#Imagina de Harry PARTE 9

Harry baja sus manos por toda tu espalda hasta que las coloca en tu trasero y te pega con fuerza contra la pared. Vuestras bocas parecen ahora devorarse en lugar de besarse; están cargadas de rabia contenida, de frustración, y de un millar de sentimientos indescifrables que simplemente estáis dejando fluir.

El chico ahora apoya sus manos en la pared, creando una barrera con sus brazos a ambos lados de cabeza de manera que no puedas escabullirte. Tampoco pensabas hacerlo. Abandona tus labios y te besa todo el cuello como con prisa, con pasión, de una forma que nunca antes habías vivido. Después se dirige hacia tu oído, y captura el lóbulo de tu oreja entre sus labios. Se te escapa un muy leve gemido, y notas que él sonríe.

-¿Qué me dices, bombón? ¿Te gusta?

Tú sacudes la cabeza y lo empujas por el pecho para apartarlo de ti. Es obvio que te gusta, pero estás molesta por lo de Deborah.

Harry retrocede un poco, y te mira casi sorprendido. Se cruza de brazos y tú no te mueves del sitio, sigues pegada a la pared.

-¿No me irás a decir que realmente prefieres salir ahí fuera con ese tío? –alza una ceja.

-¿Por qué no?

-Estarías mintiendo.

-Eres un gilipollas.

-Y tú una inmadura.

-Dios, Styles, te odio.

-Pues tú a mí me gustas bastante.

Tardas un segundo en procesar lo que acaba de decirte, aunque tampoco te da tiempo a más, porque vuelve a acercarse a ti, y tú le besas. No sabes si con furia o con deseo. Probablemente con ambas. En un impulso, sin separar vuestros labios, le desabrochas los botones de la camisa. Él vuelve a llevar las manos a tu trasero y te estrecha contra sí tanto como es capaz. Su lengua se desliza en tu boca, y tú respondes con la tuya de la misma forma.

Dejas correr su camisa por sus hombros una vez que está totalmente abierta y la haces caer al suelo. Sólo en ese momento Harry parece darse cuenta de lo que estabas haciendo. Deja de moverse y te mira con curiosidad. Tú te muerdes el labio y pasas una mano por su brazo desnudo, muy despacio. El ritmo frenético de antes parece enlentecerse hasta el punto de que todo parece visto a cámara lenta. Harry te besa en la barbilla y luego pasa su lengua por tus labios.

Tus dedos dibujan la línea de su clavícula, pero entonces se escuchan unos pasos y te acuerdas de repente de que estáis en el aseo de un restaurante. Cualquiera puede entrar allí en ese momento. La puerta comienza a abrirse y Harry y tú os metéis rápidamente en uno de los compartimentos en el que hay un retrete. Ves que él tiene la camisa en la mano, si bien no eres consciente de en qué momento la ha cogido.

De nuevo os encontráis en la situación de estar en un espacio estrecho el uno pegado al otro, sólo que ahora Harry está sin camiseta. “¡Dios, ¿pero qué estoy haciendo?!”, te dices a ti misma. Es como si perdieras el control y te olvidaras de pensar y razonar cuando tienes a ese chico a menos de dos metros de distancia. Entonces sale una faceta tuya que no conocías.

-Y va y me dice: “estás buenísima”, y yo le dije: “eres un capullo” –afuera suena la voz de una chica.

-Pero capullo, eh –responde otra.

-Bueno, tía, entro, espérame –dice la primera.

Tú bajas la mirada por el torso desnudo y bien formado de Harry, y te muerdes el labio inferior. Al fijarte bien, te das cuenta de que…

-¡Tienes cuatro pezones! –susurras, sorprendida.

Él se cruza las manos sobre el pecho para que no lo mires, y por primera vez, se sonroja levemente. A pesar de ello, rompes a reír intentando no hacer demasiado ruido.

-No tiene gracia –protesta él.

-¡Sí que la tiene! –sigues riendo.

Alguna vez habías oído hablar de que eso de tener más de dos pezones era posible, pero jamás habías visto a nadie que los tuviera. Harry tenía los dos normales y luego otros dos más abajo, pequeñitos.

