#Imagina de Louis PARTE 11

Louis camina despacio. La verdad es que tiene prisa pero a la vez no la tiene, y ha decidido que no le vendrá mal algo de tiempo para pensar. Sabe lo que quiere. Lo sabe perfectamente, más que nunca. Pero no sabe cómo decirlo, no encuentra las palabras, y le gustaría saber qué hacer para no hacerle daño a nadie. Aunque ya ha asumido que eso es imposible.

Se ha precipitado y lo sabe. No debería haber intentado besarla, pero estaba casi totalmente seguro de que ella también deseaba ese beso. Y bueno, la conoce. Sabe que lo desea. Pero quiere que aclare antes las cosas con Veronica, y es normal. Debería haberlo hecho antes, que ella no hubiera tenido que recordarle que no va a ser el segundo plato de nadie. Eso es, de hecho, lo último que Louis querría.

El chico llega a la puerta de la gran casa de Veronica y toca al timbre.

-¿Sí? –escucha la voz de la muchacha por el interfono.

-Soy yo, Lou –dice él, dándose cuenta de lo débil que suena su voz.

La puerta se abre instantáneamente.

-Esto… ¿podrías salir tú, mejor? –pide Louis.

-Claro –contesta Veronica, no muy segura.

A los dos minutos, la chica aparece con una sonrisa radiante pero que claramente no siente y los ojos algo rojos. ¿Habrá estado llorando? Louis conoce lo suficiente de ella como para saber que ha sido así, y eso le rompe el corazón.

-¿Todo bien? –pregunta Veronica.

-En realidad, no –Louis suspira, asumiendo que es mejor no andarse con rodeos.

-Lo suponía –ella asiente con la cabeza y por sus carnosos labios se escapa un suspiro.

-Ver…

-Es por ella, ¿cierto? –le interrumpe.

-Sí. Y no –Louis se retuerce las manos entre los dedos-. Ella no ha hecho nada. No me ha dicho nada. Más que por ella es por lo que yo siento.

-Lo que sientes hacia ella –puntualiza Veronica, como si analizar cada detalle pudiera hacer la situación un poco más distante y llevadera.

El joven no puede sino asentir con la cabeza.

-¿La quieres? –el dolor imprime sus palabras cuando vuelve a hablar.

-Sí.

-Lo sé –dice ella, y de verdad parece que fuera plenamente consciente de ello-. ¿Y a mí?

Louis la mira, y por un momento siente que lleva semanas sin mirarla así. Recuerda cuando se enamoró de ella. Tardó mucho tiempo en conseguir que Veronica se fijara en él, pero acabó haciéndolo. Al principio todo iba de maravilla, se sentía feliz. Pero, poco a poco, Veronica se mostró celosa de la relación de él con su mejor amiga, si bien por entonces para él aquello no era más que amistad. Sin embargo, desde hace varias semanas, Louis se ha dado cuenta de que sí siente algo más. De que tiene más ganas de pasar tiempo con su amiga que con su novia, y que en realidad los labios que desearía besar no son los que está besando.

Pero eso no significa que sus sentimientos por Veronica se hayan esfumado así, sin más. No, el corazón no entiende de abracadabras ni chasquidos de dedos que hagan desaparecer las cosas.

Louis recuerda cuando vio la película de Crepúsculo y por un momento entiende a Bella. Veronica no sería Edward, sería Jacob. Se imagina a su amiga con los ojos rojos y dientes de vampiro y la comparación le resulta tan penosa que casi siente ganas de reírse de sí mismo y de a dónde ha llegado.

-Claro que te quiero –se muerde el labio, buscando las palabras-. Pero no… no de la misma manera.

Veronica suelta una carcajada estridente.

-Louis, por favor. Esa es la peor excusa, es la excusa de siempre, es…

-Es la verdad –la interrumpe él.

Ella guarda silencio durante unos segundos, encajando toda la información, probablemente intentando comprender qué está pasando.

-¿Por qué volviste conmigo? –pregunta, como si acabara de acordarse de ese detalle- Me mentiste. Me aseguraste que entre vosotros dos no había nada y yo… te creí.

Sus palabras flotan en el aire hasta que Louis consigue responder.

-Es que entre nosotros dos no hay nada –asegura él.

-Pero querrías que lo hubiera.

-Si no, ahora mismo no estaría pasando esto.

-Lo sé. Pero, ¿por qué? –insiste Veronica.

-Porque necesitaba quererte…

-No, necesitabas no quererla a ella.

Louis suspira, abatido, y no consigue responder nada.

-Por favor, no me digas que ya encontraré a alguien que me merezca de verdad ni alguna ñoñería estúpida y falsa de esas porque no quiero oírlo.

El chico asiente con la cabeza; tampoco tenía pensado hacerlo. Sabe que le está haciendo daño, y eso sólo conseguiría empeorarlo más.

