martes, 30 de abril de 2013

#Imagina de Harry PARTE 20


La veo cruzar la puerta del instituto al igual que todas las mañanas; la falda ondulante al viento, el pelo botando levemente sobre sus hombros con cada paso que da. Las ojeras que algo de maquillaje intenta ocultar, y los ojos rojos. ¿Será sólo de no dormir? ¿O será también de pasarse las noches llorando? Sé que puede sonar muy egoísta, pero me reconforta un poco pensar que no se ha olvidado de mí, que piensa en mí. Han pasado once días, y aún no he visto ni una sonrisa asomar en su rostro. El simple hecho de estar totalmente seguro de que me odia hace se me parta el corazón. Pero el saber con la misma o más certeza que me quiere hace que desee morirme. Si ella supiera que cada mañana vengo a verla entrar al instituto porque me aterra olvidarme del color de su piel, de los reflejos naturales de su pelo, del brillo de sus ojos… Llevo once días sin oler su perfume. Once largos días sin oír su voz, sin ver su sonrisa, sin contemplar cómo frunce el ceño ante algo que digo para meterme con ella. Once jodidos días sin probar sus labios.

Pienso que quizás me estoy torturando. ¿Seré masoquista? No, en realidad prefiero verla durante unos minutos que intentar olvidarme de ella. Básicamente porque sé que sufriré más tratando de fingir que ella nunca ha estado en mi vida que intentando que permanezca en ella –aunque ni siquiera ella lo sepa-, a pesar de que sea en esta lenta agonía.

La verdad es que no fui consciente de lo que la quería hasta que las palabras “Ni siento nada por ti ni lo he sentido nunca. No-te-quiero” me quemaron los labios al pronunciarlas. Y lo peor es que sé que a ella le dolieron mil veces más que a mí. Suelo enorgullecerme de que normalmente no miento –simplemente no digo toda la verdad-, pero en este caso mentí de lleno. ¿Fui demasiado cruel?

“Follamos, y ya no necesito nada de ti”

Fui cruel. Pero no demasiado. Sé que si no hubiera dicho las cosas que dije, si sólo le hubiera dicho que no quería saber nada más de ella, se habría dado cuenta de que todo era una mentira, no me habría hecho caso, habría ido a buscarme. Esa fue la forma de que no quisiera saber nada de mí. Hacerle creer que soy un cabrón, que la usé, que en ningún momento la quise. Y tal vez sea un cabrón, pero no le mentí, y tampoco es cierto que no la quisiera. Si no la quisiera, me habría dado igual seguir con ella, sin importarme el daño que eso pudiera conllevarle. Jamás la habría dejado –y menos le habría dicho esas cosas- si no creyera que eso a la larga la beneficia.

Porque lo único que me impide que corra hacia ella cada mañana al verla aparecer es repetirme a mí mismo en mi cabeza: “ella jamás podrá ser feliz a tu lado, sólo conseguirás que le hagan más daño del que ya le han hecho”.

Lo más extraño de todo es que jamás pensé que podría llegar a querer a alguien del modo en que la quiero a ella, y menos en tan poco tiempo. Nunca creí en el amor, y tampoco iba buscándolo. Simplemente apareció, vestido con pantalones vaqueros y sentado en una mesa esperando a una cita que llegaba tarde.

La veo desaparecer entre la gente, como cada mañana. Suspiro. Para cualquiera que se haya dado cuenta de que llevo unos cuantos días viniendo para observar a la gente que entra al instituto debo parecer un loco. Quién sabe, a lo mejor realmente lo estoy.

Me asaltan unas súbitas ganas de entrar al instituto. A la biblioteca, más concretamente. Pasé bastantes horas durante una semana allí dentro con ella, y la verdad es que me apetece volver allí. Ella estará en clase, así que jamás sabrá que he estado en su instituto. Sí, soy masoquista. Pero hoy tengo ganas de recordar, y pasé muy buenos momentos ahí dentro vestido con unos vaqueros viejos y llevando una fregona en la mano. No quiero hacerle más daño así que bajo ningún concepto puedo dejar que sepa que estoy allí. Ya tuvo bastante con aguantar todo lo que le dije. Porque ella al menos cree que la usé y ya está. Yo convivo con un quiero-y-no-puedo. Quiero decirle que todo era mentira, que sólo intentaba protegerla. Y no puedo hacerlo, porque sólo conseguiría que le pasaran más cosas como lo que le hizo el hijo de puta de Stuart. Al menos aquello me sirvió para darme cuenta del mal que le podía hacer estar conmigo.

Camino hasta el instituto y me confundo entre la gente que aún sigue entrando. Sé que ella pasó hace unos minutos, así que no hay peligro de que me vea por allí. Entro al cuarto de la limpieza y, como hace ya unas semanas me acostumbré a hacer, cojo una fregona y un cubo, y me dirijo a la biblioteca. No hay absolutamente nadie allí, lo cual me reconforta. Voy a la mesa donde solíamos sentarnos, y paso las yemas de los dedos por su superficie, distraídamente. Sonrío. Siempre conseguía hacerla rabiar metiéndome con ella. “Bombón”. Sé que al principio le molestaba, pero estoy seguro de que después no me dijo su nombre hasta aquella noche porque le acabó gustando, y no quería que dejara de llamarla así.

Voy por entre las estanterías, tan absorto mirando las portadas de los libros que no me doy cuenta de que me voy a chocar con algo o alguien hasta que estamos los dos en el suelo. Resulta que es “alguien”, que por cierto iba tan despistado como yo.

Justo cuando voy a reprochar la falta de atención, reconozco ese color de piel, esos reflejos en el pelo, ese brillo en los ojos… Y siento que se me para el corazón.

Supongo que a ella le pasa algo parecido, porque abre mucho los ojos al reconocerme y me mira asustada. Me recorre el súbito pánico de que eche a correr, o de que me diga a la cara lo mucho que me odia, pero no hace nada de lo que estoy imaginando. Simplemente se queda quieta donde está, en el suelo. Yo también sigo en el suelo, de modo que nuestros ojos quedan a la misma altura. Sí, tiene los ojos rojos, casi con toda seguridad de tanto llorar.

“La has cagado, Styles”, me digo a mí mismo, llamándome inconscientemente de la forma en que ella me llamaría.

-¿Q… qué haces aquí? –pregunta, entre vacilante y desafiante.

El sonido de su voz me recorre todo el cuerpo como una gota de sangre caliente, y me revive. Me hace sentir como en casa. Aunque el tono sea de reproche, es precisamente ese tono el que ella solía emplear conmigo. De repente es como si nada hubiera cambiado, como si esos once horribles días no hubieran existido, y ella siempre hubiera estado ahí. Pero al mirarla de nuevo, me doy cuenta de que la realidad no es esa. Se está preguntando qué coño estoy haciendo en su instituto, y estoy convencido de que si le dijera que me apetecía recordar no me creería, lo cual tampoco sería tan difícil de entender, puesto que ella piensa que jugué con ella.

