sábado, 29 de marzo de 2014

EN UN INSTANTE - Capítulo 22.

La vuelta al hotel fue bastante pobre con respecto a acontecimientos o detalles. Intenté no caminar cerca de Niall, porque si el contacto físico a solas con él ya me costaba bastante, más vergüenza me provocaba el contacto físico con espectadores. Además, aquellos no eran espectadores cualesquiera. Seguro que si los chicos se enteraban de que la relación con Niall había ido un paso más allá, montaban tal escándalo que hasta mis padres en casa sabrían que Niall y yo nos habíamos besado. Por otra parte, mi ánimo, más cambiante que una montaña rusa, había vuelto a decaer. Cuando Steph y yo nos despedimos de los chicos en la puerta de nuestra habitación, me limité a despedir a Niall con la mano, y él no intentó aproximarse más.

En cuanto entramos en la habitación, Stephanie me atrapó de la muñeca y tiró de mí hasta la cama. Me dio un leve empujón para que me sentase, y se quedó mirándome con los brazos cruzados y el ceño fruncido por la preocupación.

-¿Qué ha pasado? –me preguntó, consciente de que yo no iniciaría la conversación.
-¿Prefieres saberlo por orden de importancia, de romanticismo, o de humillación?

Su expresión se relajó, y Steph se sentó en el suelo con las piernas cruzadas enfrente de mí.

-¿Orden cronológico? –sugirió, aportando como siempre un toque racional a todo.
-Vale –me encogí de hombros, intentando fingir una indiferencia que no sentía-. He cantado, he escuchado cómo el mánager del que todos sabíais excepto yo le decía a Niall que soy una aberración de la naturaleza, me he enfadado con vosotros por no decirme nada y ahora encima voy a tener que comprarme un vestido.

Lo solté de carrerilla, como si me lo hubiera aprendido de memoria. Vi la culpabilidad cruzar por la cara de mi amiga, de modo que era cierto que lo sabía. Eso ya casi ni me importaba, no seguía enfadada, pero estaba considerablemente frustrada y, como siempre, tenía que pagar mi frustración con alguien.

-Oye, yo quería… -se calló- ¿Te vas a tener que comprar un vestido?

Asentí con la cabeza e inmediatamente después los labios de Stephanie se curvaron en una amplia sonrisa. Se puso en pie y empezó a dar saltitos de emoción.

-¡Te ha besado! ¡Te ha besado! –empezó a gritar.
-¡Eh! ¿Y por qué no puedo haberle besado yo a él? –protesté, aunque era una queja absurda.

Steph dejó de saltar durante una fracción de segundo, pero luego continuó repitiendo que Niall me había besado como si yo no hubiera intervenido.

-Ya vale. No hace falta que lo grites tan alto como para que se enteren los chicos, deja a Niall que se lo cuente.
-¿Cómo ha sido? –Steph volvió a sentarse, visiblemente entusiasmada.
-Raro –fue la única forma de definirlo que se me ocurrió.
-¿Raro? –mi amiga alzó las cejas.
-Pues sí, ¿qué quieres que te diga? –me crucé de brazos, incómoda.
-Ah, qué poco romántica eres –hizo un ademán despectivo con la mano.
-No todas podemos ser como tú.
-Tampoco he dicho eso… Entonces ¿estáis saliendo?
-¿Y me preguntas a mí? Yo qué sé.
-¿Y a quién quieres que se lo pregunte? ¿A la alcachofa de la ducha?

Eso me provocó una carcajada que me ayudó a liberar tensión. Tantos sentimientos encontrados me estaban haciendo sentir que mi cabeza era una olla exprés a punto de estallar.

-No sé, Steph. Sólo ha sido un beso.

Se me quedó mirando con un destello pícaro en los ojos.

-Bueeeeno… dos –noté cómo me sonrojaba, y no era algo que soliera sucederme cuando hablaba con Steph.
-Qué bonito –suspiró con aire soñador-. ¿Y todo lo demás que te ha pasado? Porque escucha, lo del manager me lo han dicho mientras estabas ensayando, y no he pensado que fuera lo mejor decírtelo justo antes de que salieras a cantar, pero ¿cómo que una aberración de la naturaleza? ¿Quién se ha atrevido a decirte eso? Corto cabezas, en serio.

Sonreí, cansada. Le resumí lo que había escuchado decir a Steve Evans sobre mí a Niall. Stephanie adoptaba cada vez una expresión más horrorizada, aunque sinceramente pensé que sólo lo hacía para fingir que ese tipo no tenía razón cuando en realidad estaba en lo cierto. Todo lo que había dicho era verdad, ¿por qué todos se empeñaban en negarlo?

-Estúpido. Capullo. Gilipollas imbécil –Stephanie siguió soltando blasfemias que es mejor no nombrar durante unos minutos.

Yo aguardé pacientemente a que su arranque de furia pasara.

-Pues cantas estupendamente –terminó diciendo.
-Él no lo ha negado. Sólo me ha descrito y ha visto que no sirvo para esto. Claro que tampoco es que yo haya dicho nunca que quisiera ser cantante.
-Niall lo ha hecho con buena intención.
-Lo sé.

Estuvimos hablando un rato más y no pude evitar que se me saltaran las lágrimas en algunas ocasiones. El hecho de que pensara que Steve Evans estaba en lo cierto no implicaba que no me sintiera frustrada por ello, sobre todo porque había tocado mi punto débil, mi físico, aquello que peor me hacía sentir conmigo misma. Era un malestar sin sentido, lo sé. No debería haber dedicado ni un quinto del tiempo que dediqué a sentirme mal por mi aspecto, pero las chicas adolescentes son así, les enseñan a ser así, y para cuando se dan cuenta de que no merecía la pena ya es demasiado tarde.

Hablando de tarde, esa noche nos pusimos a dormir bastante tarde. Al menos sí nos acordamos de poner la alarma y bajamos a tiempo para el desayuno. Steph me convenció para maquillarme un poco –máscara de ojos y algo de color a las mejillas- y me cepilló el pelo con calma hasta considerar que estaba lo suficientemente suave y brillante como para dejarlo suelto.

Al bajar a desayunar, los chicos aún no estaban allí. Nos sentamos en una mesa alargada para que cupiéramos todos y seleccionamos lo que queríamos comer. Cuando llegaron, no pareció que supieran nada de lo que había pasado entre Niall y yo, porque no hicieron ningún comentario jocoso ni bromearon cuando Niall se sentó a mi lado. Steph, en cambio, me dio un pellizco en la rodilla y tuve que contenerme para no darle un codazo.

Tras el desayuno, íbamos a subir a nuestra habitación de nuevo para esperar a que fuera la hora en que el profesor Jackson nos había dicho que teníamos que estar en recepción, y Steph se las apañó para dejarnos a solas a Niall y a mí alegando que ya había mucha gente en el ascensor (habían entrado varios chicos de nuestra clase a la vez que ellos) y que esperásemos al siguiente turno por la seguridad de todos.

-Típica excusa muy mal disimulada –farfullé, pero por lo visto Niall me oyó porque soltó una risita.
-Lo hace por tu bien.
-No lo pongo en duda.

