27 de diciembre, por la
mañana.
Zayn
camina a mi lado mientras atravesamos la puerta de entrada al hospital.
Estrecha mi mano en la suya en un intento de imprimirme ánimos, pero en este
momento soy un manojo de nervios.
-¿Tú
no decías que no te gustaban las sorpresas? –pregunta, tras llamar al ascensor.
-Y
no me gustan –lo miro-. ¿Por?
-Lo
de los mariachis tenía bastante pinta de sorpresa… -sonríe.
-Bueno,
hacérselas a los demás está bien, lo que no me gusta es que me las den a mí
–entramos al ascensor y pulso la planta tres.
-¿Y
no has pensado que a los demás nos puede apetecer darte una sorpresa de vez en
cuando?
-Tendrás
que buscar otra forma de enamorarme –me encojo de hombros.
-Pensaba
que ya estabas enamorada de mí –frunce el ceño.
-Sí,
pero el amor no se alimenta de aire –le guiño un ojo.
-Cierto
–sonríe satisfecho, y tengo la sensación de que es porque ha conseguido que por
un momento deje de pensar en mamá.
Subimos
lo que queda en silencio, y cuando las puertas del ascensor se abren, salgo
rápidamente y camino a toda velocidad hasta la habitación de mi madre. Zayn
decide esperar en el pasillo, puesto que no la conoce y este no es el mejor
momento para presentársela.
-Sabes
que necesito el calor español para sobrevivir –está diciendo mamá.
-Sí,
pero sería solo una temporada, hasta que… -mi padre me ve parada en la puerta,
y enmudece.
-¿Ocurre
algo? –pregunto.
-No,
no es nada –mamá ladea la cabeza y me mira fijamente-. Te noto… especialmente
contenta. ¿Algún motivo en especial?
No
se le escapa ni una ni siquiera el día en que la operan.
-Ya
te contaré –sonrío.
-Lo
suponía –ella también sonríe.
-Papá,
¿por qué no te vas al hotel, descansas un poco y luego vienes?
-Tu
hija tiene razón.
-¿Cuándo
es la operación?
-No
lo sé, la verdad. No me han dicho la hora –contesta mi madre.
-Bueno,
intentaré volver cuanto antes –se acerca a mamá y le da un beso en la frente.
Sonrío
al ver que por una vez no se están tirando los trastos a la cabeza, y pienso
que quizás el tiempo hace que las personas superen sus diferencias y sean
capaces de volver a llevarse bien, aunque no de volver a amarse.
-Mamá…
-¿Sí?
-¿Me
prometes que me volverás a decir cualquier cosa que te pase?
-Cariño,
no puedo prometerte…
-¡Yo
te lo cuento todo!
-Porque
yo me doy cuenta y acabas confesándolo –ríe levemente.
Yo
también río.
-Pero
el caso es que te lo cuento, y tú a mí no. Ya soy bastante mayorcita, ¿no
crees? Yo decidiré si quiero irme de vacaciones o quiero quedarme contigo.
-El
problema es que sé lo que harías entonces.
-Ya,
pero…
-¡Te
irías de vacaciones! –me interrumpe.
-¡Mamá!
-Era
broma, era broma –sonríe.
-Tú
no descansas, ¿eh?
-Nunca.
Me
tumbo en la camilla a su lado y mi madre me rodea con un brazo.
-Sé
que quieres protegerme, pero en este caso no soy yo la que debe ser protegida
–la miro.
-Cuando
tengas hijos con Zayn lo entenderás.
-¡Pero…!
–me finjo indignada, y ambas rompemos a reír.
Las
dos nos quedamos calladas por un momento.
-Mamá…
-Dime.
-¿Estás
asustada?
Me
mira.
-Mucho.
-Yo
también –suspiro.
-No
lo estés, cielo. Muchísimas mujeres se recuperan de esto.
