[Leed primero la parte 3]
-A ti te gusta
-soltó Leire cuando las chicas hubieron salido de la biblioteca.
-¿El qué? - Celia se intentó mostrar confundida, aunque sabía exactamente a lo
que se estaba refiriendo.
-No te hagas la tonta conmigo. El profesor Payne.
-Supongo que tengo ojos en la cara, ¿no?
Leire
alzó una ceja.
-No
me refiero a eso, y lo sabes -bufó.
-Ya.
-¿Crees que yo desaprobaría que te enamoraras de un profesor? ¿Es eso por lo
que no me lo dices?
-¡No estoy enamorada de él! -protestó Celia.
-Podrías llegar a estarlo.
-No más que todas las demás de la clase -intentó defenderse.
-Sabes que no es así.
-No sé lo que sé.
-Te atrae más que al resto -dijo Leire.
-¿Tú crees?
-Se te nota.
Celia
hizo una mueca de espanto.
-Pero
tranquila, sólo te lo nota quien te conoce de verdad. Sólo adoptas esa actitud
con un tío cuando te gusta bastante -trató de tranquilizarla.
-¿Qué actitud? -su amiga frunció el ceño.
-Provocativa pero a la vez tímida, te da un aire interesante. Pero no abuses
mucho de lo primero o te tomarán por algo que no eres.
-Una puta -dijo Celia con pesar, si bien no se sintió ofendida; Leire era así,
jamás te diría algo sólo porque sea lo que quieres oír.
-Tal vez.
-No pretendo ser eso.
-Lo sé.
-Supongo que tienes razón -suspiró la chica.
-¿Sobre qué?
-Que me... gusta.
-También lo sé.
-Aunque no sé cuánto.
-Lo suficiente.
-¿Para qué? -Celia miró a su amiga.
-Para ser capaz de enamorarte.
-No pretendo...
Ella
no la dejó continuar.
-No
te digo que no lo hagas, sino que no lo hagas a menos que él lo haga también.
-Aunque sea mi profesor.
-Aunque sea tu profesor.
Celia
se estremeció.
Después
la conversación pasó a temas más relajados para ambas, hasta que finalmente
cada una tomó una calle diferente en dirección a su casa.
Por
el camino, Celia vio una cafetería, y decidió pasar a tomar algo. No tenía
ningún examen en los próximos días, y aunque lo hubiera tenido probablemente
habría entrado en aquel lugar. Sentía que necesitaba despejarse un poco, o tal
vez todo lo contrario, reflexionar sobre el tema que venía trayéndola de cabeza
durante los últimos días. Leire le había dicho muy claro lo que pensaba, y su
amiga sabía que si ella lo decía era porque estaba convencida de ello. La chica
pensó en llamar a Eli, que vivía cerca, para que se uniera a ella con el café,
pero ya que tenía el móvil en la mano, decidió que prefería no tener más
influencia externa e intentar sincerarse consigo misma.
No
había habido tiempo material para ese supuesto enamoramiento, de hecho sólo
había hablado directamente con él un par de veces. Así que la típica excusa
romanticona de la personalidad quedaba descartada. Lo que sentía hacia su
profesor de inglés parecía bastante claro. Era atracción. Atracción física pura
y dura. Le parecía más fácil imaginárselo besándola por todas partes que
paseando con ella de la mano por la playa. Tampoco sabía qué habría sido mejor,
pero en realidad importaba poco. Las cosas eran así y ya está. Celia suspiró.
¿Era normal sentirse atraída de ese modo por un profesor? Probablemente no.
Se
acercó a la barra y pidió un café con leche, tras lo que buscó con la mirada
una mesa que le gustara. En su búsqueda, sus ojos casi se le salen de las
órbitas al encontrarse con los vivos ojos marrones de su profesor de inglés. Él
le sonrió, pero Celia no se sentía capaz de hacer ningún gesto. ¡¿Cómo era
posible que estuviera precisamente allí?! Entonces recordó en lo que había
estado pensando mientras esperaba en la barra, y sintió que estaba a punto de
sonrojarse. Era algo absurdo, pero sentía como si Liam Payne hubiera podido oírla
pensar en la atracción física que sentía hacia él.
Hizo
acopio de todo su valor y caminó, café en mano, hasta la mesa de su profesor.
-Qué
agradable sorpresa -comentó él cuando la chica estuvo lo suficientemente cerca
para escucharle.
-Pues sí -concedió.
