#Imagina de Louis PARTE 6

[Si pulsáis la palabra CD cuando aparezca, os lleva al vídeo de la canción que suena, para que la escuchéis mientras leéis. Disfrutad]


Subes las escaleras tras tu padre después de despedirte de Louis con un torpe abrazo. Tu padre no dice nada, se limita a sonreír como lo haría aquel que sabe lo que va a pasar en los próximos diez minutos. Tu cara ahora mismo debe ser digna de poner en un cuadro, pero él no puede verla porque va delante de ti. Mejor.

Estás casi totalmente segura de que si él no hubiera aparecido, Louis y tú os habríais besado. No tiene mucho sentido, porque es imposible que tu amigo tuviera la intención de besarte, pero por un momento has creído que…

-Pensaba que esta mañana me habías dicho que entre vosotros dos no había nada. Que no es que me moleste, pero vamos a tener que hablar de eso de que entre a tu cuarto por la noche y…
-Papá, no –le interrumpes-. No hay nada.
-¿Entonces qué se supone que era lo que estaba pasando cuando he llegado? –gira la cara para mirarte con expresión de auténtica confusión.
-Esto… pues no lo sé –exhalas un suspiro-. Pero nada de lo que piensas.
-¿Y cómo sabes lo que pienso si no es porque lo que estaba pasando era exactamente lo que pienso?

Te quedas callada un instante, intentando comprender sus palabras.

-Papá, no tengo ni idea de lo que has dicho.
-Que quizás tu madre tuviera razón después de todo –murmura él.
-Lo que sea –haces un gesto con la mano para quitarle importancia, pero por dentro estás hecha un lío.

Durante el tiempo en que el dedo de Louis ha estado sobre tus labios, cuando se ha inclinado hacia ti… No parecía tu amigo, ni siquiera recordabas que lo fuera. Ha sido algo tan especial que no sabes ni por qué lo ha sido.

-Simplemente, a partir de ahora, me gustaría que Louis entrara a casa por la puerta –dice tu padre, haciendo girar la llave en la cerradura.

Sueltas un gruñido de protesta.

-¡Pero eso es un jaleo! Tendrá que bajar de su edificio y venir a este, subir y atravesar toda la casa hasta mi cuarto –cruzas la puerta y tu padre la cierra tras de sí.
-Oh, sí, ¡cuidado! Tardará tres minutos en todo ello. Venga, que es joven –deja las llaves en una bandejita de la entrada y las bolsas en la mesa de la cocina.
-Es que…
-Nada de es ques –te mira repentinamente serio-. Sólo quiero saber cuándo está en tu cuarto. Nada más. Otros padres ni siquiera os dejarían encerraros ahí dentro durante horas, como hacéis siempre.
-Papá, ya te he dicho que Louis es como un hermano para mí –dices, aunque no crees que si tuvieras hermanos pensaras en ellos como piensas en Lou; definitivamente no.
-Pues a mí no me ha parecido eso hace un momento –sentencia él.
-Ah.

Te vas a tu cuarto, exasperada. Escuchas la risa de tu padre llegar desde la cocina y niegas con la cabeza mientras coges un jersey y unos pantalones bien calentitos y te los llevas al cuarto de baño. Pones en el radiocasete un CD que grabaste hace tiempo con canciones de diferentes grupos y pulsas a la reproducción aleatoria. Te quitas la ropa rápidamente y te metes en la ducha.

“Stay with me, baby stay with me, 
tonight don't leave me alone”

La música empieza a sonar y tú dejas el agua caliente correr por tu piel, intentando no pensar en nada, pero tu imaginación no tiene ganas de dejarte descansar. En tu mente aparece una imagen de Louis besándote, y el escalofrío que te recorre es tal que aumentas aún más la temperatura de la ducha, aunque sabes que no ha sido porque tuvieras frío.

Ya has desistido. No vas a intentar seguir pensando que eso es algo pasajero, que lo que sientes por tu amigo no es real, porque sabes perfectamente que sí lo es, te guste o no. Claro que tampoco puedes decírselo. No. Imposible. Eso significaría tirar por la borda más de diez años de amistad, y no puedes permitírtelo. Nada volvería a ser igual si él lo supiera, aunque… bueno, dudas que nada vaya a volver a ser igual, lo sepa él o no. Te llevas los dedos al puente de la nariz, con un incipiente dolor de cabeza.

Coges tu alborznoz a tientas y te lo pones. Claro que Louis no siente nada por ti, pero lo que ha pasado antes…

“Taste your lips and feel your skin,
when the time comes, baby don’t run,
just kiss me slowly”

Vaya una parte más oportuna de la canción. Apagas con fuerza el radiocasete, y te pones la ropa, molesta con el mundo.