-Tranquilo, Styles, no se lo diré a nadie –susurras.

-Más te vale –frunce el ceño.

-Aunque, pensándolo bien, estoy segura de que más de la mitad de la población femenina de esta ciudad ya sabe tu… peculiaridad –intentas sonar despreocupada.

-¿Por qué piensas que voy por la vida acostándome con todo el mundo?

-¿Acaso no lo haces?

-Con todo el mundo no –aparta la mirada.

-Ah, ¿no?

-No, contigo aún no lo he hecho –ladea una sonrisa.

-Eres imposible –suspiras.

-Querrás decir irresistible –pasa la yema de su dedo índice por la palma de tu mano.

Te quedas callada, pues la chica que había entrado al baño acaba de tirar de la cisterna, y después se escuchan los pasos de su amiga y de ella saliendo del aseo.

Tú abres un poco la puerta de donde estáis, miras alrededor, y como no ves a nadie, le dices a Harry que puede salir. No quedaría demasiado bien que los clientes se encontraran a un camarero y a una chica besándose en el baño. De hecho, si su jefe se enterara, Harry seguramente perdería su trabajo.

-Ponte la camisa, anda. Me voy con mi cita –dices.

-¿En serio? –hace una mueca.

-Ya debe estar pensando que mi vejiga es del tamaño de la de un elefante, o cosas peores. No es plan de seguir haciéndole esperar.

-Él te hizo esperar a ti bastante el otro día –Harry alza las cejas.

-Que yo no escuchara los motivos que me dio no significa que no los tuviera –te arreglas un poco el pelo mirándote al espejo.

Él se pone su camisa y luego te abraza por la cintura desde detrás. Mira a los ojos de tu reflejo en el espejo.

-Ah, Deborah y yo no nos acostamos; lo cual no significa que ella no se quedara con las ganas. Simplemente estuve con ella tomando unas copas para que me dejara en paz. Y no, ayer no quedé con ella mientras tú no estabas. Ni pienso hacerlo. No soy tan promiscuo como piensas… Bueno, que lo pases bien con tu amado.

Antes de que puedas decir nada, sale del baño, dejándote con los ojos abiertos como platos. Excepto lo de “bueno, que te lo pases bien con tu amado”, lo demás lo ha dicho realmente serio, más de lo que le has visto hablar nunca. Le crees. Crees que te ha dicho la verdad.

Una gran sonrisa te ocupa el rostro, y te invade un fuerte y cálido sentimiento de felicidad. Por lo visto, todo aquello que has montado ha tenido más sentido del que parecía que iba a tener, y realmente ha servido para algo.

Tu cerebro vuelve a reproducir las palabras que se te han quedado marcadas a fuego:

“Pues tú a mí me gustas bastante”.

Estás algo confusa por lo que ha pasado en los últimos tres días, pero el pensar en esas palabras te hace sentirte mucho mejor. Él a ti también te gusta. Muchísimo. Ahora al menos sabes que él siente lo mismo; eso es suficiente para hacerte sentir bien.

Te alisas la ropa y sales del baño intentando no sonreír demasiado. Cuando llegas a tu mesa, Harry está poniéndoos los platos. Puede parecer raro, pero gracias a haber quedado con Mike, Harry te ha dicho que no se acostó con esa chica –que era tu mayor preocupación-, así que, hasta cierto punto, te sientes agradecida de que accediera a quedar contigo. Lo has utilizado, sí. Pero no le estás haciendo daño, simplemente no volveréis a quedar y ya está; estás segura de que no se le va a partir el corazón.

El camarero te mira con ojos brillantes mientras echa agua en tu copa, y tú esbozas una sonrisa que fácilmente se podría confundir con un simple gesto amable. Sin embargo, oculta mucho más, y Harry es plenamente consciente de ello, de que esa sonrisa significa que le crees, que no estás enfadada con él, ni dolida, ni triste, que, si quiere, puede ingeniárselas para verte una vez más. Y estás segura de que, aunque no tenga tu número, ni sepa dónde vives, ni siquiera tu nombre, lo hará. 

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