-No lo sé –respondo, y en realidad puede que eso sea hasta cierto.
-¡No me jodas, Styles! ¡¿Me dices que no quieres volver a saber de mí y eres tú el que vienes a mi instituto?! ¿Qué quieres? ¡¿Quieres terminar de hundirme más de lo que ya lo has hecho?!
-No quise hacerte daño… -digo, débilmente.
-Pues no se notó, la verdad –reprocha-. ¿Por qué has venido?

Pienso que tengo que seguir fingiendo, continuar haciéndole creer que no la quiero, porque si no estos once días no habrán servido para nada, pero es bastante difícil teniéndola ahí delante de forma tan inesperada, y más sin tener ni idea de qué responder a su pregunta.

Se levanta, y yo la imito.

-Mira, es igual. Tampoco quiero saberlo –noto que sus ojos se humedecen mientras me habla-. Pero si tú me has pedido que no haga algo, tú tampoco deberías hacerlo, ¿no crees? ¿O es que esto también forma parte de tu juego? “Venga, vamos a reírnos un poco más de ella, todavía no ha sufrido bastante” –dice, poniendo una voz diferente a la suya.

Me paso la mano por el pelo, indeciso. No sé qué hacer. Sé lo que quiero hacer, pero sé que no debo hacerlo.

-El mundo no gira a tu alrededor, ¿sabes? Vale, estoy aquí, pero tú no tienes por qué ser el motivo –digo, finalmente, intentando parecer convencido de mis palabras.
-Tienes razón. Ahora, ¿te importaría dejarme seguir con mis cosas?

Hace un gesto para que la deje pasar, pues los pasillos entre las estanterías son tan estrechos que no puede seguir avanzando si yo no me aparto.

No me muevo. Necesito que de repente comprenda por qué hice lo que hice y no me odie por ello. Necesito que entienda que lo he hecho por ella, y puede que esta sea la última vez que tenga la oportunidad de hacérselo ver.

-¿No te das cuenta? –susurro.
-¿De qué, Styles? –replica, con impaciencia, y el pulso se me acelera al oír mi nombre salir de sus labios.
-Estar conmigo no te habría hecho ningún bien. Recuerda lo que pasó con el tipo del bar…
-Sí, lo recuerdo de vez en cuando, cuesta sobreponerse. Pero no te excuses en eso. Teníamos intereses diferentes, punto. No intentes hacerme creer ahora que en realidad ha sido bueno para mí que lo que fuera aquello que tuviéramos haya acabado.
-A lo mejor sí que lo fue.
-A lo mejor soy yo la que decide lo que sería o no sería bueno para mí.
-Hay ciertas cosas de las que quizás no te das cuenta.
-Tengo dos años menos que tú, no doscientos. Sé pensar por mí misma sobre lo que me conviene y no me conviene –da repetidos golpecitos con la punta del pie en el suelo-. Bueno, ¿me dejas?

Intenta pasar, pero yo se lo impido. Su mano roza levemente mi brazo, y sé que ella es tan consciente de ese contacto como yo.

-Necesito que lo entiendas –mi voz suena suplicante.
-¿Qué? ¿Que follamos y ya no quieres saber nada más de mí? Lo entendí perfectamente el día que me lo dijiste, no era necesario venir a reiterarlo –se muerde el labio.

Está al borde de las lágrimas, tal vez por eso tiene tantas ganas de irse. Y que diga eso me hace sentir ganas de llorar hasta a mí. Suena muy cruel, demasiado cruel. Y más cuando fue su primera vez. Se supone que debería ser bonita –y creo que lo fue-, pero todo lo que pasó después ha borrado la parte bella del recuerdo.

-No, eso no.
-Ah, que según tú es mejor para mí que tú y yo ya no estemos juntos, ¿no? Sí, quedaría muy noble por tu parte si no fuera una simple excusa.
-No es una simple excusa.
-Styles, si no lo fuera, no me habrías dejado. Habrías intentado que lo que haces y la gente con la que te relacionas no me pusiera en peligro. Habrías cambiado aquello que, según tú, nos impedía seguir juntos. Así que no me digas que no es una excusa.

Me empuja levemente, y me pilla con la guardia baja, de forma que consigue pasar. Me giro a tiempo de verla tomar rápidamente un pasillo hacia la derecha, en dirección a la salida. Debería estar destrozado ahora mismo, pues soy consciente de que realmente cree que soy un cabrón, me odia. Pero, por otro lado, el que se haya quedado a hablarme –aunque haya sido para reprocharme cosas, lo cual entiendo perfectamente- ya significa que también estoy en lo cierto al pensar que todavía me quiere.

Y ella tiene razón. Tiene absolutamente toda la razón. Romper con ella fue la “salida fácil”. Tendría que haber intentado cambiar yo. Haberme buscado otra forma de ganar dinero, haber dejado de hablar con todas las personas con que me relaciono y que sólo pueden traerme problemas. Debería haber intentado convertirme en una persona normal, alguien con quien no sea peligroso tener una relación. Tampoco es que me apene mucho la idea de romper definitivamente con mi vida anterior a conocerla a ella. El problema es que ni siquiera se me ocurrió hacer eso. No hasta que ella no me lo ha dicho. Pero ahora… ahora quizás sí pueda haber, al menos, una forma de intentar volver con ella –si es que ella quiere volver conmigo-. Y tengo que conseguir que eso sea así.


[Espero que os haya gustado. Por favor, mencionadme en twitter o comentad con vuestra opinión, y marcad en las casillas de abajo la opción que más se asemeje a lo que os ha parecido el #Imagina, ES MUY IMPORTANTE, gracias.]

sábado, 27 de abril de 2013

#Imagina de Harry PARTE 19


Al entrar en casa, ves que no hay nadie. Vas a tu dormitorio y te desplomas en la cama. Entonces notas que has apoyado la cara en algo con un tacto no demasiado agradable. ¿Papel? Levantas pesadamente la cabeza y ves que justo ahí hay una nota con la letra de Julia.

“Rob y yo nos hemos ido a pasar el fin de semana en la casa de la playa de su hermana. Aunque a lo mejor ni siquiera pasas por aquí hasta que volvamos, te dejo la nota por si acaso. Ya me contarás si al final tenía o no razón… Jejeje.
¡Sobrevive sin mí! Te quiero, fea”.

Suspiras. Por un lado no te ves con fuerzas de explicarle lo que ha pasado a tu amiga, pero por otro, sabes perfectamente que si ella estuviera allí, consolándote, apoyándote, haciéndote reír, estarías mucho mejor. En fin. No vas a llamarla para contárselo por teléfono, porque además seguro que vendría a casa en cuanto se enterase, y no quieres estropearle el fin de semana a ella y a su novio.

Dejas la nota en la mesita de noche, y te quedas tumbada mirando al techo, pensativa. Aún te duele un poco la parte baja del vientre. Analizas lo sucedido en la noche anterior; fue bonito. Pero, poco a poco, tus pensamientos van pasando a lo de esta mañana. ¿Qué habrá sido de ese tipo? ¿Habrán llegado en el hospital a la conclusión de que ha sido Harry el que ha hecho eso? ¿No tendrías que denunciar a ese hombre? Se supone. Pero si lo denuncias, van a hacer preguntas: “¿conoce a este hombre?, ¿por qué fue a la casa?, ¿quién le ha dado esta paliza?” Y la respuesta a todas esas preguntas está en la venta ilegal de piezas de moto en la que Harry está involucrado, con lo cual no podrías responderlas. No puedes denunciar a ese tipo sin que Harry salga afectado.

