender el móvil, porque no quiere ver si le ha llamado, y no quiere colgar deliberadamente en caso de que le llamase ahora. 

Por fin se escucha el ruido de unas llaves. Derek se incorpora y nota todos sus músculos tensarse. La puerta se abre, y sin pensárselo dos veces Derek se tira hasta Owen, haciendo que ambos entren en la casa. Éste último llevaba una bolsa al hombro que ha caído al suelo con un ruido sordo. Aturdido, tarda en reaccionar, y Derek comienza a pegarle. Owen se revuelve, maldice y responde a los golpes, pero Derek es ligeramente superior en fuerza y el factor sorpresa es determinante. Ni siquiera es consciente de lo que hace, pero le pega una y otra vez hasta que Owen está en el suelo, como un saco de boxeo que gime de vez en cuando. Derek le grita, entre otras cosas, que como lo vuelva a ver en Chicago lo matará, y sale del piso cerrando la puerta tras de sí.

El subidón de adrenalina casi ha desaparecido para cuando entra en el coche, y poco a poco va siendo consciente de sus nudillos despellejados, de sus manos manchadas de sangre –tanto de la de Owen como de la de él-, y de un fuerte dolor en el costado izquierdo. Owen le ha golpeado con fuerza, y es posible que tenga alguna costilla fracturada. Su respiración, al principio agitada por la ira, se convierte en bocanadas ahogadas de frustración y rabia, y tras darle un golpe al volante rompe a llorar como hacía años que no lloraba. Nota las lágrimas resbalar por su cara y mojar su ropa, pero no le importa. Se imagina a Natasha maltratada por ese cabrón día tras día, y un llanto aún más desesperado se apodera de él. Se siente miserable, por no haber podido evitarlo y por lo que acaba de hacer.

Sin ser consciente de lo que hace, conduce hasta su piso, se ducha y mete su ropa manchada en la lavadora. El dolor en el costado es cada vez mayor, y mientras se está poniendo una camiseta limpia, siente un pinchazo, la vista se le nubla, deja de sentir su cuerpo y todo a su alrededor se vuelve negro.


[¿Qué opináis de lo que ha hecho Derek? ¿Y qué le habrá pasado? Chanchanchááán. Espero vuestros comentarios en blogger y en menciones en twitter, si es posible. Gracias por leer e intentaré subir pronto]

sábado, 13 de septiembre de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 24.

I

Axel corre por la entrada hasta el mostrador del hospital, donde pregunta por Natasha Harris con la respiración entrecortada. El hombre que le atiende está sin duda acostumbrado a ese tipo de situaciones, porque no se altera y teclea algo en su ordenador, sin prisa pero sin parsimonia. Lo que se suele llamar, con eficiencia. En cuanto le informa de la planta y la habitación, Axel sale disparado para allá sin siquiera dar las gracias. No cabe duda de que el recepcionista también está habituado a ello. 

El joven decide que el ascensor será demasiado lento, por lo que sube los escalones de dos en dos. Al llegar al lugar que le han indicado, descubre que no es ni mucho menos el primero en aparecer. Ayleen y Connor están fuera de la habitación, en medio de lo que casi da la sensación de una discusión, y Axel ve a Derek sentado en el borde de la cama de su hermana, con sus manos entre las de él.

-… pero no esperaba que estuvierais juntos en ese momento –dice Connor, exaltado.
-¡No entiendo por qué te pones así! ¿Me llamas para que avise a Derek y ahora te molesta…?

Él la interrumpe.

-Te he llamado porque estaba seguro de que tenías su número y Natasha no quería dármelo, no porque tuviera asumido que estaríais por ahí en horario de clase.
-Connor, no eres mi padre así que no intentes darme lecciones–Ayleen se cruza de brazos.

Axel carraspea, pues es evidente que no han notado su presencia. Inmediatamente, los dos chicos se vuelven hacia él y lo miran muy erguidos, en una posición bastante poco natural. 

