jueves, 25 de julio de 2013

Imagina de Liam PARTE 4

[Leed primero la parte 3]

-A ti te gusta -soltó Leire cuando las chicas hubieron salido de la biblioteca.

-¿El qué? - Celia se intentó mostrar confundida, aunque sabía exactamente a lo que se estaba refiriendo.
-No te hagas la tonta conmigo. El profesor Payne.
-Supongo que tengo ojos en la cara, ¿no?

Leire alzó una ceja.

-No me refiero a eso, y lo sabes -bufó.

-Ya.
-¿Crees que yo desaprobaría que te enamoraras de un profesor? ¿Es eso por lo que no me lo dices?
-¡No estoy enamorada de él! -protestó Celia.
-Podrías llegar a estarlo.
-No más que todas las demás de la clase -intentó defenderse.
-Sabes que no es así.
-No sé lo que sé.
-Te atrae más que al resto -dijo Leire.
-¿Tú crees?
-Se te nota.

Celia hizo una mueca de espanto.

-Pero tranquila, sólo te lo nota quien te conoce de verdad. Sólo adoptas esa actitud con un tío cuando te gusta bastante -trató de tranquilizarla.

-¿Qué actitud? -su amiga frunció el ceño.
-Provocativa pero a la vez tímida, te da un aire interesante. Pero no abuses mucho de lo primero o te tomarán por algo que no eres.
-Una puta -dijo Celia con pesar, si bien no se sintió ofendida; Leire era así, jamás te diría algo sólo porque sea lo que quieres oír.
-Tal vez. 
-No pretendo ser eso.
-Lo sé. 
-Supongo que tienes razón -suspiró la chica.
-¿Sobre qué?
-Que me... gusta. 
-También lo sé.
-Aunque no sé cuánto.
-Lo suficiente.
-¿Para qué? -Celia miró a su amiga.
-Para ser capaz de enamorarte.
-No pretendo...

Ella no la dejó continuar.

-No te digo que no lo hagas, sino que no lo hagas a menos que él lo haga también. 

-Aunque sea mi profesor.
-Aunque sea tu profesor.

Celia se estremeció.
Después la conversación pasó a temas más relajados para ambas, hasta que finalmente cada una tomó una calle diferente en dirección a su casa.
Por el camino, Celia vio una cafetería, y decidió pasar a tomar algo. No tenía ningún examen en los próximos días, y aunque lo hubiera tenido probablemente habría entrado en aquel lugar. Sentía que necesitaba despejarse un poco, o tal vez todo lo contrario, reflexionar sobre el tema que venía trayéndola de cabeza durante los últimos días. Leire le había dicho muy claro lo que pensaba, y su amiga sabía que si ella lo decía era porque estaba convencida de ello. La chica pensó en llamar a Eli, que vivía cerca, para que se uniera a ella con el café, pero ya que tenía el móvil en la mano, decidió que prefería no tener más influencia externa e intentar sincerarse consigo misma.
No había habido tiempo material para ese supuesto enamoramiento, de hecho sólo había hablado directamente con él un par de veces. Así que la típica excusa romanticona de la personalidad quedaba descartada. Lo que sentía hacia su profesor de inglés parecía bastante claro. Era atracción. Atracción física pura y dura. Le parecía más fácil imaginárselo besándola por todas partes que paseando con ella de la mano por la playa. Tampoco sabía qué habría sido mejor, pero en realidad importaba poco. Las cosas eran así y ya está. Celia suspiró. ¿Era normal sentirse atraída de ese modo por un profesor? Probablemente no.
Se acercó a la barra y pidió un café con leche, tras lo que buscó con la mirada una mesa que le gustara. En su búsqueda, sus ojos casi se le salen de las órbitas al encontrarse con los vivos ojos marrones de su profesor de inglés. Él le sonrió, pero Celia no se sentía capaz de hacer ningún gesto. ¡¿Cómo era posible que estuviera precisamente allí?! Entonces recordó en lo que había estado pensando mientras esperaba en la barra, y sintió que estaba a punto de sonrojarse. Era algo absurdo, pero sentía como si Liam Payne hubiera podido oírla pensar en la atracción física que sentía hacia él.
Hizo acopio de todo su valor y caminó, café en mano, hasta la mesa de su profesor.

-Qué agradable sorpresa -comentó él cuando la chica estuvo lo suficientemente cerca para escucharle.