Me quedé mirándome los pies. Como ya sabéis, jamás fui buena empezando o haciendo continuar las conversaciones, de modo que siempre esperaba en silencio a que la otra persona hablase. Niall ya se había dado cuenta de eso y estaba acostumbrado a encontrar algo de qué hablar.

-¿Cómo te encuentras?
-Bien –me encogí de hombros, sabiendo que se refería a lo que había pasado la noche anterior-. Estoy acostumbrada a esas cosas.
-Lo siento –se disculpó él una vez más.
-Niall, no tienes que pedirme disculpas. Ahora mismo sólo quiero pensar en el recorrido en barca que vamos a hacer por el Támesis.

El ascensor se abrió ante nosotros. Una pareja joven salió de él con cara de felicidad absoluta, y no quise pensar en lo que podían haber hecho ahí dentro. Niall me dejó pasar primero y marqué la planta número tres. La puerta se cerró lentamente, y aunque había suficiente espacio en el ascensor como para que no quedásemos cerca, Niall se apoyó en una de las paredes, a mi lado.

-Escucha, sé que estas cosas te dan miedo –empezó a decir sin mirarme.
-¿Qué cosas?
-Las relaciones.

El calor invadió mis mejillas y noté que la respiración se me aceleraba, síntomas inequívocos de que me estaba poniendo nerviosa.

-Ajá –contesté, a la espera de que él continuase.
-Pero todos los miedos pueden superarse. Sólo hace falta que tú quieras.
-¿Querer qué? –dije, pues no se me ocurrió otra cosa.
-Que quieras que superemos juntos el miedo a las relaciones. A mí también me asustan –añadió-, a todos nos pasa. Pero podríamos asustarnos juntos.

Lo miré. Sus ojos azules se encontraron con los míos, y por primera vez lo vi pequeño, desvalido, preocupado, ligeramente avergonzado. Parecía un niño pequeño al que quisieras abrazar y proteger, y decirle que todo va a ir bien. Iba a hacerlo, de hecho, pero el ascensor dejó de subir y la puerta se abrió. Salimos y nos quedamos quietos, enfrente de la puerta, que se cerró al instante.

-Sí –asentí con la cabeza para reiterar mi acuerdo-. Sí.

Suponía que aquello significaba que había empezado oficialmente algo con Niall. Que éramos más que amigos. Que yo, la chica a la que nadie quería, la chica que era incapaz de llevarse bien con nadie, estaba saliendo –o algo parecido- con un chico. Él me sonrió con alegría. Me atrajo hacia sí y me besó. Yo me estremecí, aún poco habituada a ese contacto, pero para nada desagradada por él. Después me tomó una mano y acarició mis dedos con delicadeza. Sin moverme, observé cómo lo hacía, sintiéndome una chica afortunada. También pensaba que Niall había sido tremendamente tonto por, pudiendo escoger entre todas las chicas que seguro que se sentían atraídas por él, elegirme a mí, pero no dije nada, por si acaso se arrepentía.

Ambos nos sobresaltamos cuando escuchamos un carraspeo que provenía de detrás de mí. Me resultó tan familiar y desagradable que fruncí inmediatamente el ceño y no me digné siquiera a girar la cara.

-Amber –dijo Niall, en un tono extraño, igual que el que había usado para decir exactamente lo mismo cuando estábamos en la tienda de recuerdos del British Museum: parecía que la conociera, y a la vez parecía una mezcla de advertencia y súplica.
-Esa soy yo –respondió ella con un tono fingidamente dicharachero.

Me di la vuelta porque, para ser sincera, no sabía qué podía esperar que hiciera a mis espaldas; prefería al menos ver sus movimientos. Niall no me soltó la mano, y quedé a su lado. De hecho, el irlandés adoptó una postura protectora hacia mí, cubriéndome un poco con su brazo. Como si Amber pudiera hacerme daño. Como si pudiera hacernos daño a los dos.

-Así que los dos tortolitos estaban disfrutando de su amor –continuó ella en el mismo tono-. Niall, te aseguro que nunca creí que fueras a caer tan bajo.
-Amber, para –la interrumpió él.

-¿Por qué? ¿Acaso tienes miedo de que le diga algo que quizás ella no sepa? Los enamorados se lo cuentan todo, ¿no, hermanito? –se hizo la inocente al ver mi cara de estupefacción- Ups, ¿es que no le has contado que somos hermanos?  


[TACHÁÁÁÁÁN. ¿Qué me decís? ¿Y ese final? ¿Qué pensáis que pasará? Respuestas, quiero respuestas en comentarios en el blog, en mención o en ambas cosas. Espero que el capítulo os haya gustado, y por favor seleccionad abajo la casilla que más se ajuste a vuestra opinión del capítulo. Gracias por leer]

miércoles, 26 de marzo de 2014

EN UN INSTANTE - Capítulo 21.

Recuerdo que mi primer beso fue... extraño. No sabría decir exactamente cómo, porque ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero sé que no fue como los pintan en las películas o en los libros. Tal vez fuera porque mi estado de humor rozaba el subsuelo, o sencillamente porque todos los primeros besos son raros, pero no fue como yo esperaba. ¿Fue bonito? Sí. Niall hace que todo sea bonito. Sin embargo, se me viene a la mente de forma borrosa, aunque sí sé perfectamente que pensé que seguro que lo estaba haciendo mal. Estaba tan nerviosa que creía que el corazón se me iba a salir por la boca en alguno de los latidos.

Niall se separó de mí -entre otras cosas porque yo tampoco tenía muy claro cómo hacer parar un beso- y me miró durante un rato. Fue a tomarme la mano, y por algún motivo yo me sobresalté. Él apartó su mano a toda prisa.

-¿Demasiado contacto físico por el momento? -los labios que acababan de besarme se curvaron en una sonrisa.

Yo me encogí de hombros. Si os paráis a pensarlo, se trata de un movimiento muy útil que sirve para reflejar ambigüedad, y puede entenderse tanto por una afirmación como por una negación. No sé cómo lo entendió él, ni tampoco lo que yo quería expresar. Ni siquiera estaba del todo segura de cómo me sentía en ese momento.

-Lo comprendo –Niall asintió con la cabeza y se inclinó hacia delante para mirarme más de cerca.

En una fracción de segundo, en lo que dura un parpadeo, él volvió a besarme. Bueno, sería más correcto decir que descansó sus labios sobre los míos y los apartó antes de que yo tuviera que reaccionar.

-Ya paro –me miró con picardía, arrancándome una sonrisa, y haciéndome olvidar lo que había escuchado un poco antes.
-Niall, lo siento…
-¿Por qué?
-Porque no sé… -sin saber cómo expresarlo, me toqué los labios y noté que me iba poniendo colorada.
-No estoy de acuerdo, pero… Si no sabes, puedes dejarme que te enseñe.

Miré al suelo, con las mejillas ardiéndome.

-¿Y de qué conoces a ese tipo, Steve Evans? –pregunté, intentando pasar a un asunto más sencillo de tratar.

Sin embargo, Niall no pudo responderme porque Steph apareció corriendo como una loca. Cuando nos vio allí sentados, tan juntos el uno del otro, se paró en seco y me miró con los ojos muy abiertos, temiendo haber estropeado algún momento importante. En realidad lo hizo, porque impidió que Niall contestara a mi pregunta y logró que me olvidara de ella… por el momento.