-¿Me explica alguien qué ha pasado?

Ayleen y Connor se miran con el ceño fruncido.

-Entre vosotros no, con Natasha –Axel pone los ojos en blanco y la pareja suspira al unísono-. Ella me ha mandado un mensaje pidiéndome que viniera. 
-¿Ella te ha avisado? –pregunta Ayleen con incredulidad.
-Sí.

El muchacho rubio alza las cejas.

-¿Pero se puede saber qué pasa? 
-Ha sido Owen -se limita a contestar Connor, como si ya con eso fuese evidente lo que ha pasado.
-Intentó... violarla -añade Ayleen en voz baja.
-¡No! -no es capaz de creer que realmente Owen haya llegado a tanto.
-Sí -Connor asiente con la cabeza para reforzar sus palabras.

Axel se sienta en una de las sillas color gris de tela desgastada e intenta asimilar lo que le cuentan entre los dos. Owen había esperado a que todos entraran a clase y se había llevado a Natasha a un lugar apartado. Afortunadamente, ella gritó en un momento de descuido de su agresor y un grupo de rezagados que llegaba tarde a la universidad evitó que Owen consiguiera lo que se proponía. 

No obstante, cuando Axel entra a la habitación, Natasha yace con los ojos rojos y entrecerrados y la cara y los brazos llenos de morados. Un arañazo le surca el cuello y se pierde bajo la bata blanca de enferma que le han puesto. El joven prefiere no pensar que heridas puede haber bajo la ropa, y peor aún, más adentro todavía, en su mente. El único signo de alteración que hay en Derek es su mandíbula tan apretada que Axel duda que pueda siquiera hablar. Se comporta con entereza por su hermana, sin duda, y porque Derek no es la clase de persona que exterioriza su dolor ni da jamás muestras de debilidad. Lo cual no significa que no sufra, y Axel sabe muy bien que para Derek cualquier daño causado a Natasha es infinitamente peor que algo que le hagan a él.

Derek se pone en pie y saluda a su amigo con un gesto con la cabeza. Va a salir de la habitación cuando Axel le agarra del brazo. Habla en voz baja para que Natasha no pueda oírle.

-No hagas ninguna tontería, Derek -lo mira a los ojos y ve la furia en ellos-. Quédate aquí. ¿Me entiendes?

Él vacila un instante. Lo suficiente para que Axel sepa que sus miedos no son infundados.

-La policía irá a por él, no tú. Derek, mírame. Ella se sentirá culpable si te metes en problemas por esto. Prométeme que te vas a quedar aquí.

Derek asiente con la cabeza y Axel no le quita los ojos de encima hasta que lo ve sentarse en una silla gris de fuera. Observa como Ayleen va hasta él y Connor desaparece por las escaleras. 

Finalmente, posa sus ojos en Natasha.

-Hola -dice en voz no muy alta.
-Hola -una tenue sonrisa surca el rostro de ella.
-¿Cómo te encuentras? 
-Como una gran mierda -cierra los ojos un instante.
-Lo siento.
-¿Recibiste mi mensaje? 
-Claro -la toma de la mano y Natasha aprieta con una fuerza que Axel no esperaba-. He venido en cuanto me ha llegado, pero ya sabes, la facultad no queda demasiado cerca del hospital.

Natasha asiente, dando a entender que lo comprende.

-Ya estoy mejor -asegura en un susurro-. Pero me duele todo y me han puesto esta cosa para quitarme el dolor -señala con la cabeza una vía de plástico que se introduce en su antebrazo-. Y ahora me muero de sueño. Y lo que más me duele está aquí -se señala el corazón- y este bicho no puede curar eso.

Inmediatamente entonces cierra los ojos y su respiración comienza a adquirir un ritmo regular, como ocurre cuando alguien se queda dormido. Sin duda los medicamentos han hecho un rápido efecto, y deben ser bastante fuertes porque Natasha hablaba con voz pesada y pastosa, y de repente se ha abandonado al sueño.


