#Imagina de Harry PARTE 5 -2º temporada-

-Joder, ¡¿cuántas cosas habéis necesitado en estos dos años?!

Julia y tú reís. Estáis sentadas en el suelo del salón, con todos los libros que habéis comprado en ese tiempo esparcidos por la alfombra, para decidir cuál se lleva cada una. Harry, mientras tanto, baja las cajas de cartón de Julia hasta su recién adquirido coche, pues se va a su casa esa misma tarde.

-Pues todavía te queda bajar mis cosas –dices desde el salón.

Styles asoma la cabeza por la puerta.

-¿Te vas a tu casa tú también? –sus labios se unen hasta formar una fina línea.

-Igual que el año pasado, al menos un par de semanas… -llevas la vista al título del libro que tienes entre manos con tal de no mirarle a él.

-No me eches mucho de menos –se encoge ligeramente de hombros y su cabeza desaparece de la puerta.

Julia espera a que se escuchen sus pasos bajando por las escaleras para hablar.

-No parece que le haya… importado mucho que te vayas –dice con precaución.

Sueltas una leve risa.

-Se hace el duro porque estás delante –metes el libro en la caja de tu amiga.

-Mira, me cae bien, pero a veces sólo se le nota que te quiere por cómo te mira…

-Prefiero que se le note por cómo me mira a que sea porque está todo el día diciéndome “te quiero” –contestas.

-Sí, pero…

-Julia, nosotros somos así, ya deberías haberte dado cuenta –miras a tu amiga con ternura, pues sabes que se preocupa por ti-. No somos la pareja que todo el mundo quiere en la que él pone algodones en el suelo que voy a pisar.

Ella va a hablar, pero la interrumpes.

-Nos peleamos, nos metemos el uno con el otro, tiramos de las sábanas del otro por la mañana para despertarlo en lugar de hacerlo a besos. Y, sinceramente, yo lo prefiero así –sonríes.

-¿Qué prefieres cómo? –Harry entra en la habitación, y te preguntas si no habrá escuchado parte de la conversación.

-Nada –si mintieras, te sonrojarías, y él se daría cuenta de que le estás mintiendo.

-¿Tú no tenías que echar tus solicitudes para la universidad? –Julia te mira.

-Pues sí –miras el reloj que cuelga de la pared.

-Ve ya, no sea que te cierren la oficina de correos –te insta tu amiga, dándote un golpecito en la espalda para que te levantes.

-¿Y esto? –señala los libros esparcidos por el suelo.

-Ah, puede que me quede alguno tuyo que me guste –te guiña un ojo.

-Pero todavía queda mucho por orden… -protestas.

-Harry, llévatela –dice tu amiga.

-A tus órdenes –se lleva una mano a la cabeza haciendo el típico saludo militar.

-Mío ya sólo queda esto, lo demás lo puedes ordenar cuando quieras –te tranquiliza Julia.

-Está bien –caminas hasta la puerta-. Un rato antes de irte me llamas, que quiero despedirme.

-Que sí, fea, tira –te hace un gesto con la mano para que te vayas.

Tú le sacas la lengua a modo de adiós y coges tus papeles de la mesa del recibidor.

-Siempre intenta cuidar de mí –dices cuando salís del piso.

-Ya lo veo –te pasa un brazo por los hombros-. ¿Vamos en moto o andando?

-Me apetece andar –coges la mano que cae por tu hombro derecho y jugueteas con sus dedos.

El fresco de la mañana está dando paso a un inusitado calor para tratarse de Londres, así que te quitas tu chaqueta vaquera.

-Vaya, bombón –miras a Harry y ves que sus ojos están recorriéndote de abajo a arriba.

-Styles, a ti es muy fácil impresionarte –ríes.

La ropa que llevas es totalmente sencilla. Un pantalón corto blanco –que deja ver gran parte de tus piernas- y una camiseta color salmón –que deja ver una parte de tu escote-.

-No, no, no. Es fácil impresionarme si se trata de ti –te corrige.

-Ay, si eres un hombre después de todo –le acaricias la nuca como si fuera un perrito.

-Creía que estaba bastante claro que lo soy –alza una ceja.

-Lo estaba, tranquilo –sonríes.

Andáis durante un rato sin decir nada.

-Por cierto…

-¿Qué? –lo miras.

