ESPERARÉ BAJO EL MUÉRDAGO; capítulo veinte.

26 de diciembre; por la tarde.

Marga y Violet se han ido al hotel a descansar después de toda la mañana en el hospital. Papá, sin embargo, se ha quedado con nosotras. Yo estoy sentada en la camilla, al lado de mamá, y él en el pequeño sillón para los acompañantes.

-¿Por qué no me dijiste nada, Clara? –dice papá después de un breve silencio.

En ese momento no sé si debo irme de la habitación para que hablen solos, pero mamá pone discretamente una mano en mi pierna para que no lo haga; una vez más, ha adivinado mis pensamientos.

-Por favor. Tú tienes tu vida en Inglaterra, tu familia, tu trabajo… Lo que menos podía querer es que vinierais y dejarais todo eso por estar durante horas en una sala de espera mientras me operan.

-¿Preferías quedarte sola? –se cruza de brazos.

-Es lo que tengo y lo que me merezco. Si no he formado otra familia, no es culpa tuya, no tienes que seguir cuidando de mí.

Papá resopla.

-A lo mejor yo quiero estar aquí.

-Pero tu mujer y tu hija no.

-Mi mujer ha venido porque ella lo ha deseado así, y mi hija ha venido para que Zayn viniera también –explica mi padre, exasperado.

-¿Zayn?

-Sí, mamá, el niñero de Violet, ¿recuerdas? –intervengo, y agacho la cabeza al pensar en lo que ha pasado.

-Ah, sí, es cierto. Quería verte, ¿no? –sonríe.

-Sí, supongo.

No le he contado lo que ha pasado. No quiero que encima lo pase mal por mí, bastante tiene ya ella con lo suyo. Además, a todo caso se lo contaría cuando estuviéramos las dos solas; aunque me llevo considerablemente bien con papá, la confianza es mucho menor que la que tengo con mi madre.

-Pues independientemente de eso –prosigue papá- tenemos una hija en común a la que no pienso dejar que esté aquí metida día y noche porque necesita descansar –me mira.

-En eso sí estoy de acuerdo –acepta mi madre.

-Así que tú, señorita, deberías irte a casa a descansar.

-No voy a irme –protesto.

-Sí vas a hacerlo –dice mamá.

-Vaya –sonrío.

-¿Qué? –preguntan los dos a la vez.

-Es la primera vez después de mucho, mucho tiempo en que os ponéis de acuerdo en algo –sigo sonriendo.

-Consecuencias de tener una hija adolescente y cabezota –contesta papá.

-Cielo, necesitas dormir, comer algo en condiciones… Por favor –pide.

Los miro, primero a uno y luego al otro. Estarán bien sin mí. Quizás lo que me hace querer quedarme es la remota posibilidad de que Zayn venga a terminar de aclarar las cosas. Me siento totalmente egoísta al darme cuenta de que es así.

-Está bien, me iré –acepto al final.

-Gracias.

Me agacho para que mi madre me dé un beso en la mejilla y papá se acerca a mí para darme otro.

-Mañana por la mañana me tienes aquí bien temprano –digo, ya desde la puerta.

-Mañana ya es el gran día –comenta mamá.

-Vaya una forma de llamar al día de una operación, suena más bien a boda –bromea mi padre.

-Bueno, es más importante aún. Si me pueden quitar el tumor al completo, es probable que lo supere. Si se dan cuenta de que se ha extendido a más zonas…

-¡Mamá, pon la tele un rato que seguro que están echando algo interesante! –cambio de tema.

-Tú tira ya a la casa –me regaña, aunque con una sonrisa en los labios.

-Vaaaaaaale –ya que me estoy yendo, asomo de nuevo la cabeza por la puerta-. ¡Pon la tele!

Escucho la risa de mi madre mientras camino por el pasillo. El mismo que esa mañana han recorrido Zayn y Jaime, ambos alejándose de mí. Supongo que les he perdido a los dos.

En la salida del hospital, me encuentro con el doctor Jaime. Qué irónico todo.

-Anda, hola –acompaña su saludo con una sonrisa-. ¿Qué tal está tu madre?

-Esta tarde se encuentra mejor. Ha recuperado fuerzas y ya incluso tiene ganas de hablar –intento sonreír yo también, pero supongo que sólo me sale una mueca.

-¿Y tú? ¿Estás bien? –frunce el ceño.

Me encojo de hombros.

-No te preocupes, mañana haremos todo lo posible porque tu madre salga del quirófano sin una sola célula cancerígena en su cuerpo –me intenta animar.

-No me cabe duda –suspiro.

-Te ocurre algo… a ti, ¿no?

Asiento con la cabeza.

-¿Amores? –aventura, y da en el clavo.

Vuelvo a encogerme de hombros, lo cual es claramente un sí.

-Si no es correspondido, hay poco que hacer –parece pensativo-. Pero si sí es correspondido… entonces no importa lo que ocurra, acabaréis juntos.

-Eso depende.

-No depende. Y a veces la forma más inverosímil posible de reconciliación es la más efectiva, créeme.

-Gracias –murmuro.

-De nada. Si necesitas cualquier cosa…

-Lo tendré en cuenta –sonrío y me despido del médico.