-¡¿Pero se puede saber dónde estabas metida?! –Stephanie vino hacia nosotros.
-Fui al baño y…
-¡Ya sé que fuiste al baño! Y después de un rato, fui al baño a buscarte a ver si estabas bien. ¿Y sabes qué? ¡Que no había nadie! ¿Es que no comprendes que si desapareces sin más estás poniendo mi salud en riesgo?

Creo que ni siquiera mi madre se había puesto jamás así conmigo. Claro que no sabía cuánto tiempo llevaba sin aparecer por la mesa, y posiblemente fuera más de media hora.

-Steph, tranquilízate -me puse de pie y fui hasta mi amiga, a la que se veía verdaderamente alterada.
-Me has preocupado...
-Ya lo veo.

Stephanie se abalanzó sobre mí, apretándome en un fuerte abrazo. Os explicaré algo. Puede que penséis que su reacción era desmesurada, pero una de las cosas que siempre han caracterizado a Stephanie es la intensidad con la que vive las cosas. Jamás la veréis soltar una lágrima y ya está. O formará un charco alrededor de sus pies de tanto llorar, o reirá tan alto que la escuchen hasta los pacíficos monjes tibetanos, pero ella no conoce medias tintas. Es una persona apasionada, enamorada de la vida, que no encaja en otro perfil que no sea el de una artista. Pero ése es otro asunto del que en todo caso os hablaré en otro momento.

Volviendo al pasado, aguanté estoicamente ese abrazo, si bien sentía que mis reservas de oxígeno se estaban agotando.

-¿Por qué te has ido? -me reprochó mi amiga nada más separarse de mí- ¿Y qué te ha pasado en la cara?

Recordé de repente las palabras de ese manager y volví a sentir ganas de llorar. El desastre que debía ser mi maquillaje me importaba bien poco, aunque cuando pensé que Niall había besado a esa cosa llena de churretes que debía ser yo me avergoncé y pensé que debí haber tenido más cuidado. No quería decirle a Steph lo de Steve Evans delante de Niall porque sabía que lloraría otra vez, de modo que negué con la cabeza.

-Tenía calor -fue lo único que respondí, y Steph comprendió que debía esperar para saber mi respuesta.
-Bueno, yo... -miró a Niall y luego me volvió a mirar a mí- Ya que sé que estás bien, vuelvo dentro.

Se fue antes de que pudiera decirle nada, y para cuando volví a quedarme a solas con Niall ya había olvidado que sentía curiosidad por saber de qué conocía a ese manager.

Niall se puso en pie, volvió a acercar su mano a la mía, y esta vez no me aparté.

-Ya ha pasado un tiempo prudencial, ¿no? -intenté bromear, al ver que Niall parecía sorprendido.
-Eso parece -me respondió además con una bonita sonrisa.

Sus dedos juguetearon distraídamente con los míos, haciéndome sentir pequeños escalofríos de vez en cuando.

-Niall... -mi voz sonaba muy lejana a mi cuerpo.
-¿Qué?
-¿Estás seguro de que te gusto?

No pude evitar preguntarle. Era la persona más insegura del planeta, y aquello me resultaba tan extraño que tenía que confirmarlo de vez en cuando. Niall aplicó conmigo su asombrosa paciencia y siguió sonriendo.

-Bastante, sí.
-¿Y no te gusta más Steph? -traté de formularlo como una pregunta casual, pero era algo que tampoco entendía.

Niall dejó de acariciar mi mano y pensó durante unos segundos en lo que le acababa de decir, mirándome con la cabeza ladeada, como si pudiera leer a través de mí. De hecho, creo que puede hacerlo.

-¿Por qué me preguntas eso? -dijo por fin.
-No has respondido -temí que mis pensamientos de que era Steph la que en realidad le interesaba fueran ciertos.
-No, no me gusta más Steph -negó con rotundidad.
-¿Estás loco? -fue la única conclusión a la que pude llegar.

Él soltó una carcajada fresca y musical.

-Yo creo que no. Pero no sé si los locos saben que lo están.
-¿Estás ciego, entonces?
-No, te veo a ti –contestó él tranquilamente.
-Oh, vamos, sabes a qué me refiero. Ella es… ella es todo lo que yo no soy.
-Exacto.

Me mordí la cara interna de la mejilla, buscando algo que responderle. Todo aquello me resultaba tan sumamente incomprensible que ni siquiera encontraba la manera de expresar mi confusión. Además, aún estaba muy dolida, y mi autoestima, ya de por sí bastante baja, no ayudaba mucho a que aceptara con naturalidad el afecto de Niall. Que él quisiera besarme era tan raro para mí como si quisiera besar a una farola. Carente de lógica. ¿Y qué podía tener yo que no tuviera Stephanie? Aparte de un sentido del humor bastante atrofiado y una mala leche crónica, me refiero.

-¿Sabes? Yo aún estoy esperando a que tú me digas algo a mí –Niall me sacó de mis pensamientos volviendo a acariciar mi mano.

Repasé mentalmente si había algo que tenía que decirle, pero no se me ocurrió nada, así que me quedé mirándolo probablemente con cara de no saber de qué estaba hablando.

-Bueno, yo te he dicho que me gustas, pero tú a mí no me has dicho… nada –sus ojos azules me miraron más abiertos que de costumbre.

Lo que a mí se me abrió fue la boca, de sorpresa. ¿De verdad me estaba preguntando Niall Horan si me gustaba? ¿Acaso no era obvio? Es decir, quizás quisiera escucharlo con mi propia voz, pero no debía tener muchas dudas al respecto. Era así, cuando me gustaba un chico era como si me volviera un satélite de él, no podía evitarlo, se convertía en el centro de mi mundo y sólo tenía ojos y palabras para él. Ya, palabras probablemente no porque el chico no solía ni tan siquiera saber de mi existencia, pero sabéis a lo que me refiero.

-¿Bromeas? –le pregunté a Niall, porque os prometo que pensaba que lo estaba haciendo.

Él negó con la cabeza, repentinamente preocupado. O eso me pareció.

-Niall, es obvio. Pues claro.

Sonrió y, aunque no me di cuenta de cuándo se habían tensado sus músculos, sí que noté cuándo se relajaron. Eso me animó bastante, pues así al menos sabía que yo le importaba. Me resultaba tan nuevo eso de importarle a un chico que me dio un escalofrío y dejé de pensar en ello.

-¿Y por qué no te gusta Zayn? O Louis, Harry o Liam.

Me quedé mirándolo unos segundos, sin saber qué responder. Ni siquiera estaba muy segura de por qué me gustaba Niall. Simplemente, me atraía. Había algo en él que me llamaba la atención, que me hacía querer tenerlo a mi lado, hablar con él, ser algo más que una amiga. De modo que no supe responder por qué no me gustaban sus amigos y sí me gustaba él. Igual que él tampoco había sabido responder por qué no le gustaba Steph. Era así, y ya está. No todo tiene una explicación en la vida.

-¿Ves? –sonrió ampliamente.
-Veo –asentí con la cabeza, y él rió-. Pero creo que es hora de que volvamos al hotel. Debe ser tarde.

