#Imagina de Harry PARTE 6

Tras quince minutos esperando en la parada y otros quince de trayecto,  el autobús termina por dejaros en la puerta del zoo. El recinto es un lugar abierto con mucha vegetación, por lo que da sensación de tranquilidad, y como no está demasiado abarrotado de gente, no tenéis que hacer demasiada cola para comprar las entradas. Al pasar, os dan un folleto informativo con un mapa con la localización de todos los animales que tienen, algunas curiosidades, y algo de publicidad. Ves que Harry mira la lista de animales y hace una mueca.

-¿Qué ocurre, señor Styles? ¿Es que no te hace ilusión ver al gran hipopótamo en su charca? Según el mapa, está aquí cerca… -ríes.

-¡Qué va! ¡Me muero por verlo! –dice con fingido entusiasmo.

-Sí, se nota. Bueno, pues veámoslo entonces –alzas una ceja y echas a andar hacia donde el mapa indica que está el hipopótamo.

Harry camina detrás de ti, siguiéndote.

-¿De verdad a las chicas os gustan esta clase de cosas en vuestras citas? –pregunta, algo confuso.

-¿Te parece aburrido? –ríes de nuevo.

-Bueno, no sé, acabamos de llegar, pero no le veo… nada especial.

-El lugar de una cita es lo de menos, incluso da igual. Lo que importa no es eso, es lo que hacen las dos personas –te giras para mirarle.

-Bombón, eso ha sonado muy, pero que muy mal –sonríe con picardía.

-¿Piensas alguna vez en algo que no sea en… “eso”? –echas la cabeza hacia atrás.

-De vez en cuando, supongo… -bromea.

-Ah, lo suponía.

-¿Es que te da vergüenza hablar del tema? –sonríe.

-¿Qué tema? –entrecierras los ojos.

-A lo que tú denominas… “eso” –suelta una carcajada.

Tú te sonrojas y apartas la vista.

-No es que me dé vergüenza, es que…

-Estás roja como un tomate. Te da vergüenza –se revuelve el pelo.

Tú notas cómo la sangre se acumula aún más en tus mejillas.

-Gracias por la apreciación, eh, no me había dado cuenta –bufas.

-De nada –sonríe inocentemente-. ¡Anda! ¡Mira, el hipopótamo! ¡Me tiemblan las piernas de la emoción!

Ríes levemente y sientes que tu cara va recuperando su color natural. Te giras y observas a través de un cristal a un gran hipopótamo moverse pesadamente hacia una charca.

-¡Qué movimientos tan gráciles! –dice Harry con ironía.

-Me recuerdas a mí ayer, cuando no quería ir contigo y estábamos en el puente –ríes.

-¿Estás insinuando que estoy igual de insoportable que tú lo estabas? –ríe él también.

-Já, já, mira cómo me río, Styles.

-Ya lo veo, sí –sigue bromeando-. Es broma, bombón, cuando te pones cabezota eres muy graciosa.

-Pues tú no lo eres –te das la vuelta y empiezas a andar.

-Vale, venga, ¡voy a ponerme positivo y a disfrutar de los animalitos! –sonríe y se coloca a tu lado.

Tú lo miras de reojo. Es una lástima que un chico como él esté metido en cosas ilegales y de ese estilo, porque en el fondo sientes que es una buena persona, a pesar de esa máscara de prepotente y chulo. Y bueno… es realmente guapo. Piensas en lo que soñaste la noche anterior, ese beso que casi le das en tu imaginación. Observas sus labios durante un segundo. Tienen que ser tan suaves, tan cálidos…

-¿Bombón? ¿Hola? –Harry pasa una mano por delante de tus ojos y tú das un respingo.

-¿Qué? –parpadeas un par de veces.

-No sé, has dejado de andar y te has quedado mirándome fijamente… -se pasa una mano por la nuca- Sé que soy guapo, pero pensaba que ya te habías acostumbrado a mi belleza.

-No, Styles, aún sigo deslumbrada –pones los ojos en blanco, aunque en realidad es cierto, todavía estás sorprendida de haber dado con un chico tan guapo.

-Sí, en realidad es lo normal –sonríe-. Bueno, ¿qué vamos a ver ahora? ¿Los chimpancés? ¿Las jirafas? –mira el mapa.

-Se ve que te has propuesto fingirte interesado en esto –ladeas una sonrisa.

-Por supuesto. Y yo siempre consigo lo que me propongo –te guiña un ojo-. En fin, ¿cuál es tu animal favorito?

-Mmm… pues no sé, la verdad. Quizás sea el delfín, soy seres muy curiosos. ¿Y el tuyo?

Él no te contesta, pues está demasiado metido en lo que ve en el mapa. Algo extraño, por cierto. De repente, una sonrisa fugaz le cruza el rostro, y te mira con ojos brillantes.

-Bombón, ¡ya sé qué vamos a hacer!

-Nada de motos.

-¡Claro que no! Es aquí, en el zoo, con los animalitos –sonríe inocentemente.

-Me das miedo cuando pones esa cara –te cruzas de brazos.