Llegas a la conclusión de que ya ha recibido su merecido con la paliza que Harry le ha dado. No piensas poner en peligro al chico del que estás enamorada. ¿Y si tuviera que ir a la cárcel? Te estremeces.

De nuevo tardas un poco en ser consciente de que estás llorando. Necesitarías a Julia allí, contigo. La casa está tan vacía… Y ese vacío se te viene encima, te aplasta, te oprime la garganta creándote un nudo que te dificulta respirar. No se escucha absolutamente nada, sólo el leve sonido de las agujas del reloj de pared del salón. Ni siquiera se oyen tus lágrimas, que corren por tu cara sin control, mojando la almohada.

En algún momento te quedas dormida, y pasas la tarde y parte de la noche en una especie de sueño extraño en el que eres consciente de que estás dormida, incluso a veces casi te despiertas, y se mezclan las imágenes de la cara impregnada de lujuria del tipo mientras te tocaba y la sangre manchando las manos de Harry cuando le pegaba.
_

Te despiertas con mal sabor de boca. Te cuesta separar los párpados, que están pegados entre ellos por las lágrimas que derramaste tanto antes de dormirte como en sueños. Te pican los ojos. Seguro que los tienes rojos. Miras el reloj de la mesita. Las cuatro y veinte de la mañana. En realidad has dormido bastante, pero no te sientes descansada en absoluto. Escuchas tu estómago rugir; reclama algo de comer, pues desde los pasteles de la noche anterior, que, dicho sea de paso, vomitaste por la mañana, no has comido nada.

Te levantas de la cama más rápido de lo que deberías, y sientes un ligero mareo. Te apoyas en la pared, y cuando sientes que puedes caminar, recorres el pasillo que lleva hasta la cocina en busca de algo que echarte al estómago. Pasas de largo el espejo que te encuentras por el camino, evitando deliberadamente el mirarte. No quieres ver tu cara. Tienes que tener los pelos de loca, los ojos y la nariz rojos y las mejillas llenas de churretes. Y prefieres no ver eso.

Abres el congelador y sacas una de las pizzas congeladas. No tienes ganas de prepararte nada. Simplemente enciendes el horno, metes la pizza, y programas el tiempo para que se haga. Te apoyas en la mesa de la cocina y esperas los doce minutos, observando fijamente cómo el color de la pizza va cambiando, y todos los tonos se empiezan a acercar al dorado. Tu estómago vuelve a rugir.

-Ya va, ya va –te dices a ti misma.

Sacas la pizza, la colocas en un plato, y esperas un poco a que se enfríe. Te sientes desinflada. Sin energías. Tu barriga te dice que debes comer, pero en realidad no sientes hambre. Te comes lentamente tres trozos de la pizza, y los demás los vuelves a meter en el horno.

Deberías ducharte. Coges un pijama y vas hasta el cuarto de baño. Al meterte en la ducha, se te hace raro pensar en el hecho de que Harry te haya visto totalmente desnuda. Conoce de tu cuerpo exactamente lo mismo que tú, quizás incluso más. A pesar de todo, sonríes. Te encantó todo lo que sentiste anoche, te gustó sentirte querida también de forma física, el pensar que a alguien –y especialmente a Harry- puedes interesarle de ese modo. Eso te hace sentir bien.

Dejas correr el agua por tu cuerpo durante un rato; pierdes la noción del tiempo. Cuando sales de la ducha y te pones el pijama miras la hora: las seis y media de la mañana. Ha pasado más tiempo del que creías. Te vuelves a tumbar en la cama, pero no eres capaz de conciliar el sueño, así que te abrazas a tu almohada y esperas a que pasen las horas, como si al salir el sol fueran a borrarse todos los malos recuerdos y nada de lo que ahora te hace sentir mal hubiera pasado en realidad.

Al final resulta que te vuelves a dormir, pues aunque antes ya hubieras dormido durante más horas de las habituales, en realidad no habías descansado, había sido simplemente una especie de duermevela inquieta, que te había dejado más exhausta que repuesta.

Te despierta un leve toque al timbre de la casa. Instintivamente, tu cerebro te lleva a la mañana anterior, en la que todo empezó con unos toques a la puerta. Te levantas de la cama, asustada, pues vuelven a tocar. Caminas muy despacio a lo largo de la entrada, intentando no hacer ruido, para que quien quiera que sea que está tocando no sepa que hay alguien en casa. Te pones de puntillas y miras por la mirilla.

Es Harry.

Suspiras, aliviada, y abres la puerta. Sin embargo, en el mismo instante en que abres, sabes que algo va mal. Lo notas en su expresión, en sus ojos tristes, en sus hombros algo caídos.

-¿Estás bien? –preguntas instantáneamente.
-Sería yo el que debería preguntarte eso a ti, ¿no crees? ¿Cómo estás?

Frunces el ceño.

-Mejor… Lo superaré.

Vas a acercarte a Harry para besarle, pero él retrocede un paso, y evita que vuestros labios se encuentren. Lo miras, sorprendida.

-¿Se puede saber qué te pasa? –empiezas a preocuparte.

Él aparta la mirada. Se muerde el labio inferior, como indeciso, pero después toma aire y te vuelve a mirar.

-¿Que qué me pasa? Que estoy harto de esto. Que si ahora vamos a tomar helado, luego a comer pastelitos, luego a sentarnos en el parque… Y al final lo único que haces es traerme problemas –se cruza de brazos.
-¿Pero qué…? –no puedes creerte que esas palabras acaben de salir de su boca.
-¿Qué? ¿Tan raro te suena? ¿Es que no es verdad? Joder, que paso de esta mierda. No vuelvas a pasar por el restaurante, anda. Ni por mi casa. Y menos por el bar, ¿lo entiendes? Estuvo bien mientras duró –se encoge de hombros.
-¡¿Pero qué estás diciendo?! –exclamas con lágrimas en los ojos.
-Follamos, y ya no necesito nada de ti –dice con indiferencia.

Esas palabras se te clavan en el corazón como cuchillos, y el alma se te cae a los pies.

-Que no quiero volver a saber nada de ti, punto. No creo que cueste tanto entenderlo.

Buscas en sus ojos algo que te demuestre que lo que está diciendo no es verdad, pero los ves gélidos, inexpresivos, totalmente ajenos a ningún tipo de sentimiento. No puedes creer que realmente te haya utilizado de esa forma.

-Dijiste que me querías… -sollozas.
-¡Coño, pues claro! Es la forma más fácil de llevarse a una tía a la cama.
-¡¿Pero cómo se puede ser tan cabrón?! –sacas fuerzas de alguna parte y comienzas a pegarle puñetazos en el pecho, impotente.

Él se queda quieto, esperando a que pares. Cuando ves que pegarle no hace desaparecer tu frustración, tu desconcierto, tu angustia, dejas de darle golpes.

-Tú no eres así…
-Tú no sabes cómo soy, bombón.

Que use ese nombre hace que tus piernas tiemblen y sientas que estás a punto de derrumbarte.