Niall miró su reloj de muñeca y se encogió de hombros.

-Depende de lo que consideres tarde.

Puse los ojos en blanco. Tenía tal mezcla de sentimientos en mi interior que no sabía cómo sentirme. Ganaba la balanza de lo positivo, de eso estaba casi segura, pero por muy poco. Lo bueno de estar acostumbrada a que te traten mal es que cuando lo hacen, no te afecta tanto, y al mismo tiempo cuando te tratan inusualmente bien, te anima el doble.

-¿Puedo… besarte?


Me quedé rígida, sin saber cómo actuar. No respondí, lo que Niall interpretó como una aceptación. Lo era, en realidad. Pasó una mano por mi cintura hasta posarla en mi espalda para atraerme así a él. Sentí su pecho contra mi pecho, y mi respiración agitada los hacía chocar constantemente. Consciente de que era algo nuevo para mí, Niall acercó sus labios a los míos muy despacio, para que pudiera apartarlo de mí si así lo deseaba. En cambio, hice algo que jamás habría esperado hacer. Agarré el cuello de su chaqueta y fui yo la que lo aproximó a mí, haciendo que su boca se encontrase con la mía. No sabía qué tenía que hacer, pero me dejé llevar, igual que había hecho un rato antes en la barra del pub que había justo al lado de nosotros. Niall intentó tocar mis labios con su lengua y yo me sobresalté, por lo que dejó eso para otro momento y se limitó a besarme. Digamos que fue una mágica e inesperada forma de acabar la noche. 

[Ya era hora de un poquito de romance, ¿no? Pero... ¿no os parece que faltan cosas por explicar? Espero que os haya gustado, y por favor, comentad en el blog, mencionadme en twitter o ambas cosas, a ser posible. Os agradezco mucho que me mostréis que seguís aquí, de verdad. Seleccionad en las casillas de abajo la opción que más se ajuste a lo que pensáis del capítulo, os lo agradezco mucho. Gracias por leer]

sábado, 22 de marzo de 2014

EN UN INSTANTE - Capítulo 20.

... e igual que estaba subiendo a la barra, se bajó de ella por el otro lado. Seguí a Niall con la mirada, lo cual debió hacerme parecer bastante estúpida, porque la gente estaba aplaudiéndome y yo estaba casi de espaldas a ellos, mirando qué narices estaba haciendo Niall y por qué no me estaba besando. Le dijo algo al camarero al oído y un momento después Niall tenía un micrófono como el mío en la mano. Me presentó al "público", quizás porque era consciente de que yo me habría limitado a bajarme se la barra y marcharme de allí, y al parecer eso no es lo que se busca en una actuación en directo. La gente vitoreó de nuevo y yo me encogí, consciente de repente de que todas esas personas me estaban mirando. Como yo seguía demasiado impresionada para reaccionar -y demasiado molesta porque Niall no hubiera hecho lo que yo críea que iba a hacer- el joven se subió en la barra y se sentó en ella de cara al público, como si de hecho fuera lo más normal del mundo. Parecía tan cómodo ahí sentado que me pregunté si ya lo habría hecho antes y cuántos cientos de veces habrían sido.

-¡Otra, otra, otra! -empezó a gritar la gente, algo que por cierto parece de precepto en todo concierto.
-Bueno, si os empeñáis... -Niall se encogió de hombros- Pero va a tener que ser una lenta.
-¡Venga ya! -se escuchó que dijo alguien del público.
-Es que había pensado pedirle a la señorita -me señaló- que me concediera un baile, pero tengo miedo de pisarla sin querer. Por eso me gustaría pedirle que me concediera una canción.

Eso arrancó unas cuantas risas, y escuché sobre todo voces de chicas animando, a favor de lo que debían considerar una escena muy romántica. Yo la verdad es que tardé un poco en comprender que se estaba refiriendo a mí. Creo que me quedé mirándolo con los ojos abiertos, tal vez parpadeando. "Bésame", tenía ganas de decirle, pero sabía que ni en mis más ilusos sueños yo habría sido capaz de decir algo así.

-Lo tomaré como un sí -Niall estaba dirigiéndose más al público que a mí.

Cuando se levantó y quedó de pie en la barra, lo noté exageradamente alto a mi lado. Tampoco tuve mucho tiempo para pensar, porque empezó a sonar una música que me sonaba bastante. "A thousand years". ¿Cómo iba a olvidar que era precisamente esa canción la que habíamos cantado en el estudio? Que estuviera sonando ahora mismo no era algo aleatorio, por supuesto. Empecé a cantar automáticamente, igual que había hecho con mis canciones en solitario. Niall se giró en mi dirección y fijó sus ojos en mí. Me trabé y me salté una palabra de la canción, porque os aseguro que nunca le había visto mirarme con semejante intensidad.

Cuando le tocó cantar a él, no cambió de posición. No miró al público, ni a ninguna otra parte. Tenía los ojos clavados en mí, y nada parecía poder cambiar eso. Comprendí que para Niall aquel era un momento tan importante como podía serlo un beso, que pretendía que fuera emotivo, que quería estar regalándome algo especial. Pues bien, si antes había conseguido mágicamente dejarme llevar, ahora estuve toda la canción sin mover ni un músculo, excepto los de la cara para cantar. Me sentía extraña, como si aquello estuviera fuera de lugar, y estuviera habiendo algo íntimo entre nosotros pero delante de toda esa gente.

Casi me sentí aliviada cuando la canción terminó, y en cuanto lo hizo me bajé de la barra. Me di cuenta de que en realidad prefería que Niall me tomase de la mano y me besara en un sitio apartado a que lo hiciera allí, en público. Mi adrenalina había desaparecido y volvía a ser yo. Agradecí mucho que cuando salí de detrás de la barra Steph y los chicos estuvieran allí, porque así la gente que parecía con intenciones de acercarse a mí veía que ya estaba ocupada y se marchaban. En realidad no tardaron mucho en olvidarse de mí y volver a sus asuntos.

-¡Ha sido increíble! -me felicitaron mis amigos.
-Deberías hacerlo más a menudo -me dijo Steph.
-¿Estás loca?
-¡Claro que no! Y no te atrevas a decir que no te lo has pasado bien ahí arriba.

No estaba muy segura de como me sentía con eso. Había disfrutado, sí, pero había sido como si no fuera yo la que había cantado. Me había olvidado de mí misma y sólo por eso lo había conseguido. Con Niall, por ejemplo, no había sido capaz de dejarme llevar. Eso sólo había sido algo puntual, algo anecdótico que me resultaba tan extraño que realmente hubiera pasado que casi me asustaba.

-Todo se verá -evadí contestar directamente al comentario de Steph y me di cuenta de que tenía la frente cubierta de sudor-. Voy a lavarme la cara, ahora vuelvo.

Miré cuidadosamente que era el servicio de las mujeres antes de entrar. Había alguien en uno de los váteres, pero nadie que pudiera verme, con lo que me apoyé en el lavabo y agaché la cabeza, intentando simplemente volver a ser yo. Me eché agua fría en la cara, sin importarme el maquillaje, y luego me la sequé con papel higiénico. Respiré hondo y pensé que no debía agobiarme porque Niall no me hubiera besado. Él me había dicho que le gustaba. Lo demás debía ser cuestión de tiempo. Iba a salir del baño justo cuando la chica que había en el compartimento del váter lo hacía también.