II

Ayleen se sienta al lado de Derek en uno de los sillones que hay junto a la puerta. El joven moreno parece una estatua, completamente quieto y con las facciones de su rostro más pronunciadas que nunca debido a la tensión. Sólo mirando a sus ojos negros se puede entrever el dolor que siente. 

La pelirroja le toma de la mano, pero él no responde al contacto.

-Derek, di algo –suplica ella.

Él la mira. Luego alza la cabeza hasta el techo y parpadea varias veces. Quizás teme ponerse a llorar como pronuncie tan solo una palabra. Quizás no sabe qué decir porque en ocasiones nada de lo que digas te hará sentir mejor. 

-Sé que estás preocupado por ella, pero se ha librado de algo mucho peor. Sólo alguien fuerte puede superar esto, y Natasha es la chica más fuerte que conozco. En eso te pareces a ella –Ayleen habla con voz dulce.
-Está loco –murmura después de un breve silencio-. Está completamente loco. 
-Le denunciaremos por agresión. Hay testigos. No pienses en eso ahora…

Derek gira la cara para mirar a la habitación donde se encuentra su hermana. Axel está junto a ella, acariciándole suavemente la mano. Parece dormida. Derek se pone en pie y Ayleen le imita. 

-No, no, quédate aquí –le pone una mano sobre el hombro a la chica.
-¿Adónde vas?
-A comer algo –suspira.
-Voy contigo.
-No hace falta, pelirroja –esboza una débil sonrisa que hace una grotesca mueca en su cara contraída por el dolor; a pesar de ello sigue siendo guapo.
-Pero…
-Quizás deberías hablar con Ackland, ¿no? Parecía cabreado cuando he salido de la habitación.
-Bueno, no esperaba que cuando me ha llamado estuviéramos juntos. Natasha no quería avisarte para que no te preocuparas, Connor no tiene tu número… y estaba seguro de que yo sí lo tenía. Pero eso da igual ahora, Derek.
-¿Intentas que no se entere de que hay algo entre nosotros pero le dices que estábamos juntos cuando ha llamado? Algo falla ahí dentro –le coloca un dedo sobre la sien.
-Ahora mismo no tengo mis facultades al cien por cien, lo reconozco –Ayleen se lleva dos dedos al puente de la nariz y lo masajea, cansada.
-Pues tendrías que hablar con él y explicárselo todo de una vez.
-Ni siquiera sé qué es exactamente ese todo.
-Claro que lo sabes.

Derek le da un suave beso en la frente y se marcha a paso ligero por las escaleras. Por un momento, se ha comportado como si no hubiera pasado nada, pero al irse Ayleen ha visto que sus hombros volvían a tensarse y cerraba los puños con fuerza.

La joven se vuelve a dejar caer en el asiento. Es como si las cosas a su alrededor estuvieran dejando de tener sentido, y todo se desmoronara. Por mucho que Derek diga que sí sabe lo que hay entre ellos, no es así, y hasta que él no le confirme que hay una relación no va a pensarlo, porque la idea de Derek como un amante de las mujeres ronda en su cabeza como un ave de carroña. Por si fuera poco, ahora Connor parece odiarla, y no le faltaría razón. No es que ellos sean nada, pero tal vez Ayleen le ha estado dando falsas esperanzas, y además una vez Connor le preguntó directamente si había algo entre ellos y ella le prometió que no. Y, lo peor de todo, tiene a una de sus mejores nuevas amigas en una habitación de hospital porque su ex novio acaba de intentar violarla. Definitivamente, el mundo es un desastre. Sólo encuentra algo de belleza en él cuando mira a través del cristal de la habitación y ve a Axel inclinarse sobre una dormida Natasha y darle un corto y tierno beso en los labios. Ayleen sonríe. 