-Tú
lo estás, así que no me pidas que yo no me preocupe.
-No
es lo mismo –murmura-. En cualquier caso, los médicos van a hacer todo lo
posible por curarme.
-Lo
sé.
-Y
si no lo consiguen porque el cáncer se haya extendido… no es culpa suya,
¿entiendes? No es culpa de nadie.
-También
lo sé.
-Bien.
No
mucho rato después, llegan varias enfermeras y empiezan a hacerle algunas cosas
y mirar los niveles de no-sé-cuántas otras cosas.
-¿Cómo
te sientes? –le preguntan.
-Bien,
supongo –contesta ella.
-Vamos
a llevarte al pre-operatorio, ¿sí? Te haremos algunos análisis y luego te
llevaremos al quirófano.
Le
doy un fuerte abrazo, aunque con cuidado de que no se salga ningún tubo, y ella
me besa en la mejilla.
-Sé
fuerte –me susurra.
¿Fuerte…
yo? Sigue protegiéndome de todo aunque a la que van a operar sea a ella. La
sacan de la habitación en su camilla, y me quedo sentada en el sillón,
esperando no sé muy bien a qué. Debería ir a la sala de espera, supongo, pero
no me levanto.
Veo
que Zayn se apoya en el marco de la puerta y me mira.
-No
llores… -casi suplica.
A
pesar de intentar no hacerlo, no he podido evitar que las lágrimas empiecen a
brotar de mis ojos.
Viene
hacia mí y me estrecha en sus brazos.
-Todo
va a salir bien –me dice al oído.
-Tú…
tú no… tú no puedes saber eso –sollozo.
-Pues
lo sé. Así que tranquila –me acuna.
Cuando
me relajo un poco, vamos hasta la sala de espera. Algo más tarde, papá aparece
allí, y al darse cuenta de que ha llegado tarde dice un taco y empieza a
caminar de aquí para allá por la sala, nervioso. Los médicos de ese quirófano
tienen en sus manos la vida de mamá.
27 de enero; por la tarde
(un mes después).
-¡Espera
un segundo!
Me
alejo de la pantalla y voy hacia la entrada.
-Ese
pañuelo no te pega nada –bufo.
-Oh,
disculpa mi falta de estilo –ríe-. ¿Puedes cogerme tú uno que sí me pegue?
-Observa
y aprende.
Voy
hacia el armario, saco la caja de pañuelos y rebusco el celeste con flores
blancas. Vuelvo rápidamente y se lo tiendo.
-Mucho
mejor –sonrío.
-Si
tú lo dices… -se encoje de hombros, pero sonríe también.
-De
nada –alzo las cejas.
-Gracias.
Abre
la puerta.
-¡Pásalo
bien, mamá! –la despido con la mano.
Vuelvo
rápidamente a mi cuarto y me siento de nuevo delante de la pantalla del
ordenador.
-¿Qué
ocurre? –la imagen de Zayn ladea la cabeza.
-Mamá
ha salido con unas amigas, y, como siempre, llevaba un pañuelo que no le pegaba
–sonrío.
-Le
exiges demasiado –ríe.
-Sólo
quiero que vaya guapa –arrugo la nariz.
Todavía
se me hace raro ver a mi madre con esos pañuelos liados a la cabeza en lugar de
con su pelo. Pero, por otro lado, cada vez que lo veo, me siento infinitamente
feliz. Sigue yendo a quimioterapia, claro está, pero al parecer sólo de forma
preventiva, es decir, ahora mismo ya no tiene ni una sola célula cancerígena en
su cuerpo, tal y como el doctor Jaime me prometió.
-Quiero
verte –dice Zayn de repente.
-Ya
me estás viendo –sonrío.
-Pero
no quiero que sea a través de Skype…
Quiero verte en persona –resopla.
-Y
yo a ti. Pero ya lo sabes…
-Ya.
Quieres estar con tu madre, y lo entiendo.