-Pues sí -concedió.
La muchacha dejó su café despreocupadamente en la mesa y se sentó enfrente de su profesor, hecho que a él no pareció molestarle.

-¿Té? -señaló la taza que él sostenía entre sus manos.

-Ajá.
-Muy británico -comentó Celia.
-Hay ciertas cosas que uno no quiere perder.
-Es lógico -dio un sorbo a su café.
-Sigo sin comprender por qué os gusta el café. Es amargo.
-No lo es -protestó Celia.
-Quizás no para ti.

Se produjo un momento de silencio en que la chica pensó que un profesor y una alumna no se hablarían así de forma normal. Era como si fueran viejos amigos que hace mucho que no se ven, las conversaciones eran banales, impersonales, pero no formales.

-¿Por qué nunca me llamas ni de "tú" ni de "usted"? -preguntó Payne de repente.

-¿Qué? -ella estaba desconcertada.
-Simplemente no me llamas. Has encontrado la forma de dirigirte a mí sin tener que conjugar ni un solo verbo –un asomo de curiosidad apareció en sus ojos.

-En inglés es mucho más fácil. Te diriges a todo el mundo por “you” y ya está.
-Pero ahora estamos hablando en español.
-Poco pedagógico tratándose de un profesor de inglés –dijo ella, y se preguntó si se habría pasado de la raya.

Sin embargo, él soltó una carcajada.

-Tienes razón, pero ahora estamos fuera del aula –alzó las cejas.
-No sabía que la profesión fuera de quita-y-pon –comentó Celia, intentando tantear hasta qué punto él la veía como una simple alumna ahí fuera.
-No lo es. Quizás soy culpable de intentar poner en práctica mi español, eso es todo –aquello no proporcionaba ninguna respuesta clara a los pensamientos de la chica.

Ella no contestó, sino que dio otro sorbo de su café.

-Sin embargo, a veces la profesión se puede dejar a un lado –continuó él.
-¿Como por ejemplo…?
-Cuando te encuentras a una alumna en una cafetería y ella se sienta en tu mesa –sonrió.

Celia no sabía si era un reproche o estaba hablando con total sinceridad.

-Probablemente la alumna no se habría sentado si no hubiera intuido que sería bien recibida –contestó.
-Y probablemente, si el profesor no hubiera dejado de lado su profesión en ese momento, la alumna no habría pensado que se sería bien recibida.

Aquello significaba… ¿que en ese momento Payne no se sentía como su profesor? La respuesta era que sí, y por fin Celia había obtenido una contestación a su pregunta interior. Eso la hizo sentirse más relajada.

-Entonces no hay ningún motivo por el que una chica de dieciocho años deba hablarle a uno de veinticuatro de usted –ella ladeó la cabeza.
-No creo que lo haya. De hecho supongo que la chica podría llamarle Liam –volvió a esbozar una sonrisa.
-O Payne.
-Lo que ella prefiera –la miró con sus penetrantes ojos color caramelo.

Celia se bebió lo que le quedaba de café de un solo trago. Estaba bastante satisfecha con esa conversación inesperada, y creía que ya tenía un pequeño voto de confianza por parte de él. En el instituto era una alumna, pero fuera era ante todo una chica cualquiera.

-Es hora de que me vaya a casa –se levantó y se mordió el labio al ver el hermoso rostro de Liam mirándola-. Disfruta de tu té.


Él sonrió cuando ella remarcó ese “tu”, y la contempló alejarse de la mesa y salir de la cafetería. Celia sonrió para sus adentros al sentir los ojos de Liam clavados en su espalda.

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8 comentarios:

  1. A mi me está encantando, felicidades :D

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  2. No siempre se le puede gustar a todo el mundo con todo lo que haces, a mí, en cambio, me está atrapando bastante, y no te desanimes si a la gente no le gusta, una grande escritora no se crea siempre de grandes escrituras anteriores.
    Attentamente, una anonima para que sonrías.

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  3. Yo quiero leer ya el capítulo 5, gracias por no dejar esta historia abandonada y seguir adelante a pesar de todas las críticas recibidas, un beso <3

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  4. ME ENCANTA!! No hagas caso a lo que digan, esta historia es genial y ese toque alumna-profesor es muy original y gracioso. Sigue asi eres genial, no lo olvides!!

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