Después de un rato con la mente en blanco, y de otro con muchas preocupaciones cruzándole la mente como relámpagos en la noche, mira el reloj y se da cuenta de que ha pasado mucho tiempo desde que Derek se fue. Tras comprobar que Axel sigue allí cuidando de Natasha, baja a la cafetería en busca de Derek. En su camino, ve a Connor sentado en uno de los bancos de la entrada, que no se da cuenta de la presencia de ella. No obstante, Derek no está en la cafería. Ni cerca de ninguna de las máquinas expendedoras de comida. Lo busca frenéticamente por todas partes, incluso se asoma a los aseos de hombres y pronuncia su nombre en voz alta. No recibe ninguna respuesta. 

Ayleen saca su móvil y lo llama. Una vocecita irritante le comunica que el teléfono se encuentra ocupado en ese momento. Derek está hablando por teléfono con alguien. Con creciente preocupación, Ayleen llega a la conclusión de que Derek le ha mentido, y se siente estúpida por haberse creído que el joven tenía hambre cuando casi ni siquiera era capaz de hablar. ¿Con quién estará hablando por teléfono? Inquieta, sube las escaleras para decirle a Axel que cree que Derek ha decidido ir a tomarse la justicia por su propia mano. 


[Como le gusta el peligro a Derek, ¿eh? Y Axel asdjhabsdhgavsd. Ahí lo dejo. En fin, espero que me comentéis qué os ha parecido el capítulo en el blog y a ser posible también en menciones por twitter, muchas gracias por leer]

jueves, 4 de septiembre de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 23.

I

Si la realidad fuera una película, Natasha habría sentido la presencia de Owen detrás de ella, y algo que todavía los unía misteriosamente la habría hecho girarse sabiendo con exactitud lo que éste quería. Pero la realidad es diferente, y Natasha no ha sido consciente de que Owen la seguía hasta que él ha pronunciado su nombre en voz alta. Sorprendida y algo asustada, la chica se queda paralizada y es Owen el que camina para ponerse en su campo de visión.

-Hola –dice él con tranquilidad.
-Hola –Natasha intenta no fruncir el ceño ni hacer ningún gesto que pueda contrariarle.

Mientras tanto, la gente pasa a ambos lados, dirigiéndose a clase y apartándose del camino de la pareja como el agua de un río lo hace con una piedra.

-¿Me echas de menos? –pregunta Owen directamente, y su voz suena casi dulce.

Natasha lo piensa durante un segundo antes de contestar.

-Ya te echaba de menos cuando todavía estabas en la residencia.
-No comprendo…
-Owen, tú… te fuiste hace mucho tiempo. Ahora te miro y no te veo a ti, sino a un extraño. No sé qué te ha pasado, pero hace semanas que dejaste de ser el Owen del que me enamoré.

Las palabras salen atropelladas de sus labios, y a pesar de saber que quizás no deba haberlo dicho, no consigue evitarlo.

-No he cambiado, sigo siendo yo… y te quiero –susurra el joven, y por un momento Natasha cree vislumbrar en él al chico que era antes.
-No se le hace daño a alguien a quien se quiere.

El rostro de Owen cambia totalmente. Sus ojos se vuelven fríos, sus labios se contraen y su ceño se frunce de tal modo que parece que sus cejas vayan a tocarse. Cierra las manos en puños y Natasha consigue no echar a correr porque todavía hay gente pasando a su lado y está convencida de que Owen no será capaz de lastimarla delante de ellos.

-Owen –se arma de valor- no quiero volver a verte.

La sorpresa se refleja en la expresión del joven que tanto daño le ha hecho. Cuando consigue encajar el golpe, se acerca un paso a Natasha y su respiración es tan agitada que parece que vaya a ponerse a gritar. Pero no lo hace.