-Tú eres la que acaba de cantar, ¿verdad? -me preguntó en tono amistoso.

Asentí con la cabeza un tanto cohibida mientras salíamos del servicio.

-Pues eres muy buena.

En la puerta esperaba un chico que debía ser su novio, porque se cogieron de la mano.

-¡Eres tú la que acaba de cantar! -exclamó él.

La situación me resultó cómica, porque los dos habían dicho lo mismo al verme, y contuve una carcajada.

-Cantas muy bien -el chico me sonrió, y os sorprenderá o no, pero creo que era la primera vez que unos desconocidos me trataban bien-, así que no estés nerviosa.
-Grac... -ladeé la cabeza, pensando en lo que acababa de decir- ¿Nerviosa por qué?
-Por lo de Steve Evans -me respondió el chico con el tono que usarías para responder a alguien que te pregunta cuánto es dos más dos.

Me quedé parada en el sitio, y ellos dejaron también de caminar.

-Creo que os confundís, yo no...
-Max -la joven le dio unos toquecitos a su novio en el hombro-. Creo que no lo sabe.
-¿Cómo no va a saberlo?
-Pues es obvio que…

No sabía muy bien cómo interrumpirlos, así que carraspeé. Conseguí que me prestasen atención.

-¿Saber el qué?
-¿No sabes quién es Steve Evans? –me preguntó el tal Max con ojos confusos.

Negué con la cabeza, pues no tenía ni idea de quién era ese hombre. Pensaba que se estaban confundiendo de persona, pero era poco probable porque me habían reconocido como la que acababa de cantar. Tampoco había mucha confusión posible.

-Es un manager –explicó la chica-. Hay mucha gente que viene a este bar y pide cantar. Evans viene de vez en cuando, y si tienes la suerte de estar cantando el día que viene, y de gustarle lo suficiente, puede que te patrocine. A veces no te patrocina porque no te considera lo suficientemente bueno, pero te pone en contacto con alguno de sus amigos que también se dedican a esto, y ellos no suelen ser tan exigentes.

Max asintió con la cabeza, corroborando lo que su novia me estaba diciendo. Yo ya adivinaba lo siguiente que me iban a decir, pero aun así no dije nada hasta escucharlo.

-Y Steve Evans está hoy aquí –concluyó la chica.

Casi por casualidad, pensé en lo que Stephanie me había dicho cuando había venido a verme mientras estaba calentando la voz. “Lo sabrás cuando termines de cantar”, me había dicho. ¿Sería eso? Repentinamente me enfadé con ella por no habérmelo dicho. Y con los chicos y con Niall, porque seguro que todos lo sabían menos yo. Por eso Niall tenía tanto empeño en que cantara. No era porque superara mi miedo a ponerme delante de la gente y porque quería que disfrutara un rato, sino porque la verdadera sorpresa era que un manager me escuchara. Quizás no debería haberme molestado, teniendo en cuenta que todo era con buena intención y que cualquier persona que quisiera dedicarse a la música habría dado una extremidad por tener esa oportunidad, pero yo no buscaba dedicarme a la música. Yo lo hacía por ocio, sabía que no era lo bastante buena, y no necesitaba que trajeran a un manager para decírmelo. Y menos sin yo saber siquiera que ese hombre estaba ahí.

-No, no lo sabía –respondí como ausente.
-Seguro que te da una oportunidad –me animó el chico, pensando tal vez que me había preocupado por la decisión que Steve Evans pudiera tomar.

Balbuceé una despedida y me marché de allí, buscando a Niall por todas partes. Cuando me acerqué a la barra para preguntarle al camarero, vi que la puerta del almacén de bebidas en que yo había ensayado antes de salir a cantar estaba entreabierta, y de ella salía luz. Miré hacia la mesa en la que estaban sentados los chicos, y Niall no estaba allí.

Aunque el local estaba tan lleno como para que quien hubiera dentro del almacén no me escuchara acercarme, lo intenté hacer con sigilo. Como de pasada, miré por la rendija que había abierta de la puerta, y en efecto, allí estaba Niall hablando con un hombre de ropa elegante.

-Pero Steve… -habló Niall, y yo me pegué todo lo que pude a la puerta, a pesar de lo que escuchaba con dificultad.
-Niall, lo siento –le interrumpió él, y por su tono de voz no parecía sentirlo en absoluto.

Yo me agaché y fingí que estaba atándome los cordones de las botas para que la gente no me mirase raro al verme allí parada intentando oír lo que decían.

-… -hubo algo que no pude escuchar-. Sí, tienes razón. Es buena, pero hay mucha gente buena en el mundo que vendería muchísimo más que ella. Y que no fueran tan buenos como ella, también.
-Oh, venga ya, la has escuchado cantar, sabes que no se te presentan voces así todos los días.
-Niall, soy manager, no una organización de caridad. Esa chica no daría dinero, y cualquier persona de negocios que te diga lo contrario no sabe hacer negocios en absoluto. Le da miedo la gente, le da miedo el micrófono, y no da la talla. Además, piensa en Susan Boyle. Sí, tiene una voz maravillosa. Pero ponla al lado de Katy Perry y dime con cuál te quedarías. Dime cuál de ellas fue rentable un tiempo y cuál de ellas lo sigue siendo. La industria de la música es así. Por mucha buena voz que tenga, si el cuerpo y la cara no funcionan, la cantante no tiene futuro. Te guste o no, es así.

Mientras escuchaba hablar a ese hombre, me mordí el labio con tanta fuerza que noté el sabor de la sangre en mi boca. En cuanto terminó de hablar, me levanté tambaleante, tanto que incluso me choqué contra la puerta del almacén antes de salir corriendo. Sí, exactamente como en las películas, con lágrimas en los ojos, recorrí todo el pub hasta la puerta y salí de allí. Veréis, las personas solían ser crueles conmigo, pero yo estaba acostumbrada a que me dijeran cosas directamente, a la cara, y así podía pensar que sólo lo hacían por hacerme daño, por tener alguna forma de divertirse. Sin embargo, cuando alguien habla de ti de esa forma y tú no estás delante, es mil veces peor. Duele mucho más porque hablan con sinceridad, dicen lo que quizás no se atreverían a decirte a la cara. Yo ya sabía todo lo que Steve Evans acababa de decir. Pero una cosa es saberlo y otra cosa muy distinta es escuchar que otros lo dicen.

Llorando sin control, me aparté de la puerta y me dejé arrastrar por la pared de uno de los laterales del local. Me daba igual si la ropa se manchaba, si hacía frío o si alguien me veía llorar, en ese momento me sentía lo suficientemente mal conmigo misma como para que algo me importase. Estaba tan sumida en el auto desprecio que ni siquiera me di cuenta de cuando Niall se sentó a mi lado.

-Lo siento –dijo en voz lo suficientemente alta como para que pudiera escucharle, y él sí sonaba verdaderamente afligido.

Ni siquiera lo miré. Estaba enfadada conmigo por ser yo, con Steph y los chicos por no decirme nada, con ese maldito manager y con Niall. Tampoco me planteé por qué estaba él allí, pero está claro que al chocarme con la puerta del almacén habían salido a ver qué pasaba y me había visto correr hacia la salida.