-Puedo despertarte a besos si lo prefieres –te mira con un brillo travieso en los ojos.

-¿Cóm…? ¡Ahh! –notas cómo lo que parece ser toda la sangre de tu cuerpo se acumula en tus mejillas- ¡Styles! –le das un golpe en el pecho.

-¿Qué pasa? –ríe a carcajadas.

-¡A mí no me hace gracia! ¿No te han enseñado que escuchar conversaciones de otras personas está mal? –sueltas un bufido.

-Hago tantas cosas que están mal... –hace un gesto de indiferencia con los labios- Pero sólo he escuchado esa parte, te lo prometo.

-Agg, se me hace muy difícil no odiarte, lo digo en serio –sacudes la cabeza, aún sintiendo calor en las mejillas.

-Pero si soy un cielo.

-O un infierno.

-Me adoras.

-Te tienes a ti mismo muy sobrevalorado, ¿no crees?

-Cada uno hace lo que puede con lo que tiene.

-Dios.

-¿Qué?

-Dame fuerzas para no matarlo –miras al cielo.

-Si no quieres matarme, ¿para qué quieres la fuerza?

Respiras hondo antes de contestar, y él ríe.

-Pensándolo mejor, dame fuerzas para matarlo.

-Aún estás colorada –apunta Harry, poniendo un dedo en tu mejilla.

-Gracias por la información, no me había dado cuenta –ironizas.

-No te enfades conmigo, bombón… Es que hacía mucho que no te veía sonrojarte –finge una expresión triste.

-¿Y? –respondes, molesta.

-Que me gusta mucho cuando te pones así, me recuerda a cuando nos conocimos. Te ponías colorada por cualquier cosa, ¿te acuerdas?

-Sí, Styles, me acuerdo –resoplas, aunque se te ha pasado el enfado; te ha gustado que recuerde aquello.  

Entonces, llegáis a la oficina de correos, donde tienes que entregar los diferentes sobres para las diferentes universidades. En ellos reciben todos tus datos, tu currículum hasta el momento y el impreso relleno con la solicitud. Puede que te acepten en todas, en varias, o sólo en una. La posibilidad de que no te acepten en ninguna es demasiado remota como para que te la plantees, tus notas son lo suficientemente buenas. Luego irás a la que prefieras de las opciones que tengas. Claro, que esa tiene que ser alguna de las de Londres.

Mientras esperáis en la cola a que toque vuestro turno, Harry te mira y te hace la pregunta que ya llevas un rato esperando.

-¿Qué vas a hacer este verano?

No necesita especificar más, sabes a qué se refiere.

-Ya te lo he dicho, lo mismo que el verano pasado –contestas.

-¿Y eso es…?

-Me quedaré aquí hasta que envíen de vuelta las respuestas a mis solicitudes, luego me iré un par de semanas a casa de mis padres y después volveré aquí –explicas.

-¿Tu piso o el mío?

-Depende.

-¿De qué?

-De lo que digan mis padres –suspiras.

-A veces pienso que no es tan malo ser huérfano –reflexiona Harry.

-Tú lo ves de una forma diferente, Styles.

-¿A qué te refieres?

-Agradeces no tener unos padres a los que tener en cuenta porque no entiendes lo que es tener padres.

-No sabía que ahora te dedicaras a los trabalenguas, bombón –ladea una sonrisa.

-Me has entendido.

-Puede.

-Todavía tengo que hablar con mis padres de ti –comentas, avanzando un poco en la cola.

-Qué bonito.

-Sí, precioso. En fin, pues depende de lo que me digan, haré.

-No querrán que te quedes conmigo.

-Es probable.

-Haz como el año pasado, diles que te quedas en tu piso con Julia.

-El año pasado me quedé en mi piso con Julia.

-Pero prácticamente vivías en el mío.

-Bueno, ya veré, tengo que pensarlo –suspiras.

Por fin toca vuestro turno, y le tiendes los sobres al empleado que os atiende. Harry se lleva una mano al pelo para apartarse el flequillo –un gesto muy típico en él- y ves de pasada el tatuaje de la percha que se hizo seis meses atrás. Sonríes, recordando por qué se tatuó precisamente una percha.

Seis meses antes…

-Styles, ¿por qué tienes tantos tatuajes? –preguntas, pasando un dedo por el “17BLACK” que lleva en el pecho.