-Ya entiendo de qué va todo esto –escupe cada palabra-. Ahora estás con otro y por eso ya no me quieres a mí.
-¿Qué…? ¡No! –contempla asustada como ya no queda casi nadie pasando a su lado, y todos pasan de largo creyendo que será alguna acalorada pero típica discusión de pareja- Escucha, tengo que irme a clase.
-No, no, no –la agarra de la muñeca con fuerza-. No. No puedes mentirme. Te he visto. ¡Joder, que ahora te follas a Axel! ¿Es que vas a ir tirándote a todos los amigos de tu hermano o qué? 

Natasha lo contempla con los ojos desencajados, sin querer creer lo que acaba de escuchar. Tarda demasiado en reaccionar y para cuando lucha por soltar su muñeca, Owen ya la ha agarrado por la cintura y le impide moverse.

-¿Quieres saber lo que eres? –grita, pues ya no queda nadie que le escuche- ¡Eres una puta!

Le propina una bofetada y cuando logra recomponerse, Natasha le escupe en la cara como única forma de defenderse, como la única manera que encuentra de expresar su frustración y su rechazo. Él es mucho más fuerte y la tiene sujeta de un brazo y del torso, y por mucho que forcejea con la otra mano no logra escapar.

-¡Owen, suéltame! –grita, y él le abofetea la otra mejilla.
-Es conmigo con quien tienes que estar –masculla entre dientes.

Owen la arrastra por el camino de entrada a la facultad hasta que llegan a un pequeño recoveco oculto gracias a unos árboles. Sin duda muchas parejas han debido usar ese sitio para robarse algunos besos sin ser vistos. El joven pone con ímpetu a Natasha de cara a la pared, sin dejar de sujetarla, y ésta intenta darle patadas al tiempo que grita, lo que Owen soluciona tapándole la boca con una mano. Se pega contra ella, de modo que su propio cuerpo sirve para sujetarla contra la pared, e introduce la mano que tiene libre en el interior de la camiseta de Natasha, apretando con fuerza uno de sus pechos. Llegados a ese punto, le importa poco que grite porque sabe que todos deben estar en clase así que usa la mano que antes estaba en su boca –y que se ha llevado varios mordiscos- para bajar el pantalón de Natasha y hacer lo propio con el suyo. Owen siempre acaba consiguiendo lo que quiere, y Natasha tiene que empezar a darse cuenta de ello.



II

Después de un poco menos de media hora de trayecto en el viejo Ferrari rojo de Derek, el joven aparca el vehículo en una zona claramente residencial e indica a Ayleen que es momento de bajarse.

-Me ha parecido simpática tu amiga la de la cafetería –comenta él cerrando el coche.
-¿Elyse? Sin duda tú también le has caído bien –responde Ayleen en tono jocoso.
-Ya sabes lo difícil que es resistirse a mis encantos.
-¿Adónde vamos? –pregunta ella tras una breve pausa- Porque este no parece el típico sitio por el que tú debes moverte.
-No solamente voy a antros de mala muerte, querida –emplea un refinado tono británico en la última palabra que arranca una carcajada a Ayleen.

La pareja camina hasta una bonita zona ajardinada y se paran delante del portal de un edificio. Derek saca un llavero de su bolsillo y abre la puerta con total naturalidad, al igual que hace cuando llegan al cuarto piso. Se hace a un lado para que la joven pase, pero ella se queda donde está, con la boca entreabierta y su mano cogida a la de Derek.

-¿Así que aquí es donde vives ahora?
-¿Por qué no entras y lo compruebas? –reitera su gesto de bienvenida.

El cerebro de Ayleen procesa a toda velocidad. Derek quería enseñarle algo importante, y acaba de llevarla a un piso. ¿Qué puede tener eso de extraordinario? Seguramente sólo la habrá llevado allí porque hay una cama. Sin embargo, se obliga a entrar, y lo que descubre le demuestra que tiene que empezar a confiar más en el chico de piel bronceada.

