martes, 16 de septiembre de 2014

TESTIGOS DE LA LUNA - Capítulo 25.

I

Derek deja que se agote la llamada y vuelve a intentarlo en cuanto lo hace. Va conduciendo unos kilómetros por encima del límite de velocidad y ni siquiera sabe por qué, si no va en ninguna dirección concreta. Quizás sea para liberar su frustración.

Por fin contestan al teléfono.

-¿Derek? ¿Pasa algo? 

Él asiente inconscientemente con la cabeza, satisfecho de que su amigo no sepa todavía lo que le ha pasado a Natasha.

-No -contesta-. Spike, necesito que me digas dónde está viviendo Owen desde que nos echaron de la residencia.
-¿Qué te hace pensar que yo lo sé?
-Sé que lo sabes.

Derek está completamente seguro de que si Owen se lo ha dicho a alguien sólo ha podido ser a Spike.

-Mira Derek, no estaría bien que te dijera dónde vive para que fueras a pegarle, ¿no crees? -su voz suena ansiosa- Y además, ¿por qué esa urgencia?
-Quiero hablar con él -responde Derek con la máxima tranquilidad que puede-. De verdad. 
-¿Por qué siempre me tenéis que poner en estas situaciones? -se lamenta su amigo.
-Por favor. 

Sin duda, Derek hace bien al no suplicar nunca las cosas, porque cualquiera que escucha salir de sus labios las palabras "por" y "favor" juntas, comprende que necesita algo desesperadamente y le resulta imposible negárselo. Así que dos minutos más tarde ya ha desconectado el móvil y ha girado violentamente el coche para ir a cazar a su presa a su madriguera.


II

"El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento"

Ayleen lanza el móvil contra el desgastado sillón gris, que rebota y cae al suelo. La carcasa y la batería se separan de la pantalla, pero eso ya le importa bien poco.

Desesperada, rompe a llorar, y Axel le da unas palmaditas en la espalda que no la consuelan en absoluto.

-Estará bien -le dice él.
-No, no lo estará. ¡Owen se ha vuelto loco! En el mejor de los casos se llevará una paliza. Y si no, Owen podrá denunciarle. ¿Irá a la cárcel? 
-Verte así de nerviosa no ayuda a que Natasha se crea que su hermano ha ido a su piso a comer y ducharse -Axel señala disimuladamente al interior de la habitación.
-Pero...
-Mira, Derek sabe defenderse solo. Siempre hace estupideces pero siempre sale ileso de ellas. No te agobies.

Ayleen, con la respiración agitada, coge del suelo los restos de su móvil y baja con frustración por el ascensor. No tiene ni idea de adónde habrá ido a buscar a Owen -si es que es eso lo que ha ido a hacer-, y Axel no conoce la dirección de Owen mientras no está en la residencia. Se siente inútil y muy enfadada con Derek, pero la preocupación por alguien que te importa siempre es superior al enfado que te provoca que haya hecho alguna locura.

Casi sin ser consciente de adónde va, Ayleen se descubre a sí misma cara a cara con Connor. Su subconsciente es más inteligente que ella en ese momento y comprende que tiene que arreglar las cosas con él. Aunque por dentro sea un manojo de nervios al pensar en Derek.

-Hola -dice ella en voz casi inaudible.
-Hola -sus ojos azules la miran con tristeza.
-Connor, yo... -guarda silencio porque no sabe cómo seguir.
-No importa, Ayleen, en serio. Ahora mismo tu novio te necesita más que yo, así que vete con él.
-¡No somos novios! -exclama la joven, y se deja caer al lado de Connor en el asiento- No lo somos.
-Pero hay algo entre vosotros.
-Sí, eso parece.

Un hombre y una mujer de mediana edad pasan a su lado, elegantemente vestidos pero con el rostro desencajado. Ayleen suspira.

-Escucha, quería contártelo, de verdad que sí. Bueno, no quería porque tenía miedo de tu reacción, pero sabía que debía hacerlo -le mira, desesperada porque comprenda.
-O sea que te doy miedo.
-¡Por Dios, no! Por favor, no lo malinterpretes todo -Ayleen tira incesantemente del borde de su pantalón-. Tú no me das miedo. Me da miedo perderte.

La expresión de Connor se ablanda pero luego se torna melancólica, lo que lo hace todo incluso más difícil para Ayleen. El joven espera a que ella continúe hablando.

-Eres la persona que mejor me ha tratado desde que llegué a Chicago. No sé qué habría hecho sin ti, pero...
-Pero no es suficiente.
-Quizás no lo sea.

Connor suelta todo el aire de golpe, como si sus pulmones fueran un globo desinflándose.

-Lo que más me duele es que me mintieras. Ni siquiera estoy tan enamorado de ti.

Ayleen agacha la cabeza. Su amigo lo está pasando mal por su culpa, porque sabe que es culpable. 

-Lo siento –murmura.
-No lo sientas. Pero, la verdad, no lo esperaba de ti. Hace poco más de un mes que le conoces y ya… 

Su silencio elocuente no deja dudas de a qué se refiere. La chica pelirroja frunce el ceño, contrariada.