-Bueno, me voy. ¿Te ha quedado claro que no quiero saber nada más de ti?
-Mírame a los ojos y júrame que no sientes nada por mí.

Te da la sensación de que duda, ya que se pasa la lengua por los labios y su respiración se acelera, pero luego no sabes si realmente eso significa que haya dudado o no, pues vuelve a mirarte con los mismos ojos indiferentes un segundo después.

Acerca su rostro al tuyo y por un momento crees que va a besarte y a decirte que todo ha sido una broma –de muy mal gusto-, pero las palabras que salen de sus labios son muy distintas a las que desearías que fuesen.

-Ni siento nada por ti ni lo he sentido nunca. No-te-quiero.

Su voz no tiembla. No se le quiebran las palabras. Lo dice todo tan convencido y tan sereno que te das por vencida. No te quiere. Te ha usado. No quiere volver a saber nada más de ti después de haber conseguido acostarse contigo. ¿Cómo pudiste ser tan estúpida como para pensar que realmente podía quererte? Desde el principio estuvo claro lo que quería. Y ahora pagas las consecuencias de haberte enamorado de alguien que sólo pretendía aprovecharse de ti.

Sin decir nada más, se da la vuelta y desaparece de allí. No sólo de tu vista. También desaparece de tu vida. Te lo ha dejado bien claro: no quiere saber nada de ti. Las lágrimas que ya habían empezado a caer mientras Harry aún estaba allí ahora se escapan de tus ojos sin control. Cierras la puerta a ciegas, y te dejas caer al suelo apoyando la espalda en la misma. Abrazas tus rodillas y hundes el rostro en ellas.

Pensabas que no podías sentirte peor de lo que te sentías ayer, pero te equivocabas. Ahora mismo te sientes cien, mil veces peor. Sientes como si te hubieran arrancado el corazón sin ningún tipo de anestesia, y lo hubieran tirado y pisoteado por ahí. Sientes que no te llega el aire a los pulmones, como si te hubieran dado un golpe en el pecho, o algo te estuviera aplastando la garganta. Y el llanto sólo consigue sumirte más aún en tu propia desesperación. Casi desearías no haber conocido nunca a Harry para que no hubiera podido hacerte daño de esa forma. ¿Por qué te ha hecho eso? ¿Por qué ha jugado contigo, con tus sentimientos? ¿Qué has hecho mal para que te engañe? ¿Y por qué ha sido tan cruel a la hora de decírtelo? Podría haberte dicho simplemente que lo vuestro no iba a funcionar. Pero no, te ha dejado perfectamente claro que no te quiere y que no quiere saber nada más de ti jamás. ¿Por qué hacer tanto daño?

Aunque deberías no hacerlo, no puedes evitarlo. Piensas en él, en los momentos, en las risas que te ha provocado, las desesperaciones que te ha hecho pasar, pero desesperaciones que te hacían sentirte bien, viva. Piensas en sus manos acariciándote, en el perfume de su ropa, en sus suaves labios rozando los tuyos. Unos labios que jamás volverás a probar. 


[Espero que os haya gustado. Por favor, mencionadme en twitter o comentad con vuestra opinión, y marcad en las casillas de abajo la opción que más se asemeje a lo que os ha parecido el #Imagina, gracias.]

miércoles, 24 de abril de 2013

#Imagina de Harry PARTE 18


Harry pasa un dedo con dulzura por tu mejilla, y tú alzas tus ojos enrojecidos por el llanto hacia los suyos. Sin saber muy bien cuándo ni cómo, te ha llevado hasta la cama, y ahora estáis metidos debajo de las sábanas y Harry te tiene fuertemente abrazada contra sí, como si por el simple hecho de soltarte pudieras romperte en mil pedacitos, igual que una muñeca de porcelana rota que alguien intenta recomponer con sus manos, sujetando unos trozos con otros pero sin nada para pegarlos. Aunque sin demasiado éxito.

Aún te tiembla el cuerpo, tienes las mejillas enrojecidas y las náuseas no han desaparecido. No eres capaz de pensar en otra cosa que en la cara de ese tipo mientras te tocaba. Te sientes mal. Humillada, avergonzada, sucia.

Y gracias a Dios, Harry ha aparecido antes de que la situación pudiera ir más allá. De repente recuerdas que ese tipo sigue en el salón. Sí, si afinas el oído, puedes escuchar su respiración lenta y entrecortada. Te estremeces, y Harry lo nota. Te mira con preocupación.

-¿Quieres hablar? –pregunta en un susurro; su voz suena casi atemorizada.

Te encoges de hombros.

-Ha… -te aclaras la garganta, pues al principio tu voz suena ronca- Ha sido horrible, Harry…
-Lo sé, cielo, lo sé -te aparta un mechón de pelo de la cara con delicadeza-. Y siento haberme puesto así delante de ti, pero… Dios, habría matado a ese cabrón. Así que entiendo si ahora… te da miedo acercarte a mí.
-¿Estás loco? –lo abrazas con más fuerza- ¿Cómo iba a darme miedo?
-Casi mato a un hombre…
-Pero no ha sido porque sí; tenías un motivo… Ese tipo estaba… -un escalofrío te recorre la espalda al recordarlo.
-Shhh… No lo pienses.
-¿Harry?
-¿Sí?

No dices nada, simplemente buscas tímidamente sus labios con los tuyos. Los unes durante un breve instante y luego los separas. Ese contacto con sus cálidos labios, tan corto pero tan cargado de emociones, te hace sentir mejor. Porque él está ahí. Al menos Harry está contigo.

-Bombón…

Alzas la vista.

-Te quiero –susurra-. Y no he podido decírtelo, pero anoche fue la mejor noche de mi vida.

Ya que habías conseguido pararlas, las lágrimas vuelven a correr por tus mejillas.

-¿Estás bien? –pregunta él, inquieto.
-No, no lo estoy –murmuras-. Pero no es por eso por lo que lloro. Es que también fue la mejor de mi vida –a pesar de todo, te sonrojas levemente.
-¿Te hice daño? –frunce el ceño.
-Menos del que me habría hecho cualquier otro –sonríes débilmente; sabes que está intentando que pienses en otras cosas, en cosas más bonitas que lo que acaba de pasar.
-Pero te lo hice –bufa.
-Harry, es imposible que la primera vez no duela…
-Supongo que tienes razón –admite-. Pero yo debería haber estado aquí. Debería haberme quedado contigo hasta que te despertases. Debería haber abierto yo la puerta y haber echado a ese hijo de puta de aquí antes de que tuviera tiempo ni de respirar.
-No es culpa tuya… Simplemente querías hacer algo bonito. Fui yo la estúpida que abrió la puerta sin mirar quién era.
-Pero ese tío jamás te habría visto si no hubiera sido porque yo le conozco.
-Y las desgracias no existirían si esa primera célula que originó la vida nunca hubiera aparecido. Harry, las cosas son como son, y no podemos evitarlo –no soportas la idea de que se culpe.
-Sabes perfectamente a lo que me refiero.
-Y tú a lo que me refiero yo. Lo superaré. No ha llegado a hacerme nada más que tocarme.
-Sólo de pensarlo me dan ganas de ir y matarlo ahora mismo.
-Sabes que ni puedes hacerlo ni vas a hacerlo. Tan sólo te pido que te lo lleves de aquí cuanto antes… aunque no tengo ni idea de qué vamos a hacer con él. Necesita ir al hospital…

Harry se incorpora un poco de la cama.