-Simplemente me gustan.

-Llegará el día en que no se te vea ni un centímetro de piel –dices distraídamente.

-No, nunca me tatuaré la cara.

-Por favor, nunca –reiteras.

-¿Tan guapo soy, bombón? –ladea una sonrisa.

-No, es que no me apetecería besar a un calamar andante.

-¿Un calamar?

-Por la tinta –explicas.

-¡Ah! –rompe a reír.

Te mira durante un momento y luego se incorpora en la cama.

-¿Qué pasa?

-Me apetece tatuarme algo –dice con total naturalidad.

-Y ya está, igualito que si yo digo que me apetece un chicle –dices, sorprendida.

-Más o menos.

-Yo pensaba que lo de los tatuajes había que pensarlo con mucho cuidado y eso.

-Sí, las tres primeras veces. Luego ya… -ríe levemente.

-¿Y qué te apetece hacerte?

-Nada en particular.

-Mmmm –miras a tu alrededor-. ¡Una percha! –bromeas, al ver una en el armario, que anoche se quedó abierto.

Harry ladea la cabeza, y después sonríe.

-Una percha –asiente con la cabeza.

-Styles, no lo decía en serio –abres mucho los ojos.

-¿Por qué no? La gente se tatúa una Hello Kitty y yo no me puedo tatuar una percha, ¿no?

-No es lo mismo…

-Es verdad, lo de la Hello Kitty es aún más estúpido.

-Pero…

-¡Si has sido tú la que lo ha propuesto!

-Pero ¡era una broma! –exclamas.

-Pues ahora quiero hacerme la percha –te mira con un deje de arrogancia.

-¿Y qué clase de significado tiene tatuarse eso?

-Tú sabrás, ha sido tu elección –se encoge de hombros.

-¡Que…!

-Ya, ya –te interrumpe-. “No lo decías en serio”, lo sé, bombón, todavía no estoy sordo.

Resoplas.

-Yo te diré el significado. Cada vez que la vea, me acordaré de ti, tú lo elegiste.

-Por favor, Styles, eso es igual que si te hicieras mi nombre…

-Nunca me pondría tu nombre, me pondría “bombón” –apunta.

-Lo mismo es. ¿Y si… y si algún día lo dejamos?

-En ese caso, me acordaré de ti igualmente –dice como si fuera lo más evidente del mundo.

-¿Y si no quieres acordarte de mí? –alzas las cejas.

-¿Por qué no iba a querer? Aunque lo dejáramos, todo lo que hemos pasado juntos estaría ahí, lo hemos vivido. En el hipotético caso de que dejara de quererte, te quise, y fui feliz contigo. ¿Por qué no recordarlo?

Sus palabras te han emocionado tanto que sientes que una lágrima está a punto de escaparse de tus ojos. Parpadeas un par de veces y consigues contenerla.

-Y así mi nueva novia no sabría que aún te llevo conmigo –te guiña un ojo; es incapaz de ser dulce por demasiado tiempo.

-Tonto –sonríes.

-Mucho. Pero un tonto original.

-Sí, como las Pringles.

-¿Qué?

-Nada, Styles, déjalo.

-Pues vamos –tira de ti haciendo que te levantes de la cama-. La tienda de tatuajes nos espera.

-Puede que tengas que llevarte la percha como modelo, no creo que tengan plantillas de eso –bromeas.

-Bombón, por favor, mi tatuador es un experto, ¿por quién me tomas? –sonríe, tendiéndote tu ropa para que te vistas.

-¿Dónde te lo vas a hacer? –preguntas, sacando la cabeza por el hueco de la camiseta.

-¿Dónde propones?

-En el culo –ríes.

-Creo que ahí no te voy a hacer caso –él también ríe.

-Mmmm… ahí –señalas una parte del brazo que tiene a la vista, ya que tiene los brazos levantados para ponerse su camiseta.

-¿Ahí? –piensa durante un momento.

-Sí –asientes con la cabeza para mostrar tu convicción.

-Pues ahí –concluye él.

-Vas a tatuarte una percha en el brazo –dices-. Estás completamente loco.

-Sí, bombón, estoy loco. Pero por ti.

-¿Cuánto? –lo miras con una sonrisa en los labios.

-Tanto que mejor será que nunca tengas que comprobarlo.

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