-Ah, no te asustes, ¡te gustará!

En un arrebato, tira el mapa al suelo, te toma de la mano y echa a correr. Tú te ves obligada a seguirle, y a pesar de que corre tan rápido que crees que te vas a ahogar, no le dices que baje el ritmo; sería darle un triunfo que saborearía demasiado. Después de correr durante unos minutos, se para en unas escaleras que se introducen en la tierra, y al lado de las cuales hay un cartel que dice: “ANIMALES ACUÁTICOS”.

Harry tira de ti escaleras abajo, aunque ahora no corre, simplemente camina a paso ligero. En ese momento es cuando comienzas a ser consciente de que vuestras manos están entrelazadas, del contacto de su piel caliente sobre tu piel, de sus dedos presionando levemente los tuyos. Es una sensación agradable, y te preguntas cómo has llegado hasta allí; casi ni recuerdas cómo conociste a Harry, o qué os ha llevado hasta ese zoo. Ahora sólo existe el momento.

Cuando termináis de bajar, os encontráis ante una especie de acuario con una luz tenue pero la suficiente para ver. Hay algunas personas más por allí, observando los peces que hay en las diferentes peceras gigantes y acristaladas. Casi parece que se puedan tocar.

-Vaya, este es un sitio bonito –reconoces.

-Bombón, “esto” no es a lo que me refería al decirte que te iba a gustar –sonríe.

Te dirige hasta una pequeña puerta que hay en una de las paredes laterales que no forman parte de la pecera. En ella pone: “Sólo personal autorizado”. Sin embargo, Harry gira el pomo y la abre. Antes de que te des cuenta, te ha hecho entrar.

-¡Styles! ¡No podemos estar aquí! ¿Es que no has visto…?

Harry te coloca un dedo en los labios.

-Shhh… ¿Desde cuándo crees que yo tengo en cuenta lo que se puede y lo que no se puede hacer? –ríe levemente.

-Pues yo sí que lo tengo en cuenta –bufas.

-Oh, vamos, ¡lo prohibido siempre es lo más divertido!

Miras a tu alrededor. Estáis en una habitación llena de material para cuidar a los peces: grandes frigoríficos que seguramente contienen comida, mangueras, cubos, redes para limpiar el agua, trajes de submarinismo para meterse en las peceras y miles de cosas más.

Harry se acerca a los trajes, y luego te mira de una forma muy significativa.

-¿Te apetece darte un baño? –pregunta, alegre.

-¡¿Qué?! ¡¿Pero tú estás loco?! –abres mucho los ojos.

-En esas peceras también hay delfines, ¿sabes? ¿Nunca has querido acercarte a uno de ellos? –alza las cejas.

-Bueno, sí, pero… nos van a matar como nos pillen.

-¿Eso es que aceptas? –sonríe de oreja a oreja.

-¿Y qué otra opción me queda? –suspiras.

-¡Genial! –se le nota verdaderamente contento.

Tú sonríes. En realidad, ¿por qué no? Sólo será un momento, entrar y salir… Y sí, desde que una vez fuiste con tus padres a un espectáculo de delfines, siempre has querido tocar a uno, o al menos estar cerca de ellos…

Te acercas a donde está Harry cogiendo dos trajes de buceo. Entonces uno de ellos se le resbala de las manos, y ambos os agacháis a la vez para recogerlo. Vuestras miradas se cruzan, y os levantáis los dos muy despacio, sin despegar los ojos de los del otro. Harry da un paso hacia ti, pero tú ni siquiera te das cuenta de ello. Sólo eres consciente de que de alguna forma, vuestros cuerpos están completamente pegados y de que el chico pasa delicadamente un dedo por tu mejilla derecha, bajándolo por tu cuello, y finalmente apartando el pelo que cae por tus hombros hacia atrás para dejar al descubierto tu oído. Sientes tu corazón latir tan deprisa que crees que se te va a salir del pecho. Harry respira pesadamente, y acerca su boca a tu oído.

-Bombón… -sus labios rozan levemente tu piel.

-¿Hhm? –no eres capaz ni siquiera de articular una palabra.

-¿Puedo... besarte? –pregunta con voz baja y sensual.

Tú, viendo que no vas a poder decir nada, giras tu rostro para que tus labios queden justo enfrente de los de él, y asientes con la cabeza. Harry toma con delicadeza tu barbilla entre sus dedos índice y pulgar, te alza levemente el rostro, y posa sus labios sobre los tuyos. El primer contacto es suave, casi temeroso, apenas un roce. Pero tú llevas una mano a la nuca del chico y lo aprietas un poco contra ti, de manera que vuestros labios se unen completamente. Su boca se desliza suavemente sobre la tuya, sus labios cálidos buscan los tuyos sin apremio, pero tampoco con pasividad. Harry desplaza una mano por tu espalda y te estrecha contra sí. Te olvidas del resto del mundo, no existe absolutamente nada que no sean sus labios y su cuerpo, sus rizos corriendo entre tus dedos, su mano acariciando tu espalda, sus labios capturando los tuyos en ese beso en que os habéis fundido.

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