-Escucha, yo sólo pretendía… -intentó empezar a explicarse pero yo le interrumpí.
-Da igual –lo miré con lágrimas en los ojos-. Da igual lo que pretendieses. Tenías que habérmelo dicho. Así no habría cantado y todos seríamos más felices. ¡Joder, ya sé que estoy gorda y soy fea, no necesitaba que él lo dijera!
-¡Ni estás gorda ni eres fea! –exclamó Niall, que ahora parecía furioso- Puede que se haya equivocado y tenga que ir a buscar cantantes a un desfile de Victoria’s Secret, ¡pero tú no eres nada de eso!
-Oh, vamos, Niall. No soy estúpida, ¿sabes? En realidad, ni siquiera entiendo por qué me has traído aquí. Yo jamás he dicho que quisiera ser cantante. No necesitaba esto.
-Sólo quería hacerte sentir mejor. Quería que vieras que aunque pienses que no, hay cosas en las que eres buena, y probablemente hayas escuchado a Steve diciendo que…
-Niall, déjalo. No importa.

Aparté la mirada. Sabía que él lo había hecho con buena voluntad, pero había acabado siendo un desastre. Intentaba ayudar a mi poco consistente autoestima, y lo que había conseguido era destrozarla. Era injusto culparle a él, pero yo necesitaba descargar mi rabia sobre alguien. Era la forma que había aprendido para evitar hacerme daño a mí misma cuando me sentía así.

-Tú… eres preciosa –dijo Niall con un hilo de voz.

Solté una especie de resoplido irónico, si bien no pude evitar que mi estómago se encogiera al escucharlo.

-Mírame, por favor. Lo siento –repitió él.

Lo miré. Había dejado de llorar, pero aún tenía los ojos húmedos y mi cara debía verse espantosa. Niall esbozó una sonrisa triste, culpable y dolorida.

-Niall, yo…

Iba a decirle que era una idiota, que no era capaz de impedir que lo que las demás personas dijeran de mí me afectase, que él sólo quería ayudarme y yo le culpaba, que nunca sabía hacer las cosas bien. Pero, por el contrario, me besó. Ni siquiera pude ser consciente de que iba a pasar hasta que sus labios se posaron sobre los míos. Me quedé paralizada, sin saber cómo reaccionar,  mi corazón empezó a latir a toda velocidad. Niall movió sus labios, esperando mi reacción, y por fin conseguí mover yo también los míos. Colocó sus manos sobre mis mejillas, y sentí su respiración entrecortada mientras me besaba. Esa sensación de surrealidad apareció de nuevo, y por muy absurdo que sea, lo primero en lo que pensé fue en que había perdido la apuesta que había hecho con Steph e iba a tener que comprarme un condenado vestido.


[POR FIN. Beso, sí, beso. Y tiempo al tiempo, que todo mejora. O también puede empeorar, claro. En fin, siento haber tardado tanto, creo que a partir de ahora voy a tener más tiempo libre, o eso espero. También espero que os haya gustado el capítulo, y que por favor comentéis en el blog o me mencionéis en twitter (o ambas cosas) si lo leéis, muchas gracias por leer.]

viernes, 14 de marzo de 2014

EN UN INSTANTE - Capítulo 19.

-Entonces deberías ir calentando, porque os habéis tirado ahí dentro como veinte minutos –Liam señaló su reloj de muñeca.
-Ahora después –me excusé y me senté en mi silla.
-De todos modos cuando fuimos al estudio no calentó y le salió fenomenal –nos recordó Zayn.
-Cierto.

Sé que siguieron hablando pero no les presté atención. No me había dado cuenta al salir del baño, pero empezaba a haber más gente en el local. Todavía no estaba lleno, pero las dos personas que había en la barra cuando entramos se habían multiplicado, y ya habría allí dentro al menos diez personas, aparte de nosotros. Repentinamente me entró frío, y creí que en cualquier momento iba a empezar a tiritar. Esa gente se reiría de mí. Seguro. Nadie como yo canta. No importa la buena voz que tenga, pero una chica fea no está hecha para cantar, o al menos eso es lo que la mayoría de la gente piensa. Si no eres guapa, tu lugar no está delante de un micrófono. Ni siquiera en el de un pub.

-Tranquilízate –me susurró Niall, que debió notar mi nerviosismo, o simplemente adivinarlo.
-¿Qué vas a cantar? –escuché que me preguntó Steph al mismo tiempo.

Mis ojos se abrieron de par en par, porque no había pensado en eso. Siempre podía hacer una actuación a capella, claro, o también podía salirme una tercera oreja en lo alto de la cabeza. Esa opción era inviable; bastante presión era cantar como para encima hacerlo sin música acompañándome.

-Pues no… no sé –miré a Niall, luego a Steph, y otra vez a Niall-. ¿Qué puedo cantar?
-No te preocupes por eso, cualquier canción que pidas está ahí –señaló a un ordenador portátil que descansaba en una pequeña mesita detrás de la barra.

Mi mirada se cruzó entonces con la del camarero que me había hablado antes, y me hizo un gesto que me apremiaba a que no me descuidara. Miré el reloj. Las nueve y media. Me levanté de mi asiento casi de forma automática. Mis amigos fijaron sus ojos en mí.

-¿Pero qué vas…? –insistió Stephanie, pero yo la interrumpí.
-Ahora lo descubrirás –esbocé una sonrisa nerviosa y ella me miró con afecto.
-Lo harás bien.

Asentí con la cabeza con más convicción de la que sentía realmente, y Niall me preguntó si quería que me acompañara. Negué con la cabeza, no porque prefiriera hacerlo sola, sino porque me daba vergüenza que Niall me escuchara cantar mientras calentaba. Era absurdo, porque en cualquier caso me iba a escuchar un poco después, pero yo era así, me aferraba a cosas sin sentido.

El tiempo que transcurrió entre que fui de nuevo a hablar con el camarero y empecé a cantar está difuso en mi memoria. Estaba cada vez más nerviosa, y las cosas se me presentaban con ese ambiente de surrealidad que ya os he comentado antes. Acordé con el camarero tres canciones, me dijo en qué orden las pondría, y me ofreció un cuarto en que guardaban las bebidas para que calentara la voz. Yo nunca había cantado con un micrófono o delante de gente, por lo que tampoco sabía muy bien qué se hacía. Simplemente me metí en la habitación, canté canciones que tenían partes complicadas –como agudos, que me resultaban imposibles-, y esperé. La puerta se abrió en mitad de una frase de I will always love you, y paré de cantar, sobresaltada. Hasta cierto punto, me sorprendió encontrarme allí a Steph.

-¿Cómo lo llevas? –susurró.
-¿Por qué hablas en voz baja?
-No sé, la verdad –adquirió un tono normal-. Claro que si tú estabas cantando no creo que haya ningún problema con que hablemos.

Sonreí y entrelacé mis manos, jugueteando con mis propios dedos.