-Sí, necesita ir al hospital. Y tú también deberías ir…
-Yo estoy bien, de verdad –dices, con más entereza de la que realmente sientes-. Sólo necesito… que pasen unos días, olvidarme de lo que ha pasado.
-Odio esto –dice en voz baja-. Es todo culpa mía.
-No, no quiero volver a oírte decir eso –pones tus manos en sus mejillas para hacer que te mire-. Jamás vuelvas a decirlo. ¿Me oyes? Jamás.

Él asiente con la cabeza, aunque sabes que sigue echándose las culpas.

-¿Quieres irte a casa? –pregunta.
-Creo que sí –te muerdes el labio.
-Vamos –se levanta del todo de la cama y te ayuda a levantarte.

Para evitar que entres en el salón, pasa él y coge tu mochila. Se la cuelga al hombro y te pasa una mano por la cintura, tanto para mantener su cuerpo en contacto con el tuyo como para impedir que te caigas, pues te cuesta bastante andar; es como si las fuerzas te hubieran abandonado.

-¿Qué vas a hacer con él? –preguntas, mientras salís de la casa.
-Lo llevaré al hospital. Diré que me lo he encontrado así en la calle. Siempre se hace lo mismo, y allí nunca preguntan nada más.
-Todo esto es una excusa para saber dónde vivo, ¿verdad? –sonríes levemente mientras bajáis las escaleras.

Puedes ver que él también sonríe.

-Me has pillado, bombón –te da un tierno beso en la mejilla-. Me estás dando mucha información sobre ti en las últimas veinticuatro horas: tu nombre, tu dirección… ¡Ya sólo me falta tu número de teléfono!
-¿Y sabes qué es lo más raro de todo? –ladeas una sonrisa.
-¿Qué?
-Que antes de decirte todas esas cosas sobre mí, nos hemos acostado.
-Claro, porque yo no me he enamorado de tu nombre o de tu dirección, me he enamorado de lo que hay ahí dentro –posa su dedo en la zona de tu pecho por donde queda el corazón.

Apoyas tu cabeza en su hombro.

-Harry… -dices, lánguidamente.
-¿Sí?
-Tenemos que repetir lo de anoche.
-Estaba esperando a que me lo pidieras –sonríe-. Pero esta vez no me moveré de la cama hasta que te despiertes.
-Eso puede llevar mucho tiempo…
-No me importa. Esperaré.

Camináis un rato más en silencio. Tú intentas no pensar en lo que ha pasado, tratas de dejar tu mente en blanco, y a veces consigues desconectar pensando en el cálido contacto del cuerpo de Harry abrazando al tuyo.

Finalmente, paras de andar en un portal, y él se da cuenta de que ya habéis llegado a tu casa. Coges la mochila de su hombro–ahora te sientes algo más fuerte- y sacas las llaves para abrir la puerta.

Entonces, Harry susurra tu nombre. Te das la vuelta y lo miras, sorprendida.

-Debería irme a llevarlo al hospital… –comenta.
-Sí, tienes razón… -no quieres que se vaya, pero sabes que tiene que hacerlo.
-Sabes que todo lo que te he dicho es cierto, ¿verdad? ¿Sabes que te quiero? ¿Y que anoche me hiciste la persona más feliz del mundo? Aunque ya lo soy cada vez que estoy contigo…

Te resulta algo extraño que te diga eso, pero no le das más vueltas, simplemente asientes y le besas.

-Sí, lo sé.

Él te abraza algo más de tiempo de lo normal, y luego se separa de ti.

-Intenta olvidar lo que ha pasado –te dice, mientras abres la puerta del portal.
-Lo intentaré –suspiras.
-Te quiero, bombón –susurra él.

Tú te giras y le sonríes, pero él ya no puede verlo, pues ya ha comenzado a alejarse. Lo que tú no sabes es que quizás se vaya a alejar mucho más a partir de ahora, tal vez mañana ya nada sea como ha sido hasta el día de hoy. Porque, para bien o para mal, todo ha cambiado en las últimas horas. Y la experiencia te está demostrando que los cambios en tu vida suelen ser para mal…


[Espero que os haya gustado. Por favor, mencionadme en twitter o comentad con vuestra opinión, y marcad en las casillas de abajo la opción que más se asemeje a lo que os ha parecido el #Imagina, gracias.]

lunes, 22 de abril de 2013

#Imagina de Harry PARTE 17


Abres los ojos lentamente, sin terminar de ubicarte. Tardas unos segundos en darte cuenta de que estás en la cama de Harry. Entonces te acuerdas de todo lo que ha pasado durante la noche anterior, y sonríes ampliamente. Pero, si estás en la cama de Harry… ¿por qué él no está allí? Te incorporas y ves una nota en su parte de la almohada.

“Buenos días, bombón. Espero que hayas dormido bien, aunque espero más todavía llegar antes de que te despiertes. Se estaba haciendo tarde y quería ir a comprar algo especial para desayunar, pero estaré ahí antes de que me eches de menos.

PD: te quiero.”

La sonrisa no se borra de tu rostro, aunque habrías preferido encontrarte a Harry en la cama, a tu lado; pero tiene razón, son las once y media, va siendo hora de levantarse y desayunar.

¿Hace cuánto se habrá ido? No debe haber sido hace mucho, porque tampoco se tarda demasiado en comprar algo para comer. Bueno, en cualquier caso, es mejor que te vayas vistiendo para cuando Harry llegue. Te incorporas de la cama y notas algo de dolor en toda tu zona baja. Sí, eso tampoco lo has olvidado. Pero mereció la pena a pesar del dolor. No te arrepientes de nada de lo que pasó anoche.

Caminas un poco incómoda por la habitación recogiendo tu ropa de distintas partes del suelo, y al recordar el momento en que te quitaste cada una de ellas, es como si el dolor desapareciera, y sientes como si estuvieras flotando en una nube. Por una parte, no terminas de creerte que lo hayas hecho, que ya no seas virgen. Por otra, no imaginabas que fuera así. Nadie te había dicho nunca la cantidad de sentimientos y sensaciones que se experimentan. Ni siquiera las películas, con sus juegos de sombras y su música de fondo, son capaces de acercarse a la realidad.

“-¿Bombón?
-¿Sí?
-Te quiero.”

Revives ese momento en tu mente, y te entran ganas de ponerte a llorar. ¿Se podría decir que fue una noche perfecta? Sin duda. No esperabas que te dijera eso. ¡¿Cómo ibas a esperarlo?! Harry no es el tipo de chico que dice esas cosas, o al menos no parece serlo. Eso te hace darte cuenta de que debajo de esa fachada de tipo duro hay alguien sensible capaz de decir “te quiero”.

Te sientas en la cama una vez ya vestida, esperando a que Harry llegue. ¿Por qué tardará tanto? Te asalta el horrible pensamiento de que se haya marchado sin más, de que lo de anoche no fuera tan maravilloso para él como lo fue para ti a pesar de todo, de que una vez que te ha conseguido ya no quiera saber nada más de ti.