-¿Piensas que estaba en su piso porque nos habíamos acostado? –su voz suena como una acusación, aunque la insinuación de Connor no está tan lejos de lo que ha estado a punto de pasar entre Derek y ella.
-Bueno, eso es lo que hace Derek con las mujeres, por si no lo sabías.
-Disculpa, pero Derek ha cambiado –enfurecida, se levanta y mira a Connor con dureza.
-Ni siquiera sabes cómo era antes. ¿Cómo puedes saber que ha cambiado?
-¡Tú no sabes nada, Connor! –alza la voz.
-Lo que creo es que me lo has ocultado no para no perderme, sino para evitar que te aconsejara lo que tu subconsciente ya sabe: que es mejor alejarse de Derek. Pero ahora que lo sé, te lo diré igualmente. Él no va buscando una relación, sólo quiere a alguien con quien pasar un rato. Su interés en el sexo femenino es únicamente físico. 

Ayleen se da la vuelta y se marcha de allí sin contestar. Tampoco sabría qué decir, en realidad. Tal vez Connor tenga razón y no se lo haya dicho por eso. Pero se niega a creer que Derek sólo la vea como una chica más con la que acostarse, no cuando le ha enseñado esa parte tan secreta de él: su arte. 

Se obliga a calmarse en mitad de las escaleras, pero su cuerpo no es capaz de albergar tantas emociones, y acaba por romper a llorar como una niña de cinco años que no tiene a nadie que la consuele.


III

Derek se apoya en la pared en la que se encuentra la puerta de la casa de Owen. Según Natasha, logró escapar cuando el grupo de estudiantes fue a socorrerla al escuchar sus gritos, y Derek está seguro de que se ha escondido en su casa como una rata cobarde. Pero también sabe que no tardará mucho en salir de allí, porque si la policía fuera en su busca, sería en el primer sitio en que mirarían. Sólo espera que aún no se haya marchado, y está dispuesto a quedarse allí el tiempo que haga falta hasta que salga. Podría tocar a la puerta, claro, pero Derek duda que Owen abriese. 

Así que el joven de pelo revuelto y ojos atormentados se pasa casi tres cuartos de hora sintiéndose culpable por no haberle dicho la verdad a Ayleen. A esas alturas ya debe haberse dado cuenta de que no ha ido a la cafetería, y resiste la tentación de encender el móvil, porque no quiere ver si le ha llamado, y no quiere colgar deliberadamente en caso de que le llamase ahora. 

Por fin se escucha el ruido de unas llaves. Derek se incorpora y nota todos sus músculos tensarse. La puerta se abre, y sin pensárselo dos veces Derek se tira hasta Owen, haciendo que ambos entren en la casa. Éste último llevaba una bolsa al hombro que ha caído al suelo con un ruido sordo. Aturdido, tarda en reaccionar, y Derek comienza a pegarle. Owen se revuelve, maldice y responde a los golpes, pero Derek es ligeramente superior en fuerza y el factor sorpresa es determinante. Ni siquiera es consciente de lo que hace, pero le pega una y otra vez hasta que Owen está en el suelo, como un saco de boxeo que gime de vez en cuando. Derek le grita, entre otras cosas, que como lo vuelva a ver en Chicago lo matará, y sale del piso cerrando la puerta tras de sí.

El subidón de adrenalina casi ha desaparecido para cuando entra en el coche, y poco a poco va siendo consciente de sus nudillos despellejados, de sus manos manchadas de sangre –tanto de la de Owen como de la de él-, y de un fuerte dolor en el costado izquierdo. Owen le ha golpeado con fuerza, y es posible que tenga alguna costilla fracturada. Su respiración, al principio agitada por la ira, se convierte en bocanadas ahogadas de frustración y rabia, y tras darle un golpe al volante rompe a llorar como hacía años que no lloraba. Nota las lágrimas resbalar por su cara y mojar su ropa, pero no le importa. Se imagina a Natasha maltratada por ese cabrón día tras día, y un llanto aún más desesperado se apodera de él. Se siente miserable, por no haber podido evitarlo y por lo que acaba de hacer.

Sin ser consciente de lo que hace, conduce hasta su piso, se ducha y mete su ropa manchada en la lavadora. El dolor en el costado es cada vez mayor, y mientras se está poniendo una camiseta limpia, siente un pinchazo, la vista se le nubla, deja de sentir su cuerpo y todo a su alrededor se vuelve negro.


[¿Qué opináis de lo que ha hecho Derek? ¿Y qué le habrá pasado? Chanchanchááán. Espero vuestros comentarios en blogger y en menciones en twitter, si es posible. Gracias por leer e intentaré subir pronto]

4 comentarios:

  1. AHHHHHH PERO POR DIOS, ¡NO NOS PUEDES DEJAR ASÍ! DEREK NO, NO, NO. DEREK NO. VIRGEN SANTÍSIMA ANA NECESITO QUE ACTIVES TUS SUPERPODERES DE ESCRITORA Y ESCRIBAS OTRO CAPÍTULO EN DOS MINUTOS AHHH

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  2. Oh santa cataliiiiiiinaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!! Pero q le ha pasado a Derek?! necesito otro caaap urgentemente! jajajaj bueno tranquila, tu sube cuando puedas :). Esta historia es geniial de verdad, me encanta <3
    Muchos besossss

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  3. ¿¡PERO QUÉ!? ¿Qué haces con tu vida, Ana? T.T Necesito capítulo URGENTE. ¿Qué haces leyendo esto que no estas escribiendo? ¿Eh? ¿Eh? Ocya.

    No quiero que a Derek le pase nada D:

    Me ha encantado el capítulo, en serio. Sin palabras me dejas.

    Espero que sigas pronto porque la intriga me está... consumiendo(?

    Besooos xx

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  4. Siguelaaaaaaa! No nos dejes asi! Esta muy emocionante que le pasara a Derek?!

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