-¿Estás nerviosa?
-¿Tú qué crees? –no lo recuerdo, pero me imagino que puse los ojos en blanco.
-Ya sé que sí. Esto se ha llenado, eh –se mordió el labio como si no debiera decir algo.
-¿Qué pasa?
-Nada –contestó al instante.
-Stephanie…
-Lo sabrás cuando termines de cantar –miró al suelo.
-Al menos dime que no es una mala noticia o algo por lo que deba preocuparme, porque si no puede que me estalle el cerebro.
-No, tranquila. No es nada malo –me dio un rápido abrazo como el que daría una madre orgullosa de su hija-. Suerte. O pártete una pierna. O mucha mierda. La verdad es que no sé qué se dicen los cantantes antes de salir al escenario…
-Idiota –reí, y ella sonrió porque sabía que por un momento me había relajado.

Steph se despidió de mí con la mano y el camarero se asomó cuando ella salió del cuarto.

-Cuando quieras –me dijo él, con una amabilidad sorprendente.

Salí del cuarto y él me escoltó hasta el ordenador. No exagero cuando os digo que estuve al borde del colapso al ver la cantidad de gente que había. No entendía cómo en un cuarto de hora el pub había pasado de tener un número normal de clientes a estar completamente abarrotado. Dudo que cupiera nadie más allí dentro. Las piernas me empezaron a temblar y tuve que luchar por mantenerme de una pieza mientras el que parecía ser el único camarero del local me daba un micrófono. Ah, no, había otro camarero que acababa de aparecer tras la barra. Sinceramente, no tenía ni idea de de dónde había salido.

-No tenemos ninguno inalámbrico, así que te tendrás que quedar aquí –señaló al micrófono y luego a la barra del bar.

Yo creía haber entendido a lo que se refería pero no creía que me lo estuviera diciendo en serio.

-¿Aquí? ¡¿En la barra?!
-En efecto –sonrió-. No te preocupes, luego la desinfectamos bien.
-No es por…
-Sube y anímame el local –me urgió él.
-Sí, señor –mascullé, y necesité apoyarme en un taburete para poder subirme en la barra.

De repente todas las luces se apagaron, excepto una fila de lámparas que seguían en el techo la misma línea que hacía la barra. No estaba nada mal como focos improvisados, porque la atención se centró al instante en mí. Me tomé un momento para agradecer ser lo suficientemente baja como para no darme con las lámparas en la cabeza, e intenté recuperar la respiración y olvidar a toda esa gente que me estaba mirando.

Tal vez esperéis que mi actuación fuese como esas de las películas en que al principio la voz no sale pero luego súbitamente se liberan y hacen la mejor canción del mundo mundial. Yo me limité a cerrar los ojos, esperar a que la música empezara a sonar, y dejar que la voz saliera de mí. Me imaginé que estaba en la ducha, o en cualquier otro sitio en los que antes solía cantar sólo para mí. Por supuesto, una canción animada como lo era Burn -la primera que había elegido- no puede cantarse con los ojos cerrados y pretender que la gente se anime. Y no sé cómo, ni por qué, pero hubo un momento en que abrí los ojos y me olvidé de quién era o qué estaba haciendo allí. Ni siquiera miré a la gente. Creo que fue en el estribillo. Canté, canté y canté. En lugar de intentar animar a la gente, intenté animarme a mí misma. No pensé en mi aspecto, o en lo que odiaba de mí; pensé en la canción y en lo que decía, me vine arriba y la gente empezó a cantar. Os diré una cosa. Cuando quieres provocar una reacción en la gente, la mejor forma de hacerlo es provocándotela a ti mismo. Si con una interpretación quieres que una persona llore, no te dedicas a darle datos sobre las mayores tragedias de la historia con voz monótona, sino que dices y haces algo como si tú estuvieras sufriendo de verdad. Eso hacen los actores. Provocan reacciones en gente a través de las reacciones de sus personajes. Cuanto mejor se actúe, más real parece ese sentimiento, y más fácil es que la gente lo viva en su propia piel. Exactamente eso fue lo que me pasó a mí, aunque yo no lo estaba buscando. Al contrario de lo que esperaba, me dejé llevar.

La primera canción se acabó y llegó la segunda, y después vino la tercera. La gente coreaba conmigo, y yo sólo os puedo decir que por primera vez había conseguido dominar mi nerviosismo y canalizarlo de modo que en lugar de bloquearme me produjera adrenalina que me hiciera brillar. Entonces la tercera canción terminó.

Y yo estaba allí, subida en mi improvisado escenario. No es que me molestase, de hecho estaba rebosante de alegría –por primera vez en mucho tiempo- por estar subida en esa barra, aunque notaba algo húmedo en la pierna y era que seguramente le había dado una patada a la copa de alguien. No me importó.


Y entonces juro, sí, lo juro, que estaba convencida de que Niall iba a besarme. No sé muy bien si era por la forma en que se estaba acercando a mí, con esa sonrisa en los labios, o porque mi subconsciente no me permitía desear o pensar en otra cosa, pero tenía la absoluta certeza de que me besaría. Cuando consiguió abrirse paso entre la gente que se había agolpado alrededor de la barra, empezó a subir igual que yo lo había hecho unos minutos antes…

[Fin del capítulo. Siento mucho haber tardado tanto tiempo en subir, ya sabéis que estoy liada con exámenes, pero por eso hoy he subido dos capítulos, a modo de compensación. ¿Os suena de algo el final del capítulo? Espero que sí. También espero que os hayan gustado los dos capítulos, y que comentéis en el blog y me mencionéis en twitter con vuestra opinión. Aprecio mucho que me mostréis que estáis ahí. Gracias otra vez.]

EN UN INSTANTE - Capítulo 18.

¿Nunca os ha pasado que tenéis la sensación de que algo que es real no lo es? ¿Que todo adquiere surrealismo y parece que estéis soñando? A mí me pasa a menudo, sobre todo en momentos especiales, momentos que sé que sólo ocurren una vez en la vida. 


Estando en ese pub en Londres me sentí así. Ni siquiera Niall, que estaba a unos centímetros de mí, me parecía tangible. Empecé a agobiarme, noté que las manos me empezaban a sudar, y me fui sin decir nada y prácticamente corriendo al cuarto de baño. 



Yo. Cantando. En un local lleno de gente. Cada vez sentía más calor, y me eché agua en la cara para intentar contrarrestarlo. Inconscientemente me miré al espejo, y menudo desastre acababa de hacerme. La máscara de las pestañas me había manchado la parte de debajo de los ojos, y luché frenéticamente para arreglarlo con un montón de papel higiénico. No estaba acostumbrada a maquillarme, y no me había acordado de que tenía que mantener el agua alejada de mi cara. 



La verdad es que no sé muy bien qué pasó por mi cabeza en esos instantes. Sé que me agobié, me puse muy nerviosa y no era capaz de pensar con demasiada coherencia. Yo jamás había cantado delante de gente. Yo jamás me ponía delante de gente. Yo intentaba ser invisible, no ser el centro de atención. La perspectiva me aterraba tanto que me había metido en el aseo de los chicos sin darme cuenta.



-¿Estás bien? -escuché que preguntó Niall desde la puerta.
-Perfectamente -respondí, al borde de la histeria.
-Es que estás en el baño de hombres.


Alcé la vista del ovillo negro de papel higiénico que tenía en las manos y vi que, en efecto, estaba rodeada de urinarios.