Sacudes la cabeza. No, eso es imposible. No te puede haber abandonado en su propia casa. Respiras hondo un par de veces, y tratas de no permitirte seguir pensando en ello.

Y entonces, tocan a la puerta.

Sonríes. Harry ya está aquí. Bueno, tampoco ha tardado tanto en comprar el desayuno, es que a ti el tiempo se te ha pasado muy lento. Caminas hacia la puerta y la abres alegremente, sin si quiera mirar por la mirilla para comprobar que es él.

Al instante te arrepientes de no haberlo hecho.

-¡Vaya! ¡Menuda sorpresa! –un tipo grande y corpulento sonríe de forma maliciosa.

Sueltas un leve grito e intentas cerrar la puerta al darte cuenta de quién es, pero él logra poner el pie en medio de manera que no consigues cerrar. De hecho, la abre de nuevo con la misma facilidad con que lo haría si tú no estuvieras intentando cerrarla.

-Veo que te acuerdas de mí… -se rasca la barbilla a la vez que entra tranquilamente a la casa, dejando la puerta abierta tras de sí.

Tú caminas hacia atrás, deseando que Harry aparezca en ese momento. Pero no lo hace. Un escalofrío de miedo te recorre la espalda.

-¡Harry Styles! –grita de repente el tipo del bar.

Te colocas detrás del sillón, aunque sabes que eso no va a significar mucha diferencia en caso de que quiera hacerte algo. Y ya estuvo a punto de hacerlo una vez.

-¿No está? –pregunta, al no recibir respuesta.
-No tardará en llegar –dices, intentando amedrentarlo.
-Ajá. Pero ahora no está aquí.
-No –admites.

El tipo se encoje de hombros y se asoma un momento a su dormitorio, como para comprobar que le dices la verdad. Debe darse cuenta de las sábanas revueltas, porque te mira con ojos brillantes y dice:

-Así que ya ha conseguido follar contigo, ¿no? –se acerca un poco más al sillón.

Tú no respondes a su pregunta, aunque no puedes evitar sonrojarte.

-Eso es que sí –se encoje de hombros-. ¿No será la primera vez? Uf, me extraña que haya tardado tanto…
-¿Qué quieres? –logras decir.
-¿Que qué quiero? –da la vuelta al sillón y se coloca a tu lado- No creo que sea muy difícil de adivinar…

Retrocedes un paso.

-Entre otras cosas, quiero las putas piezas que aún no me ha traído –se cruza de brazos.
-Pues ya ves que ahora mismo no puede dártelas –dices con un hilo de voz.
-No me importa quedarme aquí esperando. ¿No decías que iba a llegar en un momento? –suelta una carcajada ronca.

Antes de que puedas evitarlo, el tipo te atrapa por la cintura y te pega contra él. Lleva las manos a tu trasero y lo aprieta, a la vez que pega sus labios con violencia contra los tuyos. Intentas separarte de él, pero te tiene sujeta con sus fuertes brazos, y no lo consigues. Le golpeas en el pecho, pero él te ignora, y, sin separar sus labios de los tuyos para impedir que puedas gritar, lleva una mano a tu pecho y lo estruja.

Entonces todo pasa muy deprisa. Se escucha un golpe seco y las manos del tipo se separan de tu cuerpo. Tardas unos instantes en darte cuenta de que el que está encima del tipo que te estaba tocando y que ahora está en el suelo es Harry. De rodillas sobre él, no deja de pegarle puñetazos, a uno y a otro lado de la cara, y lo más extraño de todo es que el tipo está riendo y murmurando algo sobre “sus pequeñas tetas”.

Te entran unas súbitas náuseas, y justo después te agachas y vomitas lo poco que te queda en el estómago de los pasteles que Harry y tú os comisteis la tarde-noche anterior. Miras la cara del hombre y ves más sangre que piel, así que, sin saber muy bien por qué, te acercas a Harry e intentas agarrarlo, pararlo.

-¡Lo vas a matar, para! ¡Harry, lo vas a matar! –gritas con unas fuerzas que quién sabe de dónde han salido.

Pero él no escucha. Es mucho más fuerte que tú, por lo que sigue pegándole sin problemas.

-Te dije –golpe- que no volvieras –golpe- a ponerle la puta mano encima, cabrón –golpe-. Te dije que como lo hicieras –golpe- te mataría…

Está totalmente fuera de sí. No sabes qué hacer, en realidad no sientes nada, es como si todo lo que está pasando a tu alrededor fuera ajeno a ti, como si estuvieras viendo una película y la persona que está pegándole a ese tipo no tuviera nada que ver contigo.

En ese instante, reaccionas. Como Harry siga golpeándolo, de verdad que lo va a matar, y entonces… Se te corta la respiración y vomitas de nuevo. Tienes que pararlo, no quieres ni pensar lo que podría pasar si sigue.

-Harry, ¡PARA! –ni siquiera te mira- ¡QUE PARES!

Desesperada, cubres la cara del hombre con tu propio cuerpo, pensando que quizás ni siquiera se dé cuenta de ello y te golpee a ti. Pero no, los ruidos sordos cesan. Miras a Harry, y él te mira a ti. Se levanta muy despacio del suelo y se pasa una mano por la frente. Tú también te levantas, y te refugias en su pecho dándole un fuerte abrazo. Te da la sensación de que se sorprende de tu reacción, pero él también te abraza y te acaricia el pelo con dulzura. Hasta ese momento, no te habías dado cuenta de que estabas llorando sin control. Quizás no hayas pasado más miedo en tu vida, y ahora de repente se te ha venido todo encima.

No consigues dejar de llorar; lo único que quieres es abrir los ojos y encontrarte en la cama de Harry, que todo eso haya sido una pesadilla, que ese tipo jamás te haya tocado. Pero no es así. Abres los ojos y en realidad no ves nada por culpa de tus lágrimas, pero sientes el cuerpo de Harry contra el tuyo, sus manos acariciando tu espalda, y sus labios pronunciando algunas palabras de consuelo que en realidad ni siquiera llegas a entender.

Sin embargo, sus palabras no te hacen dejar de llorar, no consiguen rescatarte del profundo vacío que se acaba de generar en tu interior. Quizás uno de los motivos sea el tipo que hay en el suelo del salón con la cara ensangrentada y desfigurada y la respiración entrecortada. ¿Qué se supone que vais a hacer ahora? ¿Actuar como si nada hubiera pasado? Harry habría matado a ese hombre si tú no lo hubieras parado… Lloras desconsoladamente mientras una bolsa blanca de plástico descansa en el suelo de la entrada de la casa, rodeada de un charco de café y en cuyo interior hay varias tostadas y una rosa, ahora empapadas en el café, igual que tus ojos están empapados en lágrimas. 


[Espero que os haya gustado. Por favor, mencionadme en twitter o comentad con vuestra opinión, y marcad en las casillas de abajo la opción que más se asemeje a lo que os ha parecido el #Imagina, gracias.]

martes, 9 de abril de 2013

#Imagina de Harry PARTE 16


Harry te invita a pasar a su casa y cierra la puerta tras de sí. Te acercas al sofá y dejas tu mochila en él. 