-Además,
tengo instituto –bufo.
-Ya,
y yo universidad…
-Pues
entonces sólo nos queda Skype –concluyo.
-Lo
sé, pero aun así…
-Cuando
tenga vacaciones, si mamá está bien, intentaré ir.
Zayn
se muerde el labio.
-Me
acaban de dar muchas ganas de besarte –suspiro.
-Yo
las tengo constantemente –ríe levemente.
La
cara de Violet aparece de repente en la pantalla.
-¡Hola!
–exclama.
-Hola
enana, ¿cómo estás? –sonrío al verla.
-¡Bien!
¿Zayn y tú os vais a casar? –pregunta.
-Hasta
que no me compre un anillo, no… -enseño mis dedos desnudos.
-¡Pues
cómprale uno! –le dice la pequeña a Zayn, intentando que sea en voz baja,
aunque yo lo escucho.
Él
empieza a hacerle cosquillas y yo contemplo la escena con ternura. Noto que
algo me vibra en el bolsillo y saco el móvil para mirar qué es. Un whatsapp. ¡De Jaime!
“¿Podemos ir a tomar café
o algo en media hora? Me gustaría que siguiéramos siendo amigos…”
Sonrío.
Ha tardado un mes, pero creo que al final me ha perdonado. La verdad es que en
estos días no he salido casi nada con mis amigos. Vinieron a ver a mamá al
hospital después de la operación, y a Lorena –mi mejor amiga- la he visto algo
más porque ha venido a casa algunas veces. Y le conté lo de Zayn. Pero aparte
de eso, no he sabido mucho de ellos. Así que me alegra que Jaime quiera quedar
conmigo.
-¿Qué
ocurre? –me pregunta Zayn, al verme sonreír.
Por
un momento no sé si debo decírselo o no, pero al instante sé que sí. Pongo la
pantalla de mi móvil delante de la webcam
para que lea el mensaje.
-Jaime…
-murmura.
-Zayn,
“amigos”.
-Lo
sé, lo sé. Y me alegro de que quiera que lo volváis a ser –sonríe, aunque sé
que en realidad está un poco celoso.
-Voy
a ir, así que tengo que empezar a arreglarme.
-Vale…
-Zayn acaricia el pelo de Violet, que juega distraídamente con su muñeca Rapunzel.
-No
seas bobo –ladeo una sonrisa y le doy un beso a la cam.
Es
una costumbre que hemos tomado, ya que es lo más parecido a un beso que podemos
darnos.
-Me
voy a ver a un amigo. Mi corazón se queda contigo, en Londres.
-Te
quiero –le da el beso a la webcam.
Le
digo adiós con la mano.
-¡Adiós,
enana!
Violet
se despide también con la mano, y apago el ordenador.
Bueno,
parece que todo en orden. Mamá está relativamente bien, Jaime quiere volver a
ser mi amigo… Sólo me faltaría que esos 1.712,9 kilómetros que me separan de
Zayn se esfumaran de repente.
[Espero que os haya gustado. Por favor, mencionadme en twitter o comentad con vuestra opinión, y marcad en las casillas de abajo la opción que más se asemeje a lo que os ha parecido el #Imagina, ES MUY IMPORTANTE, gracias.]
Yuhuuu!!! Soy la primera en comentaar!! Me ha encantado el capituloo me alegra que la madre ya este bien lo malo esque esta alejada de Zayn siguela pronto porfii besiis!!
ResponderEliminares precioso y genial como siempre
ResponderEliminarBsss <3 <3
Me encanta como escribes. Es preciosa, siguela pronto por favor. Xxx.
ResponderEliminarHola Ana, como me encantan todo lo que escribes pues te nomine para un premio!! Pásate por aquí :) http://premioooooos.blogspot.com/
ResponderEliminarY te dejo mi novela que estoy empezando <3 http://maybeisthewayhewalks.blogspot.com/