-¿Importa? De todos modos estoy sola.
-No, estoy yo.
-Entonces te dejo hacer tus necesidades tranquilo -lancé el papel a la papelera, y ni siquiera cayó dentro, pero no pensaba agacharme a recogerlo.
-Sabes muy bien a qué me refiero.


No me atrevía a mirar a Niall. Entendedme, él había organizado algo que debía hacerme feliz, había intentado generarme un momento de atención para que descubriera que la gente podía valorarme por lo que era capaz de hacer, y sin embargo ahí estaba yo, desagradecida y sobrepasada por la situación. Es posible que no entendáis cómo me sentía, porque lo cierto es que no era muy lógico estar así. Pero yo era así, y estaba demasiado habituada a que la gente no me viera. Así no podían ver lo bueno, pero como eso era tan insignificante en comparación con lo malo, merecía la pena.



-No pretendía hacértelo pasar mal.



Genial, encima Niall se disculpaba. Eso sólo conseguía hacerme sentir culpable. ¿Os acordáis de lo que os dije sobre los amigos? Os dije que les agradeciérais lo que hacen por vosotros, porque si no, luego os arrepentiríais. Yo nunca era capaz de hacerlo con Steph, ni ahora con Niall. Aunque lo intentaba, a mi manera.



-Lo sé, pero soy estúpida. 
-Claro que no.
-¡Oh, vamos, Niall! ¿Intentas hacer algo bueno por mí y yo te lo agradezco escondiéndome de ti en el baño?


Estaba furiosa. El problema era que estaba furiosa conmigo misma y lo estaba pagando con Niall.



-No te escondes de mí. Te escondes de ti misma. Y por mucho que lo intentes, no puedes escapar de ti.



Me quedé callada un momento, intentando ordenar mis ideas, quizás buscando un argumento en contra de lo que Niall me acababa de decir. No encontré nada.



-A ti te gusta cantar -afirmó él aún desde la puerta del aseo.



Asentí con la cabeza. 



-Pero es sólo un hobbie -me apresuré a añadir.
-¿Entonces qué hay de malo en salir ahí y cantar un par de canciones?
-La gente -dije como si fuera la respuesta más obvia del mundo, pues para mí lo era.
-Imagínate que no están.
-¿Tú puedes imaginarte que uno de tus brazos no está ahí?
-No es lo mismo. Al brazo lo sientes.
-¡A la gente también!


Niall parecía realmente desesperado porque yo comprendiera su punto de vista, pero yo no era capaz de hacerlo. Supongo que se cansó de darme argumentos, y sin embargo fue eso lo que me hizo reaccionar.



-No tienes que hacerlo si no quieres -me dijo, dándose por vencido.
-Quiero hacerlo, pero creo que me va a dar un infarto.


Eso le arrancó una sonrisa, y aunque yo no lo había hecho a propósito, me sentí algo mejor conmigo misma. Sobre todo porque me estaba empezando a preocupar que esa situación creara rechazo a Niall con respecto a mí.



-Puedo tener el número de la ambulancia marcado, por si hace falta llamar mientras cantas -se notaba que se había relajado, si bien yo no entendía por qué.
-Mejor ve llamando ya -suspiré.


Niall volvió a mostrarme su bonita sonrisa, tras lo que caminó hacia mí. Imagino que no es necesario que lo diga, pero instintivamente yo di un paso atrás.



-¿Tanto miedo doy? -él ladeó la cabeza en un gesto infantil.
-Claro que no -rectifiqué y di el paso hacia delante.
-Ah -Niall se pasó inconscientemente una mano por entre el pelo-. Esto lo he hecho por ti. Porque pensaba que querrías cantar. El dueño del pub es amigo nuestro y...
-Sé por qué lo has hecho -le interrumpí-. Y sí, cantaré.


Él se mostró aliviado, aunque si os digo la verdad creo que no era consciente del pánico real que me producía la situación. Si sois de esas personas que se ponen muy nerviosas cuando tienen que hacer una exposición enfrente de toda vuestra clase, seguramente sabréis de lo que hablo. No era una tontería. Aquello me suponía un sacrificio, si bien por otra parte lo enfoqué como un reto personal. Reto que, siendo sincera, no habría afrontado de no ser porque Niall me lo estaba pidiendo.



Pensando en ello, las manos de Niall me pillaron desprevenida cuando pasaron por mis mejillas para, supongo, limpiarme los churretes negros de la máscara de ojos. Por eso no retrocedí, ni me encogí, tan solo permanecí ahí, sintiendo por un instante su piel sobre mi piel y pensando que quizás el contacto físico con otros seres humanos no fuera tan malo, después de todo. Él demoró el movimiento, y como yo no podía hacer otra cosa, me limité a mirarlo a los ojos. Es cierto que solía resultarme muy difícil sostener la mirada a otras personas, pero los ojos de Niall atraían a los míos, hacían que pareciera que no había nada más. No soy capaz de explicarlo y lo sé, pero es complicado explicar algo que no se comprende. 



Sí que me di cuenta, en cambio, de cuando Niall empezó a acercarse más a mí. Con más me refiero a peligrosamente. A mucho. A que notaba su respiración en mi piel. Di un respingo y él se sobresaltó. Podría haber intentado apartarme de forma sutil, pero, ¿cómo se hace eso? Yo sólo tenía una leve idea de lo que Niall había estado a punto de hacer. Al menos yo creía que iba a besarme, aunque podría ser que fuera a quitarme un trozo de papel del ojo. Ah, siempre le quito el romanticismo a las cosas. En realidad no importa porque no me besó. Un aseo de hombres es un lugar curioso para un primer beso, pero no es precisamente el lugar idílico, ese en que te imaginas a ti misma después de ver una película romántica.



A pesar de todo, Niall ladeó una sonrisa.



-Supongo que por ahora me conformaré con que cantes.



No tenía ni idea de qué decir, por lo que asentí con la cabeza e intenté sonreír yo también. Él hizo un gesto en que me invitaba a salir del aseo, dando por terminada una conversación que yo no sabía cómo finalizar. Niall salió detrás de mí, y nos dirigimos a donde estaban los chicos y Steph.



-No te ha gustado la sorpresa -Zayn fue el primero en vernos.
-Va a cantar -sentenció Steph.
-¿Y tú cómo lo sabes, lista? -Harry negó con el dedo índice.
-Porque es mi mejor amiga, listo -ella le sacó la lengua, y yo luché por no sonreír ante esa estampa de flirteo.
-Pero mira la cara que tiene la pobre -Louis me señaló.
-¿Queréis dejar de especular? Sí voy a cantar -confirmé yo en tono cansino.
-¡Ahh, os lo dije!

Steph se mostró exultante, y aunque no dijo nada en voz alta, yo suponía que seguramente había ganado una de esas apuestas que tanto le gustaba hacer. Eso me recordó, de hecho, a la apuesta que había hecho conmigo. Pensé en lo que había estado a punto de pasar en el cuarto de baño y por primera vez tuve la sensación de que tenía la posibilidad real de besar a Niall. 

[Este es el primer capítulo de los dos que voy a subir. Sólo os pido que disfrutéis leyendo y que comentéis en los dos capítulos, no sólo en el último. Gracias]