-¿Has arreglado ya el grifo, Styles? -preguntas.
-¿El que tú rompiste? -recalca ese "tú".
-Bueno, eso de que yo lo rompí es discutible.
-No irás a decir que se rompió solo... -sonríe mientras se acerca lentamente hacia ti.
-Pues yo no le hice nada -sonríes también y recorres el espacio que queda entre vosotros.
-En cualquier caso... sí, lo he arreglado. Si llego a esperar a que lo hagas tú, ya me podría haber muerto de algo por no lavarme las manos antes de comer -ríe.
-Eres un exagerado -le pasas una mano por el pecho.
-Soy lo que tú quieras que sea, bombón -te mira con franqueza.
-¿Estás seguro de eso?
-Al menos hoy sí, te lo has ganado -sonríe.

Tú unes tus labios a los suyos durante un prolongado beso en él que Harry te estrecha con fuerza contra sí.

-¿Sabes cocinar, Styles? -preguntas cuando os separais.
-Pues lo normal para sobrevivir, sinceramente -ladea la cabeza-. ¿Por?

Le tomas de la mano y os dirigís a la cocina.

-Me apetecen pasteles -dices.
-Hay una pastelería aquí cerca...
-No, no. Me apetece que cocinemos pasteles. No te puedes negar, ¿recuerdas? -sonríes.

Harry suspira.

-Cierto.
-Pues vamos -empiezas a rebuscar en todos los cajones y armarios hasta que encuentras todos los ingredientes necesarios.
-Espero que tú sepas, porque en mi vida he hecho pasteles -reconoce Harry.
-Tú sólo haz lo que yo te diga, como llevas haciendo todo el día -le das un leve beso.
-Está bien -te da otro él.

Entonces os ponéis manos a la obra. Él va haciendo todo lo que tú le pides, y repite lo que te ve hacer a ti. Vais preparando los dulces entre beso y beso, entre abrazos, caricias y bromas. Harry te tiene abrazada desde detrás y te besa el cuello mientras tú terminas de darle forma a la masa antes de meterla en el horno.

-Tienen buena pinta -susurra en tu oído.
-¿Lo dudabas?
-Bueeeeeno...

Ambos reís.

-Pues ya sólo queda esperar a que se hagan -los colocas en el horno y programas el tiempo.
-¿Sabes qué me apetece a mí? -dice Harry.
-¿Qué? -giras un poco la cara y él te da un beso en la mejilla.
-Nata -señala un bote que hay en la encimera de la cocina.
-Venga, vamos a hacer por hoy algo que tú quieres -sonríes y coges la nata-. A esto le queda un rato, así que... 

Salís de la cocina y os vais al salón. Os sentáis en el sofá y Harry te mira con curiosidad. Tú abres el bote de nata y te echas un poquito en el dedo índice. Él alza las cejas al darse cuenta de lo que estás haciendo.

-Bombón, esto no te pega nada -te mira con ojos brillantes.
-A ti tampoco te pega ponerte a hacer pastelitos, Styles -sonríes. 
-Ah, vale, ya entiendo -él también sonríe; se ha dado cuenta de que se trata de hacer cosas por el otro, que le gusten, no de hacer algo que os pegue.

Lo miras, pícara.

-¿Quieres o no quieres la nata?
-La quiero.

Toma tu mano y se mete tu dedo con el dulce en la boca. Cierra los labios alrededor de él y pasa su lengua, quitándole toda la nata que pudiera quedar en él.

-Deliciosa -sonríe-. ¿No quieres tú un poco?
-No estaría mal.

Coge el bote y se echa nata sobre sus labios. Tú acercas tu rostro al de él y rozas sus labios con tu lengua suavemente. Antes de que te des cuenta, Harry ya ha unido vuestras bocas y te está besando con deseo. Acaricia tu costado y sube su mano por tu espalda hasta colocarla sobre el omóplato. Tú te pagas a él, sintiendo su pecho contra el tuyo, la piel de su brazo contra la tuya, vuestros cuerpos totalmente pegados. Separas un poco tus labios de los suyos, y los llevas a su cuello. Harry hunde su cara en tu pelo y notas su respiración entrecortada mientras recorres su piel con tus labios. Normalmente es él quien hace esas cosas, pero simplemente te dejas llevar y exploras todo su cuello. Tu respiración también se vuelve irregular cuando Harry captura el lóbulo de tu oreja con sus labios y juega con él. Notas que sus manos recorren todo tu cuerpo, seguramente por lugares que nunca antes has dejado que nadie toque, pero ni siquiera eres consciente de ello, lo único que sabes es que te inundan unas sensaciones que te van a hacer explotar en cualquier instante.

Entonces sabes que ese es el momento.

Vuelves a unir tu boca a la de Harry, e introduces tu lengua en ella. Al mismo tiempo, metes tu mano por debajo de su camiseta blanca y palpas todo su torso. Notas entre tus dedos sus dos pezones de más, y sonríes. Sin pensarlo, le quitas la camiseta y la tiras al suelo. Él se te queda mirando fijamente.

Abres la boca para decirle lo que quieres hacer, pero justo en ese momento suena la alarma del horno anunciando que ya ha pasado el tiempo que necesitaban los pasteles para estar listos. Bufas con fastidio. Tenéis que ir a sacarlos de ahí.

-¿Tienes hambre? –preguntas, levantándote del sillón.
-De algunas cosas más que de otras –escuchas su voz pícara detrás de ti.
-Styles, lo tuyo es grave –niegas con la cabeza.
-¿El qué? ¿Mi atractivo natural?
 -No, tu problema mental –ríes y abres el horno.
-Gracias.

Te abraza por el costado mientras sacas los pasteles, y te besa el brazo. Tiene el torso desnudo, pues no se ha puesto la camiseta que le has quitado hace un momento.

-¿Quieres uno? –coges uno de los pasteles con cuidado de no quemarte.
-Vale, intentaré no morir intoxicado –sonríe.
-Te recuerdo que tú también los has hecho, así que si mueres… bueno, en parte será un suicidio –te encoges de hombros.
-No puedo suicidarme, aún tienes que obligarme a hacer muchas cosas en lo que queda de día –atrapa el pastel de tus dedos con su boca.

Tú coges otro y los masticáis en silencio.

-¿Hemos muerto? –preguntas cuando habéis terminado de comer.
-Puede ser que sí, y esto sea el cielo, sería bastante parecido a como lo imagino –te quita un poco de chocolate de la boca con el dedo.
-Styles, nunca pensé que te oiría decir algo así –sonríes.
-¿Por qué? –frunce el ceño.
-Es demasiado…
-¿Cursi para mí? –te abraza.
-Un poco, sí.
-Será que me has cambiado –él también sonríe.
-Tampoco me dejes cambiarte demasiado…
-¿Y eso?
-Me gusta el Harry Styles que me hizo perder una apuesta e ir en moto en contra de mi voluntad –susurras.
-¿Quieres volver a subirte en la moto?
-¡No! No, gracias.