Vas hasta tu cuarto con lo que debe ser cara de pocos amigos y te tumbas en la cama para seguir leyendo el fragmento de Romeo y Julieta de tu libro de literatura.

“Julieta:- ¡Ay de mí!

Romeo:- Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos estáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire.

Julieta:- ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.”

Tus ojos se ponen automáticamente en blanco. Mentira, mentira y mentira. Ese amor no existe. Romeo y Julieta es una obra tan idealizada que te preguntas qué estaría pasando por la cabeza de Shakespeare cuando la escribió, y la única respuesta lógica es alguna clase de sustancia no demasiado buena para la salud.

Escuchas dos toques en tu ventana y das un repullo. Cierras el libro y con el ceño fruncido escudriñas en la oscuridad, para encontrarte –como cabía esperar- a Louis haciendo señas de que le dejes pasar.

Te levantas de la cama y abres la ventana. Él salta al interior de tu dormitorio y se sacude el pelo, tras lo que caen minúsculas gotitas al suelo.

-¿Llueve? –preguntas.

Intentas mirar el cielo desde tu ventana, pero es imposible. Lo único que se ve es el edificio de Louis. Y así es Londres.

-Un poco, sí –tu amigo enciende la pequeña estufa que descansa al lado del escritorio.
-Esto… -vas a hablar, pero te interrumpe.
-¿Qué lees? –señala el libro de literatura.
-Lo que tú deberías estar leyendo también, el fragmento de Romeo y Julieta, ¿recuerdas? –contestas, sin poder evitar tener la sensación de que Louis parece nervioso.
-¿Y qué tal?
-Psché –te encoges de hombros-. Sólo he llegado a la conclusión de que Shakespeare se drogaba.
-Ah, qué poco romántica eres –esboza una tenue sonrisa.
-Eso no es romanticismo, es… es… no hay ni siquiera una palabra para describirlo –bufas.

Entonces recuerdas lo que tu padre te ha dicho mientras subíais las escaleras.

-Oye, Lou, tienes que irte –suspiras.
-¿Irme? –sus ojos te miran, confundidos.
-Sí. Mi padre quiere que a partir de ahora cuando vengas a casa lo hagas entrando por la puerta.
-¿Y eso?
-Bueno… -no sabes muy bien cómo explicárselo, porque no quieres hacer alusión a lo que tu padre cree que hay entre vosotros.
-Da igual, es lógico –se dirige hacia la ventana, pero no sale.
-¿Pasa algo?

Louis está de espaldas a ti, de modo que no puedes verlo, pero por la postura que ha adoptado sabes que le ocurre algo. Es inquietante lo mucho que se puede llegar a conocer a una persona, y sin embargo lo difícil que es a veces saber en qué piensan.

-No… o sí.
-Lou…
-Ya, lo sé.

Sientes unos deseos enormes de ir hasta él y abrazarlo, pero no significaría lo mismo para él que para ti, y quizás él pudiera darse cuenta de lo que sientes si le tocases. De modo que permaneces en tu sitio.

-¿Estás segura de que no quieres decirme qué es lo que te pasa últimamente? –pregunta, sin girarse.

“Oh, no importa, te lo diré. Estoy enamorada de ti”, piensas, sorprendiéndote a ti misma porque es la primera vez que, incluso en tu propia mente, admites que es así, que estás irremediablemente enamorada de él.

-No es nada –dices, en su lugar.
-Lo suponía –murmura.
-Tampoco es que yo sea la única que está rara –protestas, cruzándote de brazos-. Claro que entiendo que no sea lo mismo, porque tú has roto con tu novia y eso…
-Hemos vuelto.

Estás tan perpleja que la boca se te queda abierta, formando aún la o de la última palabra que has dicho. Como no dices nada, Louis se vuelve hacia ti, tal vez preguntándose qué pasa, por qué no contestas, qué te ha hecho quedarte tan sorprendida. U horrorizada. Por estúpido que fuera, tenías la remota e inconfesable esperanza de que al haber terminado con Veronica, Louis se diera cuenta de que en realidad a quien quiere es a ti. Una necia esperanza, por cierto.

-Hemos vuelto –repite Louis, lanzándote una mirada que no es la que cabría esperar.


Sería normal que estuviera feliz, que se mostrara contento, que sonriera. Pero en su lugar, parece estar esperando a que tú digas o hagas algo. Sin embargo, no logras moverte, por lo que Louis se da la vuelta de nuevo y desaparece por la ventana, engullido por la oscuridad de la noche. 



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