El piso es, simple y llanamente, un estudio. Una gran estancia repleta de estanterías, con varias mesas y un par de sillones. Está considerablemente desordenado. Hay folios, trozos de cartón, pósters, pinceles, lápices y rotuladores por todo el suelo. Incluso una figura de arcilla sin terminar descansa sobre una de las mesas, aparentemente abandonada. Sin darse cuenta, Ayleen empieza a caminar entre las cosas, y descubre que al fondo del estudio, a la derecha, hay un pasillo.

-Lleva al dormitorio, al cuarto de baño y a la cocina –comenta Derek al seguir la mirada de ella, aunque Ayleen no le ha preguntado.

Da un último vistazo a su alrededor y luego se centra en Derek, que permanece de pie junto a la puerta cerrada.

-¿Lo has alquilado? –parece lo más lógico.

No obstante, él niega con la cabeza.

-¿Éste sitio es tuyo? ¿Qué…?

Ayleen está demasiado confundida para hablar. Le habría resultado mucho más fácil creérselo si no hubiera cientos de cuadros y dibujos por todas partes.

-Bueno, es de mis padres, en realidad.
-O sea, que eso… -señala el artístico caos que la rodea.
-No, no –parece que le cueste hablar, casi como si se avergonzara de ello-. Eso es mío.
-No sé si lo entiendo.
-Vale, espera… ¿quieres algo de beber?
-¿Agua?

Derek asiente con la cabeza. Desaparece por el pasillo y unos minutos después vuelve con un vaso de agua en una mano y un botellín abierto de cerveza en la otra. Se sientan en uno de los sofás y él le explica lo que cree que ella querrá saber. Natasha siempre había querido irse a una residencia para estudiantes así que cumplió su deseo, y sus padres lo enviaron con ella para que cuidara de su melliza. A cambio, compraron ese piso para que él lo usara como estudio, y aunque Derek lo omite, también le ha servido en muchas ocasiones como sitio donde llevar a las chicas

-¿Y para qué quieres tú un estudio? –Ayleen sabe que su pregunta es estúpida, pero sigue sin ser capaz de asociar esas creaciones al Derek que ella conoce.
-Querías saber qué estoy estudiando, ¿no? –bebe un largo trago de su cerveza- Pues aquí lo tienes. Bellas Artes.

La pelirroja parpadea.

-Este año aún no he… digamos que no he ido mucho a clase, y no soy buen estudiante, en absoluto, pero…

Ayleen sigue sin dar crédito a sus oídos y a sus ojos.

-En fin, te acabo de enseñar algo muy personal, espero que lo valores porque ya sabes que yo no soy muy de hacer estas cosas.
-Es que es tan…
-Chocante. Lo sé.
-¡Sí! –sacude la cabeza- No…
-… me pega. Ya me lo han dicho.
-Guau.

Derek frunce los labios y asiente lentamente con la cabeza. Cada vez que ha lleva a chicas allí les cuenta la misma historia: que el piso es de una tía francesa que pasa temporadas en Chicago pintando para su galería. No es que el arte le quite masculinidad, ni que lo que pinta sean dibujos de delicadas florecillas, pero no le gusta enseñar sus dibujos a nadie porque le hace sentirse expuesto, y débil. Pero ahora, por primera vez, ha dicho la verdad. El joven mira a Ayleen como esperando su aprobación. Ella se levanta indecisa del sofá y observa las pinturas ahora con mucha más atención.

La mayoría son a lápiz o a rotulador negro, pero hay algunas con tantos colores que ellas solas iluminan la habitación. Abundan los dibujos de mujeres desnudas –aunque todas tienen una mancha gris difuminada por rostro-, los nudos celtas, las formas afiladas y los paisajes montañosos. Además de eso, hay cuadros con manchas de colores sin sentido aparente y bocetos de cualquier cosa –incluido del viejo coche rojo de su abuelo-. Se para frente a una de las estanterías y coge un cuaderno de tapas marrones. Inmediatamente, cae al suelo un dibujo hecho en papel grueso, en el que se ve el final de una barbilla y todo un cuello femenino adornado por un sencillo colgante plateado. El dibujo incluye el principio del escote de dicha chica, y Ayleen no puede evitar fijarse en que al lado de la barbilla cuelga un fino mechón de pelo de color cobrizo. Quizás sea coincidencia.