La
muchacha dejó su café despreocupadamente en la mesa y se sentó enfrente de su
profesor, hecho que a él no pareció molestarle.
-¿Té?
-señaló la taza que él sostenía entre sus manos.
-Ajá.
-Muy británico -comentó Celia.
-Hay ciertas cosas que uno no quiere perder.
-Es lógico -dio un sorbo a su café.
-Sigo sin comprender por qué os gusta el café. Es amargo.
-No lo es -protestó Celia.
-Quizás no para ti.
Se
produjo un momento de silencio en que la chica pensó que un profesor y una
alumna no se hablarían así de forma normal. Era como si fueran viejos amigos
que hace mucho que no se ven, las conversaciones eran banales, impersonales,
pero no formales.
-¿Por
qué nunca me llamas ni de "tú"
ni de "usted"? -preguntó
Payne de repente.
-¿Qué? -ella estaba desconcertada.
-Simplemente no me llamas. Has encontrado la forma de dirigirte a mí sin tener
que conjugar ni un solo verbo –un asomo de curiosidad apareció en sus ojos.
-En inglés es
mucho más fácil. Te diriges a todo el mundo por “you” y ya está.
-Pero ahora
estamos hablando en español.
-Poco
pedagógico tratándose de un profesor de inglés –dijo ella, y se preguntó si se
habría pasado de la raya.
Sin embargo, él
soltó una carcajada.
-Tienes razón,
pero ahora estamos fuera del aula –alzó las cejas.
-No sabía que
la profesión fuera de quita-y-pon –comentó Celia, intentando tantear hasta qué
punto él la veía como una simple alumna ahí fuera.
-No lo es. Quizás
soy culpable de intentar poner en práctica mi español, eso es todo –aquello no
proporcionaba ninguna respuesta clara a los pensamientos de la chica.
Ella no
contestó, sino que dio otro sorbo de su café.
-Sin embargo, a
veces la profesión se puede dejar a un lado –continuó él.
-¿Como por
ejemplo…?
-Cuando te
encuentras a una alumna en una cafetería y ella se sienta en tu mesa –sonrió.
Celia no sabía
si era un reproche o estaba hablando con total sinceridad.
-Probablemente
la alumna no se habría sentado si no hubiera intuido que sería bien recibida –contestó.
-Y
probablemente, si el profesor no hubiera dejado de lado su profesión en ese
momento, la alumna no habría pensado que se sería bien recibida.
Aquello
significaba… ¿que en ese momento Payne no se sentía como su profesor? La
respuesta era que sí, y por fin Celia había obtenido una contestación a su
pregunta interior. Eso la hizo sentirse más relajada.
-Entonces no
hay ningún motivo por el que una chica de dieciocho años deba hablarle a uno de
veinticuatro de usted –ella ladeó la
cabeza.
-No creo que lo
haya. De hecho supongo que la chica podría llamarle Liam –volvió a esbozar una
sonrisa.
-O Payne.
-Lo que ella
prefiera –la miró con sus penetrantes ojos color caramelo.
Celia se bebió
lo que le quedaba de café de un solo trago. Estaba bastante satisfecha con esa
conversación inesperada, y creía que ya tenía un pequeño voto de confianza por
parte de él. En el instituto era una alumna, pero fuera era ante todo una chica
cualquiera.
-Es hora de que
me vaya a casa –se levantó y se mordió el labio al ver el hermoso rostro de
Liam mirándola-. Disfruta de tu té.
Él sonrió
cuando ella remarcó ese “tu”, y la
contempló alejarse de la mesa y salir de la cafetería. Celia sonrió para sus adentros al sentir los ojos de Liam clavados en su espalda.
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Y el 3?!?
ResponderEliminarPer-fect!
ResponderEliminarA mi me está encantando, felicidades :D
ResponderEliminarNo siempre se le puede gustar a todo el mundo con todo lo que haces, a mí, en cambio, me está atrapando bastante, y no te desanimes si a la gente no le gusta, una grande escritora no se crea siempre de grandes escrituras anteriores.
ResponderEliminarAttentamente, una anonima para que sonrías.
Yo quiero leer ya el capítulo 5, gracias por no dejar esta historia abandonada y seguir adelante a pesar de todas las críticas recibidas, un beso <3
ResponderEliminarME ENCANTA!! No hagas caso a lo que digan, esta historia es genial y ese toque alumna-profesor es muy original y gracioso. Sigue asi eres genial, no lo olvides!!
ResponderEliminarPerfecta!
ResponderEliminarY el 3 ?
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