-Sólo quiero que sepas que sí te quería –la mira con ojos suplicantes-. Lo que teníamos era real, pero yo… no he sabido cómo hacer las cosas de otra manera. Y sé que está mal, y lo siento, créeme que lo siento. Jamás hubiera querido herirte.

Veronica escucha sus palabras con calma, y ahora las lágrimas sí que empiezan a asomar en sus ojos.

-El problema es que si rompes algo, pedirle perdón no va a hacer que se repare –contesta la joven con voz quebrada.

Louis va a decir algo más, pero ella niega casi imperceptiblemente con la cabeza, dándole a entender que ya ha tenido suficiente, que es mejor que se vaya ya, y que la deje sola con su corazón roto, pero que al menos no permanezca allí haciéndolo cada vez pedazos más pequeños.

-Espero que algún día me perdones –susurra él, al tiempo que se gira para marcharse.

-Yo espero que por lo menos esto te merezca la pena.

Escucha sus palabras, pero sabe que es mejor no volverse, no mirarla, porque aunque algunas personas piensen que no, ser la persona que rompe una relación tampoco es sencillo. Puede que tengas tus motivos y que lo superes antes, pero tomar la decisión, dar el paso… No es tan fácil.

Louis sabe que después de que cortaran por primera vez, no debería haber propuesto volver a intentarlo. Pero no podía asumirlo, no podía aceptar que estaba enamorado de su mejor amiga, necesitaba creer que no era así. Todo se volvería tan extraño si de verdad la quería… ya nunca más volverían a abrazarse sin sentir un cosquilleo en la piel que tocara con la suya, ahora tendría miedo a decir algo mal, a decepcionarla, a que ella no le quisiera, a que algún día ellos también rompieran y jamás volvieran a hablarse. Era demasiado arriesgado como para aceptarlo sin más.

Y, la verdad sea dicha, tardó varios días en comprender que su mejor amiga, su amiga de toda la vida, también estaba enamorada de él. Había notado que se comportaba de forma extraña pero estaba tan preocupado por el lío de sus propios sentimientos que ni siquiera había podido ver los de su amiga.

Ahora, con cada paso un poco más lejos de Veronica, Louis no está muy seguro de qué hacer a continuación. No puede llegar y decirle: “ya he cortado con mi novia, ahora podemos ser felices juntos”, porque las cosas no funcionan así. Pero, Dios, tiene tantas ganas de estrecharla entre sus brazos…

Se lleva una mano a la frente, notando un pinchazo agudo. Sólo entonces Louis se da cuenta de que está llorando. Llevaba tanto tiempo sin llorar que ni siquiera recordaba la sensación de nudo en el pecho y las gotas saladas resbalando sin control por las mejillas, los labios húmedos y escozor en los ojos. Se pasa la manga de la chaqueta por la cara, dejando en la tela unas franjas humedecidas, aunque le importa poco.

Dejando que sus pies le lleven a donde quieran, sin mirar la calle, sin contar cuántas veces su hombro se choca con el de algún desconocido que camina con prisa por algún asunto urgente que tiene que atender, pasan los minutos. Se da cuenta de que ha llegado a Hyde Park una vez que está ya dentro. Ese lugar siempre le ha proporcionado paz, es tan grande que en cualquier momento puedes encontrar allí un sitio donde desconectar del bullicio londinense.

Pero ahora… ahora todo le recuerda a ella. A ella o a Veronica, y ninguna de las dos cosas ayuda. Le ha hecho daño a Veronica y se siente una persona miserable por ello, pero además tiene miedo de perder a su única amistad verdadera por culpa de ese sentimiento que todo el mundo persigue pero que él no está tan seguro de desear: el amor.

Va a marcharse de allí, esta vez mirando por dónde pisa, pues poco a poco las lágrimas se han agotado, cuando la ve. No está cerca, de hecho probablemente ni siquiera se hubiera dado cuenta de no haber estado pensando en ella. Está de pie, mirando a un pequeño estanque, de espaldas a Louis, con su pelo castaño ondeando suavemente al compás del viento. Es una imagen tan melancólica que el chico se ve a sí mismo reflejado en su amiga.

Duda sobre si acercarse o no. ¿Qué va a decirle? ¿Cómo va a empezar? ¿Qué palabras debe usar? Y entonces, es como si un botón se accionara en su interior, y una voz que llevaba un tiempo dormida despertara de nuevo, para asegurarle que no tiene nada que temer, que va a encontrar las palabras porque con ella es así de sencillo, que sabrá qué decir porque entre ellos no es necesario decir nada para saber qué está pasando, que vaya hasta ella y la abrace. Lo demás ya se verá. Si ella quiere esperar, esperarán. Si ella quiere besarle como si el mundo se acabara al día siguiente, se besarán. Louis sólo necesita que sepa que, por encima de todo, la escoge a ella. 

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