Ojalá tenga razón. El problema es que Zayn cree que yo no le correspondo, que le he mentido y tenía un novio aquí en España.

Pido un taxi y voy a casa. Sí, la verdad es que viene bastante bien darse una buena ducha calentita y cenar algo sentada en el sofá. Mientras tanto, no paro de darle vueltas a cómo podría conseguir que Zayn me creyera y se diera cuenta de que sólo le quiero a él.

Metiendo mi plato en el lavavajillas, recordando las palabras del médico, se me ocurre algo. “La forma más inverosímil posible de reconciliación”. Puede desencadenar dos cosas: o que todo sea como antes o que Zayn termine de odiarme. Cojo el teléfono y me dispongo a preparar lo que, espero, tenga como resultado la primera opción.

26 de diciembre, por la noche.

Pues ya está.

Estoy en mitad de una calle de Madrid, la que da a la ventana de la habitación 224 del hotel en que se aloja mi padre, su familia, y Zayn. Eso no llamaría la atención en absoluto, si no fuera porque a mi alrededor tengo a un grupo de seis mariachis vestidos de forma típicamente mejicana y empuñando sus instrumentos musicales. 

No sé si lo que estoy haciendo es una locura, pero estoy cansada de tragedia. Bastante tengo ya de las puertas del hospital hacia adentro, como para seguir sufriendo por todo lo demás. Así que he decidido… bueno, intentar la reconciliación con Zayn de la forma menos normal posible. Contratando a unos mariachis para que le canten. Definitivamente, es una locura.

Tal como hemos acordado, le dejo una llamada perdida a Marga para que se encargue de lograr que Zayn se asome a la ventana. Unos instantes después, veo asomarse una cabeza que conozco muy bien por la ventana de la habitación 224. Entonces, los mariachis empiezan a cantar.

“Al pie de tu ventana

cielito lindo

me tienes preso

con la aurora temprana

cielito lindo

mándame un beso”

Zayn no va a entender la letra, pero en cualquier caso les he pedido que fuera una canción de amor. Yo tampoco es que le preste demasiada atención, más bien intento fijarme en la expresión de su rostro, pero en la oscuridad de la noche y a esa distancia, me es imposible. Aun así, río ante lo absurdo de la situación.

“Ayayayay

mándame un beso

con un beso me conformo

cielito lindo

sólo con eso”

Mientras los mejicanos cantan alegremente, a nuestro alrededor se congregan bastantes curiosos, sorprendidos por lo que está pasando allí, escucho incluso algunas risas. Pero yo no dejo de mirar hacia arriba, donde intuyo que están los ojos de Zayn.

“Una flecha en el aire

cielito lindo

tiró cupido

él la tiró jugando

cielito lindo

y a mí me ha herido”

Lo veo negar con la cabeza, y justo después volver a entrar en la habitación. Se me cae el alma a los pies. No le ha gustado mi sorpresa, al contrario, seguro que le ha parecido que no me tomo en serio lo que ha pasado. En realidad no debería haberlo hecho, ha sido una estupidez. Y encima los mariachis siguen cantando.

Me doy la vuelta para pedirles que paren, y en ese momento noto una mano en mi cintura. Es un contacto muy familiar que me hace estremecerme.

-Estás loca –susurra Zayn en mi oído.

-Por ti –respondo sin darme la vuelta.

-Como una cabra.

-Totalmente de acuerdo contigo –me giro y nuestras miradas se encuentran.

-No me esperaba… esto, la verdad –señala a los mariachis, que siguen cantando, y ríe.

-He pensado que lo preferirías a que viniera llorando y diciéndote lo mucho que te quiero.

-No me gusta verte llorar.

-Ni a mí que me veas –sonrío levemente.

-¿Qué dice la canción? –pregunta él, atrapándome con sus brazos.

-Que me he enamorado de ti y necesito que estés conmigo y me beses –resumo lo poco de lo que me he enterado.

-¿Eso dice? –sonríe.

-Sí.

-Pues si realmente lo necesitas… -se inclina hacia mí y me da un tierno beso en los labios.

Escucho aplausos a nuestro alrededor, y veo que son de algunos de los curiosos que observaban la escena.

-Entonces ese chico…

-Es mi mejor amigo. O era. Supongo que me quiere, y él creía que yo le correspondía.

-No hay nada entre vosotros –afirma.

-No hay nada entre nosotros.

Me abraza con fuerza y me da un leve besito en el cuello.

-Perdóname por haber dudado de ti.

-Y tú a mí por no habértelo dicho antes.

Ambos sonreímos y miramos a los mariachis.

-No te veía capaz de hacer esto –ríe otra vez.

-Tenía que arriesgarme –sonrío.

“Ayayayayay

mejor conmigo

juntos los dos solitos

cielito lindo

y Dios por testigo”

-Te quiero, my darling.

-Y yo a ti.

Los mejicanos siguen tocando, ajenos a todo lo que pasa a su alrededor. Zayn y yo nos sentamos en el escalón de la puerta de entrada del hotel, a observarlos cantar. Él me pregunta cómo sigue mamá.

-Está mejor, pero mañana…–no soy capaz de terminar la frase.

Zayn estrecha mi mano entre la suya, pero eso no alivia mi preocupación.

…mañana es el gran día.

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