domingo, 24 de noviembre de 2013

#Imagina de Louis PARTE 3

Por un momento estás tan impresionada que no logras ni respirar. Sus palabras resuenan en tu cabeza con un eco extraño, ligeramente lejano, como si las hubiera dicho un completo desconocido y no tu mejor amigo, la persona a la que mejor conoces en este mundo.

“Por ti”.

¿Cómo que por ti? ¿Qué tienes tú que ver en eso? Sabes que a Veronica no le hace mucha gracia que Louis se lleve tan bien contigo, se siente celosa y es normal. Pero no habría motivo para cortar a menos que… a menos que Louis sintiera algo por ti. No, eso es imposible. Sois amigos, ¿cómo va a sentir algo más por ti? Sacudes la cabeza, o mejor dicho sacudes mentalmente la cabeza, porque tu cuerpo permanece totalmente inmóvil.

-¿Por… mí? –logras susurrar, confundida.
-Bueno, no te haces una idea de cómo se ha puesto Veronica –él parece haberse quitado un peso de encima al contártelo-. Ha empezado a decir que estoy siempre contigo, que seguro que entre nosotros dos hay algo, que es imposible que no sintamos nada el uno por el otro… Por supuesto yo le he dicho que eso no es así, pero ella se ha empeñado en que en el supuesto caso de que tú no me gustaras a mí, yo te gusto a ti.

Emites una débil protesta que no se asemeja a ningún sonido identificable.

-Eso mismo –continúa Louis, como si supiera exactamente qué ha significado tu gruñido-. Me ha pedido que eligiera.

Tú te llevas las manos a la boca. Eras consciente de que eso pasaría en algún momento en cuanto Louis o tú tuvieráis una relación con otra persona, pero algo en tu subconsciente te decía que él no te elegiría a ti.

-Y, obviamente, te he elegido a ti –es como si hubiera leído tus pensamientos.
-Lou…

Te interrumpe.

-Ni Lou ni nada. No es culpa tuya que ella me haya hecho escoger. Bueno, como tú comprenderás, no iba a dejar de hablarte porque ella se empeñara. La quiero, y tú lo sabes, (ella debería saberlo también), pero no estoy dispuesto a perder a mi mejor amiga desde los… ¿cinco años? por una chica con la que llevo cuatro meses.

Sus ojos celestes te miran ahora con pasión y determinación.

-Vaya…

No consigues articular otra palabra o decir otra cosa. Te sientes egoístamente feliz porque Louis te anteponga a su novia, pero sobre todo, sientes otra cosa que no logras identificar. Es algo así como si te hubieran inflado un globo dentro del pecho y de repente se hubiera desinflado. Ahora sí consigues sacudir la cabeza.

-¿Estás bien? –tu amigo te sigue mirando intensamente.
-Louis, debería ser yo quien te preguntara eso a ti –contestas con voz débil.

Él parece sorprenderse, como si no hubiera sido consciente de ello hasta el momento. Acaba de cortar con su novia, ¿y te pregunta a ti que si estás bien? Algo ha dejado de tener sentido en toda esta conversación.

-Es que te has quedado blanca –murmura él, alargando un dedo para acariciar tu mejilla con suavidad.

Te estremeces ante el contacto, y no consigues comprender por qué. Vuestra piel se ha tocado muchas veces, y nunca habías tenido esa sensación.

-No sé por qué, la verdad –te pasas una mano por el pelo, nerviosa.
-No quiero que te sientas culpable –se apresura a decir Louis-. Esto no es culpa tuya.

En realidad no te habías sentido así en ningún momento, pero ahora que lo ha dicho, el sentimiento de culpabilidad empieza a aflorar.

-¿Crees que podría hablar con ella?
-Es probable que intentara arrancarte la cabellera –Louis esboza una sonrisa algo triste.
-Entonces, mejor no, ¿no?

Tu amigo niega con la cabeza.

-Pues tenemos un problema –haces una mueca.
-Si no te acercas a Veronica, tú no lo tendrás –juguetea con un mechón de tu pelo suelto para finalmente recogértelo tras la oreja.
-Louis, si tú estás mal, yo estoy mal –apartas la mirada.
-Pero yo no quiero que estés mal.

Él se inclina hacia ti, y durante unos segundos sólo ves sus ojos a la altura de los tuyos, sus labios a la altura de los tuyos. Te dan ganas de gritar, porque jamás te había pasado eso y estás empezando a preocuparte. En su lugar, te echas levemente hacia detrás, de modo que volvéis a quedar a una distancia prudencial. Sin embargo, si esperabas que ese movimiento le pasara desapercibido a Louis, te equivocabas.

-Te noto rara –cruza los brazos sobre el pecho-. Y no sé por qué.
-Ya te he dicho que no sé lo que me pasa, Lou –tiras de un hilo que sale de la sábana de tu cama.
-Pues…
-Pues tienes que aclarar las cosas con Veronica y hacerle comprender que entre nosotros no hay nada –las últimas palabras te suenan raras al pronunciarlas.
-Ya lo he intentado.

Se produce un breve silencio durante el cual no sabes qué decir. Tampoco es que hayas sido nunca una buena consejera, y ahora lo eres menos todavía con ese extraño malestar recorriéndote todo el cuerpo.

-Tal vez sea mejor así –escuchas la voz de Louis.

Alzas los ojos y ves su expresión seria.