Derek la mira, pensando una y otra vez que ha sido una mala idea llevarla allí. Cambiará el concepto que tiene de él, sin duda, pero no sabe si es algo bueno o malo. Mientras tanto, ella pasa un dedo distraídamente por uno de los diseños del cuaderno que ha encontrado.

-Éste… -murmura, y luego se vuelve hacia Derek- Quítate la camiseta –le ordena.
-Directa al grano, sí señor –sonríe y se la quita.
-No es por lo que piensas, tus pantalones se quedan donde están.

Ocultando una sonrisa, Ayleen camina hasta Derek y observa sus hombros. En efecto, ahí está. El tatuaje que vio la primera vez que se besaron es exactamente igual que el dibujo que tiene entre sus manos. Mira los demás tatuajes de su espalda y su torso y comprueba que todos se corresponden a sus dibujos.

-Menuda caja de sorpresas –pasa las páginas del cuaderno hasta la última que no está en blanco; ha conseguido unir una luna con algo parecido a unas runas, pero no parece estar terminado.
-Ése es el próximo.
-¿Dónde te lo vas a hacer?
-Aunque parezca mentira, es lo que más me cuesta decidir.

Ayleen deja el cuaderno en el sofá y pasa un dedo por el hombro de Derek, siguiendo las líneas de la tinta negra. El cuerpo del joven se tensa y la pelirroja sonríe, sintiéndose extremadamente poderosa. Baja su dedo por el pecho de él y lo coloca donde nota su corazón latir con más fuerza.

-Así que ahí dentro –da un leve golpecito- hay algo más que prepotencia y amor propio, ¿eh?
-Eso lo dices porque no has visto los autorretratos en los que me represento como un dios griego –contesta Derek con voz ronca.

La chica ríe y le da un corto beso en los labios. Realmente parece un dios griego, con el torso musculado y bronceado, pero no piensa admitirlo. Derek posa sus manos en la cintura de ella y las sube por sus costados, hasta que llegan a la base de sus pechos. Se para ahí y durante un momento se miran a los ojos. Ayleen enreda sus dedos en el pelo de él y le besa, ahora de forma más prolongada, buscando con su lengua los labios de él, y deja que Derek la toque por primera vez. Se dejan caer en el sofá, ella sentada en las piernas de él, con las rodillas apoyadas en el cojín. Derek le quita la camiseta y ella jadea, acariciando su espalda y pegándose contra el joven. Él le acaricia el pecho por encima del sujetador y busca con avidez la boca de ella. Sus dedos están intentando colarse por el borde del pantalón de Ayleen cuando suena un teléfono.

Los dos se sobresaltan y en el bolsillo de la pelirroja algo vibra, pero ambos hacen caso omiso y siguen besándose. En cuanto la primera llamada se agota, el móvil suena de nuevo. Ayleen saca el móvil con fastidio, y Derek consigue ver que se trata de Connor. Gira el rostro, contrariado, pero ella se levanta y contesta a pesar de todo.

-¿Qué…?

La interrumpen al otro lado del teléfono. Durante unos cuatro minutos, Ayleen tiene el aparato pegado a su oreja y escucha un torrente de palabras que a Derek sólo le llegan como un pequeño ruido de fondo.

-Ahora mismo –dice ella justo antes de colgar.

Ayleen coge su camiseta y se la pone a toda prisa.

-Tenemos que irnos –dice apresuradamente-. Natasha está en el hospital.

[OMG. Bueno, espero que me dejéis en los comentarios lo que pensáis que ha pasado con Natasha y lo que os parece este descubrimiento sobre la vida de Derek. Gracias por leer, de verdad]