Harry ríe y juega con tus dedos. Tú lo miras. Estás totalmente enamorada de él. ¿Cómo es posible que haya pasado tan rápido? No lo entiendes, y quizás lo más mágico de todo sea precisamente eso, que todos esos sentimientos brotan de ti sin que ni siquiera sepas por qué. Contemplas su rostro un momento. Es… perfecto. No hay otra palabra que lo describa. Esos rizos alborotados, esos ojos brillantes, sus labios rojos enmarcados por dos hoyuelos que se le forman cada vez que sonríe. Y ahora lo está haciendo. Qué sonrisa. Sí, quizás el cielo sea algo así. Al menos no te importaría que lo fuera.

Echas a andar hasta el dormitorio y él te sigue. Te sientas en la cama y lo tomas de la muñeca para hacer que se siente. Se nota que va al gimnasio; tiene los abdominales marcados, aunque no de una forma exagerada. Tiras de la correa de su pantalón para pegarlo a ti, pones una mano en su nuca y le besas.

-Harry… -murmuras en sus labios.

Él da un respingo al escuchar que lo llamas por su nombre y no por su apellido, cosa que haces muy, muy pocas veces.

-¿Qué? –te mira fijamente.

Tú vuelves a besarle, esta vez de forma más prolongada, continuando lo que la alarma del horno ha dejado a medias.

-Hagámoslo –te escuchas decir.

Ahora te mira más sorprendido aún que antes, si cabe.

-¿Te refieres a…? –no le dejas que termine de hablar.
-Sí.
-Pero… -se pasa una mano por el pelo, nervioso.
-No quieres, ¿verdad? Lo suponía, soy una estúpida. ¿Cómo ibas a querer hacer eso conmigo? Ni que fuera nada del otro mundo, es normal, ya, bueno, no soy demasiado atractiva, pero pensé que…

Esta vez te interrumpe él poniéndote un dedo en los labios.

-Shhh… ¿De verdad piensas que podría no querer?

Asientes con la cabeza, avergonzada.

-Pues te equivocas –sonríe levemente.
-¿Entonces?
-Bueno, no sé… ¿ya lo has hecho antes? –ladea la cabeza.
-No –apartas la mirada.
-¡¿Eres…?!
-Sí, sí, soy… virgen –te sonrojas-. ¿Tan raro es?
-Mucho, la verdad.
-¿Por qué?
-Porque si hubieras querido, podrías haber dejado de serlo hace mucho tiempo –te pone una mano en la barbilla para obligarte a mirarle-. Te aseguro que no hay chico que no te mire como lo hago yo.
-No lo creo –suspiras.
-Te aseguro que sí.
-¿Y cómo me miras tú?
-Pues te miro con ganas de pasar tiempo a tu lado, de hablarte, de meterme contigo, de acariciarte, besarte…
-Harry…
-¿Ajá?
-Hagámoslo –repites.
-¿Estás segura de que quieres que tu primera vez sea conmigo? –dice, muy serio.
-Totalmente.
-¿Sin duda alguna?
-Ninguna –afirmas.

Harry sonríe y te besa dulcemente.

-No puedo prometerte que no te haré daño, pero te prometo que voy a intentarlo –dice en voz bajita.
-Si alguien no va a hacerme daño, sé que vas a ser tú –ladeas una sonrisa.

Él besa tu hombro y desplaza sus labios por todo tu cuello y la línea de tu mandíbula hasta llegar a tu boca, tras lo que te besa de forma mucho más prolongada, acariciándote todo el cuerpo de nuevo.

Poco a poco os vais tumbando en la cama, Harry sobre ti, aunque sin dejar caer todo su peso en tu cuerpo. Tú exploras su piel, y de repente todo adquiere un ritmo pausado, como si fuera una película a cámara lenta, en la que cada segundo se siente como si fueran minutos, y cada sensación se experimenta por completo. Él te despoja dulcemente de tu camiseta, y besa la piel de tu vientre desde el ombligo hasta la tela del sujetador. Acaricia despacio tus senos con sus manos, y tú arqueas un poco la espalda.

-¿Segura? –vuelve a preguntar.

Tú simplemente asientes con la cabeza.

Harry besa la piel de tus pechos que sobresale por encima del sujetador, y tú pasas tus manos por su espalda, dejándote llevar por el placer. Con deliberada lentitud, introduce sus manos entre tu espalda y la cama, y desabrocha el cierre del sujetador. Hace deslizar con cuidado las tirantas por tus hombros, y te quita la pieza de encaje para dejar tus senos al descubierto. Te sonrojas un poco, y él los contempla durante unos segundos.

-No pensé que se podía ser más preciosa de lo que eras, pero me equivocaba –te sonríe.

Busca sus labios con los tuyos, y mientras te besa, acaricia tus senos muy despacio, llevándote a sentir cosas que nunca pensaste que se podrían vivir. Ya ni siquiera te sonrojas, has olvidado todo, y lo único que existe es el placer al que te llevan las manos expertas de Harry. Sin dejar de acariciarte, palparte, tocarte, y dejar que tú le hagas lo mismo, acerca sus labios a tu oído y susurra:

-Tengo algo que confesarte.
-¿Qué? –dices con respiración irregular.

Él coge uno de tus pezones entre sus dedos y tira de él.

-Yo también soy virgen.
-No te creo –murmuras.
-Tienes razón, no es la primera vez que voy a hacer esto. Pero te puedo asegurar que es la primera vez que voy a hacer el amor –te da un tierno beso en la mejilla, y tú notas que se te escapa una lágrima.

Unes tus labios a los suyos para que no pueda verte llorar, y él se acomoda sobre tu cuerpo, colocándose entre tus piernas.

-¿Tienes miedo? –pregunta, sin separar casi sus labios de los tuyos.
-Un poco –admites.
-¿A que te haga daño?
-No.
-¿A qué, entonces?

Te encojes de hombros; no te atreves a decírselo. Harry te mira a los ojos con franqueza.

-¿Bombón?
-¿Sí?
-Te quiero.

No estabas preparada para aquello. Así que vuelves a besarle mientras las lágrimas resbalan sin control por tus mejillas. Le crees. Porque sabes que lo dice de verdad.

-Styles… -dices, cuando recuperas el habla.

Entonces acercas tus labios a su oído, y, en voz muy bajita, casi inaudible, le susurras tu nombre. Él te mira, sorprendido de que por fin se lo hayas dicho. Lo pronuncia un par de veces en voz alta, y te sonríe de esa forma que te encanta.

-En este rato… úsalo –le pides.

Él asiente con la cabeza y hunde su rostro en tu piel, besándote todo el cuerpo, despojándote del resto de prendas que te quedaban, acariciando tu pelo, tus piernas, tus brazos, tus senos, ayudándote a quitarle la ropa cuando te tiemblan las manos, tendiéndote en la cama para llevarte a lugares maravillosos sólo con sus manos, sus labios y su cuerpo. Más caricias. Más besos, más miradas. Y tu nombre. Cuando te hace suya, susurra tu nombre. 




[Espero que os haya gustado. Por favor, mencionadme en twitter o comentad con vuestra opinión, y marcad en las casillas de abajo la opción que más se asemeje a lo que os ha parecido el #Imagina, gracias.]