-No digas eso…
-Tampoco sé qué prefiero.
-¿En qué sentido? –preguntas, preocupada de que haya cambiado de opinión y esté sopesando la idea de dejar de relacionarse contigo.
-No en ese, no seas burra –pone los ojos en blanco-. Ningún amor de una chica vale más la pena que tu amistad.

“Eso cambiará algún día”, se te ocurre decirle, pero no crees que sea el comentario más adecuado.

-¿Entonces?
-Que a lo mejor no es tan malo que Veronica y yo hayamos terminado.
-¿Por lo de tu libertad y todo eso?

Asiente con la cabeza.

-En ninguna relación vas a poder tener la misma libertad que si estuvieras soltero –le recuerdas.
-Tienes razón.

Parece muy, muy cansado, y en tu interior sabes que no está tan seguro de lo que está diciendo, que se siente mal por lo que ha pasado con Veronica, que tiene un debate interno sobre qué es mejor o qué debe hacer.

-Creo que deberías irte a la cama –las palabras salen de tus labios sin pensarlas.

Por suerte, él no se ofende. Sabe que no te importaría quedarte hablando con él durante horas, sino que lo dices porque es lo que realmente debería hacer.

-También tienes razón –accede-. ¿Estás segura de que no quieres contarme lo que te pasa?

Notas que tus cejas se levantan.

-Vete a dormir –le sueltas.

Louis se levanta de la silla con una sonrisa que parece verdadera. Se inclina hacia delante y te da un beso en la frente. Notas el olor a su champú de naranja y cierras los ojos por un momento.

-Buenas noches –murmura él.
-Lou, no te preocupes –lo miras a los ojos-. Seguro que mañana podéis hablar y Veronica está más tranquila.
-Es posible –se muerde el labio inferior distraídamente-. Ahora tengo que pensar en qué prefiero.
-Si la quieres de verdad, sabrás al instante lo que prefieres.
-Supongo que eso también tengo que decidirlo esta noche.

Se da la vuelta y escala hábilmente por tu escritorio para salir hasta la escalera de incendios de tu edificio.

-Buenas noches –susurras, aunque sabes que Louis ya no puede oírte.

Observas su figura, perdida ya entre las sombras de la noche, saltar hasta la escalera de su bloque y entrar en su cuarto por su ventana.

Te levantas de la cama con una sensación muy extraña de pesadez en el estómago, y cierras la ventana. La luz del cuarto de tu amigo ni siquiera se enciende, de modo que debe de haberse ido a la cama directamente. Tú haces lo mismo. Te quitas la ropa y te pones una camiseta ancha para dormir. Mientras estás metiéndote en la cama, recuerdas que esa camiseta te la regaló Louis hace algo más de un año...

“-¿Y no te da frío dormir en ropa interior? –Louis te mira con curiosidad.
-Claro que no, si no, no lo haría –tus ojos describen sendas circunferencias.
-Ya, pero… en invierno hace mucho frío –insiste.
-Que no, pesado, no me gustan los pijamas –te cruzas de brazos con obstinación.
-Pues dormir en ropa interior tiene que ser incómodo, digas lo que digas.

Tú niegas con la cabeza y Lou esboza una sonrisa divertida”.

Al día siguiente, apareció en tu casa con una bolsita que contenía algo envuelto en papel de regalo. Al abrirla, te encontraste con una de sus camisetas que se le habían quedado pequeñas, con un fuerte olor a suavizante.

“La he lavado, que conste”, te había dicho, después de explicarte que era para que, ya que no te gustaban los pijamas, usaras eso para dormir. Tú te habías reído y le habías preguntado, con un deje de picardía, si le preocupaba la idea de entrar algún día a tu cuarto y encontrarte en ropa interior, a lo que él había contestado: “Exacto. No sé lo que llegaría a hacer si pasara eso, pero no me gustaría poner en peligro nuestra amistad”.

Y los dos habíais reído.

Te abrazas a la camiseta, que ahora ya no huele a él, ya que desde aquel día la usas para dormir. Te queda como un vestido, pero no te importa. Con la luz apagada, miras al techo de tu dormitorio, pensando en lo que ha pasado. Por un momento has creído que Louis sentía algo por ti, y de repente has empezado a sentirte de esa forma. Es difícil de describir, pero parece como si tu estómago se hubiera hecho el doble de pequeño, tus extremidades se hubieran quedado aletargadas y el corazón te latiera a un ritmo más rápido que de costumbre. Bueno, no. Eso no lo parece. Tu corazón realmente está latiendo a un ritmo vertiginoso. Te obligas a respirar con calma hasta que recobras unas pulsaciones normales. Al inspirar, notas el dulce olor a naranja que tu amigo ha dejado en tu habitación, y el corazón vuelve a desbocársete.

Mordiéndote el labio con tanta fuerza que no te extrañaría haberte hecho sangre, crees comprender por fin qué es lo que te está pasando. 


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1 comentario:

  1. primer comentario o siiiiii, bien amo, tus novelas, te sigo desde esperare bajo el muedago, pero ya lei todas las que teniais antes, debo felicitarte por que tienes una imaginacion grande y linda, eres muy buena escritora, me parece muy bien que hagas esto de los mejores amigos, es diferente (respecto a tus novelas) me encanta la manera de describir todo, eres mu esncial y creo que si sacas un libro te volverias famosa besoosss es la primera vez que escribo tanto

    Att.
    luhelys

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